Ediciones Clío
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA
EN EL PENSAMIENTO
POLITOLÓGICO
DE GIOVANNI
SARTORI
Jesús Alberto
Márquez
Ramírez
Jesús Alberto Márquez Ramírez
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO
POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI
Ediciones Clío
La teoría democrática en el pensamiento politológico de Giovanni Sartori./ Jesús Alberto Márquez Ramírez (autor). Jorge J. Villasmil
Espinoza (Prólogo).
—1era edición digital — Maracaibo (Venezuela): Ediciones Clío. 2022
108 p.; 22 cm
ISBN: 978-980-7984-23-2
1. Giovanni Sartori 2. Pensamiento político. 3. Teoría democrática. 4. Modelo de gobierno.
La teoría democrática en el pensamiento politológico de Giovanni Sartori
2022, Jesús Alberto Márquez Ramírez
1ra. Edición: mayo de 2022
Hecho el depósito de ley:
ISBN: 978-980-7984-23-2
Depósito legal: ZU2022000136
Ediciones Clío / Fundación Difusión Científica
Director: Jorge Fyrmark Vidovic López
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Julio García Delgado
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Julio García Delgado
Maracaibo estado Zulia, Venezuela.
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emanados de los entes públicos y privados, asimismo, podrá realizar cual-
quier tipo de consorciado, alianza, convenios y acuerdos con entes priva-
dos y públicos tanto de carácter local, municipal, regional e internacional.
La teoría democrática en el pensamiento politológico de Giovanni Sar-
tori revela los basamentos de la teoría democrática en el pensamiento del
politólogo italiano Giovanni Sartori mediante un enfoque hermenéutico.
Los aportes de Sartori relativos a la comprensión de la democracia son
cruciales en la actualidad cuando se buscan respuestas a las crisis de las
poliarquías contemporáneas en lo que va del siglo XXI, crisis que, sin lu-
gar a dudas, se traducen en múltiples problemas materiales y simbólicos,
entre los que destacan: crisis de la representación en general, crisis de los
partidos políticos, crisis del liderazgo, crisis de los procedimientos e insti-
tuciones democráticas, crisis del modelo constitucional.
Atentamente;
Dr. Jorge Fyrmark Vidovic López
https://orcid.org/0000-0001-8148-4403
Director Editorial
https://www.edicionesclio.com/
Dedicatoria
A mi madre Carmen Orozco Córdoba, quien ha inspirado todo mi
actuar.
A mi esposa Dalia Ester Mier Viloria y a mis hijos. Sin su incondicio-
nal apoyo no hubiese sido posible lograr esta obra.
Agradecimientos
A mis docentes de la Universidad del Zulia, en especial al Dr. Jorge
Jesús Villasmil Espinoza, quien como Tutor fue una guía rme.
ÍNDICE GENERAL
Prólogo ..............................................................................................11
A modo de introducción .....................................................................14
Capítulo I. Proceso histórico en el que surge la teoría democrática mo-
derna a la luz de sus variadas inuencias losócas e ideológicas .........19
El pensamiento liberal ilustrado: génesis de la proto-democracia moderna .21
Artífices de la idea moderna de democracia ........................................27
Variadas influencias filosóficas e ideológicas que impulsaron el renacer
democrático: siglo XIX y XX ..............................................................39
Los estudios de Sartori sobre la democracia .......................................50
Conclusiones capitulares.....................................................................52
Capítulo II. Aspectos seminales de los estudios sobre democracia de Gio-
vanni Sartori ......................................................................................55
Vida y obra de Giovanni Sartori ........................................................57
La democracia como fenómeno histórico occidental ...........................62
Liberalismo, socialismo y democracia contemporánea .......................65
La democracia desde la perspectiva diferencial de los estudios de Sartori .
69
Capítulo III. Principales implicaciones políticas, ideológicas y epistemo-
lógicas de la teoría decisional de la democracia de Sartori ...................71
Implicaciones políticas de la democracia en el pensamiento de Sartori ... 72
Implicaciones ideológicas de la democracia en Sartori ......................... 77
Implicaciones epistemológicas de la teoría democrática de Sartori .....80
Sartori y la teoría decisional de la democracia ....................................82
El costo de las decisiones ....................................................................84
Órgano de toma de decisiones ............................................................85
Conclusiones capitulares ....................................................................87
Conclusiones generales ......................................................................90
Primer capítulo ...................................................................................90
Segundo capítulo ...............................................................................92
Tercer capítulo ...................................................................................93
Índice de referencias ..........................................................................96
11
PRÓLOGO
Increíblemente más allá de sus miles de años de existencia la demo-
cracia sigue siendo un tema vigente para los intelectuales interesados en
pensar novedosas formas y mecanismos que ayuden a superar los vicios y
limitaciones de los sistemas políticos contemporáneos que se denen, en
esencia y existencia, como proclives al gobierno del pueblo y al poder del
pueblo, aunque en la realidad de los hechos, el pueblo, o más especíca-
mente la ciudadanía, no gobierne sino mediante sus representantes que
actúan, en muchos casos, a contravía del verdadero interés general de la
sociedad.
Todo indica que Jesús Márquez Ramírez a quien tuve el gusto de acom-
pañar como director de tesis en el programa de doctora de ciencia política
de la Universidad del Zulia, se interesó en el tema de la democracia por
su profunda sensibilidad en torno a los problemas políticos y sociales que
identican históricamente a Latinoamérica en general y a Colombia en
particular. De hecho, en nuestras conversaciones siempre estuvo la preo-
cupación por la baja calidad de las democracias de la región, muy a pesar
de su fachada de modernidad y de su arquitectura institucional a tono
con los sistemas políticos del occidente hegemónico, claro está, con unos
resultados muy diferentes.
En este sentido, la obra de Giovanni Sartori, que es objeto de estudio
de este libro, tiene la capacidad de diseccionar a la democracia de forma
integral, esto es, en sus variadas dimensiones: histórica, política, jurídi-
ca, institucional y losóca. Pero como bien indica Jesús, Sartori no se
presenta a sus lectores como un teórico de la democracia al estilo de los
grandes lósofos de la modernidad ilustrada, como: Spinoza, Rousseau o
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI12
Tocqueville, entre otros, se trata más bien de un humanista interesado en
explicar y entender el fenómeno de las poliarquías de forma cientíca, de
modo que, su teoría decisional de la democracia es más bien un plus que
surge de su obra.
Por su parte, la lectura sosegada del aporte de Jesús Márquez nos pre-
senta a un Sartori desde múltiples perspectivas de análisis y que al mismo
tiempo dialoga hermenéuticamente con sus contribuciones a la ciencia
política. Márquez entiende que a diferencia de los positivistas de antaño
el gran pensador italiano no tiene ningún resabio en reconocer que la de-
mocracia es, en síntesis, un estilo de vida que dignica y libera a la persona
humana, profundamente subsidiario de la ideología liberal, aunque arti-
cule en su núcleo epistémico también otras inuencias ideológicas.
Sin duda, los lectores del libro se adentrarán por un recorrido textual
y contextual que los llevará en un primer momento por el proceso histó-
rico en el que surge la teoría democrática moderna a la luz de sus variadas
inuencias losócas, ya que, como es lógico suponer, no se puede com-
prender a plenitud al trabajo de Sartori, si previamente no se tienen una
visión panorámica de la democracia moderna. Seguidamente, la obra nos
muestra los aspectos seminales de los estudios politológicos de este desta-
cado autor, como condición necesaria para desarrollar un debate intertex-
tual entre el pensamiento sartoriano y la teoría política contemporánea de
mayor divulgación en los círculos académicos e intelectuales.
Por último, Jesús Márquez tiene la capacidad de discutir sin ambigüe-
dades las principales implicaciones políticas, ideológicas y epistemológi-
cas de la teoría decisional de la democracia de Sartori, llegando a postular
conclusiones duras para las democracias latinoamericanas del siglo XXI,
tales como:
“Los mecanismos de representación de la voluntad general están
viciados por un sistema político seudo democrático y corrupto.
Los partidos políticos no tienen la capacidad para ser la expresión
fehaciente de las necesidades y aspiraciones sociales en el ejercicio
del poder.
Los liderazgos políticos neopopulistas o populistas radicales que
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 13
abundan en la región más que solucionar los problemas estructu-
rales del sistema político los terminan gravando.
La democracia procedimental no reduce las crecientes asimetrías
sociales y, por lo tanto, no mejora las condiciones de vida de los
sectores populares en condición de emergencia social.
El modelo constitucional existente más allá de sus avances doctri-
nales no se traduce en el fortalecimiento del estado de derecho, tal
como lo evidencia un poder arbitrario que no conoce límites.
Por estas razones y por otras más, el libro de Jesús Márquez signica
quizá sin proponérselo una invitación a pensar más y mejores formas de
democracia, pero no en abstracto, sino en función de las características,
problemáticas y tensiones entre el poder y la sociedad civil organizada en
el complejo sur global del que formamos parte. Al igual que Sartori, mi
amigo Jesús Márquez comprende que, a diferencia de la losofía política,
la ciencia política contemporánea es una ciencia de base empírica que sus-
tenta sus armaciones en datos concretos y nos solo en la reexión espe-
culativa, lo que no signica tampoco que la losofía y las ciencias sociales
sean espacios antagónicos, aunque tengan funciones diferenciadas.
Dr. Jorge J. Villasmil Espinoza
Universidad del Zulia
Maracaibo, abril de 2022
14
A MODO DE INTRODUCCIÓN
PRESENTACIÓN Y JUSTIFICACIÓN DEL TEMA
La democracia como forma de estado y de gobierno y, más especíca-
mente, en su concepción actual como modo de vida de cara al goce y dis-
fruto de los derechos fundamentales por parte de una ciudadanía empo-
derada y dispuesta a participar en la construcción de su realidad política,
esta consustanciada a los cimientos más profundos de la civilización occi-
dental de la cual, nos guste o no, formamos parte en Latinoamérica (Bri-
ceño, 2007); sin desconocer con ellos los sincretismos culturales que re-
basan en nuestras identidades los dominios de lo occidental propiamente
dicho y poseen implicaciones políticas he identitarias aún por descubrir.
Al decir de Silva (2018), a nivel teórico la democracia que surge paulatina-
mente del programa losóco y político de la modernidad iluminista en el lla-
mado siglo de las luces en algunas sociedades centrales de Europa, se compone
de al menos tres dimensiones particulares que requieren tratamiento especí-
co por parte del investigador, estas son: a), soberanía popular, autonomía de la
personas y estado de derecho; b), igualdad, libertad y fraternidad como pautas
para la convivencia intersubjetiva y c); relación comunidad e individuo. Es, en
la interrelación de estos componentes donde se conguran las democracias
contemporáneas que no deben confundirse en su esencia y existencia con la
democracia directa de los antiguos, aunque sea esta la referencia más remota
de esta forma de gobierno que se impone hoy en día, en los imaginarios po-
líticos del mundo, como la más viable para el logro de una vida individual y
colectiva digna, libre de los atropellos del ejercicio arbitrario del poder.
Se ha convertido en un lugar común o cliché en las investigaciones poli-
tológicas la evocación de la democracia ateniense para empezar los procesos
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 15
de análisis y discusión de este concepto, tanto en la teoría política clásica,
como también en sus diversas experiencias históricas concretas, estas últi-
mas denominadas por Dahl (1989; 1992), como poliarquías para diferen-
ciarlas del tipo ideal. Sin embargo, debe anclarse que, entre la democracia
directa de los antiguos y las democracias representativas y participativas del
mundo de hoy, hay muy pocos elementos en común. En principio,
La democracia directa es aquella donde el pueblo o cuerpo de ciudadanos,
reunidos en asamblea, ejerce el poder supremo directamente, y cualquier
forma de autoridad tiene origen en él y está controlado por el de un modo
continuo y metódico con tal asiduidad, que en las magistraturas o fun-
ciones ejercidas por delegación no pierde nunca contacto directo con la
fuente de la cual emanan… (Rivas, 2008: 286).
Esto signica que, sin lugar a duda, en las formas democráticas antiguas del
periodo clásico no existía una clase política profesional encargada de conducir
y direccionar al sistema político como punto nodal del orden social. Esto era
posible por diversas razones: por una parte, el número de ciudadanos con de-
rechos y deberes políticos para con la vida de la polis o la ciudad era reducido
a una elite1 y; por la otra, la base material de la existencia estaba sustentada en
mano de obra esclava, cuestión que le permitía a los ciudadanos dedicarse casi
por completo a las responsabilidades políticas del vivir en comunidad.
Por su parte, la situación de los estados nacionales contemporáneos es
diametralmente diferente, toda vez que están conformados por millares
de ciudadanos que por razones prácticas no pueden ser convocados de
forma cotidiana para deliberar, gestionar o resolver los asuntos políticos
de interés general, lo que demanda la existencia de una clase política pro-
fesional encargada del manejo del estado. De este modo, la democracia
antigua y actual son muy diferentes y, de hecho, se basan en ideas de li-
bertad y equidad que responden a requerimientos diferentes, que serán
dilucidados más adelante en el desarrollo de los objetivos del libro.
El consenso logrado en las elites políticas e intelectuales de occidente
con impacto directo en la cultura política del mundo en general, sobre la
1 Esencialmente solo eran ciudadanos los varones poseedores de propiedades con una renta elevada,
quedando excluidos de esta categoría: las mujeres, los extranjeros, los esclavos y el grueso de las
personas pobres. Esto era así, en la mayoría del mundo democrático hasta la segunda mitad del siglo
XIX y/o principios de XX.
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI16
primacía de la democracia frente a las otras formas de estado y de gobiernos
conocidas y experimentas en el tiempo por la humanidad en su conjunto, im-
pulsaron de forma inusitada en el siglo XX y lo que va del XXI, los estudios
sobre democracia en sus variadas dimensiones y signicaciones (Dahl, 1989;
1992). Desde esta perspectiva, destacan aquí los trabajos del ilustre politó-
logo italiano Giovanni Sartori (1924-2017), porque conjuga a un tiempo la
profundidad cientíca y losóca con los dotes de una escritura amena de
interés educativo, para entendidos en política y público en general.
La extensa obra de Sartori a nuestra disposición (2009; 1988; 2008;
1998; 2001; 1992; 1993; 2005), siempre toco el tema de la democracia
de manera directo o indirecta, hasta el punto de que, en una lectura entre
líneas de su discurso académico fácilmente se podría inferir la idea de que,
hablar de democracia es hablar del núcleo esencial de los sistemas políti-
cos que colocan a la condición humana y su dignidad inherente como su
causa primaria y razón de ser.
De hecho, en el pensamiento político sartoriano la cuestión democrá-
tica implica, a su vez, un conjunto de temas centrales para la vida colec-
tiva, a saber: la relación autocracia y libertades civiles, las diversas formas
de libertad, las limitaciones de las formas de representación política y el
problemas de la creación racional de cuerpos normativos como garantía
del orden societal, la igual jurídica en la diversidad social, así como la dis-
tribución equitativa de la riqueza en una sociedad determinada (Sartori,
1988), entre otros muchos.
Para Sartori (2009), toda aproximación serena y crítica a la democracia
implica de igual modo la formulación de ciertas preguntas útiles para com-
prender a plenitud su naturaleza y sus características primordiales, tanto
como ideal político y experimento histórico (poliarquía) en ciertas nacio-
nes que apuestan en su organización sistémica por el gobierno de los mu-
chos o –poder de los muchos– en el marco de unas relaciones simétricas de
poder: estado-ciudadanía, algunas de estas preguntas recurrentes son: ¿Qué
signica realmente un gobierno democrático? ¿Cuáles son las condiciones
necesarias en lo material y simbólico para hacerlo posible? ¿Qué doctrinas,
ideologías o sistemas de creencias han formulados las grandes premisas de
la democracia? ¿De qué modo han inuido las grandes ideologías de la mo-
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 17
dernidad, como el socialismo y el liberalismo en la consolidación del mo-
delo democrático? ¿Qué relación existe entre: ¿derechos humanos, justicia
social y democracia? (Sartori, 2009). En buena media el desarrollo se su tra-
bajo intentó dar respuestas a estas interrogantes.
Justican el desarrollo de estas tesis, en buena medida el hecho de que
el estudio del pensamiento de Sartori es precisamente un intento para en-
tender y buscar las respuestas más coherentes que en la teoría política clá-
sica y contemporánea se han ofrecido para responder estás interrogantes
de forma parcial y nunca denitiva; todo ello, en el marco general de lo
que signica y representa en cada momento el estudio de las formas de
gobierno en el afán losóco y cientíco de la maximización política del
bien común en clave de sistema y cultura política con pretensión de uni-
versalidad, en benecio de la humanidad.
El estudio de la obra cientíca de la que emerge el pensamiento político
de Sartori, por una parte, encarna una contribución al desarrollo de la teo-
ría democrática politológica, esto es, aquella que se construye no solo con
reexiones losócas, sino a partir del estudio y recolección sistemática
de la evidencia empírica concreta al respecto para el fortalecimiento de las
poliarquías contemporáneas y; por el otro, un ejercicio de epistemología
política que sirve de espacio cognitivo para la interrelación dialéctica de
los diferentes saberes disciplinares que, de una forma u otra, dan cuenta de
la realidades políticas y sus fenómenos constitutivos, en la antropología, la
historia, la sociología, la psicología social y la ciencia política, entre otras.
Por último, conviene precisar que en la medida que el politólogo italia-
no fue profundizando en su estudio sobre la democracia, fue también es-
tructurando una propuesta normativa de lo que debería ser la democracia
para las complejas sociedades actuales, identicadas por sus altísimos ni-
veles de entropía. De ahí que, sea el objetivo general de la obra Revelar los
basamentos de la teoría democrática en el pensamiento politológico de
Giovanni Sartori. Bajo la premisa que su obra representa una de las teorías
democráticas más elaboradas y coherentes de la realidad teórica actual.
Denitivamente los estudios de Giovanni Sartori marcan un hito fun-
damental en las ciencias sociales y humanas sobre el contenido y alcance
del estilo de vida democrático. Además, de la lectura minuciosa de su pro-
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI18
ducción cientíca se observa una concepción particular de democracia
que combina variadas inuencias teóricas y congura, quizá sin buscarlo,
una propuesta novedosa sobre democracia decisional.
Enfatizamos que el objetivo general del libro es precisamente revelar
los basamentos de la teoría democrática en el pensamiento politológi-
co del politólogo italiano. De este objetivo general surgen, a su vez, los
siguientes objetivos especícos que son abordados en cada capítulo: 1.
Reconstruir el proceso histórico en el que surge la teoría democrática
moderna a la luz de sus variadas inuencias losócas; 2. Identicar los
aspectos seminales de los estudios sobre democracia de Giovanni Sartori
y; 3. Describir las principales implicaciones políticas, ideológicas y epis-
temológicas de la teoría decisional de la democracia de Sartori, de cara al
debate politológico actual sobre las poliarquías contemporáneas.
La metodología adaptada, de conformidad con la naturaleza del tema,
es la investigación documental y la fenomenología hermenéutica. Por lo
demás, la obra se divide en 3 capítulos particulares, pero intrínsecamen-
te interconectados; de hecho, los tres se constituyen por así decirlo en el
plato fuerte de la investigación porque se construyeron como unidades de
análisis para dar respuesta a los requerimientos de cada uno de los objeti-
vos especícos planteados. De modo que por cada objetivo especíco hay
un capítulo desarrollado.
En el capítulo I. Proceso Histórico en el que surge la Teoría Democrática
Moderna a la luz de sus variadas Inuencias Filosócas e Ideológicas ubica
al lector en el contexto general en el cual se construyen los principales
modelos cientícos de democracia. Seguidamente, el capítulo II. Aspectos
Seminales de los Estudios sobre Democracia de Giovanni Sartori da cuenta
de las líneas maestras que permiten comprender el sistema argumentativo
del politólogo italiano en torno a su visión de democracia.
Finalmente, el capítulo III. Principales Implicaciones Políticas, Ideológicas
y Epistemológicas de la Teoría Decisional de la Democracia de Sartori describe
su principal aporte teórico en términos de los que signica una teoría deci-
sional de la democracia. Por último, se presentan las principales conclusio-
nes de la obra que surgen de cada uno de los capítulos especícos.
19
CAPÍTULO I. PROCESO HISTÓRICO EN EL QUE SURGE
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA MODERNA A LA LUZ DE SUS
VARIADAS INFLUENCIAS FILOSÓFICAS E IDEOLÓGICAS
Si bien la democracia tiene su origen en el antiguo mundo griego, el
proceso histórico de formación, desarrollo y/o repliegue de esta forma de
gobierno la ha convertido, al día de hoy, en un producto político e ideológi-
co muy diferente, en esencia y existencia a lo acontecido con la experiencia
democrática ateniense de la época de Pericles. Por tal motivo, las democra-
cias contemporáneas son un fenómeno relativamente reciente que tienen su
comienzo en las distintas corrientes losócas e ideológicas que emergen al
calor del programa losóco de la modernidad política que data, al menos,
de los siglos XVII y XVIII y tiene su punto focal en ciertas sociedades de
Europa occidental, como: Inglaterra, Francia, Suiza, Italia, España y Ale-
mania, en las cuales el movimiento de la ilustración echó profundas raíces.
El objetivo del presente capítulo consiste en reconstruir el proceso his-
tórico en el que surge la teoría democrática moderna a la luz de sus varia-
das inuencias losócas e ideológicas. Lógicamente, si lo que se quiere es
dar cuenta del contenido teorético de un autor transcendental como Sar-
tori —situado en el siglo XX y XXI—, para el desarrollo epistémico de la
ciencia política en general y, la democracia en particular se debe primero, a
modo de condición sine qua non efectuar un proceso arqueológico de los
saberes que perlaron dialécticamente a esta forma de gobierno caracte-
rística de la modernidad política occidental.
Siguiendo la línea reexiva de Foucault (2002), la investigación arqueo-
lógica se dirige al espacio general del saber de un tema determinado, para
comprender sus distintas conguraciones históricas y su modo de ser allí
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI20
donde aparece, situación que termina por denir la serie de mutaciones que
circunscriben el umbral de su positividad. De este modo, una arqueología
de la idea moderna de democracia se traduce en una práctica hermenéutica
que puede revelar las diferentes conguraciones históricas de este saber/po-
der que instituye a la democracia o a las poliarquías contemporáneas2 (Dahl,
1992). Se trata de una metódica exegética que está en condiciones de mos-
trar a la conciencia del investigador el sentido que los autores seleccionados
le otorgan de forma, abierta o sobreentendida, al gobierno del pueblo.
La arqueología del saber que postuló Foucault en su momento, para
comprender el signicado de las palabras y las cosas en el tiempo, no es
más que un ejercicio de hermenéutica crítica que se aproxima a las condi-
ciones históricas donde se producen y reproducen, en este caso, las varia-
das inuencias ideológicas y losócas que han dado forma y contenido
a la democracia, tal como se conoce hoy. No obstante, esta metódica es
mucho más compleja de trabajar que una hermética dialéctica que se con-
forma con relacionar los textos en los sistemas semióticos de su contexto
o contextos de origen. De los que se trata aquí es de claricar las condicio-
nes bajo las cuales se estudia la democracia moderna para revelar su real
signicado y determinar, al mismo tiempo, si ha sucedido una distorsión
o no de un determinado proceso ideológico o político que por su trascen-
dencia impactó, para bien o para mal, al discurso democrático.
Quizá por estas razones, Hans Georg Gadamer (1993), arma en la
hermenéutica no solo un método interpretativo de documentación escri-
ta, sino un método comprensivo de realidad misma, una construcción y
deconstrucción de la realidad teórica y concreta de los mundos de vida.
