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ÍNDICE
PRÓLOGO .......................................................................................................... 8
DEDICATORIA .................................................................................................. 10
AGRADECIMIENTOS ........................................................................................ 11
INTRODUCCION .............................................................................................. 12
CAPÍTULO I ..................................................................................................... 22
MARCO RELACIONAL DE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS Y PLANES CULTURALES EN
COLOMBIA. ..................................................................................................... 23
Introducción ............................................................................................... 23
Sistemas políticos y políticas públicas: una relación comprehensiva ............ 27
Reformas del Estado. Factor determinante en las políticas culturales .......... 31
Reformas de primera generación: políticas de estabilización y reformas
estructurales ................................................................................................... 33
Reformas de segunda generación. Neoinstitucionalismo ............................. 35
Marco conceptual de las políticas públicas en Colombia ............................... 38
Políticas Culturales ......................................................................................... 43
Consideraciones finales .................................................................................. 50
CAPÍTULO II .................................................................................................... 52
PROTAGONISMO HISTÓRICO DESEMPEÑADO POR BARRANQUILLA Y LA
REGIÓN CARIBE EN LA DINÁMICA CULTURAL DE COLOMBIA ........................ 53
Introducción ............................................................................................... 53
Semblanza histórica de Barranquilla como punto nodal del país Caribe ....... 54
Caribización del país ....................................................................................... 66
Constitución de 1991: nueva visión del acontecer cultural ........................... 71
Devenir de las políticas culturales en Barranquilla: las industrias culturales y
la construcción de ciudadanía ........................................................................ 75
Personajes significativos en el liderazgo cultural de Barranquilla .................. 78
Consideraciones finales .................................................................................. 80
CAPÍTULO III ................................................................................................... 84
FORMAS DE INTERVENCIÓN DE LOS “PORTADORES DE TRADICIÓN” Y
COMUNIDADES CULTURALES EN LOS PROCESOS DEMOCRÁTICOS DE
ELABORACIÓN DE POLÍTICAS CULTURALES EN COLOMBIA DESARROLLADOS
EN EL SIGLO XXI .............................................................................................. 85
La realidad actual de las Políticas Culturales en Barranquilla ........................ 86
El Carnaval de Barranquilla: Epicentro de la Cultura Regional ....................... 97
Percepción y sentir de los Portadores de Tradición (Intervención
Fenomenológica) ............................................................................................ 99
Unidades de Significado General .................................................................. 102
Tercer Paso ................................................................................................... 105
Fragmentos Seleccionados ........................................................................... 105
Preguntas 1,2,3,6,7,8,10 Funcionario Activo y Exfuncionarios (Ver Anexos) 106
Pregunta 2 Portadores de Tradición ............................................................. 107
Preguntas 2,3,4,8 Funcionario Activo y Exfuncionarios ............................... 108
Cuarto Paso ................................................................................................... 109
Verificación de Unidades de Significados Relevantes .................................. 109
Triangulación de la información ................................................................... 117
Sector Secretaría Distrital de Cultura, Patrimonio y Turismo ...................... 118
Sector Portadores de Tradición - funcionario y Exfuncionarios Distritales .. 119
Sector Ángulo Perceptivo del Investigador .................................................. 121
Consideraciones Finales ............................................................................... 121
CONCLUSIONES ............................................................................................. 123
RECOMENDACIONES .................................................................................... 126
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ..................................................................... 127
Referencias Hemerográficas y/o Electrónicas: ............................................. 136
Entrevistas .................................................................................................... 137
Referencias Legales: ..................................................................................... 138
PRÓLOGO
Se ha escrito con abundancia sobre políticos públicas en general, sin
embargo, no es el caso de las políticas culturales que siguen resultando
para muchos un ámbito excéntrico de poca importancia, quizá por la
subordinación de los procesos culturales a otras instancias de la
realidad, que poseen, a juicio del hombre común, más importancia
para la vida cotidiana de las personas, como sería el caso para esta
racionalidad instrumental, de la economía, la política y la tecnología,
por mencionar algunos tópicos, de ahí que este trabajo de políticas
culturales significa para Colombia y Latinoamérica un aporte desde la
ciencia política de gran significación que da cuenta del impacto de la
cultura en las relaciones de poder que se dan entre el estado y la
sociedad civil organizada.
La obra del profesor Albaro H. Lobo Alvis que hoy se presenta en
formato libro tiene la capacidad de mostrar las profundas relaciones
que se gestan dinámicamente entre la política y cultura, asumida esta
última, como espacio material y simbólico en el cual emergen procesos
creativos destinados a embellecer la realidad de maneras diversas, a
gestar y comunicar identidades colectivas que cohesionan a personas,
comunidades y regiones enteras, al tiempo que son la expresión
fehaciente de las formas de ser y de vivir de estas comunidades en el
tiempo. De modo tal, que el sujeto artista, o más precisamente, los
llamados portadores de tradición, situados en este caso, en la región
caribe de Colombia, no solo son creadores en el sentido artístico del
concepto, sino, además, interpretes “hermeneutas” de los sentimientos,
alegrías, miedos, desafíos y concepciones de la vida, de las realidades
en las cuales están inmersos como artífices de productos estéticos de
carácter plástico, sonoro o textual, que en muchos casos no son ajenos
a la política y sus dinámicas hegemónicas.
Al igual que en todas las dimensiones de la realidad la cultura no
está exenta de las regulaciones mediante leyes, planes y proyectos que
definen las instancias de poder (locales, departamentales y nacionales)
para su funcionamiento con base a lo que dictamina la ley para
responder al interés general de la ciudadanía; por esta razón, Lobo
explica con lujo de detalles el marco jurídico que ha servido de
plataforma para el desarrollo de las políticas públicas desarrollaras
para responder a los ámbitos culturales de Colombia, en la
contemporaneidad, y de sus consecuentes planes culturales nacionales,
casi siempre materializados desde una concepción elitista de la cultura,
en completa sintonía con los discursos eurocéntricos y
occidentalizantes de la modernidad que gustan a los burócratas
capitalinos, pero terminan subvalorando a las manifestaciones
espontaneas de la cultura popular.
