Programas políticos (1ª Parte) / Rafael María Baralt
309 ISBN: 978-980-7984-28-7
Jorge F Vidovic L (Compilador)
visible casi, cuya existencia está sometida a las leyes generales de la his-
toria. Si a Mr. Guizot le han cogido de nuevo los “abismos” sobre que
vive la sociedad presente, preciso, es confesar que no tiene buena vista:
menos miope era, por ejemplo, Chateaubriand.21
21 Cuando aconteció el asesinato del Duque de berry, escribía: “Detrás de nosotros se levanta una
generación impaciente de toda especie de yugo, enemiga de todos los reyes y que sueña con la
república... Se adelanta, nos oprime, nos empuja y muy pronto ocupará nuestro lugar”.
Cinco años después decía: “El mundo vacila, creen conducirlo y él se va derecho a la repú-
blica. Ya lo hemos dicho, y lo repetimos”.
“De las jornadas de julio (escribía en 1830) no puede resultar en un tiempo más o menos
remoto sino repúblicas permanentes o gobiernos militares pasajeros que el caos reemplazará.
(Véase Estudios sobre Chateaubriand, por Ch. monselet).
»La sociedad tal como se halla en el día no subsistirá, porque a medida que la instrucción
desciende a las clases inferiores, descubrirán éstas la llaga secreta que corroe el orden social
desde el principio del mundo: llaga que produce todo el malestar y las agitaciones populares. La
enorme desigualdad de las condiciones y de los bienes de fortuna ha podido soportarse mientras
ha permanecido encubierta por la ignorancia y por la organización facticia de la sociedad; pero
tan pronto como los hombres la noten, caerá sobre ella el golpe que la amaga.
»Reconstruid, si os place, las ficciones aristocráticas y tratad de persuadir al pobre cuando
sepa leer; al pobre con quien la prensa periódica tiene un comercio diario hasta en los rincones
más apartados y recónditos del país; procurad persuadir a este pobre, digo, que posee las mismas
luces y la misma inteligencia que vos, que debe someterse a todas las privaciones mientras que
su que su vecino posee, sin trabajar, mil veces más de lo que necesita para vivir holgadamente.
Vanos esfuerzos, porque no está en el orden de las cosas que pidáis a la muchedumbre virtudes
superiores a la naturaleza.
»El desarrollo material de la sociedad acrecentará el desarrollo de los espíritus. Cuando el
vapor se perfeccione; cuando, unido al telégrafo y a los caminos de hierro, haya hecho desapa-
recer las distancias, no serán las personas únicamente las que viajen de un extremo a otro del
globo con la rapidez del relámpago: viajarán también las ideas. Cuando las barreras fiscales y
comerciales hayan sido abolidas entre los diversos Estados, como ya lo están entre las provincias
de un mismo reino; cuando el «salario», que no es más que la prolongación de la «esclavitud»,
se emancipe con la ayuda de la igualdad establecida entre el productor y el consumidor; cuando
los diversos países adopten mutua y fraternalmente sus respectivas costumbres, abandonando
las viejas ideas de supremacía y de conquista, tendiendo a realizar la unidad de los pueblos;
cuando todo esto suceda, ¿de qué medios os valdréis para hacer retrogradar la sociedad hacia
épocas pasadas, siguiendo principios muertos? bonaparte mismo no pudo hacerlo: la igualdad y
la libertad, a las que opuso la barra inflexible de su ingenio y de su poder, han vuelto a tomar su
curso y en las olas de su torrente se llevan a los abismos del mar sus obras frágiles. El mundo de
fuerza que creó se ha desvanecido: su raza misma desapareció con su hijo. La luz que produjo no
era más que un meteoro.
»Un porvenir será, un porvenir poderoso, libre, en toda la plenitud de la igualdad evan-
gélica; pero está lejos, lejos todavía, más allá de todos los visibles horizontes, y no llegaremos
a él sino por la fuerza y la virtud de esta esperanza infatigable, incorruptible, vencedora de la
desgracia, cuyas alas crecen y se elevan a medida que los desengaños se multiplican; por la fuerza