Por los demás, el concepto de hermenéutica:
Designa el carácter fundamentalmente móvil del estar ahí, que constituye
su nitud y su especicidad y que por lo tanto abarca el conjunto de su
experiencia del mundo. El que el movimiento de la comprensión sea abar-
2 A juicio del politólogo norteamericano Robert Dahl, le noción de democracia denota al ideal que se
constituye en el gobierno del pueblo para dar forma y contenido al sistema axiológico de la moderni-
dad política de libertad, justicia, equidad y fraternidad. Por su parte, el termino poliarquía significa a
la experiencia histórica concreta que, en términos de sistema político-jurídico, forma de estado y de
gobierno encarna a este ideal sin llegar a alcanzarlo nunca por completo. De este modo, toda poliar-
quía es perfectible y es continuo histórico de aproximaciones sucesivas a experiencias de gobierno
menos autoritarias, inclusivas y dignificantes de la condición humana (Dahl, 1992; 1989; 2001).
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 21
cante y universal no es arbitrariedad ni inación constructiva de un as-
pecto unilateral, sino que está en la naturaleza misma de la cosa (1993: 2).
Así las cosas, se presenta para los efectos concretos de esta investigación
una conguran metódica hibrida de carácter arqueológico/hermenéutico
que actúa con un doble propósito a saber, por una parte, estudia los vesti-
gios, lejanos y cercanos de ideas, conceptos y representaciones políticas de
la democracia y, por la otra, intenta comprender estas ideas, no como abs-
tracciones conceptuales metafísicas, sino como discursos y prácticas suscep-
tibles a la investigación politológica que producen en su decurso —y esto es
lo fundamental— experiencias en el mundo al tiempo que son modicadas
por estas experiencias en un círculo casi innito que va de lo losóco a lo
ideológico, de lo objetivo a lo subjetivo y de lo abstracto a lo concreto.
EL PENSAMIENTO LIBERAL ILUSTRADO: GÉNESIS DE LA PROTO-DEMO-
CRACIA MODERNA
Interesa en este apartado examinar las condiciones materiales y simbó-
licas que hicieron posible el advenimiento de la proto-democracia moder-
na que fue mutando paulatinamente hasta convertirse en las poliarquías
del mundo de hoy. En este propósito, debemos claricar que los procesos
de democratización de los sistemas políticos modernos, aunque adquieren
su condición de posibilidad en los grandes cambios políticos y losócos
sucedidos en Europa occidental, en el siglo de las luces, al calor de la ilus-
tración y su primera teoría política liberal, deben ser abordados como un
proceso autónomo por derecho propio que en muchos casos termina por
rebasar y cuestionar el contenido del programa losóco del pensamiento
ilustrado, de ahí que algunas veces haya paralelismo o diacronía.
Para Ferrater (2004), el termino ilustración se emplea como una ca-
racterización general de las tendencias intelectuales, políticas y sociales
que promueven el optimismo en el poder de la razón y su consecuente ca-
pacidad estratégica de reorganizar a fondo a las sociedades tradicionales,
signadas por el dogmatismo religioso y el absolutismo monárquico. Los
ilustrados se sirven de los saberes de la física y las ciencias naturales y emu-
lan su concepción universal del conocimiento como un dispositivo que
propicia el control de la naturaleza, el universo y las sociedades humanas,
por ello su marcado discurso logo-céntrico y antropocéntrico.
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI22
En este orden de ideas, Calvano (2018) explique que el espíritu de la mo-
dernidad se expresa en un pensamiento crítico ambivalente que; por un lado,
cuestiona los fundamentos epistemológicos del absolutismo monárquico y la
sociedad estamental de antiguo régimen y, por el otro, socializa en el imagina-
rio de la elite política e intelectual de avanzada un conjunto de herramientas
políticas, tales como: la noción de contrato social y soberanía popular, entre
otras, que se constituyeron en elementos fundamentales del posterior espíritu
democrático. Por su parte, Daros (2015), asume que los cambios implemen-
tados por la modernidad en el escenario internacional van mucho más allá de
la dimensión política de la vida, se trata de un modo novedoso de estar en el
mundo, de una construcción intersubjetiva que fue fraguando una nueva rea-
lidad en cuanto a deseos e intereses de personas y naciones enteras.
En esta dinámica de cambios materiales y simbólicos la humanidad
que se apega al proyecto moderno y su noción de “progreso ilimitado,
se va creando a sí misma y deniendo sus propósitos y objetivos en tor-
no a lo que es y lo que puede llegar a ser. Concluye Daros (2015) que
la modernidad ilustrada fue una época muy compleja para sus artíces y
protagonistas, en la cual se trató de conciliar a veces sin mucho existo los
nuevos deseos de un ordenamiento político diferente, materializado en el
estado liberal, con los sentimientos, con la razón pura, lo objetivo con lo
subjetivo, de ahí las signicativas contradicciones del discurso moderno
que se notan en la dicotomía: individualismo/ bien común, esclavitud/
libertad, agricultura/industrialización, igualdad formal ante la ley/des-
igualdad material de toda índole.
En cuanto a las signicativas contradicciones que identican en su in-
terior al discurso de la modernidad, congurado a partir de la articulación
dialéctica de variadas inuencias, el trabajo de Bonilla (2011), efectúa apor-
tes reveladores para diferenciar dos categorías asumidas como sinónimos:
(liberalismo e ilustración) cuando en la realidad histórica concreta se expre-
saron como dos movimientos losócos que, a pesar de su entrelazamiento,
terminan por postular relatos políticos y prácticas claramente diferenciadas.
A juicio del autor, se trata de las dos tradiciones losócas más im-
portantes al momento de modelar la cultura política de la civilización
occidental. Tanto el liberalismo y la ilustración convergen en armar la
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 23
supremacía del individuo-ciudadano como actor protagónico en la cons-
trucción de la realidad política, junto a la necesidad de secularización del
estado, por ello el surgimiento del estado laico propio de la modernidad y
la concepción racionalista de la vida que se sustenta en la ciencia y la tec-
nología como dispositivos de saber y poder, contrarios a los dogmas de fe.
En lo concerniente a los choques dialécticos entre liberalismo e ilus-
tración, Bonilla (2011), reere que el planteo del movimiento iluminista
terminó congurando un programa político mucho más radical que el
diseño liberal. Para los primeros, no había reparos en la necesidad de im-
poner, si era preciso, una estructura racionalista de poder si ello se hacía
para mejorar sustancialmente a la condición humana, mientras que, los
liberales clásicos se identicaban por defender en todo momento un dis-
curso humanista que se oponía a toda forma de arbitrariedad (racional o
irracional) como imposición en los mundos de vida de las personas, por
considerarla contraria a la libertad natural que aboga por la construcción
continua de consenso en un espacio intersubjetivo de deliberación.
De modo que, la tradición iluminista terminó por justicar, al menos
en el plano de la reexión losóca, el avasallamiento del individuo en
nombre de una suerte de razón instrumental que no aceptaba cuestiona-
miento en su afán de producir una mejor realidad, motivo por el cual,
aunque se habla de un movimiento liberal-ilustrado a modo de una misma
experiencia discursiva, lo cierto del caso es que entre ambos constructos
se dan un conjunto de tensiones y paradojas poco estudiadas aun por los
investigadores hispanoparlantes.
Al decir de Guadarrama (2015), el discurso ilustrado tuvo un formida-
ble espacio de acogida en los territorios hoy latinoamericanos, al tiempo
que sirvió de motivo para generar las primeras discusiones serias sobre de-
rechos naturales para todos y gobierno popular, entendiendo lo popular –
claro está– en un sentido restringido donde las elites criollas terminan por
monopolizar en sus intereses la representación de todo el pueblo. A pesar
de eso, la corriente ilustrada aportó a los intelectuales latinoamericanos de
la época, una perspectiva humanista próxima a la democracia y a los dere-
chos naturales, en tanto antecedentes decimonónicos de lo que hoy son
los derechos humanos. Como bien señalan Villasmil y Berrios (2015):
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI24
“(…) no es hasta el advenimiento de la modernidad política en la segunda mi-
tad del siglo XVIII, en el contexto de la ilustración y sus variadas corrientes de
pensamiento (liberalismo, empirismo y racionalismo, entre otras), cuando la
democracia va a ser asumida como un proyecto histórico viable que debe darle
contenido ético, político y ontológico a los emergentes Estado liberales o Esta-
dos de Derecho, que habían surgido a través de la crisis histórica generada por
las revoluciones políticas y económicas sucedidas en el siglo de las luces, entre las
que destacan por su impacto internacional: la revolución industrial (1750), la
independencia de las trece colonias angloamericanas (1777), la revolución fran-
cesa (1789) y, en la primera mitad del siglo XIX, los procesos de ruptura con
los nexos colonia les de la mayoría de las colonias iberoamericanas” (2015: 65).
En este sentido, no debe pensarse que el ideal democrático primero y la
poliarquía después surge automáticamente luego del colapso del absolutismo
monárquico en Francia o en las colonias de ultramar. Se trata, más bien, de
un proceso lento que se mueve con avances y retrocesos, que incluso hoy le
falta mucho por transitar. Tampoco, debe confundirse el iluminismo y el li-
beralismo con la democracia propiamente dicha, porque, aunque el núcleo
gnoseológico duro de las democracias subyace en el liberalismo clásico, las
poliarquías contemporáneas son subsidiarias también de otras ideológicas,
como el socialismo3, el anarquismo y la doctrina social de la iglesia, entre otras.
En lo especíco las proto-democracias modernas, se identican al de-
cir de Romero y Romero (2005), por los conceptos que siguen: a) sobera-
nía popular, b) libertad de ser y hacer en un marco regulado por la ley, c)
igualdad política de todos los ciudadanos por ante la ley, d) construcción de
consensos colectivos sobre temas de intereses general, sin suprimir los disen-
sos, e) el gobierno como máxima representación de la voluntad general, f )
3 Para Hobsbawm (2009), la democracia moderna tiene en la burguesía su principal protagonista. En
consecuencia, más allá de su formación discursiva en la práctica se trata de un sistema político que
privilegia los intereses de la burguesía y se sustenta en relaciones capitalistas de producción material.
De este modo, la democracia liberal es la reacción histórica burguesa que se erige contra la aristocra-
cia nobiliaria y el sistema de producción feudal. además, este historiador británico identificado con
la tradición marxista muestra que ideas como: el estado de bienestar, los sindicatos o la democracia
social provienen no del liberalismo, sino de grupos socialistas que lucharon desde el siglo XIX para
crear mejores condiciones de vida en las clases trabajadores que vivían en las democracias centrales
del occidente hegemónico. Es precisamente por estas luchas progresistas que, en la Declaración
Universal de los Derechos Humanos de 1948, se incluye el catálogo de derechos socioeconómicos
y culturales, que vienen a complementar a los derechos políticos y las libertades civiles proclamadas
como bandera del liberalismo clásico o ilustrado.
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 25
fomento de la participación ciudadana en los espacios decisionales y como
ente controlar de estos espacios de poder vinculante (contraloría social), g)
un ambiente propicio para el pensamiento crítico y la controversia ante los
actores de poder, h) elecciones con un mínimo aceptable de transparencia e
imparcialidad para designar los cargos de representación popular, i) toma de
decisiones abiertas y exibles, nunca irreversibles con base a dogmatismos
ideológicos, j) aunque en la democracia se impone el criterio político de la
mayoría se respeta y deenden los derechos de la minorías.
Estas ideas conforman la maqueta axiomática del proyecto democrá-
tico liberal, pero, sin embargo, muchos de estos elementos se fueron de-
sarrollando de forma muy lenta, de un país a otro en distintos momentos
históricos, no como concesiones del estado, sino como el resultado de
cruentas luchas encausadas por sectores de la sociedad civil organizada
que reaccionar legitimante para ser incluidos de forma plena en la catego-
ría de ciudadano, tal es el caso, por ejemplo, de minorías étnicas, como los
afroamericanos en EE. UU. Que tras la impronta de líderes como Martin
Luther King adquieren derechos civiles a penas en los años 60 del siglo
XX, o las mujeres históricamente relegadas a los cuidados del hogar, por
una sociedad de franco carácter machista y patriarcal, o las personas se-
xo-diversas connas a la clandestinidad por el paradigma heteronormati-
vo que impone el biopoder con una construcción binaria de género.
En el caso latinoamericano, el paso de la proto-democracia a las poliar-
quías contemporáneas fue lento y tardío, de hecho, cualquier revisan por-
menorizada al constitucionalismo latinoamericano, tal como la efectuada
por Rolla (2012), demuestra que el advenimiento del orden republicano
en la región limitó la noción de ciudadanía, con todo lo que ella repre-
senta a ciertas elites, personicadas por los blancos solventes económica-
mente (terratenientes, de profesiones liberales, comerciantes, políticos y
militares), quedando grandes sectores de la nación latinoamericana, como
los indios, negros, mujeres y personas del común en general a una suerte
de ciudadana simbólica de segunda o tercera categoría.
Villasmil y Jiménez (2015), señalan que la supremacía de la etnia blan-
ca había sido constante en la sociedad colonial y niquitada la indepen-
dencia se refuerza aún más en las ideas positivistas que sirvieron de guía
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI26
doctrinal para la organización de las emergentes repúblicas, mucho más
cuando estas ideas condenan a las culturas africanas y a los puebles indí-
genas ancestrales a la condición de barbaros, condición premoderna que
debe ser superada por la imposición del modelo civilizacional del occiden-
te hegemónico, “racional, moderno y blanco.
Verdaderamente el discurso liberal clásico que se contentaba con la
proclamación de la igualdad formal ante la ley no se traducía, en ningún
caso conocido, en las condiciones nimias necesarias para el logro de una
ciudadanía material, que signicara un umbral mínimo de equidad y jus-
ticia social. Por lo demás,
entro del impulso revolucionario producido por los movimientos de in-
dependencia, las ideas liberales dejaron huellas evidentes en los primeros
textos constitucionales de América Latina, que se dirigen, sobre todo, a la
introducción de correctivos a la concentración del poder, bien a través del
reconocimiento del principio de la separación de poderes, bien mediante
el criterio de la alternancia en el gobierno en virtud de la prohibición de
reelección de los cargos (Rolla, 2012: 331).
Volviendo a Romero y Romero (2005), el aporte de las democracias
liberales radica en instaurar a nivel de los imaginarios colectivos de la po-
lítica, la premisa de que el poder político se origina en todo momento
en la voluntad de las mayorías y que, de igual modo, existen límites ma-
teriales y objetivos a este poder racional, que se expresan en los derechos
inalienables de las personas, derechos que no están sujetos a la voluntad
caprichosa de los gobernantes sino que emergen de la dignidad humana y,
en consecuencia, son de estricto cumplimiento.
El planteo liberal clásico tuvo plena conciencia de que no era viable, ni
útil, ni bueno, el desarrollo de un poder sin cortapisas ni límites, porque
sin duda, se convertiría en un dispositivo arbitrario para violentar la vida
de las personas, de ahí que, precisamente el estado de derecho que caracte-
riza la concepción liberal del poder sea, simplicando las cosas, una suerte
de muro de contención de los poderes despóticos que existen en todas las
sociedades humanas (Villasmil, 2019).
En síntesis, el programa proto-democrático contiene en germen las
principales ideas seminales que se irían materializando en las poliarquías
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 27
contemporánea con un ritmo y alcance social que varía de un país a otro.
Este programa fue replicado por la mayoría de las repúblicas de la región
que lograron su independencia política en la primera mitad del siglo XIX.
No obstante, la acogida formal de los principios liberales no ha sido su-
ciente para estructurar democracias sustantivas en Latinoamérica aun hoy
entrado el siglo XXI, democracias despojadas de las luchas fratricidas, del
caudillismo, del populismo o neopopulismo, entre otros fenómenos que
obstaculizan el desarrollo de una ciudadanía de alto nivel y que proporcio-
nan unos niveles mínimos de calidad de vida a la mayoría de las personas.
Por estas razones, Pabón (2019), arma que la democracia en Améri-
ca Latina es un modelo en crisis. Para justicar esta armación señala los
grandes fracasos de estas democracias. A su modo de ver, las principales
problemáticas de las democracias meridionales están asociadas a las in-
suciencias del constitucionalismo histórico que se ha instrumentalizado
en las sociedades del sur, criterio este del cual nosotros diferimos toda vez
que la mayoría de nuestras constituciones se insertan, sin tenciones, en el
espacio discursivo de la modernidad y, sin embargo, no han podido supe-
rar las prácticas de modernidad segmentada.
Como alternativa Pabón (2019), propone un modelo constitucional
próximo a la propuesta de Luigi Ferrajoli, quien apuesta por una constitu-
ción rígida y un estado constitucional abierto a la globalización, con una
soberanía limitada por la primacía de los Derechos Humanos y el control
de los sistemas universales y regionales que garantizan el estricto cumpli-
miento de estos.
ARTÍFICES DE LA IDEA MODERNA DE DEMOCRACIA
La democracia moderna que inicia con lo que hemos denominado
proto-democracia y que muy poco tiene que ver ya con la idealizada de-
mocracia directa de los antiguos, resulta de la combinación de distintas
tradiciones losócas e ideológicas. No obstante, conviene mirar arqueo-
lógicamente estas inuencias desde la impronta de algunos de sus artíces
más destacados, bien sea por la relevancia de sus planteamientos o por la
acogida que tuvieron para el desarrollo de los grandes acontecimientos
políticos del momento en que les tocó vivir.
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI28
Especícamente, centraremos la mirada en este apartado en cuatro in-
telectuales que impulsaron con sus ideas vanguardistas el tránsito del an-
cien régime a la modernidad, nos referimos a: Baruch de Spinoza (1632-
1677), Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), Maximilien Robespierre
(1758-1794) y Alexis de Tocqueville (1805-1859).
Spinoza es un judío holandés del siglo XVII que desarrolló un siste-
ma losóco monista, panteísta y metafísico en el contexto de las refor-
mas religiosas que desembocarían en las iglesias protestantes y la paz de
Westfalia. En su concepción política ve la democracia como una forma
de gobierno racional que mejor se adapta a los imperativos categóricos
de la condición humana, que en su movimiento existencial busca su li-
bertad y felicidad. Por ello, Hurtado (2008), conrma que en Spinoza la
democracia es el sistema político racional más justo por cuanto prima, en
el, la búsqueda del bienestar de la comunidad en un clima que aanza las
libertades individuales.
De hecho, “Pomos decir entonces que para Spinoza el único estado racio-
nal es la democracia” (2008: 2). Por el contrario, las demás formas de gobier-
no históricamente existentes, aunque signican la superación del estado de
naturaleza y producen una comunidad supeditada a una estructura de poder
vinculante, son prerracionales porque desconocen los derechos naturales de
las personas y suprimen toda su libertad de ser y hacer autónomamente.
En su obra cumbre: Tratado teológico-político publicado originalmente
en 1670, Spinoza postula en el gobierno del pueblo, una era moral —
cualitativamente superior— basada en el voto popular y la sociedad laica
que vendría a cerrar las brechas de la época del absolutismo monárquico
y de las polémicas ocasionadas por las innumerables reformas religiosos.
Su concepción de democracia no es ya la concepción antigua, representa
más bien un puente entre las ideas escolásticas y los que posteriormente
vendrían a proclamar los lósofos modernos, que en buena medida tienen
una deuda con sus principales argumentos. En lo concreto, para él, la de-
mocracia emana de la ley natural que busca preservar la vida, la razón y la
libertad, por lo que arma:
El derecho de dicha sociedad se llama democracia; ésta se dene, pues,
como la asociación general de los hombres, que posee colegialmente el su-
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 29
premo derecho a todo lo que se puede. De donde se sigue que la potestad
suprema no está sometida a ninguna ley, sino que todos deben obedecerla
en todo (Spinoza, 2002: 200).
Cuando Spinoza arma que la potestad suprema no está sometida a nin-
guna ley, se reere al hecho de que esta potestad o mejor dicho forma de
autoridad, que Rousseau dene posteriormente como la voluntad general y
que en el marco de la revolución francesa sucedida, casi 150 años después, se
expresa en la asamblea constituyente, estructura las bases de la concepción
moderna del ejercicio del poder, que surge no de la voluntad de un monarca
revestido de una supuesta legitimidad de origen divino, sino de la asociación
general de hombre libres e iguales que seden voluntariamente cuotas de su
libertad para pactar un orden social que los benecie a todos.
De lo que se ineren dos conclusiones básicas, por una parte, la demo-
cracia permite a los ciudadanos el derecho supremo de construir su propia
realidad, mediante la asocian general de las conciencias racionales que ter-
mina por empoderar a todos por igual y; por la otra, el ejercicio democrá-
tico del poder es la ley en sí mismo, que se desarrolla a través un modelo
contractualista, tal como en su momento lo había planteado Hobbes, pero
bajo un perl autoritario que le da la hegemonía al príncipe en detrimento
de la asociación general de los hombre, como señala (Bobbio, 1992).
Al igual que Spinoza, Jean-Jacques Rousseau también es partidario de
la losofía política contractualista, quizá, por es el que proporciona el re-
lato más verosímil a la hora de dar explicación al origen y fundamento del
orden establecido desde unas coordenadas distintas a la metafísica o al
providencialismo religiosa, que le asigna a Dios el protagonismo en la his-
toria. No obstante, deere del lósofo holandés en cuanto a su optimismo
exacerbado por la democracia, ello por distintas razones que conviene cla-
ricar de antemano. Aunque la obra de Rousseau será considerada por los
pensadores y políticos posteriores —tales como la generación indepen-
dentista latinoamericana— como un antecedente básico para el diseño
democrático, el ginebrino no intuye en el poder del pueblo una forma de
gobierno diferente a la experiencia de democracia directa de los antiguos
griegos. Precisamente es por este motivo que en el contrato social arma
categóricamente que:
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI30
Por lo demás, ¡cuántas cosas difíciles de reunir no supone este gobierno!
Primeramente, un estado muy pequeño, en que el pueblo sea fácil de con-
gregar y en que cada ciudadano pueda fácilmente conocer a los demás; en
segundo lugar, una gran sencillez de costumbres, que evite multitud de
cuestiones y de discusiones espinosas; además, mucha igualdad en las ca-
tegorías y en las fortunas, sin lo cual la igual no podría subsistir por largo
tiempo en los derechos y en la autoridad (…) Si hubiese un pueblo de dio-
ses, se gobernaría democráticamente. Mas un gobierno tan perfecto no
es propio para los hombres (Rousseau, 2004: 95-96) (resaltado nuestro).
Esta opinión de Rousseau era normal para la época, porque muchas de
las autoridades losócas como Platón, Aristóteles o Tomas de Aquino ya
se habían pronunciado de forma crítica ante la democracia, catalogándola
de degeneración del poder político. De este modo, el autor del Contrato
Social no es necesariamente un pensador moderno stricto sensu, sino más
bien, a nuestro modo de ver, un lósofo ubicado en las postrimerías del
antiguo régimen, que intentó fundamentar el salto político a la moderni-
dad republicana.
Por su parte, Vergara (2012) arma, por el contrario, que Rousseau
instaura una novedosa concepción participativa de la democracia, susten-
tada en los principios de la soberanía popular y de voluntad general, con
mucha relevancia para los tiempos actuales. Esta armación la efectúa con
base al hecho, de que Rousseau entiende con una claridad meridional que:
(…) nadie puede representar al pueblo mejor que él mismo. Consecuen-
temente, su propuesta es hacer del pueblo el Soberano: Y éste no podría
hacerse a menos que el pueblo y el Soberano fueran una misma persona.
Se desprende que yo hubiera querido nacer bajo un gobierno democrático
prudentemente moderado (2012: 32).
En orden de ideas, Vergara (2012) enfoca su argumento en el interés
rousseauniano por examinar el acto primario por medio del cual el pue-
ble se edica asimismo como sujeto colectivo protagonista de la histo-
ria mundial. Lo que conlleva a la articulación de las fuerzas, voluntades
e interés de todos y cada uno de sus miembros activos: “pero siendo la
fuerza y la libertad los primeros instrumentos de su conservación ¿cómo
las comprometerá sin perjudicarse y descuidar los cuidados que se debe a
sí mismo?” (Rousseau, citado por: Vergara, 2012: 38).