El plato fuerte de la obra radica, a nuestro parecer, en su intento
legitimo por revindicar el legado y protagonismo de Barranquilla, en
tanto punto nodal de la región caribe de Colombia, en los procesos
creativos que se gestan en el país, desde la época colonial hasta el
presente histórico. Barranquilla en su condición de ciudad puerto tuvo
la dicha de articular distintas experiencias culturales provenientes del
mundo entero que enriquecieron su acervo identitario y se canalizaron
en una dinámica cultural propia sin parangón, que en las líneas que
siguen, se aprecian como un sentido ontológico particular que define al
hombre caribe, caracterizado por su afabilidad, multiculturalismo,
“postura descomplicada, lenguaje extrovertido, tono vocal fuerte y
abierto en la imagen del país, proyectada en los medios masivos de
comunicación”.
Por último, el autor se pronuncia sobre las distintas formas de
participación e intervención de los cultores, en los procesos
democráticos de elaboración de las políticas culturales, al calor de las
condiciones de posibilidad que la constitución política de 1991, generó
en Colombia para superar la democracia representativa e instaurar una
renovada democracia de franco carácter participativo que, como bien
se destaca, aun le falto mucho por transitar para dar al traste con el
centralismo histórico que ha venido relegando las distintas identidades
culturales del país y sus consecuentes procesos artísticos a los interés
centralizantes del poder político nacional. Por todas estas razones, el
lector encontrará en la obra que sigue un trabajo riguroso que conjuga
muy bien el método científico politológico con el pensamiento crítico.
Dr. Jorge J. Villasmil Espinoza
Universidad del Zulia
Instituto de Estudios Políticos y Derecho Público
“Dr. Humberto J. La Roche”.
Maracaibo, Venezuela.
jvillasmil@fcjp.luz.edu.ve
DEDICATORIA
A mi grupo familiar, testigo de mi empecinada sed del
conocimiento.
A todas las personas que contribuyeron a un logro más de mi
formación académica.
AGRADECIMIENTOS
A la Universidad del Zulia, por permitir formarme en sus recintos.
Al Doctor Jorge Villasmil Espinoza por sus acertadas orientaciones y
amistad.
INTRODUCCION
La presente obra surge de mi tesis doctoral, intitulada:
Políticas Culturales en Colombia en el Periodo 1991-2017,
desarrollada en el marco del Doctorado de Ciencia Política de la
Universidad del Zulia. La tesis fue dirigida en su momento por el
Dr. Jorge J. Villasmil Espinoza y galardona por el jurado
evaluador, luego su sustentación, con la máxima mención
honorifica: mención publicación que otorga esa centenaria casa
de estudios del occidente venezolano. Como es suponer,
previamente habíamos publicados algunos avances de
investigación en la forma de artículos arbitrados en las revistas:
Cuestiones Políticas y Perspectivas de la UNERMB. Por esta
razón agradecemos a los editores de estos espacios de
divulgación científica el haber autorizado la republicación de
ambos artículos en esta obra sintetizada, que solo pretende
socializar los resultados de la referida investigación con
propósitos instruccionales, sin fines de lucro.
La política cultural es una expresión lógica de las políticas
públicas que se desarrollan para dar respuesta a las demandas de
la sociedad civil organizada para el hacer creativo y artístico.
Estas políticas van de la mano con una concepción sobre lo que
es y debería ser la actividad cultural, manifiesta de forma clara o
solapada en: planes, programas, órganos legales, discursos y
proyectos de estado y de gestión. En el caso colombiano, la
concepción de cultura políticamente relevante ha estado
influenciada, hasta hace poco, por una idea elitista y centralista
de la misma que privilegia las manifestaciones y prácticas de
origen euro-occidental como la filarmónica o las bellas artes, en
detrimento de la cultura popular, la cual, sin embargo, adquiere
un esplendor trascendente como lo evidencia históricamente el
caribe colombiano.
Esta obra se desarrolló en los dominios de la ciencia política
con el objetivo de Interpretar el significado y alcance de la
política cultural en Colombia en el período 1991-2017. En lo
metodológico, el trabajo defiende una postura epistemológica de
nueva racionalidad y diálogo interdisciplinario, para la cual es
insuficiente los métodos de producción de saberes nomotéticos
de carácter positivista, encaminados al logro de conclusiones
generalizables, a la medición y cuantificación. En consecuencia,
se utilizó una metodología hibrida que combinó en igualdad de
condiciones lo fenomenológico, con lo hermenéutico
(fenomenología-hermenéutica). Como técnica de investigación se
empleó la observación documental y las entrevistas en
profundidad a manera de instrumento de recolección de
testimonios.
Desde el punto de vista de su temática, partimos del hecho de
una Colombia que no fue ajena a las diversas transformaciones
que se venían experimentando en América Latina, desde los 60
del siglo XX, con relación a la forma de implementar políticas
gubernamentales que respondieran a la necesidad de la
cambiante realidad. Es así como en la cada del 90, al calor de
los sucesos, se dieron grandes cambios en la política, la economía
y, de contera, el renacimiento del estudio de las políticas públicas
en América Latina. En lo concerniente al aspecto político, se da
un giro paulatino de un modelo de democracia representativa
hacia uno de democracia participativa, donde al menos en
teoría el ciudadano tiene voz y voto en las decisiones públicas.
Esto llevó al Estado a asumir la responsabilidad de escuchar y
canalizar las demandas del pueblo permitiéndole, en lo posible,
participación en algunas decisiones de interés colectivo.
En lo económico, se pasó de un modelo estatal
intervencionista, en el que el Estado asumía de manera activa su
rol en la vida económica del país, a un modelo de desarrollo
neoliberal, donde ahora: El Estado debía reducir su tamaño, su
participación en la economía y la forma de actuar como agente de
cambio (Aguilar, 1996). Ahora bien, es precisamente a partir y
con la llegada del modelo neoliberal en los 90 del siglo XX,
cuando en Colombia se ve como una nueva o renovada
perspectiva de análisis, el estudio de las Políticas Públicas, lo que
propicia al mismo tiempo la elaboración de estudios y trabajos
académicos al respecto. En esta perspectiva, los estudios se
enfocaron hacia:
“Aspectos disímiles como la definición de la ayuda
gubernamental, los modos de decisión, la acción de las
Instituciones, el papel de las elites, los análisis de la gobernanza,
la cuantificación de resultados, la aplicación de indicadores de
gestión, entre otros” (López, 2007: 109).
Por otra parte, el auge del estudio de la implementación de las
Políticas Públicas en Colombia, se da en la medida de la situación
de la recurrencia en lo atinente a problemas de violencia,
desplazamiento, servicios públicos, catástrofes, educación,
corrupción administrativa, prácticas clientelistas, privatización y
otros fenómenos que se dan en la vida del país. En lo cultural, las
inquietudes están relacionadas con la centralización de las
Políticas Públicas Culturales, el manejo de recursos, procesos de
reconocimiento de identidades diferenciadas y la afirmación de
culturas regionales, entre otros tópicos de interés recurrente.
En este contexto, conscientes de la dinámica histórica que
experimenta la realidad política y cultural de los centros urbanos
y periféricos en el Siglo XX y, lo que va del siglo XXI, se reconoce
en el Distrito Portuario de Barranquilla, como eje central de la
región Caribe, la pérdida de un capital político, económico y el
liderazgo en la región, ausentes, por lo demás, en la mediática
memoria de las nuevas generaciones. En efecto, Barranquilla,
ciudad de brazos abiertos para el mundo, como se la considera en
el imaginario nacional
1
, sigue siendo un espacio preferencial en el
cual confluyen manifestaciones culturales de la Región Caribe,
1
En el marco de la Teoría del Imaginario colectivo de Morin (1960), se
considera el Imaginario nacional, como el “conjunto de mitos, formas,
símbolos, tipos, motivos ´o figuras que existen en una sociedad en un
momento dado”.
nacional e internacional, de ahí su relevancia para este trabajo.
Otrora, denominada “Puerta de Oro de Colombia” por algún
presidente de la Nación, ostentó el mérito de ser entrada y
corredor desde principios de siglo XX, de afluencias culturales
que, de alguna manera, hicieron tránsito al resto del país, cuando
no echaron raíces en ámbitos locales de la región costeña. En el
marco de esta realidad, y dada la ubicación privilegiada en la
geografía nacional y continental, el auge comercial de principios
del siglo XX, permitió un desarrollo multicultural de la ciudad
expresada en asentamientos o radicación de comunidades de
diferentes nacionalidades, al tiempo que la movilidad
intraregional complejizaba el tejido social y cultural de la ciudad;
al respecto, Sourdis (2009: s/p) sostiene que:
“[…] Dada sus condiciones y persistencia como puerto fluvial y
marítimo atrajeron a grupos de inmigrantes nacionales y
extranjeros (ingleses, franceses, norteamericanos y judíos
sefardíes que portaban la nacionalidad holandesa, danesa o
alemana), quienes con las élites locales impulsaron un
crecimiento y un desarrollo industrial sin precedentes
colocándola a finales del siglo XIX, como la tercera ciudad del
país, después de Bogotá y Medellín”.
De igual forma, la dirigencia local ejerció liderazgo en el
desarrollo de la ciudad al tiempo que se enfrentaba a los
persistentes intentos de despojo, desvíos presupuestales u obras
por parte de la dirigencia interiorana. No obstante, la ciudad de
Barranquilla, ostentó el mérito de ser pionera en la navegabilidad
comercial del río Magdalena, la construcción férrea y puertos de
acceso al continente; el Muelle de Puerto Colombia, segundo más
largo del mundo. Terminada la Primera Guerra Mundial, en 1919,
Barranquilla es cuna de la aviación comercial en América
(Sourdis, 2009). En el aspecto del desarrollo urbano, se destacó
la construcción de una moderna urbanización al estilo de los:
“[…] suburbios residenciales de los Estados Unidos, con grandes
avenidas, parques, zonas verdes y de amplios solares, donde se
levantaron hermosas quintas, el cual constituyó un hito
arquitectónico, hoy declarado de interés cultural para el país”
(Sourdis, 2009: s/p).
Efectivamente, la arquitectura republicana, instalada aún en
zonas residenciales de la ciudad, fue igualmente un paso
vanguardista en la región que da cuenta de las nuevas
concepciones culturales presentes en la edificación.
Lamentablemente, a finales de la primera mitad del siglo XX,
Barranquilla comienza a perder liderazgo industrial, situación
que el dirigente Adolfo Meisel atribuye: “Al tipo de vinculación
entre la ciudad y la economía rural de la región y el impacto de
las políticas seguidas por el gobierno central” (Meisel, citado por
Sourdis: 2009: s/p). La consolidación industrial de la ciudad se
dio en detrimento de la rústica actividad ganadera, mientras en el
interior del país se desarrollaron fuertes relaciones con el campo
agrícola.
Ahora bien, si hay un campo donde se ejerce liderazgo
permanente es en las iniciativas culturales que desde esta ciudad
han identificado al país a nivel regional e internacional. El arte,
las letras, el deporte, el folclor, las fiestas patronales, han
invadido el estatus cultural del país en una especie de
“caribización” de la cultura colombiana. Sin embargo, la falta de
políticas culturales consecuentes con este amplio patrimonio,
tangible e intangible, la ausencia de una dirigencia con sentido de
pertenencia y la fuerte tendencia centralista de las políticas
culturales, amenazan con agotar lo que hasta ahora es una suerte
de existencia patrimonial.