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 31
De ahí que, el contrato social como espacio material y simbólico debe
dar respuesta a este interrogante para el logro de los consensos fundamen-
tales que dotan de forma y contenido al modelo de sociedad que se tiene
o que se quiere construir. En consecuencia, su idea contractualista dene
entre sus tareas primeras relacionar la fuerza y la voluntad general de un
orden estable que desemboque en: “(…) una nueva forma de asociación
que deende y proteja con toda la fuerza común a la persona y los bienes
de cada asociado y, por la cual, uniéndose cada uno a todos, no obedezca,
sin embargo, más que a sí mismo y quede tan libre como antes” (Rous-
seau, citado por: Vergara, 2012: 38). En esta nueva o renovada forma de
asociación está la esencia de la democracia para muchos estudiosos de este
pensamiento.
A pesar de que no es el propósito de esta investigación dar cuenta del
estado actual del debate existente en torno al carácter democrático, o no,
de la obra de Rousseau, interesa mostrar el lector un pequeño ejemplo
de las críticas que se han proporcionado al respecto. Al decir de Cobo
(1996), el planteo político básico de Rousseau tendría, para algunas lectu-
ras alternativas, alguna responsabilidad en los totalitarismos del siglo XX,
porque otorga el poder absoluto en entidades abstractas como la voluntad
general o el pueblo, al tiempo que pierde de vista los proyectos de vida de
las personas en concreto, que afín de cuentas tienen la soberanía de sus
vidas muchos antes del momento político metafórico del contrato social.
Estas diatribas no pueden negar, sin embargo, que el pensamiento polí-
tico de Rousseau sea una apelación fuerte a la libertad y a la igualdad, lo
que justica su condición de referencia argumentativa para todos aquellos
sectores que desean que el poder sea distribuido equitativamente entre los
ciudadanos.
Maximiliano Robespierre también conocido como el incorruptible no
es, a diferencia de los casos anteriores, un lósofo de la política propia-
mente dicho, sino un actor político que desempeñó un liderazgo funda-
mental en el desarrollo de uno de los acontecimientos más relevantes de
la historia humana, como lo fue la revolución francesa de 1789. Y aunque
su vida política estuvo signada por el radicalismo y los excesos planeados
y ejecutados por él mismo, en el reinado del terror (1793-1794), sus ideas
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI32
democráticas, al menos en el plano teórico-discursivo poseen mucha co-
herencia. En su discurso por ante la Convención Nacional en 1794 expo-
ne su denición del poder del pueblo o gobierno del pueblo y aduce que:
La democracia es un Estado en el que el pueblo soberano, guiado por le-
yes que son de obra suya, actúa por sí mismo siempre que le es posible, y
por sus delegados cuando no puede obrar por sí mismo… Pero ¿cuál es el
principio fundamental del gobierno democrático o popular, es decir, el
resorte esencial que lo sostiene y que le hace moverse? Es la virtud. Hablo
de la virtud pública, que obró tantos prodigios en Grecia y Roma, y que
producirá otros aún más asombrosos en la Francia republicana; de esa vir-
tud que no es otra cosa que el amor a la Patria y a sus leyes.
Pero como la esencia de la República o la democracia es la igualdad, el
amor a la patria incluye necesariamente el amor a la igualdad” (citado por:
Martínez, 1989: 42).
Y, seguidamente argumenta que:
Sólo en la democracia es el Estado verdaderamente la Patria de todos los
individuos que lo componen, y puede contar con tantos defensores intere-
sados en su causa como ciudadanos tenga. Si Atenas y Esparta triunfaron
de los tiranos de Asia y los suizos de los tiranos de Austria y España, no hay
que buscar otra causa que ésta. Pero los franceses son el primer pueblo del
mundo que ha establecido una verdadera democracia, llamando a todos los
hombres a la igualdad y a la plenitud de los derechos de ciudadanía; ésta es,
a mi juicio, la verdadera razón por la cual todos los tiranos coaligados con-
tra la República serán vencidos (citado por: Martínez, 1989: 43).
De este fragmento resaltan varios elementos de interés que requieren
de su debida explicación. A diferencia de la democracia directa de los an-
tiguos, donde los sujetos políticos en la condición de ciudadanos se encar-
gaban, sin ninguna forma de intermediación o representación, de gestio-
nar los asuntos concernientes a la vida de la polis, el incorruptible arma
en un contexto muy diferente, como los es la Paris de la segunda mitad
del siglo XVIII, que la democracia es un modelo en el cual y por el cual el
pueblo soberano, actúa por sí mismo siempre que le es posible, y por sus
delegados cuando no puede obrar por sí mismo.
Esto signica que, Robespierre postula una democracia diferente a la de
los antiguos y sabe que, en su momento histórico, todas las experiencias de
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 33
democracia imaginables requieren como condición de su posibilidad, de la
representación, ejercida por una clase política profesional encargada de con-
ducir el Estado. Esta realidad no niega que, en ocasiones particulares los ciu-
dadanos tengan a su disposición un conjunto de herramientas que permitan
su participación política directa más allá del acto del sufragio.
Por lo anterior, es al calor de la revolución francesa donde se instituye un
modelo democrático que conjuga la participación de la ciudadanía y el prin-
cipio de la representación política. Se trata de lo que, hoy en día, el constitu-
cionalismo contemporáneo dene como democracia participativa. En este
sentido, en la constitución política de Colombia de 1991 (vigente), se indi-
ca taxativamente cuáles son las principales formas de participación política
de la ciudadanía, que más allá de las distancias contextuales y temporales no
distan mucho de los principios formulados por los jacobinos y girondinos.
Artículo 40. Todo ciudadano tiene derecho a participar en la conforma-
ción, ejercicio y control del poder político. Para hacer efectivo este dere-
cho puede:
1. Elegir y ser elegido.
2. Tomar parte en elecciones, plebiscitos, referendos, consultas populares
y otras formas de participación democrática.
3. Constituir partidos, movimientos y agrupaciones políticas sin limitación
alguna; formar parte de ellos libremente y difundir sus ideas y programas.
4. Revocar el mandato de los elegidos en los casos y en la forma que esta-
blecen la Constitución y la ley.
5. Tener iniciativa en las corporaciones públicas.
6. Interponer acciones públicas en defensa de la Constitución y de la ley.
7. Acceder al desempeño de funciones y cargos públicos, salvo los colom-
bianos, por nacimiento o por adopción, que tengan doble nacionalidad.
La ley reglamentará esta excepción y determinará los casos a los cuales ha
de aplicarse” (Asamblea Constituyente, 1991: artículo 40).
Otro elemento que requiere de un tratamiento hermenéutico particu-
lar por su posterior impacto en los sistemas políticos de la modernidad es
la idea de igualdad que Robespierre asume en su discurso como esencia
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI34
de la república para terminar alegando que: “el amor a la patria incluye
necesariamente el amor a la igualdad.” Para los liberales de la ilustración,
la igualdad se limita al principio de igualdad formal ante ley, lo que signi-
caba que —en teoría— todos y cada uno de los ciudadanos tiene acceso
a los mismos derechos y a los mismos deberes sin ninguna distinción.
En este caso se trata de una igualdad formal que demostró tener muy
poco impacto en la reducción de las asimetrías sociales que colocan a unos
ciudadanos en mejores posiciones que otros, para acceder a la justica y
participar en el ejercicio del poder. Por su parte, los socialistas marxistas
abogan por una noción de igualdad que rebasa con creces los formalismos
de los derechos políticos y las libertades civiles; en su concepto interesa
instaurar una noción de igual como justicia social que le proporcione a to-
dos los ciudadanos las condiciones materiales sucientes y necesarias para
el ejercicio de la ciudadanía y para acceder equitativamente a los bienes de
valores de su comunidad.
Según el historiador marxista revisionista Mazower (2017), en la prác-
tica los estados socialistas del siglo XX, devenidos en estados totalitarios
o autoritarios, terminaron por imponer una igualdad absoluta para el co-
n de las personas, que terminó por encarnar, no a los principios de
equidad y justicia, sino a un mecanismo perverso de control social –for-
mal e informal– que acabó por depauperar a todos por igual, en un clima
de pobreza y precariedad que fue el resultado de la planicación central de
la economía y de la estatización de la propiedad privada.
En este sentido la imposición de la supuesta igualdad concluye siendo
la excusa de los estados totalitarios para estructurar su dominación per-
manente en el cuerpo social. Consciente de esta penosa situación Sartori
(1988), argumenta:
La condición bifronte del concepto de igualdad se comprueba aún mejor
si se examina la igualdad en relación a la libertad, pues la igual puede ser
el complemento ideal de la libertad o su peor enemigo. La relación
entre ambos es una relación de amor-odio, dependiendo de si deseamos
una igualdad que se adecue a la diversidad o una igualdad que ve la des-
igualdad en cada diferencia. Y, sin duda, cuando más se considera la igual-
dad como identidad, más aversión hacia la variedad, la autoarmación y
la eminencia” (1988: 414-415) (negritas añadidas).
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 35
La concepción de igualdad que defendía Robespierre, no en sus discursos,
proclamas o maniestos, sino en su acción política concreta era abiertamen-
te antidemocrática. Ese radicalismo y anticlericalismo exacerbado produje y
reprodujo en Francia el caos y la destrucción y, convirtió al modelo revolucio-
nario francés en el imaginario de las generaciones venideras en una opción no
válida para edicar repúblicas modernas. De ahí que, personalidades como:
Francisco de Miranda, Simón Bolívar, Antonio Nariño o José de San Martin,
optaron en su momento por el modelo político y constitucional que surg
del proceso de emancipación de las trece colonias angloamericanas, por consi-
derarlo más viable y adaptable a las realidades de la América meridional.
Pero a pesar del trágico desenlace de la revolución francesa muchas de
sus piezas discursivas como la Declaración de los Derechos del Hombre y
del Ciudadano del 1789, se constituyeron en un aporte invalorable para
las elites criollas que apostaron, en la primera mitad del siglo XIX, por
desmantelar las relaciones asimétricas de poder que les condenaron por
más de tres siglos a la condición de vasallos y subordinados por ante el
poder de la metrópolis.
En consecuencia, los tres primeros artículos de la Declaración de los
Derechos del Hombre y del ciudadano se mantuvieron como una cons-
tante en los discursos y saberes que justicaron la independencia y sirvie-
ron, seguidamente, de guía doctrinal para la construcción paulatina de las
democracias del sur.
Artículo 1. - Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en dere-
chos. Las distinciones sociales sólo pueden fundarse en la utilidad común.
Artículo 2.- La nalidad de toda asociación política es la conservación de
los derechos naturales e imprescriptibles del hombre. Tales derechos son
la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión.
Artículo 3.- El principio de toda soberanía reside esencialmente en la Na-
ción. Ningún cuerpo, ningún individuo, pueden ejercer una autoridad
que no emane expresamente de ella (Asamblea Nacional Constituyente,
1789: s/p).
En buena medida este texto estuvo inspirado en la declaración de In-
dependencia estadounidense y en documentos anteriores de este proceso
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI36
como la Declaración de Derechos del Buen pueblo de Virginia de 17764.
Un conocedor privilegiado de este momento político sucedido en Améri-
ca del Norte fue el francés Alexis de Tocqueville que describió con lujo de
detalles las impresiones que le formaron en su agudo intelecto el contacto
directo con la primera democracia liberal del continente americano.
A juicio de Aguilar (2008), la obra de Tocqueville es fundamental para
comprender el problema de la democracia, no ya desde la reexión losóca
únicamente, sino desde el estudio de caso que implica recabar evidencia empí-
rica concreta con los sujetos, cuerpos normativos e instituciones protagonistas
del fenómeno democrático en la América del norte, espacio en el cual se ins-
tauró un modelo de sociedad opuesto a la aristocracia fundada en la negación
de la igualdad y en los privilegios hereditarios como fundamento del poder.
De modo tal que la obra clásica de Tocqueville La democracia en América
publicado en varios tomos entre 1835 y 1840, gura como un trabajo más
próximo a los estudios de campo o de etnografía urbana que identican a las
ciencias sociales de la actualidad. Pero al mismo tiempo el autor deende su
concepción particular de la democracia de forma bien argumentada, como
de hecho demuestra la lectura de sus obras. Al decir de Nolla (2007), el tra-
bajo de este insigne pensador devela el proceso político mediante el cual los
hombres son paulatinamente cada vez más iguales, pero no necesariamente
más libres. Su estudio de la democracia norteamericana fue la excusa para
elaborar una teoría de la democracia en general capaz de articular, en un
mismo sistema de gobierno, la negación de toda forma de despotismo con
el equilibrio preciso entre libertad e igualdad.
4 En esta declaración se lee de manera similar que: “1. Que todos los hombres son por naturaleza
igualmente libres e independientes, y tienen ciertos derechos inherentes, de los cuales, cuando en-
tran en un estado de sociedad, no pueden ser privados o postergados; en esencia, el gozo de la vida
y la libertad, junto a los medios de adquirir y poseer propiedades, y la búsqueda y obtención de la
felicidad y la seguridad. 2. Que todo poder reside en el pueblo, y, en consecuencia, deriva de él; que
los magistrados son sus administradores v sirvientes, en todo momento responsables ante el pueblo.
3. Que el gobierno es, o debiera ser, instituido para el bien común, la protección y seguridad del pue-
blo, nación o comunidad; de todos los modos y formas de gobierno, el mejor es el capaz de producir
el máximo grado de felicidad y seguridad, y es el más eficazmente protegido contra el peligro de la
mala administración; y que cuando cualquier gobierno sea considerado inadecuado, o contrario a
estos propósitos, una mayoría de la comunidad tiene el derecho indudable, inalienable e irrevocable
de reformarlo, alterarlo o abolirlo, de la manera que más satisfaga el bien común” (Representantes
del buen pueblo de Virginia, 1776: s/p). Muchas de las ideas presentes en esta declaración fueron
usadas casi de forma textual por Simón Bolívar, su discurso ante congreso de Angostura de 1819.
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 37
Para el, el advenimiento de la época democrática no solo trajo consigo
cambios legales e institucionales, implicó también una nueva forma de
sociabilidad y de mentalidad para desarrollar las relaciones entre las per-
sonas y, entre las personas y el estado de derecho:
Pero he aquí que las clases se confunden; las barreras levantadas entre los
hombres se abaten; se divide el dominio, el poder es compartido, las luces
se esparcen y las inteligencias se igualan. El estado social entonces vuélvese
democrático, y el imperio de la democracia se arma, en n, pacícamente
tanto en las instituciones como en las conciencias (Tocqueville, 1963: 07).
El entusiasmo que se desprende de la lectura de Tocqueville sobre las
contribuciones de la democracia como poder compartido donde “las luces
de la inteligencia se igualan y las clases se confunden” y del estado liberal
a la humanidad, vienen a conrmar en el imaginario colectivo de la época
los postulados de la ilustración y su fe en la capacidad racional del hombre
para edicar un mundo mejor en función de sus verdaderas necesidades
y aspiraciones.
La experiencia primera de la confederación de las trece colonias an-
gloamericanas, constituidas desde 1776 como los Estados Unidos de Nor-
teamérica demuestra en los hechos que, si era posible edicar un orden de
cosas más allá del absolutismo monárquico, el colonialismo y los dogmas
religiosos que tanto daño había ocasiona hasta entonces. Era la época de
la libertad, la igualdad y la fraternidad, aunque estos conceptos --y sus
consecuentes benecios-- solo aplicaran a un grupo reducido de personas.
Recuérdese que para ese momento EE. UU., sigue siendo una sociedad
esclavista y racista.
Según Hermosa (2005), el modelo democrático de Tocqueville com-
pendia los aportes de los pensadores que lo anteceden y congura una
teoría política con planteamientos concretos que valoran la descentrali-
zación política y administrativa, el pluralismo social, el tema electoral, la
división de poderes y la tiranía, al tiempo que da cuenta de las principales
amaneces que identica puede sufrir toda democracia en el futuro. En el
campo de las grandes amenazas que visualiza como fuerzas antagónicas a
la democracia, destacan la reelección presidencial, institución por lo de-
más nefasta para la historia latinoamericana, porque:
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI38
Cuando el jefe del Estado es reelegible, el Estado mismo es el que intriga
y corrompe - El deseo de ser reelecto domina todos los pensamientos del
presidente… - Inconveniente de la reelección, especialmente en Norte-
américa - El vicio natural de las democracias es el servilismo gradual de
todos los poderes a los menores deseos de la mayoría – La reelección del
presidente favorece ese vicio (Tocqueville, 1963: 149).
En esta línea de pensamiento, la democracia no puede resultar en la
dictadura de la las mayorías; es por eso cuando Rousseau diseñó el con-
cepto de voluntad general no estaba reriéndose a la voluntad de la mayo-
ría únicamente, hacía alusión a la voluntad de la mayoría y minoría juntas
ancladas a un marco de racionalidad que le impedía, incluso al pueblo so-
berano, en tanto autoridad máxima e indiscutida del orden republicano,
hacer lo que le venga en gana, sino únicamente lo útil y conveniente para
el mantenimiento del orden establecido.
Por ejemplo, incluso una asamblea constituyente no puede convocarse
con el propósito de destruir a la nación que representa, de ahí que todo po-
der encuentra sus límites lógicos en la razón. Por ello, Tocqueville teme jus-
ticadamente de los excesos que pueden derivarse de un presidencialismo
exacerbado sustentado en los deseos de una mayoría circunstancial, deveni-
da en servil; sin duda, la aparición recurrente del caudillismo y el persona-
lismo en Latinoamérica vendrían a conrmar sus temores en otro contexto.
Para cerrar este apartado Hurtado (2008), concluye que el punto clave
de la obra de Tocqueville está en la idea y praxis de la soberanía popular
como causa primaria de la democracia. Por tanto, la soberanía popular se
constituye en la espina dorsal que edica al poder del pueblo, ya que: “La
sociedad actúa por sí misma y para ella misma” (Hurtado, 2008: 16). De
esta manera, en democracia todos los sujetos en la condición de ciudada-
nos participan de algún modo en el funcionamiento del aparato decisio-
nal, sin la coacción de fuerzas o poderes ajenos a la voluntad y conciencia
propia, porque lo que podría suponerse que todos gobiernan de una for-
ma u otra: “Los halagos de Tocqueville a la soberanía popular suponen
la materialización y el triunfo de la voluntad general… La defensa de la
libertad conduce irremisiblemente a la libertad de todos y el gobierno de
todos” (Hurtado, 2008: 16).
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 39
Conviene aclarar que los autores reseñados como artíces de la idea
moderna de democracia, conforman solamente una pequeña muestra
fragmentaria, si se quiere aleatoria, de un catálogo mucho más amplio y
polifónico, que no es nuestro propósito reconstruir aquí. En el subtítulo
que sigue se discuten, en este hilo conductor, las variadas inuencias lo-
sócas e ideológicas que impulsaron el renacer democrático en la época
contemporánea.
VARIADAS INFLUENCIAS FILOSÓFICAS E IDEOLÓGICAS QUE IMPULSA-
RON EL RENACER DEMOCRÁTICO: SIGLO XIX Y XX
Las democracias no son sencillamente una forma de estado y de go-
bierno en sentido puro, son en esencia y existencia una ideología política,
esto es, al decir de Chaverra (2015): “(…) un conjunto de ideas sociales,
morales, económicas y culturales que sirven como marco interpretativo y
prescriptivo de los hechos políticos y sociales. En otras palabras, las ideo-
logías políticas son el fundamento y sentido de las relaciones, grupos y
hechos sociales y políticos” (2015: 72).
En consecuencia, las poliarquías históricamente existentes estarán mo-
deladas siempre por un conjunto de ideas y valores de diversa índole que
terminan por condicionar sus procesos, metas, alcances y resultados, en
lo objetivo y subjetivo de las representaciones sociales. Por esta razón, la
relación que se teje entre democracia e ideología no es necesariamente
peyorativa sino consustancial y, por tal motivo las democracias se erigen,
en último término, en una losofía de vida que orienta la existencia de
personas y grupos por igual en su búsqueda recursiva de libertad, justicia
y equidad.
Las primeras poliarquías desarrolladas en América del norte y otros
países de Europa occidental tuvieron en el estado liberal su andamiaje
institucional. En consecuencia, muchos elementos diferenciaban signi-
cativamente a las primeras democracias liberales de los anteriores estados
absolutos gobernados por monarquías nobiliarias que justicaban su con-
dición de clase dominante en el derecho divino, según el cual el monarca
gobernaba porque “esa era la voluntad de Dios.” En contraste, el estado
liberal es un estado laico sustentado en el derecho natural y en la sobera-
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI40
nía popular como principio activo de la acción de gobierno. Proclama al
individuo ciudadano como protagonista del sistema político, y como per-
sona humana revestida de dignidad, dignidad que el estado debe proteger
y resguardar ante cualquier amenaza.
A pesar de sus logros inusitados como bandera ideológica de las princi-
pales revoluciones políticas y económicas sucedidas entre los siglos: XVII,
XVIII y XIX, tales como: las reformas protestantes, la revolución indus-
trial, la emancipación de las trece colonias anglo americanas, la revolución
francesa, y como prolongación de todo lo anterior las independencias de
Iberoamérica; el estado liberal clásico experimenta una crisis estructural,
que intentó ser gestionada en el siglo XIX y XX por dos perspectivas muy
diferentes: la reformista y la revolucionaria.
A juicio de Vallès (2006), el estado liberal nació con un conjunto de
contradicciones que limitaban o impedían su evolución democrática.
Esencialmente, concebía la comunidad de ciudadanos como una mera
asociación de propietarios y, por lo tanto, el orden sociopolítico y econó-
mico se basaba en el respeto a la propiedad privada y en la no intervención
del estado en las transacciones privadas entre agentes económicos. En este
esquema, el estado se limitaba a la condición de árbitro y gestor del con-
icto social que se daba entre individuos soberanos, razón por la cual no
estaba entre sus propósitos alterar de ningún modo el statu quo para pro-
teger a los grupos vulnerables o en condición de emergencia social de la
inclemencia del mercado.
En este contexto, el descontento social se incrementaba ante un sistema
político que era incapaz de garantizar un umbral mínimo de bienestar social
y que no protegía a los grupos vulnerables como las masas trabajadoras de
los abusos de poder que se cometían cotidianita en las relaciones laborales.
“El mismo éxito del capitalismo llevaba a la concentración de la propiedad
y de la inuencia económica. Con ello, las desigualdades entre los actores se
agudizaban” (Vallès, 2006: 94). Del mismo modo, la formación discursiva
de una supuesta igualdad entre todos los ciudadanos les había permitido
a los grupos sociales subordinados organizarse en sindicatos, asociaciones
civiles y hasta partidos políticos que articulaban sus fuerzas para rechazar el
hecho de que la actividad política estuviera encausada a preservar los intere-
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 41
ses y privilegios de una minoría, de allí que los marxistas terminaran hablan-
do de una democracia burguesa, como modelo liberal a superar.
Tal como explica Vallès (2000), el modelo liberal clásico puede identi-
carse por su incapacidad para gestionar satisfactoriamente los conictos
sociales surgidos por los desiguales repartos de valores. En consecuencia,
su acción fue considerada como injusta por diversas corrientes democrá-
ticas que reclamaban derechos a unas condiciones de vida justas, al sufra-
gio universal y mayor participación del pueblo humilde en los espacios de
poder. A la vanguardia de estos grupos contestatarios se encontraban los
movimientos socialistas y bonapartistas (autoritarios) que apostaban por
el desarrollo de un cambio integral o de un cambio radical en las elaciones
asimétricas de poder masas-elite.