En el desarrollo histórico de las Políticas blicas Culturales
no se puede prescindir de una mirada retrospectiva que destaque
la importancia y el carácter fundante de la Ciencia Política,
habida consideración de la continua dinámica del campo
conceptual que llevó a estructurar una teoría especifica de la
Ciencia Política, con un marcado interés en conocer y
comprender la naturaleza epistémica de las mismas,
implementadas en nuestro contexto. Igualmente, se considera
pertinente esbozar algunos aspectos del recorrido histórico que
ha experimentado el estudio de las Políticas Públicas, al igual que
los fundamentos paradigmáticos que proporcionan bases teóricas
y conceptuales en la pretensión científica de las Políticas
Públicas, paradigmas que constituyen referentes consolidados en
las Ciencias Sociales.
El siglo XX fue testigo de la irrupción de un nuevo campo del
conocimiento en el ámbito académico y político: La Ciencia
Política. Paralela a esta, se desarrolló la conocida Ciencias de las
Políticas o Políticas Públicas. En cuanto a la primera, fueron
esenciales los presupuestos teóricos y metodológicos del
Conductismo, presentes desde 1920 para alcanzar un status
epistemológico de ciencia a partir de la década de 1950. En ese
entonces, la Ciencia Política incorporó elementos de tipo
descriptivo y explicativo en el análisis de los fenómenos
individuales y colectivos de la política, elementos semejantes a
los utilizados por la Economía y la Sociología, lo cual le ayudó a
adquirir paulatinamente identidad epistemológica propia.
En cuanto a las Políticas Públicas o Ciencia de las Políticas,
tuvo su origen en Estados Unidos, inicialmente impulsado por
Harold Lasswell a partir de la segunda mitad del siglo XX, con la
intención de: “Mejorar el desempeño administrativo y la acción
gubernamental del Estado a través de una nueva disciplina, las
ciencias de las políticas (Pólicy Sciences) […]” (Valencia y
Álvarez, 2008: 95).
De esta manera, y según ya se había mencionado, la Ciencia
Política se sitúa de forma paralela con las Políticas Públicas,
tributándole su riqueza interdisciplinaria, de tal forma que las
dos compartirían un mismo objeto de estudio, pero con
pretensiones diferentes que las harían complementarias. No
obstante, los importantes aportes de Lasswell, las Políticas
Públicas fueron objeto de otras perspectivas de estudio en el
mundo académico que generó como resultado dos grandes
corrientes en debate: Los Normativos, ya sea disciplinarios o
interdisciplinarios, y los Positivistas, a los cuales les interesaba
exclusivamente el estudio de la forma como se toman las
decisiones sobre políticas.
Esta circunstancia cubrió gran parte de los debates en los años
cincuenta y sesenta del siglo XX. En la actualidad, ante las
dificultades de Lasswell por convertir a las Ciencias de las
Políticas en una disciplina autónoma, la Ciencia Política adoptó
este campo de estudio como uno de sus objetos de trabajo, con lo
cual se pasó de ser una disciplina interesada en explicar, a una
que busca mejorar las condiciones de vida de la sociedad a través
del saber. De la misma manera, en lo referente al estudio del
Estado, el gobierno y la Administración Pública, pasó de ser una
ciencia que describe y analiza de forma positiva a una que,
paralelamente, prescribe y evalúa en el ámbito de lo normativo
(Valencia y Álvarez, 2008).
Ahora bien, desde este ángulo, la Ciencia Política
consustancialiazada con la concepción de lo público asume
decisiones con pretensión de resultados vinculantes, además de:
“La política como organización y la política como actividad. En
una aproximación sistémica a la política, los outputs son en
buena medida las políticas públicas que el sistema genera”
(Vàlles, 2007: 253).
Por lo demás, las políticas públicas acompañan su alcance
vinculante con:
“[…] una cierta dosis de coerción u
obligatoriedad. No son acuerdos o
transacciones voluntarias adoptadas por
autores que defienden determinadas
posiciones: se trata de determinaciones que
se imponen sobre la comunidad, porque
derivan de la autoridad y cuentan con
alguna legitimidad política” (Vallès, 2007:
396).
En este punto, es bueno advertir, desde una posición crítica, la
concepción vertical dominante que, inevitablemente, genera
conflictos y resistencia en los grupos sociales. No obstante,
teóricamente se contemplan cuatro grandes categorías en el
ejercicio de las Políticas Públicas, estas son: Las Regulativas, las
Distributivas, las Redistributivas y las Institucionales (Vallès,
2007: 397).
Con estudios realizados por los investigadores Roth (2002;
2006), Muller (1998; 2006) y Zimerman (2001), durante un
recorrido de la evolución histórica de las Políticas Públicas en
América Latina desde 1960, se conoce que es a partir de esta
última fecha que se da un reconocimiento del ejercicio de las
Políticas Públicas. En estos primeros trabajos investigativos se
apuntó a los estudios sobre: “La implementación de las
decisiones y las dificultades del modelo del Estado de Bienestar
en materia de resultados” (Valencia y Álvarez, 2008: 110);
mientras en la década del setenta, los estudios se enfocaron en
los análisis comparativos de los Modelos de Estado de Bienestar,
al tiempo que surgen en América Latina corrientes críticas de
carácter Estructuralista que: “Cuestionan la capacidad real de los
Estados para formular Políticas Públicas autónomas” (Valencia y
Álvarez, 2008: 110).
A partir de los ochenta del siglo XX, la actividad indagativa se
centró en el establecimiento de prioridades o agendas
gubernamentales, la configuración de actores que influyen en las
políticas blicas, dándose todo esto en medio de grandes
debates sociales y políticos, relacionados con cambios en los
modelos de desarrollo y el papel del Estado frente a los nuevos
retos. Y, finalmente, en la década del noventa, al calor de los
anteriores acontecimientos, se dieron grandes cambios en la
política y la economía y, de contera, el renacimiento del estudio
de las Políticas Públicas en América Latina como espacio
diferencial para el debate académico y la dilucidación de este
ámbito temático. En lo concerniente al aspecto político, se da un
giro de un modelo de democracia representativa hacia uno de
democracia participativa, donde, se supone que el ciudadano
tiene voz y voto en las decisiones públicas. Esto llevó al Estado a
asumir la responsabilidad de escuchar y canalizar las demandas
del pueblo, permitiéndole, en lo posible, participación en las
decisiones Estatales.
Es precisamente a partir y con la llegada del modelo
Neoliberal en los 90 del siglo XX, cuando en Colombia se ve
como una nueva perspectiva de análisis el estudio de las Políticas
Públicas, lo que propicia la elaboración de procesos de
investigación y variadas publicaciones al respecto. En esta
perspectiva, los estudios se enfocaron hacia: “Aspectos disimiles
como la definición de la ayuda gubernamental, los modos de
decisión, la acción de las instituciones, el papel de las elites, los
análisis de gobernanza, la cuantificación de resultados, la
aplicación de indicadores de gestión, entre otros” (López, citado
por: Valencia y Álvarez, 2008: 113).
Ahora bien, al parecer del Doctor Germán Rey, quien fuera en
su momento Asesor de Políticas Culturales del Ministerio de
Cultura:
“Las políticas culturales, tal como las
conocemos hoy en día, son relativamente
recientes en el panorama de las políticas
públicas. Pero la presencia de la cultura en
el diseño de la arquitectura institucional
latinoamericana puede remitirse por lo
menos a tres grandes momentos en el
pasado. El primero, ubicado en la segunda
mitad del siglo XIX, se podría caracterizar
como un intento de construir instituciones
culturales sectoriales para atender campos
particulares de las artes y de lo patrimonial;
en el segundo, hacia la primera mitad del
siglo XX, movimientos revolucionarios,
populistas, nacionalistas y liberales
asumieron la cultura como una dimensión
básica de la construcción de la nación, la
modernidad y, sobre todo, de la
participación popular; y en el tercero, a
partir de la segunda mitad del siglo XX, se
empieza a reforzar la institucionalidad
cultural, se rediseñan los campos de la
cultura, se fortalecen los medios de
comunicación, aumentan las interacciones
de la cultura con otras áreas de la Gestión
Pública y se inserta la cultura en el
escenario global” (Rey, 2010: 23).
Es de considerar que, en el marco de estas lecturas y
reflexiones, esta obra asume posturas concretas ante las
problemáticas abordadas. De conformidad con los criterios de la
nueva racionalidad y su modelo socio-crítico, propone la
necesidad de trascender a un cuarto momento en el ámbito de las
políticas públicas vinculadas a la cultura, momento que debe
caracterizarse por el reconocimiento pleno de las diversas
identidades y subjetividades que configuran dialécticamente el
espacio simbólico y material de la actividad cultural, en el plano
local, regional y nacional y, en consecuencia, superar las visiones
homogenizantes y centralistas sobre la cultura y la política
cultural, que no se corresponden en nada con la nación poliétnica
y multicultural que es Colombia.
CAPÍTULO I
MARCO RELACIONAL DE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS Y
PLANES CULTURALES EN COLOMBIA
Introducción
Las políticas culturales en Colombia recogen, en buena
medida, la orientación conceptual que soportan las políticas
públicas como expresión instrumental del ejercicio del poder en
la historia social y política de las comunidades organizadas como
Estados. La sociedad occidental experimenta las
transformaciones que las distintas visiones de poder entronizan
en la historia de la civilización y dejan la impronta de
mecanismos relacionales entre gobernantes y gobernados, cuyo
propósito es el mantenimiento del establecimiento en planos de
gobernabilidad y sostenibilidad de manera asimétrica.
Ante una realidad que evoluciona al ritmo de acontecimientos
que afectan intereses de poder, no queda menos que abordar la
naturaleza de las políticas públicas en Colombia desde esta
óptica, sin dejar de lado el carácter periférico que la ubica como
receptáculo del nuevo orden global. Comprender la simetría de la
generalidad de ese orden vinculante para examinar los
fundamentos normativos, conceptuales de las políticas públicas
en Colombia y encontrar factores intervinientes que cooptan las
agendas nacionales en detrimento de las debidas respuestas a las
ingentes necesidades de la población, es el interés del presente
capítulo.
El campo de las políticas públicas en Colombia ha sido objeto de
diversos estudios, lo que amplía la atención a las formas de
análisis de las mismas y su tratamiento en el ámbito de la
educación en condiciones en que: “Su desarrollo académico y,
por tanto, su enseñanza no se encuentra desligada de las
concepciones que prevalecen en materia de relaciones entre
Estado y sociedad, y de perspectivas epistemológicas” (Roth,
2016: 260). Es decir, los académicos que se ocupan del tema de
las políticas públicas en el país, lo hacen con el peso de un
acumulado teórico que es el resultado de su desenvolvimiento
histórico y conceptual que se viene gestando, para el caso de
América Latina, a partir de los principios emanados del Consenso
de Washington en el año de 1989, como también en los conceptos
de la Nueva Gestión Pública (Osborne y Gaebler, 1992), lo que ha
permitido la influencia de la economía en las decisiones de los
ciudadanos y en las actuaciones gubernamentales.
En estas circunstancias, el teórico Eduardo Wiesner (1997), en
su texto: (La efectividad de las políticas públicas en Colombia), se
ocupa de la corriente Neoconstitucionalista que fundamenta la
reforma del Estado y que se venía desarrollando en la década del
noventa del siglo pasado. No obstante, hay que reconocer la
importancia de teóricos externos que motivaron con sus aportes
la reflexión y estudio de las políticas públicas en el contexto
nacional, entre estos destacan: el pionero Harold lasswell, Mény
Thoenig, Muller, Aguilar, Parson, Ascher; u organismos
especializados, como el Centro Latinoamericano de
Administración y Desarrollo (CLAD).