En el caso latinoamericano, los grupos inconformes por ante el estado
liberal y su economía capitalista tardaron, en líneas generales, mucho más
tiempo en organizarse políticamente, toda vez que la condiciones políticas
y económicas de las sociedades del sur son muy diferentes a las que se dan
en las sociedades centrales del occidente hegemónico, donde los procesos
de industrialización y modernización del Estado y la sociedad se experimen-
taron de forma integral y no segmentada. En Latinoamérica el declive del
modelo liberal clásico, luego de los procesos de formación de los Estado na-
cionales “independientes” fue afrontado por la corriente positivista.
La ideología positivista se constituyó para la segunda mitad del siglo
XIX, en la doctrina transversal que orientó las concepciones del Estado y
la sociedad en la región y, al mismo tiempo, determinó el desarrollo de las
políticas públicas a implementar. Para Lombardi (1989), una vez alcanzada
las independencias políticas prevalece el interés de organizar internamente
a las nacientes repúblicas, en este afán se impone el positivismo de Augusto
Comte como un sistema de pensamiento seudocientíco que se nutre de las
doctrinas políticas, económicas y sociales más avanzadas y mejor elabora-
das del momento. En este momento el programa positivista tenía objetivos
muy claros, se trataba de emular en las sociedades premodernas del sur, las
experiencias de progreso que caracterizaban el movimiento de la historia
occidental y que además hizo posible los fenómenos de las revoluciones
burguesas y la revolución industrial, tanto en Europa como en EE. UU.
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI42
El programa positivista denía una dicotomía básica a modo de con-
icto primario entre dos fuerzas de carácter antagónico: civilización vs
barbarie. La civilización era considerada por sus ideólogos eurocéntricos
como la forma tecnológica y moralmente más avanzada de impulsar las
capacidades materiales de una sociedad determinada; era el momento po-
sitivo de la historia donde los saberes cientícos al servicio de la humani-
dad habían derrotados a las supersticiones metafísicas y teológicas propias
de la era premoderna.
El máximo exponente de la civilización eran las sociedades centrales
del occidente, gobernadas por la etnia blanca bajo preceptos racionalistas.
Por el contrario, la barbarie era encarnada, en este sistema de pensamien-
to, por los negros, indios y mestizos de la región, que, con sus identidades
culturales y particulares modos de vida se suponía obstaculizaban el avan-
ce continuo de la civilización. Por tal motivo, el positivismo postulaba a
modo de receta macro-política emular en su sentido ontológico profun-
do, las prácticas, instituciones e ideas del norte global en el sur como única
forma posible de lograr la modernidad-evolución-desarrollo tal anhelada.
No había conicto doctrinal alguno entre el pensamiento liberal ilus-
trado dieciochesco y el positivismo decimonónico --quizá podría ar-
marse que el positivismo es otra fase del liberalismo--, en ambos casos,
se apostaba por el desarrollo ilimitado de las fuerzas materiales, el con-
trol-explotación de la naturaleza para el bienestar del hombre y la fe en
la razón y el conocimiento cientíco como herramientas fundamentales
para apuntalar el orden y el progreso de forma universal. En palabras de
Jiménez (2008):
Lograda la emancipación frente al poder político de la Colonia, era pe-
rentorio alcanzar la independencia cultural, ideológica, religiosa, social; era
indispensable salir del atraso, de la marginalidad del retroceso que había im-
puesto la colonización española; era vital transformar la educación con el
n de fortalecer la nación; era importante explotar las riquezas y construir
vías de comunicación; era esencial poner como meta la transformación de
la nación en una sociedad industrial. Así las cosas, el positivismo vino a con-
vertirse en uno de los factores que pretendieron dar orden constructivo y
orden mental a las nuevas Naciones Americanas (2008: 100).
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 43
No obstante, resulta paradójico al menos desde la perspectiva actual,
ver como el programa positivista resultó en muchos aspectos contradic-
torio y negador de las realidades socioculturales del sur. Si bien es cierto,
por una parte, pretendía impulsar la independencia cultural, ideológica,
religiosa y social de las naciones latinoamericanas; por la otra, negaba las
condiciones materiales y simbólicas que dotaban de sentido y signicado
a estas sociedades mestizas y poli-culturales.
Por lo demás, suponer que la única vía posible para lograr unos niveles
aceptables de orden y progreso estaba en emular los procesos históricos
del norte global, sucedidos en condiciones y realidades totalmente dife-
rentes, era cuanto menos un sin sentido político y losóco, que retrotraía
a la escuela positivista a postular las premisas del progreso, no desde el
diagnóstico empírico de realidades dinámicas y heterogéneas, sino desde
posturas dogmáticas racistas y excluyentes.
En la posición liberal, el énfasis estaba, al decir de Casella (2012), en la
libertad del individuo y en la defensa a ultranza de unos derechos civiles y
políticos que se han venido forjando a lo largo de los últimos siglos como
haberes sociales. Por el contrario, en el contexto de la crisis decimonónica
del estado liberal, va a cobrar forma otra ideología política, identicada al
igual que el positivismo, con la modernidad y el materialismo losóco,
nos referimos al socialismo cuyo énfasis ya no estaría en el individuo sino
en la colectividad y, en consecuencia, abogaría por la propiedad colectiva
de los medios de producción, por el arribo al poder de las masas trabaja-
doras en la escena internacional y la disolución de la propiedad privada.
Si para el liberalismo la libertad del hombre ante todas las formas de arbi-
trariedad y despotismo fue la prioridad, para el socialismo, por su parte, el
principal desafío histórico radicaba en la construcción de una sociedad de
iguales, libre de la explotación del hombre por el hombre.
Parra (2012), señala que existen en el siglo XIX distintas corrientes so-
cialistas, que van desde el llamado socialismo utópico primero, al socialismo
de transición, hasta llegar al socialismo cientíco, momento en el cual el
marxismo se posicionaría como factor hegemónico. La diferencia sustancial
entre cada una de estas corrientes es que van mutando de posiciones mode-
radas que apuestan por el sufragio universal como forma legítima de acceder
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI44
al poder, hasta visiones mucho más radicales que promueven la revolución
violenta del proletariado como única vía de despojar a la burguesía del con-
trol del Estado. En este orden de ideas, Parra (2012), explica que:
El socialismo no tuvo en América Latina el mismo origen que presentó en
Europa. En los países europeos la industrialización creó una clase obrera o
proletaria, cuya experiencia de explotación llevó a un sector de la intelec-
tualidad burguesa a proponer las ideologías socialistas del primer tercio
del siglo XIX. América Latina entró en contacto con los planteamientos
socialistas mediante una “implementación” llevada a cabo por emigrantes
europeos y precursores autóctonos que conocieron de cerca la agitada di-
námica política y social de Europa (2012: 47).
Para la segunda década del siglo XX, concretamente en 1917 el país con
la extensión territorial más grande del mundo experimenta en su seno una
revolución marxista socialista que llevaría al partido de los trabajadores (bol-
chevique) a arrebatarle el poder violentamente a la monarquía zarista para
implementar una sociedad socialista, en la que se suponía ya no existirían
más divisiones de clases y donde el control de la economía resultaría no de
las fuerzas invisibles del mercado, sino de una ardua planicación racional
y de un arduo proceso de industrialización para superar la economía feudal
del país. Rápidamente el ejemplo revolucionario de rusia, al igual como fue
con el estado liberal en el siglo XVIII, se adaptaría a otras realidades y con-
tenientes, con un resultado antidemocrático bien conocido por todos, que
terminaría deteriorando aún más las condiciones de vida y derechos funda-
mentales de ciudades y naciones enteras, tal como indica (Mazower, 2017).
En este panorama al mismo tiempo ideológico y político, se deben res-
ponder en principio dos preguntas concretas: ¿Posee el socialismo llamado
cientíco una teoría en torno al desarrollo democrático de las sociedades? De
ser armativa la repuesta: ¿qué aportes o contribuciones efectuó el socialismo
a las teorías y prácticas democráticas del siglo XX? Las repuestas no son senci-
llas, de hecho, existen posiciones encontradas al respecto en los investigadores.
Según Sartori (1989; 1993; 2009), no existe en la corriente socialista
marxista una teoría de promoción de la democracia en el sentido moderno
del concepto, discurso que argumenta la primacía del individuo-ciudadano
como eje primario del sistema político bajo la protección del estado de dere-
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 45
cho. A su modo de ver, en el socialismo se da una negación de la democracia
por considerarla la forma burguesa de gobierno por antonomasia.
Por lo tanto, ante el individuo ciudadano, superpone al sujeto colectivo
pueblo o proletariado en tanto “actor mesiánico” responsable de liderar los
procesos revolucionarios en el mundo. Ante la propiedad privada, contrapone
la propiedad estatal o colectiva y, ante los derechos políticos y libertades civiles
fue congurando una normativa de derechos sociales y económicos que ter-
minan por diluir al ciudadano ante la impronta de la colectividad en abstracto.
No obstante, otros autores visualizan en la teoría socialista marxista una
suerte de profundización de las experiencias democráticas de base para li-
mitar las distancias que separan a las comunidades organizadas del ejercicio
del poder, ello a contravía de lo sucedido en el siglo XX, con el llamado
socialismo real devenido en totalitarismo puro y duro. Por lo tanto, desde
esta perspectiva benévola o ingenua en el socialismo subyace una teórica del
gobierno del pueblo o poder del pueblo que tributa signicativas contribu-
ciones a las poliarquías contemporáneas ¿Cuáles son estas contribuciones?
Este es el caso de Benítez (2012), quien argumenta en su trabajo que la
correlación negativa en democracia y un orden económico en el que los me-
dios de producción se encuentran abrumadoramente controlados por el es-
tado es solo aparente, todo va a depender de la concepción que se tenga de la
democracia. Para él, la conexión que existe históricamente entre capitalismo
y democracia en los estados liberales es circunstancial o aleatoria, en todo
caso no niega el desarrollo de otras experiencias democráticas ahí donde se
estructuran sistemas económicos planicados de carácter socialista.
Concluye que en las democracias liberales el ciudadano es esencial-
mente un consumidor que se limita a observar las relaciones de poder sin
participar realmente en el aparato de toma de decisiones vinculantes; por
el contrario, bajo ciertas condiciones el socialismo puede ser mucha más
democrático debido a su carácter igualitario y particularista de las rela-
ciones económicas que en él se engendran, para articular una ciudadanía
material en un clima de justicia y equidad social.
En esta línea de pensamiento radical se va posicionando, de igual
modo, en los imaginarios colectivos de la política internacional otra co-
rriente enfrentada en sus postulados y doctrinas, simultáneamente al libe-
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI46
ralismo y al socialismo, no referimos al anarquismo o gobierno de la liber-
tad que, desde la época de la primera internacional fundada en Londres en
1864, se disputa con el marxismo la condición de monopolio ideológico
de las masas trabajadores para su emancipación. El anarquismo signica-
do vulgarmente como desorden o caos es una doctrina losóca política
con ideas bien estructuradas sobre el estado, la sociedad y la vida en liber-
tad que bien vale la pena relacionar con la democracia moderna.
En la doctrina anarquista clásica de la autoría de Mijaíl Bakunin
(1814-1876), el obstáculo más grande que se opone al ejercicio de la li-
bertad plena en la persona humana es el Estado. Por tal motivo, los anar-
quistas también llamados socialistas libertarios promueven la disolución
de toda forma de estado y la creación de un orden social post-estatal, en
el cual no existan más autoridades verticales que coloquen a personas y
grupos por encima de otros, de ahí que se deenda el asociacionismo ho-
rizontal entre personas libres e iguales para desarrollar las actividades po-
líticas de toda comunidad, tales como: gestión de conictos, organización
del trabajo y administración de recursos compartidos.
Al igual que en el socialismo las ideas anarquistas tuvieron en la pri-
mera mistad del siglo XX, una gran acogida en América Latina, por parte
de grupos radicales partidarios de la libertad plena y del empoderamiento
de las clases trabajadoras más allá de los fracasos del socialismo real. Es en
este momento que surgen tendencias como el anarcosindicalismo, muy
arraigadas en países como Argentina y Uruguay.
La teórica del anarquismo está en la negación del Estado. Esta premisa
es aceptada por todos los adversarios decididos del principio de autori-
dad. Pero no basta con declarar que los revolucionarios deben emprender,
como tarea previa, un ataque tenas y continuo contra ese órgano de tira-
nía, al servicio de la clase privilegia, que encarna y perpetua a través de los
cambios de sistema la esclavitud del obrero y la sumisión del ciudadano
a la autoridad de los mandones. El estatismo existe hasta en las formas
menos conocidas del concierto económico, porque es causa y efecto de la
explotación del hombre por el hombre (López, 1990: 80).
El anarquismo propone una forma de democracia radical de base y co-
loca a las masas empoderadas y organizadas en el autogobierno de sus espacios
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 47
de producción y de convivencia. De forma similar que la democracia directa
de los antiguos se opone a cualquier forma de intermediación entre las masas
y los órganos del poder vinculante. Al igual que en el liberalismo ilustrado,
se concentra en el modo de lograr la máxima libertad posible para personas
y comunidades por igual; no obstante, da un paso más allá porque no se con-
forma con el diseño de dispositivos de regulación del poder, tales como: la
separación de poderes o el estado de derecho pensados para impedir la posible
denegación arbitraria del estado, sino que apuesta por su disolución denitiva
en tanto órgano de tiranía para la esclavitud y sumisión del ciudadano común.
En nuestro criterio, no está sucientemente claricado las caracterís-
ticas y contenido ontológico concreto de un ordenamiento democrático
postestatal, lo que no signica que no se posible y viable su materializa-
ción al menos en el plano teórico y losóco. De cualquier modo, la lo-
sofía anarquista se constituye en un referente claro para todas las corrien-
tes losócas de carácter emancipador y de contrahegemonía, que como:
la teoría crítica de la sociedad, de la prominente escuela de Frankfurt, el
feminismo, el neomarxismo, el posestructuralismo y la postmodernidad
basaron su programa reexivo en la negación del orden establecido, no
solo en lo político, sino también en lo sociocultural, losóco y epistemo-
lógico como condición de posibilidad para imaginar alternativas y pro-
puestas en función de la re-dignicación de las personas que, como las
mujeres, los migrantes, los sexo diversos, los indígenas, campesinos y los
negros, entre otros, seguían marginados y violentados en pleno siglos XX
por todos los sistemas políticos, tanto liberales como socialistas.
Por estas razones, si nos toca responder a la pregunta ¿Cuál es el aporte
del anarquismo a las poliarquías contemporáneas? Todo indica que radica
en la puesta en marcha de un conjunto de dispositivos de pensamiento
crítico, creador y asociativo que al tiempo que subvierten los paradigmas
hegemónicos idean otras vías en función del logro de más y mejores ex-
periencias de libertad. Sin duda, un discurso así es fundamental cuando
lo que se trata es de superar la “esclerosis” en las doctrinas y prácticas de
democracia existentes que se limitan a lo procedimental.
Para cerrar este apartado concerniente a dar cuenta de las variadas in-
uencias losócas e ideológicas que impulsaron el renacer democrático:
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI48
siglo XIX y XX --decimos renacer porque desde la antigüedad hasta al ad-
venimiento de las poliarquías contemporáneas, el ideal democrático siem-
pre ha estado presente en las preocupaciones de los principales pensado-
res del fenómeno político--, interesa dar cuenta de ciertos planteamientos
que se encausaron a reformar las democracias liberales para dar respuesta
a las necesidades económicas, sociales y culturales de un conjunto de gru-
pos heterogéneos, para los cuales, el programa losóco de la modernidad
no signicó una mejora sustancial a su condición de vida, grupos subalter-
nos como los mencionados en párrafos anteriores.
Entre estos planteamientos que fungieron como una suerte de puente
entre las agendas del socialismo real y las democracias occidentales, des-
tacan luego de niquitada la segunda guerra mundial en 1948: la demo-
cracia social, la declaración universal de los derechos humanos, el estado
de bienestar y la doctrina social de la iglesia desarrollada sistemáticamente
por distintas encíclicas papales desde las postrimerías del siglo XIX, doc-
trina que nos detendremos a analizar sucintamente a continuación. La
preocupación fundamental de la doctrina social de la iglesia es, sin duda,
la cuestión social invisibilizada por las democracias liberales y asumida de
forma propagandística por los socialismos reales, no obstante, esta preo-
cupación radica como bien señala el papa Pablo VI en la encíclica Populo-
rum Progressio:
Verse libres de la miseria, hallar con más seguridad la propia subsistencia,
la salud, una ocupación estable; participar todavía más en las responsabi-
lidades, fuera de toda opresión y al abrigo de situaciones que ofenden su
dignidad de hombre; ser más instruidos; en una palabra, hacer, conocer, y
tener más para ser más: tal es la aspiración de los hombres de hoy, mientras
que un gran número de ellos se ven condenados a vivir en condiciones que
hacen ilusorio ese legítimo deseo (Citado por: Garrido, 2018: 02).
Esta preocupación se expresa en la doctrina social de la iglesia en, por
una parte, denunciar las condiciones de pobreza y precariedad que en el
mundo moderno siguen impidiendo la dignicación de la vida en la ma-
yoría de las personas y, por la otra, coadyubar desde el catolicismo mili-
tante, al logro de un sistema democrático que garantice la seguridad de la
subsistencia, proporcione salud a modo de un servicio público accesible
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 49
para todos, intervenga ante las situaciones que ofenden la dignidad del
hombre, procurando paulatinamente su mayor instrucción fuera de toda
opresión. Filosócamente hablando esta doctrina traduce la moral cristia-
na a un discurso humanista solidario, que postula la necesidad de mayor
conciencia moral entre los hombres y coloca los avances en materia de
ciencia y tecnología al servicio de progreso verdadero de la condición hu-
mana, en material y espiritual (Ponticio Consejo «Justicia y Paz», S/f.).
Por los argumentos descritos no es descabellado suponer que la doctri-
na social de la iglesia sea el antecedente primordial de lo que hoy se cono-
ce como democracia sustantiva o democracia de resultados, que al decir de
Quiroga (2000) formula el problema democrático básico con la siguiente
pregunta: “¿Una sociedad democrática debe preocuparse únicamente por
la libertad individual, dejando de lado el bienestar general, o bien debe
sostener una idea sustantiva del bien común?” (2000: 363).
Antes esta interrogante el autor concluye que, la democracia no debe
limitarse al mantenimiento de sus procesos jurídico-institucionales úni-
camente, tiene a su vez una responsabilidad ética fundamental en torno
al bien común que se traduce en proporcionar a todos y cada uno de los
ciudadanos unos niveles mínimos aceptables de prosperidad económica y
social que los posicione de forma sostenida por sobre el umbral de pobre-
za y precariedad; de lo contrario, el proyecto democrático en sus variadas
expresiones y modalidades sería una cción condenada al fracaso.
De modo que, una democracia sustantiva es aquella que conjuga en
igualdad de condiciones los derechos políticos y las libertades civiles, con
el goce y disfrute efectivo de los derechos económicos, sociales y cultu-
rales, lo que se maniesta en una ciudadanía formal y en una ciudadanía
material concreta. Es precisamente con la idea de asumir plenamente su
responsabilidad social que las constituciones contemporáneas, como es
el caso de Colombia y Venezuela, proclaman de forma taxativa el adveni-
miento de un Estado social de derecho y de justicia que signica, al menos
en la doctrina, la evolución del Estado de bienestar, para construir pesima-
mente un contrato social de cara al bienestar.
Como se puede comprender las poliarquías del mundo de hoy son
el resultado de la articulación dialéctica de distintas losofías y posturas
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI50
ideológicas, que se encuentran o alejan irremediablemente según el caso,
en cuanto a puntos centrales como sus concepciones del mundo político
y su posición en torno al alcance y signicación del gobierno del pueblo.
Que esto sea así, no reduce a la democracia como constructo teórico y
realidad política concreta, a ser un mosaico incoherente de posturas con-
trapuestas, todo lo contrario, al ser la democracia un sistema que acepta
las diferencias de toda índole como un valor agregado de las sociedades
humanas identicadas por su diversidad esencial, es totalmente admisible
entonces que la democracia tenga la capacidad como sistema de integrar a
su núcleo gnoseológico y axiológicos, los aportes que emergen de distintas
corrientes del pensamiento moderno.
LOS ESTUDIOS DE SARTORI SOBRE LA DEMOCRACIA
Giovanni Sartoria y Norberto Bobbio, son parte de una escuela poli-
tológica que se aproxima mucho más a la losofía y a la historia que a la
tradición positivista y conductista que sirvió de base fundacional a la cien-
cia política norteamericana en la primera mitad del siglo XX. Lo que no
signica que su programa de investigación en Ciencia Política no se haya
desarrollado mediante el arqueo detallado de evidencia empírica tangible.
Se trata en ambos casos, de una concepción humanista e interdisciplinaria
que terminó por tributar grandes saberes al servicio del estudio y com-
prensión de la democracia, constructo que subsume en su interior más de
2400 años de tradición política y reexión losóca prescriptiva para el
logro del gobierno del pueblo, en libertad y equidad.
En el caso preciso de Sartori, podría armarse sin lugar a dudas que el pro-
blema democrático acabó funcionando con el eje trasversal de su basta pro-
ducción cientíca y losóca, en un universo epistémico que rebasa o disuelve
los bordes de la ciencia política convencional y, simultáneamente, congura
un espacio simbólico de conocimiento que nos gusta denir como epistemo-
logía política, porque conjuga en igualdad de condiciones teorías y metodo-
logías provenientes de variadas disciplinas como: la antropología política, la
sociología, la historia de las ideas políticas, la ciencia política, el derecho y la
psicología social, todo con el afán de explicar en sus múltiples dimensiones al
fenómeno político en general y a la democracia en particular.
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 51
Para Fernández (2009), la obra de Sartori dedicada a la democracia tiene
el atributo de formular a modo de diálogo las preguntas seminales que de-
ben intentar responderse, no solo en el claustro académico, sino en el debate
político actual sobre la relación poder político y democracia: ¿Qué signi-
cados precisos emergen del vocablo griego democracia? ¿Cuáles son las con-
diciones históricas para hacer posible al gobierno del pueblo, para el pueblo
y por el pueblo? ¿En las mutaciones semánticas asociadas a experiencias par-
ticulares ha perdido su esencia la democracia? ¿Cuáles son los principales
problemas de la representación política en democracia? ¿Son antagónicas
la libertad política y la igualdad sustantiva? ¿La democracia se maniesta de
forma pura o en gradaciones? ¿Cuál es la relación que hay entre democracia
y desarrollo económico? ¿El conicto civilizacional entre el islam y occi-
dente tiene su foca en la exportación de la democracia? La mayoría de estas
preguntas fueron respondidas satisfactoriamente en Sartori (1988; 1992;
1993; 1998; 2001; 2005; 2008; 2009), otras quedaron pendientes, ya que
en ciencia política no hay conclusiones denitivas ni verdades absolutas.
De cualquier modo, en Sartori el estudio de la democracia en su mo-
vimiento histórico no solo sirve para develar sus campos semánticos
diferenciales o su estructura y mecanismos particulares como forma de
poder popular, hay una constante en su discurso que expone las falacias
despóticas que sirven para justicar el gobierno de la tiranía en nombre
del pueblo, desde distintas posturas ideológicas en el pasado y el presente.
En consecuencia, Sartoria (1988) alerta:
El tirano griego ya gobernaba (eso pretendía él) en interés del populacho.
El despotismo ilustrado, cuando era ilustrado, gobernaba en interés de los
gobernados. Los demócratas actuales se mofan del paternalismo, aunque
no negarían que el paternalismo es benevolente, que atiende los intereses
de una colectividad de beneciarios (1988: 572).
De modo que, desde su advenimiento la democracia ha tenido que lu-
char para deslastrarse de los demagogos y déspotas que dicen representar
al interés popular o a la voluntad general, cuando lo que hacen es actuar
políticamente en función de intereses mezquinos, para garantizarse pre-
bendas y privilegios especiales para un grupo, clase o sector que manipula
al pueblo:
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI52
ya que el pueblo no sabe lo bastante como para reconocer su interés real,
sino gobierno sobre el pueblo, a pesar del pueblo, en el interés del pueblo.