De igual manera, el ejercicio del Estado de las Políticas
Públicas da margen para trasladar la reflexión al ámbito
universitario, donde se destacan académicos como André-Noel
Roth Deubel, quien desde la educación superior ha contribuido a
consolidar un espacio académico para el estudio de las políticas
Públicas (Public Sciences), desde su perspectiva histórica y
epistemológica. Ha sido autor de textos, artículos y trabajos
investigativos desde la academia que lo han posicionado en el
entorno nacional e internacional como uno de los académicos
más influyente en lo que concierne al estudio de las políticas
públicas; contando, además, con el texto de gran difusión y
aceptación, titulado: (Políticas públicas. formulación,
implementación y evaluación). De este autor se extraen
importantes aportes relacionados con enfoques, marcos y
herramientas para el análisis, interpretación y evaluación de las
políticas públicas. Paralelo a esto, la entronización del concepto
de Políticas Públicas en Colombia se da con la expedición de la
Ley 30 de 1992, que reglamenta la educación superior, lo que
permite la apertura de programas de formación universitaria en
Ciencia Política.
En este estado de cosas, surge una pléyade de académicos que
abordan la temática desde distintas aristas entre las que se
cuentan las relacionadas con la correspondencia conceptual de la
realidad nacional con los marcos teóricos universales; posturas o
puntos de vista sobre el desarrollo de las políticas públicas y su
impacto social, como también posiciones más críticas que
develan la existencia de entramados de poder que le subyacen.
En efecto, las políticas públicas en Colombia presentan
propósitos loables relacionados con las necesidades de inclusión,
empoderamiento, carácter de horizontalidad en su diseño; pero
desafortunadamente en su operacionalización dista mucho de
reflejar esos aspectos. Como, además, las políticas son
elaboradas, en muchos casos, por tecnócratas que se
desenvuelven en un sistema de compromiso partidista o, de
grupos de intereses con relaciones políticas, que usualmente
desconocen las verdaderas necesidades sociales y sus
consecuentes soluciones; de ahí que, una gran capa de la
población queda excluida, invisibilizada y, en gran medida, con
una existencia subterránea en la realidad nacional. Esto, desde
luego, no desconoce que existan políticas blicas que benefician
a gran parte de la población en muchos renglones de su realidad,
pero los resultados observados no desmienten lo inequitativo de
su implementación y cobertura. Desde otro punto de vista, se
sabe que dada las circunstancias de violencia continua
experimentada en el país (Colombia) por más de cinco décadas,
ha llevado al Estado a priorizar sus partidas presupuestales,
circunstancia en la que se da por contado que la gran
damnificada es la inversión social y, por ende, el renglón cultural.
En este sentido, las políticas públicas del orden cultural tienen
un fuerte carácter asistencialista que combina su naturaleza
estatal con la presencia de modos privados dentro de la
administración blica, “engendros” que muchas veces
demuestran poca o nada de pertinencia con la realidad social
cuando se trata de la cultura. Ahora bien, es evidente la
naturaleza social de los aspectos relacionados con las políticas
públicas, razón por la que se considera que, la manera más
apropiada de intervenirla es con el método Fenomenológico-
Hermenéutico, sobre el entendido de que se auscultan
motivaciones, metas, propósitos de grupos e individuos en un
plano relacional con el Estado bajo condición top-down y acaso
con orientación botton-up en la implementación de las políticas
públicas, en consecuencia cabe preguntarse: ¿responde las
políticas públicas vinculadas al sector cultura a las necesidades
sociales y culturales de las comunidades?
Se asume lo hermenéutico en cuanto que: “…posibilita la
interpretación de textos y contextos consolidados en normas,
documentos, políticas, historias, estudios y una totalidad de
fuentes que, de alguna manera, proporcionan información
significativa para la investigación” (Lobo: 2016:50).
Para elaborar el presente trabajo, se desarrollarán por lo
demás tres bloques conceptuales: el primero, la consideración
comprehensiva de las nociones de Sistema Político como punto
de partida para ver con claridad su fuerza sinérgica en la
determinación relacional con las nociones de Estado, Ciudadanía,
Gobernabilidad, Democracia y Sociedad Civil Organizada (SCO).
Segundo, seguimiento histórico de las reformas del Estado en lo
que se ha dado a conocer en los círculos académicos como
generaciones de reformas del Estado y; el tercer bloque, se ocupa
de exponer el marco conceptual en el cual se construye el
ejercicio de las políticas públicas y culturales en Colombia.
Sistemas políticos y políticas públicas: una
relación comprehensiva
Es comprensible que dentro del campo de estudio de las
políticas públicas aún se sienta el impacto de las reformas
estructurales del Estado con propósitos estabilizadores emanadas
del Consenso de Washington, de mediados de los ochenta, que
generó una realidad de Políticas Públicas tecnocráticas, con muy
poco o nada de participación de las comunidades implicadas,
habida cuenta del fortalecimiento del sector privado. Al tiempo
que se evidenciaba el fracaso de las reformas estructurales con su
bandera del mercado como factor orientador de la sociedad,
emerge el papel fundamental del Estado, la concepción de lo
público, la formulación de políticas con participación
gubernamental; una nueva visión de gobernabilidad que incluya
la consideración social y una conciencia sistémica que relaciona a
las políticas públicas con la concepción de sistemas políticos.
Es decir, las políticas públicas se conciben en el marco de un
sistema político, así lo reconoce el Banco Interamericano de
Desarrollo (BID, 2006), en su informe sobre el progreso
económico y social en América Latina, cuando sostiene, entre
otras cosas, que los procesos de formulación de las políticas
públicas hay que comprenderlos integrados en el funcionamiento
de los sistemas políticos.
A su vez, los sistemas políticos se asientan en los Estados en
Acción, noción que:
…se refiere a aquella dimensión estatal que se
encarga de seleccionar las demandas referidas
a los problemas públicos y ofrecer servicios
actuando de manera independiente de la
sociedad, considerando que son los individuos
y los grupos los que dirigen la acción del
Estado y quienes determinan las elecciones en
materia de políticas públicas (Mejía,
2012:144).