Esta es la justicación normal de todas las tiranías, de todos los regímenes que
han necesitado ex defecto tituli (por carecer de título) justicarse (1988: 572).
Es precisamente a partir de esta denuncia que discierne entre la democra-
cia y las no-democracias que, en el capítulo que sigue se puede Identicar los
aspectos seminales de los estudios sobre democracia de Giovanni Sartori.
CONCLUSIONES CAPITULARES
Al reconstruir el proceso histórico en el que surge la teoría y la expe-
riencia democrática moderna a la luz de sus variadas inuencias losócas
e ideológicas, se visualizan las ideas centrales de una forma de gobierno
que ha tenido la capacidad sistemática de “evolucionar” al calor de los re-
querimientos de las distintas etapas históricas donde se perla como op-
ción de gobierno del pueblo. De modo que, entre la democracia de los
antiguos y las poliarquías contemporáneas que se van forjando al calor de
la modernidad hay pocas semejanzas.
En el primer caso (democracia directa) se trata de una experiencia local
de gobierno que involucra a dedicación exclusiva a los ciudadanos en las
labores del cuidado y mantenimiento de la polis, como núcleo central del
desarrollo individual y colectivo. En el segundo caso, (democracia repre-
sentativa) es técnicamente imposible el autogobierno directo por diversas
razones, entre las que destacan la extensión geográca de los emergentes
estados nacionales que desde nales del siglo de las luces apuestan por
transitar, paulatinamente, por el arduo sendero democrático, plagado de
obstáculos, amenazas y contradicciones de toda índole. En este contexto,
ya no se trata de un número reducido de ciudadanos que pueden darse el
lujo de deliberar diariamente en el ágora. A pesar de todo, las democracias
representativas han ido incluyendo en su repertorio de derechos políticos,
muchas formas de participación directa.
Es el pensamiento liberal-ilustrado o más correctamente liberal e ilus-
trado el que al cuestionar el absolutismo monárquico y plantear por la vía
revolucionaria el modelo de estado liberal, creo las condiciones de posi-
bilidad para el arranque de los posteriores procesos de democratización
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 53
de los sistemas políticos de algunas sociedad centrales de occidente, lo
que desembocó en la estructuración de repúblicas autocráticas liberales
primero y, positivistas después, en las cuales la condición de ciudadano
estaba restringida a grupos elitescos de la sociedad. Esta situación generó
a lo largo del siglo XIX y, en la primera mitad del siglo XX, un conjun-
to de crisis estructurales en el seno del estado liberal clásico, estimuladas
también por la reacción legitima de un conjunto de grupos --como los
socialistas, anarquistas y chovinistas radicales, entre otros-- que luchaban
a su modo por mejorar las condiciones de vida de los trabajadores y de al-
gunos grupos excluidos, de facto o de derecho, de la categoría “universal”
de ciudadanos.
A raíz de estas luchas, las repúblicas liberales autocráticas fueron refor-
mándose al calor de ideologías que, como: la declaración universal de los
derechos humanos de 1948, el estado de bienestar o la doctrina social de
la iglesia, entre otras, exponían las insuciencias del modelo liberal clási-
co, al tiempo que apostaban abiertamente por una democracia solidaria y
humanista que garantizara para todas las personas unos niveles mínimos
de bienestar y calidad de vida, acorde con los mandatos de la dignidad
humana. Se trata de los antecedentes directos de lo que hoy se dene en la
teoría política contemporánea como democracia sustantiva o democracia
de resultado en el marco de un estado social de derecho, diferente a la sola
democracia procedimental.
Por lo demás, las repúblicas autocráticas fueron mutando, a un ritmo
que varía de una sociedad a otra y con diferencias abismales entre el norte
global y las sociedades del sur, marco en el que se inscribe Latinoamérica y
Colombia, hasta convertirse en las poliarquías contemporáneas, modelo
que aún tienen mucho camino por recorrer.
Ante esta situación el ideal democrático se sirvió también, de algún
modo, de distintas ideologías y losofías, como el socialismo o el anar-
quismo, lo que da cuenta de su doble condición de ecología de saberes
e ideología de síntesis. El trabajo arqueológico desarrollado hasta ahora
con las fuentes disponibles evidencia que la mutación discursiva de la de-
mocracia no signica necesariamente una distorsión de sus postulados
básicos; podemos inferir, al menos en este momento de la investigación,
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI54
que se trata de la simbiosis que se da entre: las mentalidades o paradigmas
dominantes de la política de una época determina, las mutaciones ideoló-
gicas adelantadas por los teóricos de la democracia y las condiciones ma-
teriales donde se insertan estos procesos objetivos y subjetivos.
En las páginas que siguen, nuestros benévolos lectores podrán revelar los
basamentos de la teoría democrática, a través del pensamiento de unos de los
cientícos sociales más lúcidos del siglo XX, el politólogo Giovanni Sartori.
55
CAPÍTULO II. ASPECTOS SEMINALES DE LOS ESTUDIOS
SOBRE DEMOCRACIA DE GIOVANNI SARTORI
¿Qué identica los aspectos seminales de los estudios sobre democracia de
Giovanni Sartori? Es la interrogante que este capítulo pretende responder de
algún modo sin ninguna pretensión de arribar a una conclusión denitiva. En
efecto, los estudios sobre democracia efectuados por el célebre politólogo ita-
liano en más de medio siglo de vida intelectual se caracterizan por la puesta en
marcha de un programa de investigación que conjuga de forma satisfactoria
distintas disciplinas e inuencias losócas que dan cuenta de forma rigurosa
del acontecer político en general y, de la democracia en sus distintas dimen-
siones en particular, de ahí que al leer a Sartori, con independencia de cuál
sea la obra seleccionada, se evidencia que la preocupación por la democracia
constituye un tema central en su pensamiento político.
El lector desprevenido que se introduce por este denso pensamiento po-
drá preguntarse legítimamente como condición de posibilidad para el acto de
comprender: ¿es Sartori un historiador de las ideas políticas? ¿la obra sartoria-
na se perla en su totalidad como un tratado de losofía política? O más bien
¿es Sartori un politólogo o lingüista interesado en los procesos políticos? Y es
que en su obra se consiguen rápidamente términos y perspectivas de análisis
típicas de la losofía, el derecho, la ciencia política, la sociología o la semiótica,
entre otras. Cuestión por lo demás muy normal en un intelectual de pensa-
miento amplio y de formación humanística integral que difícilmente puede
ser encasillado en una disciplina o parcela particular del saber.
En consecuencia, si bien es cierto la obra de Sartori surge de funda-
das preocupaciones politológicas, esto es, que suponen en el fenómeno
político una actividad histórica y racional susceptible a la investigación
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI56
de una ciencia emergente con autonomía epistemológica y que arriba a
conclusiones —no ya desde la especulación losóca exclusivamente—
sino desde el análisis de evidencia empírica concreta (Ciencia Política),
diferente a la sociología y a la psicología social, rápidamente su discurso
y sus métodos son propios de una postura postpositivista que apuesta sin
prejuicios por el diálogo interdisciplinario y que no reniega de las contri-
buciones de la losofía y de las ciencias humanas.
En palabras de Morales y Col. (2019), el campo de estudio de los pro-
cesos y experiencias políticas en su esencia multidimensional que rebasan
las fronteras de una disciplina en particular para articularse en un saber
más amplio y coherente, al mismo tiempo inductivo y deductivo, se dene
como epistemología política. De modo que en cierta forma Sartori debe
considerarse más correctamente, no solo como un politólogo sino como
un epistemólogo de la política.
El objetivo del presente capítulo consiste en Identicar los aspec-
tos seminales de los estudios sobre democracia de Giovanni Sartori, lo que
implica sin duda la puesta en marcha de un ejercicio de balance bibliográ-
co a partir de una selección de su vasta obra que, entre otras cosas, permi-
ta determinar ¿Qué escribió y como lo escribió? En el caso de la pregunta
sobre qué escribió lógicamente intenta dar cuenta de sus interés temáticos
y problemáticos en el universo de la política.
Por su parte, la segunda interrogante –como lo escribió– es mucho
más compleja porque subsume un ejercicio hermenéutico crítico con el
propósito de develar sus intereses, sus inuencias ideológicas, su estilo re-
tórico, así como las demandas que impuso en su programa indagativo el
tiempo y espacio en el que le tocó vivir como un intelectual orgánico. Por
último, conviene preguntar también, ¿Es la obra de Sartori únicamente
un típico texto cientíco o, además, subyace en ella una propuesta política
para la defensa y promoción del modo de vida democrático propio de la
civilización occidental y de la ideología liberal?
En el primer apartado se muestra una síntesis de la vida y obra de este
pensador, desde la perspectiva prosopográca5, que visualiza los desafíos
5 En este contexto argumentativo se entiende la prosopografía, en sintonía con lo planteado por Suber-
caseaux (2015) como una técnica historiográfica que conjuga en igualdad de condiciones distintos
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 57
históricos que modelaron su carácter y denieron dialécticamente las
grandes líneas de su pensamiento político. En el segundo, se da cuenta
de la democracia como fenómeno histórico que se va desarrollando como
imaginario político, con muchas tensiones y contradicciones en algunas
sociedades humanas, bajo ciertas condiciones puntuales, como forma de
gobierno y modo de vida que tiende a colectivizar el poder político.
En el tercer subtítulo, se expone en coordenada sartoriana la relación que
hay entre ciertas ideologías y las democracias del mundo de hoy. En el cuar-
to apartado, se intenta ubicar al lector en el sentido trascendental que los
estudios de Sartori le otorgan a la democracia y que, determinan el valor de
sus contribuciones para el desarrollo del acervo cognitivo de la ciencia po-
lítica; por último, se presentan las conclusiones del caso a modo de insumo
para el debate y la discusión sobre los desarrollos teóricos de la democracia
en el contexto del advenimiento de la tercera década del siglo XXI.
VIDA Y OBRA DE GIOVANNI SARTORI
Giovanni Sartori nace en Florencia en 1924 en el seno de una familia
acomodada: “A partir de 1946 estudió la licenciatura en Ciencias Sociales
en la Universidad de Florencia, así como tres doctorados, a saber: en Cien-
cias Políticas, en Historia de la Filosofía Moderna, 1954, y en Teoría del
Estado, 1955” (Enciclopedia histórica y bibliográca de la Universidad de
Guadalajara, s/f.). Todas las fuentes disponibles en línea reseñan, en cuanto
a su trayectoria profesional, que tuvo la oportunidad de desarrollar activi-
dades docentes y de investigación en prestigiosas universidades del mundo:
Profesor emérito en la Universidad de Columbia de Nueva York y en la
Universidad de Florencia, ha enseñado también en las universidades de
Harvard, Yale y Stanford, y ha sido investido con nueve doctorados ho-
noris causa. En 2005 fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias
de Ciencias Sociales. Miembro de la Accademia Nazionale dei Lincei, y ar-
ticulista del Corriere della Sera, autor de numerosos libros, traducidos en
más de treinta países y uno de los fundadores de la primera Universidad
de Ciencias Políticas en Italia (ECURED, s/f.: s/p.).
géneros en el estudio de un personaje relevante entre los que destacan: la bibliografía individual y
colectiva, la historia intelectual con los estudios psico-biográficos para los cuales entender, la acción
y el pensamiento de una persona, demanda también el estudio de su tiempo y espacio particular.
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI58
Sin duda, se puede aseverar —sin exagerar— que el ilustre politólogo
italiano se constituye, debido a la vitalidad de sus aportes y contribuciones
en uno de los fundadores de la ciencia política contemporánea en Europa.
Conviene recordar en este punto que, a diferencia de la ciencia política
norteamericana, de franco carácter conductista y positivista al menos en
sus orígenes, en la primera mitad del siglo XX, los cientícos de la po-
lítica del viejo continente revindican otras tradiciones epistemológicas
propias de los dominios de las ciencias humanas, por esta razón los tra-
bajos de Norberto Bobbio (1909-2004), Gaetano Mosca (1858-1941),
Luigi Ferrajoli (1940-presente) y Sartori, por mencionar algunos, pueden
confundirse por la profundidad de su aparato reexivo con un tratado de
losofía, con la diferencia que se sustentan en todo momento en datos
históricos o en información dedigna recaba de la realidad mediante el
uso adecuado de técnicas de investigación empírica, de ahí que nadie duda
en incluir a estas personalidades en la categoría de politólogos, en el senti-
do contemporáneo del concepto.
Para entender el sentido trascendental de su obra conviene citar al-
gunos fragmentos de su discurso pronunciado por ante la recepción del
premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 2005 –que vendría
a ser algo así como el máximo galardón honoríco que se otorga a los
cientícos sociales en el mundo, como reconocimiento a sus aportaciones
epistémicas–, ya que estos fragmentos muestran de forma sintética y clara
las principales preocupaciones de su proyecto de investigación, manteni-
das como una constante a través del tiempo.
Desde la segunda guerra mundial en adelante la democracia, la libe-
ral-democracia, ha estado en expansión; y la caída del régimen soviético
y de su ideología le ha abierto nuevos espacios de conquista. Pero, mientras
que la economía se ha hecho verdaderamente global (en el sentido de que la
economía de mercado ha desbaratado realmente la planicación eco-
nómica colectivista de tipo soviético), los sistemas políticos permane-
cen divididos, en el mundo, entre democracias y no democracias. Y esta
constatación abre el interrogante sobre la exportabilidad de la democracia
(en qué medida y en qué condiciones). Está claro que este interrogante pre-
supone que la democracia nace desde y en la civilización occidental, y
que las denominadas “democracias de los otros” son imaginarias (tal
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 59
y como era imaginaria y estafadora la noción de democracia comunista).
Dicho esto, en lo que se reere a la exportabilidad-difusión de la democra-
cia existen (estoy simplicando, está claro) dos teorías básicas (Fundación
Príncipe de Asturias, 2005: s/p.) (resaltado nuestro).
El pensador orentino ha reiterado a lo largo de su obra, tal como también
se enfatiza en este discurso, el hecho cierto de que la democracia es un pro-
ducto cultural de la civilización occidental y que, en consecuencia, no siem-
pre puede exportarse exitosamente a los dominios de otras civilizaciones no
occidentales por la sencilla razón de que no encaja con sus representaciones
sociales, con sus imaginarios políticos o con sus sistemas axiológicos.
De esta realidad, no sucientemente comprendida por los promotores
a ultranza de la democracia en el mundo, se inera que el sistema político
democrático para funcionar requiere de la existencia previa de un contex-
to social identicado mayoritariamente con los valores que caracterizan
al modo de vida democrático. Por lo tanto, difícilmente las sociedades
teocráticas del islam pueden desarrollar democracias de verdad.
En efecto, no hay democracia sin una cultura política democrática que
le de sustento a modo de su sabia vital, quizá por esta razón de peso las
democracias latinoamericanas en su conjunto siguen siendo, con algunas
excepciones notables, como el caso de Costa Rica o Uruguay, frágiles y
plagadas de contradicciones autoritarias.
Por otro lado, es recurrente en Sartori la intensión taxativa de aclarar
que, si bien es cierto no necesariamente es lo mismo liberalismo y demo-
cracia, es al calor de los desarrollos teóricos del liberalismo moderno, don-
de la democracia se va perlando como un régimen político que deende
las libertades individuales, el pluralismo, la separación de poderes, la pre-
minencia del ciudadano y el uso consensuado de los poderos públicos. De
hecho, para él, no hay otro desarrollo teórico destacado en la modernidad
que sirva de espacio epistemológico para apalancar a las democracias, por-
que la escuela marxista socialista más allá de sus discursos propagandísti-
cos no tiene como tradición ideológica y losóca una propuesta demo-
crática concreta (Sartori, 1988); todo lo contrario, plantea la necesidad
de obliterar a la democracia por ser la forma de “gobierno burgués” por
antonomasia. Es, esta circunstancia, la que en buena medida puede expli-
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI60
car, junto a otros factores que no viene al caso mencionar ahora, la trans-
formación de todas las experiencias del socialismo real, en menor o mayor
medida, en regímenes totalitarios.
En el mismo discurso se arma que, en el debate político contempo-
ráneo, sobre el alcance y signicación de la democracia, se observan dos
posturas teóricas independientes (la economicista y la culturalista) en el
primer caso se arma que:
“(…) la democracia se ve obstaculizada por la pobreza y está relaciona-
da con el bienestar. Históricamente no ha sido así: la liberal-democracia
como demo-protección, o sea, como sistema de libertad y de protección
constitucional, nació en sociedades pobrísimas; y el liberalismo insti-
tuye el estado limitado, el control del poder y la libertad desde (desde
el Estado); nada más y sólo esto. Pero hoy ya no es así. Hoy a la de-
mo-protección se añade un demo-poder que exige demo-distribuciones
(de riqueza). Y en este contexto la tesis de los economistas llega a ser que,
si produces riqueza, al nal produces democracia. La tesis de los soció-
logos es más prudente. En la versión clásica de S.M. Lipset, “cuanto
más próspero es un país, es más probable que sostenga la democracia.
Sí, es verdad. O sea, es verdad que el bienestar facilita la democracia.
La duda, actualmente, es si el bienestar continuará creciendo, y si la guerra
a la pobreza (en el mundo) podrá ser vencida” (Fundación Príncipe de
Asturias, 2005: s/p.) (resaltado nuestro).
Quizá por su vinculación con el liberalismo clásico, es decir, con el
liberalismo político originario que sirvió de eje articular a las ideologías
políticas de la modernidad —y que no debe confundirse con lo que gusta
llamar como liberismo o liberalismo económico (Sartori, 2009)—, supo-
ne que la democracia, en tanto sistema de Gobierno, no requiere de la
producción y reproducción de unos niveles básicos de bienestar material
social, o al menos inere que la demo-protección es un atributo accidental
para la doctrina de las poliarquías, porque la democracia contemporánea
surge a la postre en “sociedades pobrísimas.
Desde nuestra perspectiva latinoamericana, pensamos en contraste
que las democracias contemporáneas tienen la obligación de estructurar
sociedades de bienestar para poder legitimarse como estrategia ecaz para
la superación de la pobreza y ganar adeptos en los sectores populares que
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 61
han terminado excluidos de las dinámicas del progreso por los gobiernos
progresistas” y neoconservadores por igual. En consecuencia, la teoría
política en el siglo XXI tiene el desafío de integrar con igual valor: de-
mocracia procedimental con democracia sustantiva o de resultados como
única estrategia válida para garantizar la vigencia del estado constitucional
de derecho y, al mismo tiempo, el goce y disfrute generalizado de los de-
rechos humanos, discurso para el cual las libertades civiles y los derechos
políticos son tan importantes como los derechos económicos, sociales y
culturales. Del mismo modo:
La segunda teoría es cultural y de “visiones del mundo. Si es verdad —
como lo es— que la democracia liberal nace del seno de la cultura occi-
dental y en función de su laicización, entonces tenemos que esperar que,
de vuelta por el mundo, se encuentre con resistencias, incluso reacciones
de rechazo, culturales. Sí y no. La democracia se ha exportado al Japón
por la fuerza de las armas, pero después ha arraigado. En India la demo-
cracia es una herencia inglesa, pero ha sido plenamente adoptada. Así
pues, se dan casos de exportaciones culturalmente improbables que sin
embargo han sido un éxito (Fundación Príncipe de Asturias, 2005: s/p.)
Con estas ideas Sartori reaviva el fundamental debate sobre la dimen-
sión cultural de la democracia, muy seguramente inuenciado por el tra-
bajo pionero de (Huntington, 1997) sobre el choque de civilizaciones,
según el cual, las identidades culturales contrapuestas serán el factor clave
en los venideros conictos geopolíticos que afrontará el orbe en el siglo
XXI. No obstante, en este debate en pleno desarrollo hay más interro-
gantes que respuestas denitivas: ¿solo puede surgir la democracia sustan-
cial en sociedades donde prevalezca una aanzada cultura laica, racional
y dispuesta a valor el sistema axiológico que se desprende del discurso de
los derechos humanos? Como bien agrega nuestro sujeto de estudio, los
ejemplos de india y Japón muestran democracias relativamente exitosas
en sociedades no occidentales que se modernizaron a su ritmo sin oblite-
rar sus particulares concepciones del mundo.
A juicio de Espinoza (2017), es precisamente la capacidad de Sartori
de abordar de forma rigurosa la democracia desde variados y hasta con-
trovertidos puntos de vista, lo que le asigna un plus a su obra, vista como
totalidad lógica. En lo concreto:
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI62
Reexionó sobre los partidos políticos, la democracia, la ingeniería cons-
titucional y la inuencia de la televisión en la política, temas en los que
ejercitó el pensamiento sistemático y la lógica. En sus estudios exploró la
formación de conceptos y deniciones politológicas y el análisis compa-
rativo en la explicación de la política en democracia (2017: 905).
Tuvo una vida larga y productiva intelectualmente hablando, en la que
pudo valorar como testigo presencial acontecimientos trascendentales
para la historia mundial, como: la segunda guerra mundial (1939-1945),
la guerra fría, el colapso de la URSS y su perestroika, la caída del muro de
Berlín en 1989 que dio al traste con la bipolaridad existente y constituye
a los EUA, como la potencia hegemónica del mundo y, según Fukuyama
(2015), posicionó a la ideología liberal como la única alternativa válida
para impulsar el desarrollo humano hasta sus máximas capacidades de ahí
el supuesto n de la historia o, más especícamente, el n de las ideologías
en la historia universal.
Sin embargo, con el advenimiento del siglo XXI China demuestra que
está en condiciones de disputarle a la potencia del norte el liderazgo eco-
nómico, todo lo cual condicionó signicativamente el contenido de sus
investigaciones politológicas y su teoría democrática en particular. A los
92 años el 4 de abril de 2017 fallece en su ciudad natal, por lo demás, es-
tuvo lucido y dispuesto a opinar como especialista en los asuntos políticos
de interés general hasta el último momento de su vida.
LA DEMOCRACIA COMO FENÓMENO HISTÓRICO OCCIDENTAL
Armar de forma recursiva que la democracia es un producto cultural
del occidente hegemónico, no necesariamente signica para Sartori un
intento por postular la supremacía política de una civilización frente a
otras en una suerte de discurso eurocéntrico6, sino simplemente dar cuen-
ta de la necesidad de comprender en profundidad el procesos histórico y
6 Es común escuchar en politólogos y científicos sociales de izquierda radical que la obra de Sartori
estaba plenamente posicionada a favor de la democracia liberal y apostaba por el mantenimiento del
orden establecido, afirmaciones este cierto punto legitimas. “¿Qué había detrás de los contenidos que
elaboraba? tenía un gran compromiso con el modelo de las democracias occidentales; fue uno de sus
grandes referentes; sus obras están íntimamente relacionadas con el estudio del paradigma liberal
de la democracia, pero también con su defensa. Es por eso por lo que al final de su vida declaró su
posición eurocéntrica en contra del islam y el multiculturalismo” (Escalante, 2017: s/p.).
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 63
sociocultural en el contexto diferencial en el cual emerge el gobierno del
pueblo o el poder del pueblo.
De modo que, en su obra no hay solo un sosticado aparato lógico
para entender la teoría democrática y debatir sus variadas implicaciones,
además, subyace un ejercicio de análisis histórico que sitúa en todo mo-
mento a este fenómeno político en sus escenarios de origen, desarrollo,
retroceso y consolidación en la época antigua y moderna. Por estas razo-
nes hermenéuticas, para develar el sentido profundo de la democracia hay
que estudiar, sin lugar a duda, la historia de la civilización en la que surge
o insurge como fenómeno político trasversal para el orden mundial.