Pero no basta este contenido si no se diferencia o identifica
desde que marco conceptual se desarrollan las Políticas Públicas
y cuál es su ideología subyacente. En efecto, desde una
perspectiva epistemológica crítica, la noción de Estado es
consustancial a la sociedad; maneja unas estructuras
institucionales y establece unas conexiones relacionales entre
una autoridad constituida y una sociedad legitimante. En este
punto, debe quedar claro que la noción de Estado entendida solo
como un territorio y una población que la habita, con un sistema
de organización política, es restringida para el objeto de esta
reflexión. Contrariamente, se considera apropiado concebir al
Estado con una clara diferenciación de la llamada Sociedad Civil,
del Estado institucionalmente hablando, ya que se comprende
que el Sistema Político cubre al Estado, pero lo trasciende al
incluir a la sociedad civil. He aquí la validez del carácter
relacional que debe tener el Sistema Político en cualquier Estado
para superar las concepciones estado-céntricas que terminan por
fetichizar al andamiaje institucional.
De manera que, esta condición relacional entre Estado y
sociedad comporta una interacción:
…que permite a una autoridad constituida
establecer valores para el conjunto de la
sociedad. Este conjunto de interacciones
genera un flujo de inputs y outputs, los inputs
son las demandas y apoyos que el sistema
institucional recibe de la sociedad o de otros
entes, y los outputs son las respuestas que ese
sistema institucional da a las primeras
(Easton, 2007: 2).
Se desprende de lo anterior, el carácter vertical y descendente
de la política para Easton, pero también ratifica lo mencionado
anteriormente, el carácter relacional del Sistema Político, o al
decir de Gomáriz (2007: 2): “…la relación entre el sistema
institucional y la ciudadanía”. En efecto, emerge aquí una
categoría, la noción de Ciudadanía que le da rostro al Sistema
Político, por cuenta de la responsabilidad civil e identidad social
que tienen las comunidades. Además, esta misma condición
puede sostenerse claramente en una realidad política que asuma
la ciudadanía como interlocutora válida del flujo relacional con el
Estado.
Ahora bien, en este punto de la reflexión, se advierte la
necesidad de aclarar que, al día de hoy, la concepción de
ciudadanía es objeto de confusión al reconocérsele con la llamada
Sociedad Civil Organizada (SCO), concepto que surge por el:
Uso del espacio de la sociedad civil como un
ámbito de organización social para
defenderse, primero, de los regímenes
autoritarios y, después, de los efectos del
ajuste estructural (aunque, en algunos países,
como en Chile, eso sucedió al mismo tiempo),
dio lugar, progresivamente, a una
convergencia discursiva sobre la calidad de la
sociedad civil frente al deterioro de la política
y del Estado (Gomáriz, 2007: 4).
Es decir, estos grupos organizados, integrados por ciudadanos
activos asumen la respuesta ciudadana minimizando la condición
individual y voluntaria de los individuos para ubicarse en las
franjas de ciudadanía formal, sustantiva o activa, máxime si la
relación Estado-Sociedad con su Sistema Político responde a la
noción de ciudadanía que: “Guarda relación con una óptica de
Derechos que es como proceso lógico de orden ascendente:
desde los derechos ciudadanos hacia un gobierno que responde a
esa soberanía ciudadana” (Gomáriz, 2007: 3).
Desde luego, no se puede quedar en una mirada formal del
desglose teórico, ya que comprender la importancia de la
correspondencia entre el Sistema Político y la ciudadanía obliga a
conocer el comportamiento de esta en su respuesta funcional. En
efecto, gran parte de la población ejerce la llamada ciudadanía
formal que es receptora pasiva de los derechos y deberes que le
otorga el Estado. Se caracteriza por estar despolitizadas y apática
al Sistema Político. Mientras la ciudadanía sustantiva constituye
ese margen de individuos que son conscientes de sus derechos,
los cuales ejercen en decisiones personales o soluciones
colectivas y mantienen información básica obtenida de los
medios de comunicación del Sistema Político. La ciudadanía
activa hace referencia a las personas que sobre la base de su
conciencia de los derechos y deberes y del rol en la dinámica
social y política de la realidad nacional, participan activamente
en organizaciones o tomas de decisiones, que de manera
sostenida constituyen la vigilancia o la interlocución activa de la
sociedad, por ello se les conoce como activistas de la sociedad
civil (Gomáriz, 2007).
Se plantea aquí un fenómeno concreto: dada la fuerza que
toma la sociedad civil organizada, frente a la necesidad de
obtener soluciones a determinada situaciones que la aquejan, se
da un desconocimiento por parte de ella de las instituciones que
la representan, como: los partidos, delegados o representantes
ante los cuerpos colegiados elegidos por la misma comunidad,
ocasionando una crisis de representación y una consecuente
pérdida de credibilidad con riesgos de: “…sustitución de la
representación/partido/ciudadanía por los mecanismos de la
participación/organización de la sociedad civil” (Gomáriz, 2007:
5). Este fenómeno tiene fuerte presencia en los noventa, década
en la cual se puede referenciar frecuentes movimientos de la
sociedad civil organizada que desestabilizaron gobiernos y, en
algunos casos, derrocaron a otros.
Asistimos, entonces, a una realidad antagónica, que da cuenta
de una crisis de representatividad que hasta el presente es objeto
de preocupación en las instituciones democráticas aun
reconociendo que la naturaleza representacional de la
democracia en Colombia permite la presencia de la
representación por cuenta de la gran mayoría de ciudadanía
sustantiva, que ejercen los derechos de elegir a sus
representantes en las instituciones del Estado.
Infortunadamente, el ejercicio ciudadano de la Sociedad Civil
Organizada, no siempre genera resultados de mejores
perspectivas, ya que:
…comenzó a mostrar sus falencias a fines del
siglo pasado. Una primera evidencia consist
en comprobar que el activismo de las
organizaciones de la sociedad civil, en medio
de una crisis de los partidos de izquierda
producía un efecto indeseado: el
mantenimiento de los partidos de Derecha en
el poder con repetidas versiones del programa
Neoliberal (Gomáriz, 2007: 5).