De conformidad con lo planteado hasta ahora, conviene entonces des-
cribir el sentido original de la noción democracia para sus artíces prima-
rios, es decir, los antiguos griegos y, especícamente, para los atenienses
que fueron sus principales cultivadores:
La palabra griega demokratia se compone de demos, que quiere decir
pueblo, y de Kratos, que quiere decir “poder. Por tanto, traducida al cas-
tellano, signica “poder del pueblo. Si es así, las democracias “tienen que
ser” lo que dice la palabra: sistemas y regímenes políticos donde el pueblo
es el que manda. ¿todo resuelto? No. Ante todo, ¿Quién es el pueblo? y
después, ¿Cómo se atribuye el poder al pueblo? ... (Sartori, 2009: 15).
Nótese además que la democracia antigua es muy diferente a la democracia
moderna que surge al calor de la instauración y desarrollo de los estados libe-
rales en algunas partes del mundo. Por distintas razones que bien vale la pena
considerar, primero: los antiguos tenían una idea muy distinta de la libertad
como ya hemos explicado anteriormente y, segundo: apaleaban a una concep-
ción directa de la democracia, como ya hemos explicado también.
Igualmente, las sociedades antiguas en comparación con las contempo-
ráneas eran bastante pequeñas demográcamente hablando y el grupo de
ciudadanos, con derechos políticos plenos, se reducía a una elite masculina
poseedora de riquezas y capital social y abolengo. Por lo tanto, lo que se
entendía por poder del pueblo era, más concretamente, la articulación del
poder político y económico de un sector reducido de la sociedad que se atri-
buía de forma exclusiva el monopolio de los espacios de poder con los cuales
se garantizaba el mantenimiento del statu quo, nada más ni nada menos.
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI64
En este contexto Sartori (2009), explica conjuntamente que la demo-
cracia no tenía un sentido univoco, se trata de un concepto de franco ca-
rácter polisémico con al menos 4 signicados perceptibles: 1) plethos, que
se reere al cuerpo de ciudadanos en pleno, espacio donde el pueblo son
todos; 2) hoi polloi,los muchos” de forma abstracta 3) hoi pleiones, los
más, se reere al consenso de la mayoría para la toma de decisiones colec-
tivas de carácter vinculante para la polis y; 4) ochlos, la multitud circuns-
tancial no necesariamente organizada. De modo que el acto democrático
propiamente dicho, demandaba en cada escenario, en mayor o menor me-
dida, de la articulación dialéctica de estos cuatro elementos. En su obra se-
minal sobre democracia Teoría de la democracia 2. Los problemas clásicos,
el maestro intenta captar en una denición la esencia y las características
distintivas del gobierno del pueblo, por lo que arma:
La democracia antigua se concebía como una relación inherente, simbió-
tica con la polis. Y la polis griega no constituía en modo algunos la ciu-
dad-estado como acostumbramos a llamarla –porque no era de ninguna
forma un “Estado. La polis era una ciudad-comunidad, una koinomia.
Tucídides lo dijo en tres palabras: ándres gar polis (son los hombres los
que son la polis). Es muy revelador que politeía signicara a la vez ciuda-
dano y la estructura formal de la polis (Sartori, 1988: 344).
Debe quedar claro entonces, que las democracias o poliarquías con-
temporáneas tienen muy poca relación, o quizá ya ninguna, en términos
de sus estructuras y contenidos con la experiencia de democracia primera
y primaria de los antiguos. No obstante, habría que discutir en su mo-
mento si como suponen algunos cientícos sociales la palabra estado en
su sentido moderno surge de la obra de Maquiavelo El príncipe en el siglo
XVI o, por el contrario, el estado como fenómeno histórico que está con-
gurado por un poder vinculante, una territorialidad delimitada y una
nación o conjunto de naciones que comparten un conjunto de referentes
identitarios que las cohesionan, más allá de sus diferencias, es un fenóme-
no más antiguo presente ya en la primeras civilizaciones humanas como,
por ejemplo: Sumeria y Egipto. Desde nuestro punto de vista, todo indica
que la segunda opción es la más consistente. De modo que, la polis sería
más adecuadamente un especia de estado comunitario o comunal.
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 65
Pero ¿Es la antigua Atenas una ciudad occidental? La repuesta no es
sencilla, al parecer la idea de denir a la civilización griega en general como
la cuna de occidente en un hilo conductor que vincula, casi sin tensiones, a
la antigüedad grecolatina, con el medioevo europeo y la posterior moder-
nidad dieciochesca, es el resultado de una operación historiográca de la
modernidad eurocéntrica y del romanticismo alemán. De cualquier modo,
Atenas en su condición de ciudad puerto, —tuvo la capacidad de mezclar
en función de su desarrollo propio— un conjunto de inuencias materia-
les y simbólicas y de patrimonios culturales disimiles que daban cuenta, sin
duda, de lo mejor del mundo antiguo. Como bien explica Roberts (2007):
La aparición de una civilización en Mediterráneo oriental debió mucho a
las tradiciones que le precedieron en el Oriente Próximo y el Egeo. Desde
el principio nos enfrentamos a una amalgama donde se mezclan el habla
griega, un alfabeto semítico, ideas cuyas raíces están en Egipto y Mesopo-
tamia y reminiscencias de Micenas. Aun cuando esta civilización maduró,
sigue mostrando la diversidad de sus orígenes… (2007: 194).
De esta manera, las civilizaciones no son bloques monolíticos que sur-
gen y se desarrollan de forma aislada. Por el contrario, oriente y occidente
han tenido históricamente, desde sus orígenes, un conjunto de relaciones
de intercambio y complementariedad de toda índole que bien valdría la
pena reconstruir para dar al traste con paradigmas excluyentes7. En este
sentido, los productos culturales que surgen en Grecia y la Hélade, como
la democracia son subsidiarios de tradiciones y prácticas políticas previas
de los pueblos de oriente que los griegos en su gran genio y creatividad
supieron asimilar a sus modos de vida y, redimensionar debido a sus parti-
cularidades y necesidades colectivas.
LIBERALISMO, SOCIALISMO Y DEMOCRACIA CONTEMPORÁNEA
Aunque pueda resultar polémico para muchos se debe recordar que el
liberalismo, el socialismo y la democracia moderna-contemporánea tie-
nen un origen común en el programa losóco de la modernidad; por lo
tanto, para cumplir con los parámetros del objetivo formulado interesa
7 Esta idea es subsidiaria de lo planteado por Dussel (2001), quien además firma que Europa como
concepto cultural es un invento ideológico de fines del siglo XVIII, del romanticismo germano que
debe mirarse en el marco del discurso “ario racista.”
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI66
explicar ahora de forma resumida los distintos aportes conceptuales y doc-
trinales que el socialismo y el liberalismo han tributado a la democracia,
en distintos espacios y momentos, ello más allá de las posturas tradicio-
nales que se enfocan en resaltar los antagonismos existentes entre ambas
tendencias, de modo que, sin duda alguna, las democracias contemporá-
neas han sabido integrar a su repertorio epistemológico: ideas, conceptos,
valores, rituales y prácticas originadas en el seno de ideologías divergentes,
motivo por lo cual Villa y Berrocal (2019) arman que la teoría política
contemporánea surge del diálogo inter-ideológico al calor de ciertos con-
sensos que propenden por apuntalar espacios deliberativos al interior de
las poliárquicas para el logro del bien común.
El liberalismo es al mismo tiempo una ideología y una losofía que en
lo económico y político supone que cualquier concentración excesiva de
poder en el estado es proclive al aplastamiento del individuo y de cual-
quier libertad digna de reconocimiento (Sartori, 1988). No obstante, nos
recuerda Sartori que el afán cultural que identica a ciertas sociedades
occidentales para ganar progresivamente espacios de libertad que les per-
mitan a las personas el desarrollo de sus capacidades humanas y el impulso
de un proyecto de vida digno, más allá de las regulaciones e imposiciones
de los poderes públicos no es universal, ya que puede fácilmente consta-
tarse en la historia que:
(…) el deseo elemental de ser libre es la fuerza que se encuentra detrás de
todas las libertades, antiguas y modernas. De ello no se deduce que ese
deseo elemental sea natural; se trata más bien de un fenómeno cultural.
Múltiples civilizaciones y la mayoría de las sociedades tradicionales
no maniestan ni reprimen este deseo elemental (Sartori, 1988: 462)
(negritas añadidas).
Al parecer de Sartori el afán por las libertades es un ethos que se ha
venido cultivando en occidente desde la impronta de la civilización gre-
colatina hasta el momento presente, al calor de varias tensiones y con-
tradicciones muchas de las cuales no han sido aun debidamente resultas.
Sin embargo, el liberalismo clásico no niega la necesidad de un sistema
política que tiene en el estado su estructura nodal de poder vinculante
como garantía del orden establecido, al tiempo que reconoce que el goce
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 67
y disfrute de las libertades negativas de algunas personas, es decir, de aque-
llas libertades que no contravienen ninguna ley en sentido jurídico, no
pueden interferir o servir de óbice para las libertades y derechos de otras.
En consecuencia, el liberalismo en todas sus tendencias y expresio-
nes propone la libertad como garantía de orden, muy al contrario de la
losofía anarquista o de socialismo libertario que conjetura en el orden
estatal la negación absoluta de las libertades individuales y colectivas de
las personas, al tiempo que intenta estructurar un “orden” horizontal de
contenido ambiguo y de carácter post-estatal. Sea como sea, desde nues-
tro punto de vista los anarquistas en general —más allá de su radicalismo
maniesto— tienen razón en cuanto que es posible imaginar, al menos
teóricamente, un sistema político ganado al reino de la libertad más allá
del estado mucho más proclive a la democracia.
A diferencia de liberales y anarquistas los socialistas marxistas abogan
desde sus inicios, en la teoría y en la práctica, por la construcción siste-
tica de un estado popular interventor de todas las realidades: políti-
cas, económicas, sociales y culturales, que garantice en todo momento el
bienestar colectivo de las comunidades sin ninguna preocupación por el
ejercicio individual de las libertades individuales que, como reere Dus-
sel (2001), son para los materialistas-dialécticos un resabio de la “cultura
individualista burguesa” que no aprecia en la persona humana a un ser
gregario y aboga por un solipsismo egoísta y conservador en lo losóco.
Para Sartori (2009) no todo socialismo es en sí mismo una doctrina
totalitaria ya que existen experiencias como: la democracia social o social
democracia, la economía social de mercado o el socialismo liberal de Nor-
berto Bobbio, entre otras, que están decididamente enmarcadas en los
parámetros de las sociedades abiertas y del estado de derecho más allá de
sus legítimas y fundadas preocupaciones por construir mayores espacios
de bienestar y justicia social con equidad. A pesar de ello, asevera que la
hegemonía del socialismo marxista de franco carácter no democrático por
su idea de imponer una igualdad absoluta y de diluir toda forma de pro-
piedad privada de los medios de producción, adviene en 1918 con Lenin
y la fundación del partido comunista ruso al calor de la trágica revolución
de octubre:
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI68
Y precisamente a partir de aquel momento se abre una brecha insalvable
entre el comunismo, que es leninismo-estalinismo, y el socialismo, que no
lo es. Pero prácticamente en todas partes, entre 1920 y 1940 el socialismo
europeo se ve “obligado al marxismo” por la competencia con el comunis-
mo. Dejando claro que el marxismo europeo no era el leninismo soviético
(Sartori, 2009; 81).
Por las razones aludidas y por otras más que no viene al caso enunciar
en este momento, las contribuciones socialistas para el desarrollo de las
poliarquías contemporáneas que indica Hobsawm (2009) son: el sindica-
lismo, la seguridad social y en síntesis el estado de bienestar, no provienen
del marxismo soviético, sino muy especialmente del liberalismo progresis-
ta y de vertientes democráticas del socialismo que se fortalecen en Europa
occidental niquitada la segunda guerra mundial. En este sentido, Har-
necker (1999) señala que paradójicamente cierta izquierda latinoamerica-
na inuida por la corriente marxista-leninista ortodoxa:
Al denunciar justamente los límites de la democracia representativa o de-
mocracia formal, terminó por «negar el valor mismo de la democracia»,
olvidando que las conquistas en este terreno no son un don gratuito de
la burguesía, sino el fruto de batallas históricas del movimiento popular
como la lucha por el sufragio universal, el derecho al voto de la mujer, a la
organización sindical, etc. (1999: 120).
A pesar de esta realidad, la autora chilena de formación materialista
Marta Harnecker no ve antagonismos en la relación socialismo/demo-
cracia, porque —añadimos nosotros— la democracia si bien es cierto es
subsidiaria del liberalismo clásico de la modernidad constituye una forma
de gobierno que puede empoderar al pueblo y por su misma naturale-
za exible y ecléctica, puede integra en su núcleo gnoseológico aportes y
contribuciones diferentes con el propósito de apalancar el poder del pue-
blo devenido en ciudadano y aanzar, en una misma dinámica política,
los derechos políticos y las libertades civiles con los derechos económicos,
sociales y culturales que congurar ontológicamente a los derechos huma-
nos, en tanto sistema axiológico y jurídico que tiene como labor funda-
mental salvaguardar la dignidad humana y, porque no, servir de referencia
primaria para amparar también la dignidad de todas las formas superiores
de vida.
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 69
En cuanto al liberalismo todo indica que es la ideológica política que
más aportes a tributado a las experiencias democráticas contemporáneas
que, hoy en día, continúan en pleno desarrollo sin agotarse como sistema
político en la escena de un largo y complejo camino que transitar. Según
Bobbio (1992) democracia y liberalismo son elementos diferentes que
requieren tratamiento particular, mucho más cuanto las experiencias de
estados liberales históricamente existentes no están destinadas irrepara-
blemente a desembocar en democracia.
Han sido precisamente las luchas de grupos y sectores excluidos del
aparato liberal de gobierno los que han lidiado titánicamente en distin-
tas sociedades y momentos por la democratización del estado liberal y la
sociedad en su conjunto, circunstancia que signico la ampliación de la
ciudadanía en occidente. No obstante, conviene recordar también que la
teoría democrática liberal sentó las bases jurídicas y políticas del estado de
derecho, la institución del sufragio universal, la separación de los pode-
res públicos a modo de sistema de contrapesos, la libertad de expresión y
asociación y los derechos humanos de primera y segunda generación, para
limitar y obstaculizar el usa ilegitimo y arbitrario de los poderes vinculan-
tes, condiciones objetivas sin las cuales la democracia no podría existir o
seria sencillamente una fachada.
LA DEMOCRACIA DESDE LA PERSPECTIVA DIFERENCIAL DE LOS ESTU-
DIOS DE SARTORI
En este punto de la investigación es pertinente formular las siguientes
preguntas: ¿Qué signica ontológicamente para Sartoria la democracia?
¿Qué aspectos diferenciales caracterizan la teoría democrática que se ob-
serva en su obra? Para responder estas legitimas interrogantes se impone
la necesidad de citar un texto de su autoría por la claridad de las respuestas
que proporciona al respecto, se trata de la obra intitulada: ¿Qué es la demo-
cracia? publicada por el tribunal electoral de México en 1993, en la cual se
intenta signicar la democracia desde el conocimiento y contraste teórico
de los fenómenos no democráticos de gobierno, en una lógica que postula
que, para conocer la democracia, se necesita saber a ciencia cierta lo que no
es la misma, para no incurrir en ambigüedades y confusiones innecesarias.
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI70
Como es común en su obra cargada herramientas propias del análisis
lológico, retórico y semiótico, Sartori abogada por depurar la noción de
democracia de sus elementos contingentes y accidentales en función de
acceder al núcleo real de este concepto, por lo demás, multidimensional
y al mismo tiempo polisémico, en tanto sostiene que la actividad de de-
nir implicar delimitar y jar connes semánticos, ya que: “Un concepto
indenido es un concepto sin n del que no sabemos cuándo se aplica y
cuando no, que cosa incluye y cual excluye. El modo más simple de denir
un concepto es… el de denirlo por su contrario” (Sartori, 1993: 115).
En este orden de argumentos, la democracia liberal sería entonces el
apuesto categórico al absolutismo, autoritarismo, totalitarismo, o la dic-
tadura y la autocracia, así como a todas las formas y modalidades de ejer-
cicio del poder político que excluyen y/o entorpecen la realización —en
esencia y existencia— de la ciudadanía y el goce y disfrute de los derechos
fundamentales en un clima de bienestar material y de formalidades jurídi-
co-institucionales típicas del estado de derecho.
No obstante, no se descarta que los conceptos y experiencias contra-
rios a la democracia pueden poseer algunos rasgos propios de esta forma
de colectiva de gobierno, en aras de engañar a los incautos y desarrollar
en el proceso algunos niveles mínimos de legitimidad por desempeño, ya
que es bien sabido que es técnicamente imposible gobernar únicamente
mediante la violencia y le represión de las masas, de ahí que casi todas
los autócratas se autodenen en el discurso como “demócratas radicales,
contrarios a los privilegios de la élites.
Todo indica que la democracia realmente existente lo es, más allá de las
deciencias, contradicciones y limitaciones que algunas poliarquías pueden
tener, en mayor o menor medida, por su condición objetiva de limitar y
racionalizar el poder vinculante en el marco de un sistema política que crea
y recrea continuamente las condiciones de posibilidad para este que no sea
propiedad de ninguno, esto es, para que el poder no sea el patrimonio exclu-
sivo de una elite, grupos, estamento o personas en particular y, por lo tanto,
no se pueda ejercer sin condiciones ni límites precisos como instrumento de
dominación social en detrimento de los muchos (Sartori, 1993).
71
CAPÍTULO III. PRINCIPALES IMPLICACIONES
POLÍTICAS, IDEOLÓGICAS Y EPISTEMOLÓGICAS DE LA
TEORÍA DECISIONAL DE LA DEMOCRACIA DE SARTORI
El politólogo italiano Giovanni Sartori (1924-2017) dedicó lo mejor
de su vida académica al estudio de la democracia en su condición de ser
un constructo epistémico multidimensional, que por su complejidad no
puede ser agotado únicamente por lecturas históricas, politológicas o -
losócas asiladas, sino que amerita de aproximaciones interdisciplinarias;
además de ser, fundamentalmente, una experiencia histórica concreta que
sirve de pedestal al desarrollo político de variadas sociedades humanas
que valoran el ejercicio de la libertad y del estado de derecho para limitar
las posibilidades de realización de un gobierno arbitrario.
Es precisamente en sus estudios de la democracia (Sartori, 1988a; 1993;
2009), donde se va congurando quizá tangencialmente una teoría
relativamente original de esta forma de gobierno con rasgos particulares
en lo político, ideológico y epistemológico, de ahí que el objetivo de este
capítulo sea describir las principales implicaciones políticas, ideológicas y
epistemológicas de la teoría decisional de la democracia de Sartori, de cara
al debate politológico actual sobre las poliarquías contemporáneas. En
efecto, solo una lectura hermenéutica que conjugue al menos en igualdad
de condiciones la dimensión política, ideológica y epistemológica puede
acceder a la esencia o núcleo central de una teoría determinada.
Conviene aclarar que por implicaciones políticas se quiere signicar
al modo como la teoría aborda la cuestión del poder entre los principales
actores y factores que conguran al sistema democrático moderno; como
explica el origen y la legitimidad de la democracia y cuáles son sus límites
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI72
y contradicciones, entre otras cuestiones de interés. Por su parte, las impli-
caciones ideológicas de la democracia reeren sin duda a los valores, ideas
y conceptos que presentan al gobierno del pueblo no solo como un siste-
ma político, sino, además, como una cultura en la que subyacen un sistema
de creencias diferenciales sobre el papel del ciudadano como fuerza prota-
gónica activa en la construcción de su realidad política, economía y social,
capacitado en esencia y existencia para el ejercicio compartido del poder.
En síntesis, la democracia justica sus postulados centrales en un ima-
ginario colectivo que privilegia la libertad de la persona humana para
desarrollar sus capacidades inconmensurables de ser y hacer (Nussbaum,
2012), sin las barres de un gobierno arbitrario que niegue el pluralismo y
la diversidad, y que, igualmente, establece límites objetivos para impedir
un gobierno de facto. En este hilo conductor la relación que se observa
en la obra de Sartori entre democracia y liberalismo es consustancial más
que accidental, sin negar por ello la posibilidad teórica de imaginar otras
formas de democracia ideológicamente no liberales.
Por último, entendemos la epistemología siguiendo a Bunge (2005),
como el espacio en el que conuyen, con fronteras difusas, el conocimiento
cientíco y la reexión losóca ganada al estudio de los alcances y signi-
cados de la ciencia, mediante el examen lógico de la categorías que intervie-
nen en la investigación cientíca y, por extensión, de la teorías que sirven
de modelo interpretativo de la realidad a las investigación política de base
empírica (Sartori, 1992), baso el supuesto que los fenómenos sociales y na-
turales son siempre cognoscibles. En este sentido, un análisis epistemológi-
co de la teoría decisional de la democracia debería poder determinar el valor
cientíco de sus argumentos y proposiciones fundamentales.
IMPLICACIONES POLÍTICAS DE LA DEMOCRACIA EN EL PENSAMIENTO
DE SARTORI
En principio, la democracia es un fenómeno eminentemente político,
aunque por su trascendencia rebase los límites de la política y lo político y
tenga profundas manifestaciones materiales y simbólicas en los dominios
de lo sociocultural (Cansino, 2008). De hecho, podría armarse con pro-
piedad que es la democracia el principal fenómeno político de la civiliza-
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 73
ción occidental en la modernidad (Medina, 2014). En este sentido, es que
Spinoza arme categóricamente desde el siglo XVII que:
…esta se dene, pues, como la asociación general de los hombres, que posee
colegialmente el supremo derecho a todo lo que puede. De donde se sigue
que la potestad suprema no está sometida a ninguna ley, sino que todos
deben obedecerla en todo. Todos, en efecto, tuvieron que hacer, tacita o
expresamente, este pacto cuando le transrieron a ella su poder de defen-
derse, esto es, todo su derecho (Spinoza, 2018: 167) (negritas añadidas).
Como es común en los contractualistas, Spinoza supone que la sociedad
democrática es el resultado de un pacto originario para superar el estado de
naturaleza e instaurar un ordenamiento racional para mantener la conviven-
cia pacíca y, al mismo tiempo, proteger a todos los miembros del cuerpo
social, de las amenazas internas y externas a la comunidad. No obstante, su
concepto de potestad suprema entendida como la causa primaria de toda
soberanía, está sobrevalorada porque incluso en el entendido de que esta
forma de potestad no esté supeditada a ninguna ley positiva, queda someti-
da al menos a las leyes de la razón, de lo contrario devendría en una fuerza
arbitraria que afectaría para mal la vida de personas y grupos.
De cualquier modo, Spinoza es uno de los arquitectos de la democracia
moderna por cuanto preere —desde una época temprana— a la demo-
cracia que al gobierno de uno “monarquía” y ve en el gobierno del pue-
blo la necesidad de una asociación general de los hombres, que adquiere
mediante el diálogo y la concertación racional el supremo derecho a todo
lo que puede. Sin embargo, para Sartori en su condición de politólogo lo
realmente importante cuando se trata de valorar la democracia no son las
discusiones teórica y losóca sobre el ideal, al decir de Espinoza:
Su primera intención no es proponer ni descubrir una teoría nueva
de la democracia. Establece ahí los principios metodológicos de su re-
exión: el ideal democrático no dene la realidad democrática y, vicever-
sa, una democracia real no es ni puede ser una democracia ideal; la demo-
cracia resulta de, y es conformada por, las interacciones entre sus ideales y
su realidad, el empuje del deber (la teoría, los ideales, la prescripción) y la
resistencia del ser (la realidad política, los hechos, la descripción). En esa
doble dimensión, su interés se dirigió a un conocimiento práctico de
la política real (Espinoza, 2017: 56) (negritas añadidas).
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI74
En efecto, para Sartori las implicaciones políticas de la democra-
cia como el sistema de gobierno de la modernidad por antonomasia, se
aprende en la dialéctica relación ideal democrático y realidad democrática
concreta (poliarquía); los lósofos por su parte se enfocaron más que todo
en la reexión normativa o prescriptiva —actividad erudita a la cual Sar-
tori aporta bastante y nunca huye—, pero en contraste, los politólogos
y cientícos sociales en general, se han dedica al estudios no solo de la
democracia en general como tipo ideal, sino, de las experiencias democrá-
ticas en las distintas sociedades que se adhieren a este modelo de gobierno.
Por estas razones y por otras más que no viene el caso ahora enunciar es
que los estudios de democracia de Sartori se preocuparon por determinar
aspectos políticos como:
La arquitectura constitucional que sirve de asidero a la democracia.
Los actores protagónicos de la democracia contemporánea: parti-
dos políticos, sociedad civil organizada, medios de comunicación
y liderazgos individuales o colectivos y factores de poder –forma-
les e informales–, entre otros.
El andamiaje institucional democrático.
Procesos y resultados previsibles de la democracia.
En el texto Ingeniería constitucional comparada Sartori (1996) es-
tudia además el conjunto de procedimientos democráticos que determi-
nan las formas y características de los parlamentos, el acto del sufragio,
la representación política, los sistemas electorales, la representación pro-
porcional de las mayorías y minorías y, la naturaleza misma de las leyes
democráticas, estudio en el que concluye que no hay fórmulas mágicas
que garanticen en todo momento el éxito democrático porque todas las
prácticas e instituciones de gobierno responden o, deben responder, a los
requerimientos de un contexto histórico particular y a las necesidad de
unas comunidades políticas en especíco, diferentes de una sociedad a
otro y de una época a otra.
De cierta forma la teoría democrática de Sartori tiene un sesgo neo-institu-
cionalista porque dota de gran importancia a las instituciones en el desarrollo
de las conductas y valores democráticos. Al decir de Losada y Casas (2008):
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 75
Así, pues, en este enfoque, la investigación de los fenómenos políticos
parte de las instituciones, como rasgo estructural de la sociedad, o de la
forma de gobierno. Sin embargo, se postula que este análisis debe estar
también informado por un escrutinio del comportamiento individual, las
ideas y los intereses en juego, tanto individuales, como grupales. En este
sentido y paradójicamente, el neo-institucionalismo mantiene los aspec-
tos relevantes del conductismo, la elección racional e, incluso, de la psico-
logía cognitiva (2008: 178).
Especícamente Sartori (1988a) asume que la relación de las institu-
ciones con los actores políticos es simbiótica porque estas inuyen en el
comportamiento de partidos políticos, sociedad civil organizada, medios
de comunicación y liderazgos individuales o colectivos y, simultáneamen-
te, se ven permeadas y modicadas para bien o para mal por el accionar
de estos actores o sujetos políticos. En este punto la pregunta obligada
es ¿son las instituciones políticas de corte democrático la sabia vital de la
cultura democrática o, la cultura democrática es la columna vertebral de
toda democracia sustantivas?
La teoría de la democracia de Sartori (2009), le asigna a la democracia
una primacía política superlativa, claro está si se entiende la política como
un espacio direccional creado para administrar recursos, gestionar conic-
tos y organizar y proteger comunidades. Desde esta perspectiva Sartori no
oculta su inclinación eurocéntrica al armar que la civilización occidental
ostenta dos liderazgos por sobre las otras civilizaciones contemporáneas: a)
el liderazgo cientíco técnico que recrea la naturaleza y fortalece la cultura
y; b) la primacía ético-política para la construcción de la ciudad-libre como
área básica de convivencia, en un clima que intenta dignicar a la persona
humana y auspiciar su libertad en el sentido moderno del concepto.
Denitivamente, los estudios de Sartori sobre la democracia clásica (Sar-
tori, 1988a) y moderna (Sartori,1993) abordan a profundidad la cuestión
del poder y de los actores como sujetos políticos que conforman este sistema
y; de los factores, esto es, las circunstancias históricas en las que se desarrolla
el ejercicio del poder, de forma magistral. En el primer caso, se explica que:
La democracia antigua se concebía como una relación inherente, simbió-
tica con la polis. Y la polis griega no constituía en modo alguno la ciu-
dad-estado como acostumbramos a llamarla –porque no era de ninguna
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI76
forma un “Estado. La polis eras una ciudad comunidad, una Koinonía.
Tucídides los dijo en tres palabras: andrés gar polis (son los hombres los
que son la polis). Es muy revelador que politeía signicara a la vez ciu-
dadano y la (estructura) forma de la polis. Así, pues, cuando hablamos
del sistema griego como si fuera un Estado democrático cometemos una
incorrección terminología y conceptual (Sartori, 1988a: 344).
En la visión actual, la polis griega no sería para nosotros un ordena-
miento democrático propiamente dicho en el sentido de que de que no
existía en ese momento límites entre los espacios públicos y la vida privada
de personas y familias. Los órganos de gobierno colectivo de la polis re-
gulan por igual lo público y lo privado, de hecho, en este punto conviene
aclara que la distinción entre ambas esferas es producto de la concepción
moderna de la libertad (Constant8, 2018).
Por su parte, Sartori (1993) describe objetivamente los cambios que
hacen de la democracia moderna un sistema político diferente al clásico,
aunque siga deniéndose al menos nominalmente de la misma forma
como gobierno del pueblo o poder del pueblo. En el contexto moderno la
cuestión del poder se aborda de forma diferente por muchas razones que
conviene mencionar: primero, la ampliación social de la ciudadanía a cada
vez más sectores; segundo, la idea de una libertad sustancial a la persona
humana que le permite desarrollar un proyecto de vida sin la intromisión
del estado y; tercero, la existencia de un Estado constitucional de dere-
cho que divide y limita el poder político: “El Estado democrático —si
lo designamos correctamente— es el Estado constitucional liberal; esto
signica que la democracia política se funde con el liberalismo y ha sido,
en buena parte, sustituido por él” (Sartori, 1988a: 473).
8 Este ilustre pensador decimonónico francés en su Discurso sobre la libertad de los antiguos compara-
da con la de los modernos, señala que la libertada de los antiguos y de los modernos no tiene punto de
comparación. Para los segundos, la libertad significa: “…para cada uno el derecho de dar su opinión,
de escoger su industria y de ejercerla; de disponer de su propiedad, de abusar de ella incluso; de ir
de venir, sin requerir permiso y sin dar cuenta de sus motivos o de sus gestiones. Para cada uno es el
derecho de reunirse con otros individuos, sea para dialogar sobre sus intereses, sea para profesar el
culto que los sus asociados prefieren…” Por el contrario, para los antiguos griegos la libertad: “…con-
sistía en ejercer colectiva pero directamente varios aspectos incluidos en la soberanía: deliberar en la
plaza pública sobre la guerra y la paz, celebrar alianzas con los extranjeros, votar las leyes, pronunciar
sentencias, controlar la gestión de los magistrados, hacerles comparecer delante de todo el pueblo…
los antiguos llamaban libertad a todo esto, además admitían como compatible con toda esta libertad
colectiva, la sujeción completa del individuo a la autoridad del conjunto” (Constant, 2018: 194).
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 77
IMPLICACIONES IDEOLÓGICAS DE LA DEMOCRACIA EN SARTORI
La democracia como toda forma de gobierno se ha construido dialéc-
ticamente en base a ciertos sistemas de creencias (Villa y Berrocal, 2019)
razón por la cual no se trata de una estructura de gobierno neutral, más
allá de su pretensión de universalidad. Tal como señala Van Dijk (2005),
en política las ideologías “orientan” la acción de personas y grupos sobre
los objetivos a perseguir, las formas de permanecer cohesionados frente a
otros grupos y otras ideologías, por lo tanto, en esencia se convierten en
el modelo ético para interpretar la realidad de la que se forma parta y para
desarrollar el núcleo simbólico de su identidad. Además, toda ideología
aspira a integrar su concepción del mundo en parte fundamental del acer-
vo cognitivo de un tiempo y espacio determinado para que sus postulados
se perciban en la opinión pública como verdades indiscutidas o axiomas,
tal como ha sucedido con los derechos humanas, la teoría de la evolución
o la democracia, de ahí también el intento del socialismo marxista de mos-
trarse como un “socialismo cientíco.
En palabras de Di Pasquale es importante:
(…) comprender que el proceso ideológico no es un fenómeno abstracto o
metafísico, aislado del medio social, sino que está inserto en las experien-
cias históricas de los sujetos, de sus prácticas y sus
representaciones. Así, pues, la ideología asume movimientos permanen-
tes y reviste un carácter exible en su vinculación con el registro sociohis-
tórico (2012: 108).
Estas circunstancias de la relación ideología-democracia son maneja-
das con mucha claridad en la mayoría de las obras de Sartoria, quien es por
lo demás un pensador liberal que dene muy bien la traída de los valores
democráticos o, mejor dicho, democrático liberales, a saber: el pluralismo,
la libertad política y la igualdad formal y sustantivas de todos los ciuda-
danos, no como un fenómeno intangible o metafísico sino como prácti-
cas intersubjetivas cotidianas, susceptibles a la investigación politológica,
prácticas que derivan de ideas y valores que interesa describir.
Si bien son muchos los valores que conguran en el plano de las represen-
taciones sociales a una democracia, los estudios de Sartori (2009) ponen énfa-
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI78
sis en la triada enunciada en el anterior párrafo, ya que a su entender de estos
valores primarios derivan los demás. En el caso del pluralismo, en su sentido
axiológico diferencia a las democracias existentes de los sistemas autocráticos
y totalitarios que imponen una ideología ocial a la sociedad como condición
de posibilidad para obliterar el pensamiento crítico y el disenso, en este punto
Sartori agrega: “Todo empezó a partir del momento que se comprendió que
la disensión, la diversidad de opiniones, los contrastes, no son necesariamente
un mal” (Sartori, 2009: 63), y seguidamente arma:
Indudablemente, la guerra civil y los conictos armados entre facciones
conducen a la ruina de los Estados. Pero entre una concordia forzada,
por un lado, y el enfrentamiento armado, por otro, existe una amplia área
intermedia de diversidad y de libertad de las ideas y de las conductas que
no pone en riesgo el orden político-social, sino que, por el contrario, lo
enriquece y lo dinamiza (Sartori, 2009: 63).
El principio del pluralismo político no es más que el reconocimiento
por parte de las democracias liberales de la diversidad sociocultural que está
presente, en mayor o menor medida, en todas las naciones humanas. De este
principio se desprende la libertad de conciencia y culto y, fundamentalmen-
te, el derecho a la autodeterminación y libre desarrollo de la personalidad
presente en buena parte del constitucionalismo contemporánea.
En cuanto al principio y valor de la libertad política tipicado en el
derecho positivo en plural como libertades políticas y derechos civiles que
se observa nítidamente desde documentos históricos como la declaración
de derechos del Buen Pueblo de Virginia de 1776, en la declaración de los
derechos del hombre y del ciudadano de 1789 y, más recientemente, en va-
rios artículos de la declaración universal de derechos humanos de 1948 que
viene a catapultar los preceptos básicos del pensamiento liberal al acervo
jurídico que debe regir toda forma de organización humana. A este res-
pecto Sartori sostiene que:
Para Spinoza, la libertada era una perfecta racionalidad. Para Leibniz, es-
pontaneidad de la inteligencia; para Hegel, aceptación de la necesidad.
Pero todas estas deniciones se reeren a una libertad última ubicada in
interiore hominis, dentro del hombre. Ninguna de ellas tiene en cuanta la
libertad externa, la condición de ser libre o no libre en relación con los
demás (Sartori, 2009: 67).
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 79
La libertad que interesa a la teoría moderna es la libertad política por cuan-
to es en el escenario político global donde el ciudadano deende los marcos
jurídicos que le permiten ejercer, sin obstrucciones arbitrarios, la libertad en
sus variadas expresiones y modalidades de acción. De ahí que Sartori (1993)
deja claro que una libertad reducida al plano de las conciencias individuales
y que no pueda extenderse a la polis en su conjunto, es una libertad cticia,
porque en última instancia no es correcto repetir que las libertades y dere-
chos terminan donde inician las libertades del otro, como alteridad dialéc-
tica, sino que, más correctamente, se inician intersubjetivamente ya que en
democracia plena, todos deben vivir en libertad sustantiva al tiempo que se
suprime toda forma de opresión, es decir, que mi libertad personal está ínti-
mamente vinculada a la libertad del otro como condición de posibilidad para
su garantía y desarrollo total y completo, por lo tanto, bajo este razonamien-
to una personas es libre si todas las personas lo son y viceversa.
En cuanto a la igualdad la discusión es mucho más compleja porque la
teoría liberal clásica que emerge al calor del pensamiento dieciochesco de la
ilustración terminó siendo insostenible en este particular, por cuanto que,
la famosa libertad formal ante la ley era materialmente imposible en contex-
tos donde las desigualdades sociales eran tan marcadas que unos individuos
no gozan de las condiciones mínimas necesarias para el goce y disfrute de
sus derechos políticos y libertades civiles, quedando a merced de las elites y
grupos de poder que los marginaban en lo políticos y explotaban en lo eco-
nómico. Es precisamente esta carencia del liberalismo clásico por defender
un ideal mínimo de justicia social que surge en el siglo XIX otras losofías
políticas radicales, que, como el socialismo marxista y el anarquismo, son
mucho más sensibles ante la pobreza y la marginación humana.
Para Sartori (1988a), los principios de pluralismo, igualdad y libertad
están lógicamente relacionados de modo que, nadie puede ser comple-
mente libre si, en principio, encuentra barreras objetivas para la manifes-
tación de sus particularidades ontológicas o diferencias de toda índole y,
menos aún, si vive en un contexto de signicativas desigualdades materia-
les que le impiden el desarrollo de su autonomía personal, por carencias
en el acceso de bienes y servicios básicos, como salud, educación o cultu-
ra, de hecho, el llamado estado de bienestar se construye a partir de estas
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI80
realidades, al calor de los parámetros ideológicos de la democracia social
y del socialismo democrático. Leamos lo que dice Sartori sobre este tema:
(…) la demanda democrático liberal llego a concretarse en tres puntos:
1. Sufragio igual universal, es decir, extensión del derecho de voto a to-
dos como culminación de la libertad política.
2. Igualdad social, entendida como igualdad de status y consideración y,
por lo tanto, ausencia de distinciones en virtud de la clase social y de
la riqueza.
3. Igualdad de oportunidades (1988a: 418).
De nuevo las ideas particulares que surgen de la igualdad dependerán
del prisma político e ideológico con que se le mire. Tal como señala Sti-
glitz (2015), la idea marxista de la igualdad absoluta que se conoce de
la experiencia histórica del socialismo real es irracional porque terminó
igualando a las personas en la pobreza y la carencia de libertades y dere-
chos fundamentales y, al mismo tiempo, acabo por suprimir los mecanis-
mos de ascenso social al eliminar los incentivos económicos que vienen
acompañados de los logros laborales, educativos y profesionales típicos de
la meritocracia liberal.
IMPLICACIONES EPISTEMOLÓGICAS DE LA TEORÍA DEMOCRÁTICA DE
SARTORI
Sartori nunca pretendió deliberadamente ser un ideólogo o un activista
político, su labor cientíca, académica y docente estuvo ganada al estudio
sistemático de la política en general y, de la democracia en particular, aun-
que con un marcado sesgo liberal que da cuenta del condicionamiento so-
cial del conocimiento. En este contexto, su trabajo ha signicado un avance
revelador en la forma como las generaciones contemporáneas de politólo-
gos y cientícos sociales entienden la democracia, sus procesos instituciona-
les y sus efectos o resultados. De hecho, su perspectiva metodológica rebasa
los límites de la ciencia política y congura lo que Morales y Col. (2019)
denen como una epistemología política, esto es, un campo donde conuyen
en igualdad de condiciones todos los saberes que se producen y reproducen
sobre el fenómeno político en las distintas disciplinas y ciencias.
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 81
Por regla general, las teorías politológicas tienen una base cientíca
porque ya no solo se desarrollan mediante la reexión losóca en abs-
tracto y la especulación, sino que se construyen en estricta observación
de los fenómenos tal como se desarrollan en la realidad histórica. En este
sentido, Sartori (1992) señala que en este aspecto especíco se diferencian
las ciencias sociales en general de la losofía, toda vez que estas cimentan
sus aparatos teóricos en completa sintonía con los datos empíricos recaba-
dos metódicamente, lo que no signica tampoco que en la ciencia no haya
espacio para la losofía o que, la losofía moderna no reexione en torno
a problemas reales.
La base epistemológica de la teoría de la democracia de Sartori viene
dada siguiendo las ideas de Calvano (2018), porque logra conjugar la re-
exión losóca con abundantes datos empíricos recolectados del medio
social. En consecuencia, de la fusión historia, losofía y datos es que for-
mula sus teorías que pueden validarse mediante dos operaciones lógicas
relativamente simples. Primera, son capaz de explicar la mayoría de las
causas de los fenómenos políticos escudriñados y, especialmente, el modo
como estos inciden en la vida cotidiana de personas y colectividades. Se-
gundo, tienen el potencial heurístico para orientar el contenido empírico
y racional de las ideas políticas destinada a crear un ser humano libre y
creativo.
En efecto, el potencial epistemológico de una teoría política como la
de Sartori viene dado entonces porque más allá de sus sesgos ideológicos
propios de la subjetividad humana y del consiguiente condicionamiento
social del conocimiento, al que ningún pensador puede escapar y que se
traduce en el postulado: toda teoría está condicionada por el tiempo y espa-
cio donde surge, su estructura lógica es clara. Sin embargo, no debe mirarse
a la ciencia desde la perspectiva neopositivista que pretende emular en el
plano social y político la metodología de la ciencias naturales y exactas,
hay que comprender, por lo tanto, los conceptos como ciencia y teoría y
su sentido etimológico de origen.
La ciencia es teoría que remite a la indagación, una indagación (experi-
mento, o adquisición de datos) que a su vez re-opera sobre la teoría. Pero
esto no es todo; la ciencia es también aplicación, traducción de la teoría
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI82
en práctica… basta dirigir la mirada a la más avanzada ciencia del hombre
—la economía— para advertir que la teoría no es ciencia que se agota
en la investigación, sino también teoría que se prolonga a la actuación
práctica; proyecto para intervenir, una praxeología (Sartori, 1992: 237).
Queda claro entonces que el carácter cientíco de una teoría desde la
visión del autor no solo viene conrmado por su capacidad de explicar fe-
nómenos de forma deductiva e inductiva, además se impone en el campo
político la necesidad de hacer de la teoría de base empírica un brújala que
guie la acción práctica de los hacedores de políticas y de los ciudadanos in-
formados en general, tal como se aprecia nítidamente en los dominios de
lo económico. De ahí que al precisar el estatus epistemológico de la teoría
democrática de Sartori surgen preguntas simples, pero al mismo tiempo
complejas, como: ¿Cuáles son los aportes o contribuciones que hace la
teoría de Sartori al desarrollo de las poliarquías actuales? ¿Qué programas
políticos se desprenden de estas teorías democráticas? ¿Qué interés están
representados de forma tangible o encubierta en estas teorías?
SARTORI Y LA TEORÍA DECISIONAL DE LA DEMOCRACIA
De nuevo conviene recalcar que Sartori nunca se propuso desarrollar
una teoría propia y original de la democracia, sino que más bien, se interesó
en desplegar un conjunto de estudios sobre el tema donde se conjuga la pers-
pectiva losóca, politológica, jurídica, lingüística e histórica que sin duda
signicó un avance epistemológico para la ciencia política contemporánea.
Sin embargo, en el tomo I de la teoría de la democracia Debate contemporá-
neo, formula un conjunto de criterios conceptuales para proponer lo que
dene como una teoría decisional de la democracia, bajo el supuesto de que
en la construcción colectiva del gobierno y poder del pueblo la toma de de-
cisiones o aparato decisional es lo verdaderamente importe.
En principio el maestro italiano expone que la actividad política desde
sus orígenes históricos en las primeras civilizaciones humanas es y ha sido
un fenómeno de decisiones colectivizadas de carácter vinculante y, en este
punto, alerta sobre los dos grandes tipos de decisiones a considerar: deci-
siones grupales y decisiones individuales, pero en ambos casos deja claro
que no todas las decisiones tienen necesariamente un franco sentido po-
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 83
lítico. Especícamente las decisiones políticas colectivizadas son aquellas
que se identican por ser:
a) Soberanas; b) sin escapatoria; y c) sancionables. Soberanas, en el sen-
tido de que anulan cualquier otra norma; sin escapatoria, como diría
Hirsehman, porque se extienden hasta las fronteras que denen territo-
rialmente la ciudadanía; y sancionables porque están respaldadas por el
monopolio legal de la fuerza (Satori, 1988b: 262-263).
De modo que estamos ante decisiones políticas cuando se articulan
dialécticamente las condiciones a), b) y c) que reere la cita. Grosso modo
el hecho político es entonces el reino de las decisiones colectivizadas con
capacidad para determinar el bienestar o malestar de una sociedad. En
este orden de ideas, la importancia que puede asignarse a las decisiones
individuales o colectivas es casi enteramente ideológica, de ahí que para
los sistemas políticos liberales la cultura individualista es importante en
el sentido de que arma la autonomía de la persona; en contraste, para
los sistemas socialistas el individualismo es un antivalor por sí mismo
que conviene descartar cuando se trata de privilegiar en cada momento el
bienestar colectivo, sin embargo:
a) La denominada ideología individualista cede en buena medida ante la
colectivización cuando la utilidad o la necesidad de esta última se demues-
tra razonablemente. La ideología de la colectivización es inexible porque
considera que las decisiones privadas o individuales son intrínsecamente
malas --tanto porque el individualismo es malo en sí mismo como porque
supone la propiedad privada, la acumulación privada de capital y todos los
efectos negativos que de ello dimanan (Satori, 1988b: 263-264).
De la anterior consideración se ineren al menos dos grandes conclu-
siones laterales: por una parte, el hecho de privilegiar un tipo de decisión
en detrimento de otro está determinado de antemano por el sistema po-
lítico que sirve de escenario para el acto decisional. Por el otro, el aparato
decisional está condicionado al sistema de creencias o ideología que sirve
de pedestal simbólico al sistema político. Si se arma, simplicando el
debate, que en última instancia un gobierno es liberal-individualista o,
por el contrario, socialista-colectivista no se puede omitir sesgadamente
que incluso la democracia más liberal que se pueda imaginar tiene, intrín-
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI84
secamente, la capacidad para tomar decisiones colectivizadas más allá de
la soberanía individual, a diferencia de los ordenamientos socialistas que
menosprecian a priori las necesidades y preferencias del individuo.
Para la teoría decisional de la democracia las decisiones, en especíco,
pueden distinguirse entonces por su ideología y, más pragmáticamente,
por su utilidad en términos de una evaluación costo-benecio que puede
determinar su utilidad, resultados e importancia política, mediante varia-
das herramientas teóricas y prácticas como la evaluación de las políticas
públicas, la Contraloría social y el gobierno abierto —que propicia el ac-
ceso abierto a la información de interés general, sin ninguna opacidad—.
EL COSTO DE LAS DECISIONES
Para la teoría decisional el estudio de los riesgos y costos previsibles de
las decisiones es primordial, como condición de posibilidad para com-
prender cientícamente en cada momento el proceso de toma de decisio-
nes. En este hilo argumentativo Sartori postula dos axiomas, a saber:
Axioma 1: todas las decisiones de grupos o colectivas suponen costes in-
ternos, es decir, riesgos para los que adoptan la decisión, generalmente
denominados costos de la adopción de la decisión.
Axioma 2: todas las decisiones colectivizadas implican riesgos externos,
es decir, riesgos para los destinatarios, para aquellos que reciben las deci-
siones de fuera, ab extra (Sartori, 1988b: 264).
No es el propósito de la teoría determinar que es, en contexto, una buena
o mala decisiones ya que su nalidad no es axiológica, ni ética, se trata más
bien de construir un aparato analítico que aporte luces en el análisis de los
riesgos y costos intrínsecos a cada decisión en un escenario donde inuyen
una multiplicidad de actores y factores a considerar. En el universo de la
política los riesgos o costos internos de tomar una decisión improvisada o
impopular varían, por ejemplo, signicativamente de una democracia a un
sistema de gobierno no democrático. En el primer caso, es de esperarse que
el grupo decisor en su condición de elite de poder se mueve en cada momen-
to con la rme intención de incrementar cualitativamente sus niveles de le-
gitimidad por desempeño, en las representaciones sociales y los imaginarios
colectivos de la política que le legitiman. En el segundo, los gobiernos de
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 85
fuerza pueden sustituir signicativamente su necesidad de ganar legitimi-
dad por desempeño mediante una gestión aceptable, por pura propaganda
y represión sin la necesidad de perder su hegemonía.
En cuanto a los riesgos externos de una decisión colectivizada la situa-
ción es muy similar, porque cuando no hay mecanismos efectivos que pro-
tejan sustancialmente a los ciudadanos del uso arbitrario del poder, como
sucede en los gobiernos no democráticos, el costo de una mala decisión
nunca es asumido por la clase gobernante que goza de impunidad y sabe
que no hay forma de desplazarla del poder por el voto. En consecuencia,
los costos de las malas decisiones son socializados y los benecios se priva-
tizan en un partido, grupo, familia o clase privilegiada. Es idea contradice
la hipótesis generalmente aceptada o, acríticamente acetada, de que no se
puede gobernar únicamente mediante las herramientas de violencia ma-
terial y simbólica, sin un sustrato mínimo de legitimidad de origen y de
legitimidad por desempeño (Sartori, 1988b).
De cualquier modo, se trata de una teoría decisional de la democracia
que, por tanto, sirve para abordar los requerimientos de un sistema demo-
crático, bajo las coordenadas del razonamiento que sigue: “a) Las decisio-
nes colectivizadas conllevan riesgos externos; b) los riesgos externos pue-
den no traducirse en un daño; pero c) el problema consiste precisamente
en aumentar la probabilidad de resultados beneciosos y en minimizar la
probabilidad de resultados perjudiciales” (Sartori, 1988b: 265), ante lo
cual no hay más nada que agregar.
ÓRGANO DE TOMA DE DECISIONES
En Sartori (1988a: 1988b; 1993; 2009) hay una idea recurrente sobre
las limitaciones de los órganos decisionales en democracia. Especíca-
mente expresa que entre mayor es el número de las personas que parti-
cipan en los órganos institucionales, menor es la intensidad de su poder
decisor, así, por ejemplo, en una asamblea conformada por 100 personas
donde todos tengan equidad de vos y voto, el poder decisorio de cada uno
es de 1 entre 99, resultado que en matemática simple sería de 0.01… esta
situación plantea un conjunto de problemas a la teoría política contempo-
ránea, ante lo cual el maestro arma:
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI86
Un millar de personas reunidas que proceden por aclamación no cae bajo
esta norma porque no hay nada que realmente decidan; simplemente
ratican decisiones ya tomadas. Así pues, la regla puede rearmarse del si-
guiente modo: siempre que cada persona tiene voz y voto independientes,
el número de decisores está en relación directa al costo de las decisiones…
(Sartori, 1988b: 266) (negritas añadidas).
En efecto, en democracia la mayoría de las decisiones en las que se
permite participar a la ciudadanía, signican una disolución objetiva del
poder individual en el mar de la llamada voluntad general, no obstante,
aun así, supones que es mejor participar que no participar por razones
harto conocidas. En la teoría decisional de la democracia, se hace hincapié
en tres variables independientes, pero al mismo tiempo correlacionadas:
Atando cabos, disponemos ahora de tres variables: a) el número de deci-
sores; b) la forma de seleccionarlos (designarlos); y c) las reglas que rigen
la adopción de las decisiones” (Sartori, 1988b: 271).
En cuanto el tema del número de decisores todo indica que en las de-
mocracias representativas-participativas contemporáneas son realmente
muy pocos, incluso en las democracias avanzadas, donde los grandes temas
de ejecución de políticas y legislación los denen en último término, algu-
nos comités. Para Sartori (1988b) un comité es sencillamente un grupo de
personas con poder político vinculante que, más allá de sus diferencias e
interés, tienen la capacidad de lograr consensos y de tomar decisiones en
conjunto en todas las instancias del poder, mediante un sistema de compen-
sación reciproca que se traduce en: doy algo para recibir luego alga a cambio.
En este punto se indica que: “En consecuencia, la clave es la representa-
ción, pues solo la reducción drástica del universo de los representados a un
pequeño grupo de representantes permite la reducción momentánea de
los riesgos externos (de opresión) sin agravar los costes de las decisiones…
(Sartori, 1988b: 272), idea que es muy debatible ya que son conocidas
muchas experiencias históricas en Latinoamérica donde la representación
no solo no reduce los riesgos externos de opresión social, sino que los au-
menta exponencialmente, ante lo cual se han impulsados ciertas narrati-
vas de prodemocracia directa9.
9 Al decir de Heath y Potter (2005), estas narrativas provienen de una especie de contracultura que es
hostil a los mecanismos de representación política tradicionales, al tiempo que ensalza utópicamente
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 87
Sobre la forma de seleccionar los decisores no solo es una cuestión que
atañe a la dimensión procedimental de la democracia y las formas de es-
tado y de gobierno que se mire, se trata además de las relaciones de poder
que en un juego de suma cero a veces reviste de poder a ciertas personas
y grupos en detrimento de otros. Sin descartar a priori que la suma cero
puede dar paso a ciertos sistemas de pactos y alianzas, con mayor o menor
estabilidad, propios de una suma positiva, esto es, un esquema más coope-
rativo que competitivo.
Este este punto Sartori señala con la terminología propia de la teoría
de juegos: “(…) cuando un juego es de suma cero la alternativa es simple-
mente ganar o perder. A la inversa, se dice que un juego es de suma positi-
va cuando todo jugador puede ganar. Si es así, el problema en último tér-
mino es partir y distribuir las ganancias” (Sartori, 1988b: 273). De hecho,
la realidad concreta puede pendular entre el conicto y la cooperación en
función de los intereses que estén en juego y de las características de cada
situación en particular.
Finalmente, conviene señalar tres cosas sobre la teoría decisional de la
democracia: primero, aunque fue pensada en la década de los ochenta del
XX hoy goza de buena salud porque su potencial heurístico y hermenéu-
tico sirve para explicar, hoy en día, muchos problemas teóricos y prácticos
de los procesos decisionales. Segundo, resulta llamativo que se haya escri-
to poco de esta teoría al menos en castellano tal como lo puede demostrar
cualquier pesquisa sobre el tema en la web y en las bases de datos especia-
lidades en ciencia política. Tercero, esta teoría debe manejarse como una
prolongación más de la teoría general de democracia que congura la obra
de Sartori, teoría que, sin embargo, tiene un perl ecléctico, argumentati-
vo más que demostrativo y, en consecuencia, no-conclusivo.
CONCLUSIONES CAPITULARES
La hipótesis principal que se desprende de esta investigación es que los
aportes de Sartori relativos a la comprensión teórica y práctica de la demo-
cracia son cruciales en la actualidad cuando se buscan respuestas a las crisis
la llamada democracia de base, que es contraria a las jerarquías, a la burocracia y a la tecnocracia
imperante: “El objetivo de este sistema político es eliminar las barreras institucionales y los intereses
creados que se interponen entre los ciudadanos y su participación activa” (2005: 376).
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI88
de las poliarquías contemporáneas en lo que va del siglo XXI, crisis que
al decir de Pabón (2019), se traduce en múltiples problemas materiales y
simbólicos, entre los que destacan: crisis de la representación en general,
crisis de los partidos políticos, crisis del liderazgo, crisis de los procedi-
mientos e instituciones democráticas, crisis del modelo constitucional y,
como consecuencia de lo anterior, una dicultad de gobernanza y gober-
nabilidad que afecta en mayor o menor medida a todas las poliarquías.
En Latinoamérica las crisis de la democracia tienen efectos geopo-
líticos imprevisibles tal como lo demuestran fenómenos como la crisis
humanitaria compleja en Venezuela y las oleadas de protesta cívica auto-
convocada en países relativamente estables como Ecuador y Chile, quizás
apaciguadas temporalmente por los estragos ocasionados en 2020 por la
pandemia de COVID-19. En todos los casos aludidos la percepción ge-
neral de la ciudanía se traduce, según Morales v Col. (2019) en un senti-
miento de antipolítico que se expresa en las premisas siguientes:
Los mecanismos de representación de la voluntad general están vi-
ciados por un sistema político seudo democrático y corrupto.
Los partidos políticos no tienen la capacidad para ser la expresión
fehaciente de las necesidades y aspiraciones sociales en el ejercicio
del poder.
Los liderazgos políticos neopopulistas o populistas radicales que
abundan en la región más que solucionar los problemas estructu-
rales del sistema político los terminan gravando.
La democracia procedimental no reduce las crecientes asimetrías
sociales y, por lo tanto, no mejoras las condiciones de vida de los
sectores populares en condición de emergencia social.
El modelo constitucional existente más allá de sus avances doctri-
nales no se traduce en el fortalecimiento del estado de derecho, tal
como lo evidencia un poder arbitrario que no conoce límites.
De seguirse prolongando sistemáticamente estas problemáticas la de-
mocracia en la región esta destina a perecer en un lapso perentorio. No
obstante, si lo que se busca es fortalecer las poliarquías existentes, siempre
imperfectas, siempre limitadas y urgidas de reformas sistémicas, se impo-
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 89
ne la necesidad imperiosa de comprender —en la teoría y en la realidad
concreta de los mundos de vida— cuales son los principales obstáculos,
restricciones y contradicciones que están obstaculizando el gobierno del
pueblo y el poder del pueblo.
En este afán no se puede descartar a priori que quizá en ciertas socieda-
des el modelo democrático liberal no puede prosperar por sus caracterís-
ticas particulares o, peor aún que, la democracia como forma de gobierno
debe dar paso en futuro cercano a otros modelos políticos y económicos
más propicios para el ejercicio de la libertad y la dignicación de la vida
en general.
De cualquier modo, la teoría democrática de Sartori signica una invi-
tación para acceder al núcleo epistemológico profundo de la democracia
y así poder revelar cientícamente, en cada contexto particular, cuáles son
las implicaciones políticas, ideológicas y teóricas de este modelo que, más
allá sus fallas objetivas, es hasta ahora el que mejor limita el poder arbi-
trario que históricamente oprime a naciones enteras: “desde esta óptica la
pregunta ¿Por qué la democracia? Encuentra una respuesta sencilla: por-
que no conocemos otra fórmula política que libere a los ciudadanos del
temor de las personas a la que se confía el poder” (Sartori, 1988: 525).
90
CONCLUSIONES GENERALES
PRIMER CAPÍTULO
Al reconstruir el proceso histórico en el que surge la teoría y la expe-
riencia democrática moderna a la luz de sus variadas inuencias losócas
e ideológicas, se visualizan las ideas centrales de una forma de gobierno
que ha tenido la capacidad sistemática de “evolucionar” al calor de los re-
querimientos de las distintas etapas históricas donde se perla como op-
ción de gobierno del pueblo. De modo que, entre la democracia de los
antiguos y las poliarquías contemporáneas que se van forjando al calor de
la modernidad hay pocas semejanzas.
En el primer caso (democracia directa) se trata de una experiencia local
de gobierno que involucra a dedicación exclusiva a los ciudadanos en las
labores del cuidado y mantenimiento de la polis, como núcleo central del
desarrollo individual y colectivo. En el segundo caso, (democracia repre-
sentativa) es técnicamente imposible el autogobierno directo por diversas
razones, entre las que destacan la extensión geográca de los emergentes
estados nacionales que desde nales del siglo de las luces apuestan por
transitar, paulatinamente, por el arduo sendero democrático, plagado de
obstáculos, amenazas y contradicciones de toda índole. En este contexto,
ya no se trata de un número reducido de ciudadanos que pueden darse el
lujo de deliberar diariamente en el ágora. A pesar de todo, las democracias
representativas han ido incluyendo en su repertorio de derechos políticos,
muchas formas de participación directa.
Es el pensamiento liberal-ilustrado o más correctamente liberal e ilustra-
do el que al cuestionar el absolutismo monárquico y plantear por la vía re-
volucionaria el modelo de estado liberal, creo las condiciones de posibilidad
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 91
para el arranque de los posteriores procesos de democratización de los siste-
mas políticos de algunas sociedad centrales de occidente, lo que desembo
en la estructuración de repúblicas autocráticas liberales primero y, positi-
vistas después, en las cuales la condición de ciudadano estaba restringida a
grupos selectos de la sociedad. Esta situación generó a lo largo del siglo XIX
y, en la primera mitad del siglo XX, un conjunto de crisis estructurales en el
seno del estado liberal clásico, estimuladas también por la reacción legitima
de un conjunto de grupos —como los socialistas, anarquistas y chovinistas
radicales, entre otros— que luchaban a su modo por mejorar las condicio-
nes de vida de los trabajadores y de algunos grupos excluidos, de facto o de
derecho, de la categoría “universal” de ciudadanos.
A raíz de estas luchas, las repúblicas liberales autocráticas fueron refor-
mándose al calor de ideologías que, como: la declaración universal de los
derechos humanos de 1948, el estado de bienestar o la doctrina social de
la iglesia, entre otras, exponían las insuciencias del modelo liberal clási-
co, al tiempo que apostaban abiertamente por una democracia solidaria y
humanista que garantizara para todas las personas unos niveles mínimos
de bienestar y calidad de vida, acorde con los mandatos de la dignidad
humana. Se trata de los antecedentes directos de lo que hoy se dene en la
teoría política contemporánea como democracia sustantiva o democracia
de resultado en el marco de un estado social de derecho, diferente a la sola
democracia procedimental.
Por lo demás, las repúblicas autocráticas fueron mutando, a un ritmo
que varía de una sociedad a otra y con diferencias abismales entre el norte
global y las sociedades del sur, marco en el que se inscribe Latinoamérica y
Colombia, hasta convertirse en las poliarquías contemporáneas, modelo
que aún tienen mucho camino por recorrer. Ante esta situación el ideal
democrático se sirvió también, de algún modo, de distintas ideologías y -
losofías, como el socialismo o el anarquismo, lo que da cuenta de su doble
condición de ecología de saberes e ideología de síntesis.
El trabajo arqueológico desarrollado hasta ahora con las fuentes dispo-
nibles evidencia que la mutación discursiva de la democracia no signica
necesariamente una distorsión de sus postulados básicos; podemos infe-
rir, al menos en este momento de la investigación, que se trata de trata de
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI92
la simbiosis que se da entre: las mentalidades o paradigmas dominantes
de la política de una época determina, las mutaciones ideológicas adelan-
tadas por los teóricos de la democracia y las condiciones materiales donde
se insertan estos procesos objetivos y subjetivos.
SEGUNDO CAPÍTULO
Desde nuestra visión particular, todo intento por Identicar los aspec-
tos seminales de los estudios sobre democracia de Giovanni Sartori, lo que
también se puede formular a modo de pregunta como: ¿Qué identica los
aspectos seminales de los estudios sobre democracia de Giovanni Sarto-
ri? Demanda de una lectura próxima a la hermenéutica crítica que pueda
conjugar de forma equilibrado el contenido “objetivo” de sus obras con las
subjetividades que emergen en la interpelación de las mismas en un ejer-
cicio de erudición que valora, no solo al discurso politológico como tal,
sino además, los interés, ideologías y preferencias del sujeto de estudio en
su condición de actor intelectual y político condicionado por los rigores
de un tiempo y espacio cultural determinado, como lo es la civilización
euro-occidental y la ideología liberal respectivamente en el siglo XX.
En consecuencia, en las líneas anteriores se muestra a Sartori como un
intelectual que asume el fenómeno democrático en su doble condición de:
experiencia histórica de gobierno y, simultáneamente, como modo de vida
de cara a la libertad individual y colectiva que bien vale la pena ser replicado
en distintas latitudes del mundo. Se trata, sin lugar a dudas, de un politólo-
go liberal para quien la democracia implica la materialización de una serie
de garantías que pueden posicionar a las personas concretas al ejercicio y
control de un ordenamiento policéntrico de poder, siempre limitado y ra-
cional, que deende una concepción particular del bien común mediante
valores como la autodeterminación de la personas humana, el respeto de
la individualidad y la libertad de ser y a hacer sin coacciones, al tiempo que
preere el consenso deliberativo como forma de gestionar los conictos so-
ciales en contraposición a la violencia en sus distintas expresiones.
Ciertamente en su discurso académico subyace una propuesta política
nítida para la defensa y promoción del modo de vida democrático propio
de la civilización occidental y de la ideología liberal, porque se argumenta
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 93
recursivamente que el gobierno del pueblo o poder del pueblo es, por dere-
cho propia, un modelo “moralmente superior” que supera con creces a las
otras formas de estado y de gobierno, del pasado y del presente, vinculadas
irremediablemente al uso arbitrario y discrecional del poder para bene-
cio de aristocracias u oligarquías excluyentes. En este hilo conductor, la
teoría liberal de la democracia que avala rescata la necesidad de limitar el
poder típica del liberalismo, toda vez que: “En general, cualquier poder
que no se encuentre limitado –sea el de un rey, un de un soldado, o el de
un vecino más fuerte– no solo invade las posiciones, sino la vida misma de
cualquier poder menor” (Sartori, 1988: 458).
A pesar de su genialidad, entre sus principales limitaciones destaca que
no trabaja lo suciente la urgencia de ampliar la ciudadanía para incluir en
su seno de modo efectivo a personas, comunidades y sectores hasta ahora
excluidos del poder e invisibilizados en sus demandas y requerimientos,
mucho más en sociedades de desarrollo segmentado como es el caso de
América Latina, espacio cultural donde la democracia no terminada de
madurar y de aportar sus frutos.
Quizá esta limitación que consiste en no tratar a profundidad la di-
mensión social de la democracia en términos de justicia y equidad, no se
atribuible a una cuestión de mirada supercial, sino a una deciencia de
la losofía liberal clásica que no ha sabido abordar satisfactoriamente, con
algunas notables excepciones como la obra de Amartya Sen, la relación
pobre-democracia o ciudadanía social y poder político, entre otras cues-
tiones de interés para la ciencia política actual.
TERCER CAPÍTULO
La hipótesis principal que se desprende de esta investigación es que los
aportes de Sartori relativos a la comprensión teórica y práctica de la demo-
cracia son cruciales en la actualidad cuando se buscan respuestas a las crisis
de las poliarquías contemporáneas en lo que va del siglo XXI, crisis que
al decir de Pabón (2019), se traduce en múltiples problemas materiales y
simbólicos, entre los que destacan: crisis de la representación en general,
crisis de los partidos políticos, crisis del liderazgo, crisis de los procedi-
mientos e instituciones democráticas, crisis del modelo constitucional y,
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA EN EL PENSAMIENTO POLITOLÓGICO DE GIOVANNI SARTORI94
como consecuencia de lo anterior, una dicultad de gobernanza y gober-
nabilidad que afecta en mayor o menor medida a todas las poliarquías.
En Latinoamérica, las crisis de la democracia tienen efectos geopo-
líticos imprevisibles tal como lo demuestran fenómenos como la crisis
humanitaria compleja en Venezuela y las oleadas de protesta cívica auto-
convocada en países relativamente estables como Ecuador y Chile, quizás
apaciguadas temporalmente por los estragos ocasionados en 2020 por la
pandemia de COVID-19. En todos los casos aludidos la percepción ge-
neral de la ciudanía se traduce, según Morales v Col. (2019) en un senti-
miento de antipolítico que se expresa en las premisas siguientes:
Los mecanismos de presentación de la voluntad general están vi-
ciados por un sistema político seudo democrático y corrupto.
Los partidos políticos no tienen la capacidad para ser la expresión
fehaciente de las necesidades y aspiraciones sociales en el ejercicio
del poder.
Los liderazgos políticos neopopulistas o populistas radicales que
abundan en la región más que solucionar los problemas estructu-
rales del sistema político los terminan gravando.
La democracia procedimental no reduce las crecientes asimetrías
sociales y, por lo tanto, no mejoras las condiciones de vida de los
sectores populares en condición de emergencia social.
El modelo constitucional existente más allá de sus avances doctri-
nales no se traduce en el fortalecimiento del estado de derecho, tal
como lo evidencia un poder arbitrario que no conoce límites.
De seguirse prolongando sistemáticamente estas problemáticas la demo-
cracia en la región esta destina a perecer en un lapso perentorio. No obstante,
si lo que se busca es fortalecer las poliarquías existentes, siempre imperfectas,
siempre limitadas y urgidas de reformas sistémicas, se impone la necesidad
imperiosa de comprender —en la teoría y en la realidad concreta de los mun-
dos de vida— cuales son los principales obstáculos, restricciones y contradic-
ciones que están obstaculizando el gobierno del pueblo y el poder del pueblo.
En este afán no se puede descartar a priori que quizá en ciertas socieda-
des el modelo democrático liberal no puede prosperar por sus caracterís-
JESÚS ALBERTO MÁRQUEZ RAMÍREZ 95
ticas particulares o, peor aún que, la democracia como forma de gobierno
debe dar paso en futuro cercano a otros modelos políticos y económicos
más propicios para el ejercicio de la libertad y la dignicación de la vida
en general.
De cualquier modo, la teoría democrática de Sartori signica una invi-
tación para acceder al núcleo epistemológico profundo de la democracia
y así poder revelar cientícamente, en cada contexto particular, cuáles son
las implicaciones políticas, ideológicas y teóricas de este modelo que, más
allá sus fallas objetivas, es hasta ahora el que mejor limita el poder arbi-
trario que históricamente oprime a naciones enteras: “desde esta óptica la
pregunta ¿Por qué la democracia? Encuentra una respuesta sencilla: por-
que no conocemos otra fórmula política que libere a los ciudadanos del
temor de las personas a la que se confía el poder” (Sartori, 1988: 525).
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Publicación digital de Ediciones Clío y
Fundación Difusión Cientí ca.
Mayo de 2022
Maracaibo, estado Zulia, Venezuela.
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La teoría democrática en el pensamiento
politológico de Giovanni Sartori
Jesús Alberto Márquez Ramírez
La teoría democrática en el pensamiento politológico de Giovanni Sartori
revela los basamentos de la teoría democrática en el pensamiento
del politólogo italiano Giovanni Sartori mediante un enfoque
hermenéutico. Los aportes de Sartori relativos a la comprensión de
la democracia son cruciales en la actualidad cuando se buscan
respuestas a las crisis de las poliarquías contemporáneas en lo que va
del siglo XXI, crisis que, sin lugar a dudas, se traducen en múltiples
problemas materiales y simbólicos, entre los que destacan: crisis de
la representación en general, crisis de los partidos políticos, crisis del
liderazgo, crisis de los procedimientos e instituciones democráticas,
crisis del modelo constitucional.
Jesús Alberto Márquez Ramírez
Es Médico Veterinario de la Universidad Nacional de Colombia;
Abogado por La Universidad Popular del Cesar; Especializado en
Gestión Gerencial de la Universidad de Cartagena; Especializado
en Derecho Administrativo de La Universidad Nacional de
Colombia; Doctor en Ciencia Política de La Universidad del Zulia.
Ha desempeñado cargos como: Gerente de varias sucursales del
Banco BBVA; Juez Promiscuo Municipal en Tamalameque y
Curumani en el Departamento del Cesar; Vicerrector
Administrativo y Financiero en la Universidad Popular del Cesar;
Decano de La Facultad de Derecho Ciencias Políticas y Sociales de
La Universidad del Cesar; Consejero en La Caja de Compensación
del Cesar. Docente en la categoría de Asociado de la Universidad
Popular del Cesar, en los programas: Derecho Administrativo,
Derecho Constitucional. Actualmente es abogado litigante.