Ante tal situación, se plantea últimamente la necesidad de
entablar un diálogo sinérgico entre la participación y la
representación estimulado, en gran medida, por las nuevas
exigencias de fortalecimiento de la democracia y la concepción de
que ello sería posible si se da una verdadera articulación entre
representación y participación (Gomáriz, 2007). He aquí un
aspecto esencial que constituye bases sólidas en la postura
teórica del presente estudio.
Reformas del Estado. Factor determinante en
las políticas culturales
La engañosa tendencia a considerar los hechos en su
manifestación inmediata con pasividad reflexiva deja ver una
realidad circunstancial que oculta nexos históricos, relaciones
causales y, sobre todo, una fundamentación teórica y conceptual
que funge como base ideológica de los acontecimientos. Este es la
fase en que se observa la trascendencia de las reformas del
Estado acaecidas históricamente en el último quinquenio para el
comportamiento de la institucionalidad en América Latina, vista
como totalidad dialéctica.
Se asume aquí, por extensión, la afectación que las reformas
originadas en los países centrales tuvieron en las naciones
periféricas y, por ende, en Colombia, dada la condición de
dependencia y la diezmada capacidad autonómica en la creciente
configuración del orden mundial, connotadas diferencias en el
impacto, aplicación o ejecución de las directrices desprendidas de
las generaciones de reformas que ha surtido el Estado en estos
países. Por lo demás, todos tienen un referente inicial que da
cuenta de las condiciones en que la economía mundial establecía
dinámicas reformistas a raíz de los acontecimientos recesivos que
la aquejaban.
En este sentido, “la depresión económica de los años treinta
en los países desarrollados, puso en jaque el (Modelo Primario
Exportador), que caracterizó a la economía de la región en la
primera mitad del siglo XX” (Talavera y Armijo, 2007: 91). En
efecto, el impacto del fenómeno depresivo fue tal que coadyuvó a
una serie de intervenciones en los sistemas productivos, ya que:
“La contracción de los ingresos provenientes de las exportaciones
tradicionales rompió con la dinámica del intercambio comercial
predominante y obligó a impulsar una política de
industrialización sustitutiva de importaciones” (Talavera y
Armijo, 2007: 91)
En este contexto, se llega a la década del cuarenta del siglo
pasado, donde los países latinoamericanos asumen la directriz
del Modelo de Desarrollo Industrial con un marcado
proteccionismo y la intervención del Estado como ente regulador
de la actividad productiva (Talavera y Armijo, 2007). La
experiencia no fue la mejor, como quiera que existían unas
características diferenciadoras entre los países de la periferia y
los de centro, en el sentido, al decir de (Rodríguez, 1980), de que,
la estructura productiva de la periferia era especializada y
heterogénea, mientras las de los del centro era diversificada y
homogénea.
Consecuentemente, la dinámica productiva de los países
latinoamericanos, fue permeada por una serie de acciones
relacionadas con medidas arancelarias diferenciadas o
sectorizadas; la adjudicación de recursos con criterios políticos o
de influencias; desmejoramiento de los sectores sociales con
menor ingreso y su tendencia mantenida, en fin se: “…creó una
estructura económica rígida, incapaz de reaccionar con rapidez a
los cambios producidos por las condiciones económicas
mundiales” (Talavera y Armijo, 2007: 92).
En este aspecto se preuna situación desventajosa para los
países periféricos que incide en la capacidad operativa del sector
productivo, las posibilidades de responder a las necesidades
endógenas por el rigor de mantenerse al ritmo de las exigencias
de una economía que se estructuraba globalmente, con el amplio
concurso del capital privado internacional. De tal manera que la
brecha de desarrollo con el modelo de industrialización en los
países latinoamericanos y Colombia, en particular, dejó entrever
profundos déficits fiscales, incumplimientos o incapacidad de
pagos de rentas, como el acudimiento de medidas inflacionarias y
la innegable repercusión social que duró alrededor de dos
décadas, lo que, a la postre, fue el advenimiento de las reformas
de primera generación del Estado.
Reformas de primera generación: políticas de
estabilización y reformas estructurales
En países como Colombia, con el deplorable cuadro ya
mencionado y un creciente endeudamiento con entidades
financieras del orden mundial, como el Fondo Monetario
Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), las políticas de
estabilización de la deuda y las exigidas reformas estructurales
vienen de la mano de estas entidades prestatarias de capital. Así
se puede afirmar que:
Las severas condiciones de los organismos
multilaterales de créditos para permitir el
acceso a nuevos empréstitos de la banca
internacional, implicaron la puesta en marcha
de lo que se ha conocido como reformas de
primera generación, que concentraron
acciones dirigidas a la liberación comercial y a
la privatización de activos del Estado,
coordinadas por una élite tecnocrática
relativamente aislada (Naim, 1995, 219)
(Negritas añadidas).
Se desprende de lo anterior, que el país contrae un
compromiso vinculante con el FMI o el BM bajo la figura de un
convenio que encierra los denominados (ajustes estructurales
con crecimiento) que incluyen:
…la transformación del aparato estatal que
el modelo neoliberal requiere bajo la estricta
asistencia técnica y financiera del BM, el cual
hasta mediado de los noventa manejó y
defendió a ultranza la tesis de la minimización
del Estado, basada en la teoría de la elección
pública (García, 2003:101).
Desde luego, en este contexto se exacerba la privatización de
las instituciones, se agotan las políticas sociales, se reajusta el
presupuesto de la nación en detrimento de las causas sociales,
culturales y todo el aparato conjuga su accionar al cumplimiento
del pago de la deuda externa, es decir, las reformas de primera
generación pasaron por alto la participación social, apoyándose
en la gestión silenciosa o de escritorio, demostrando un carácter
técnico en su manejo, lo que permite percibir la negación de
información pertinente para el ciudadano común sobre las
Políticas que le competen en su beneficio (García, 2003).
Es decir, para las reformas de primera generación lo
primordial era el ajuste de la macroeconomía con miras a
resolver profundos desequilibrios fiscales que no permitían un
comportamiento regular en la ya marcada economía de mercado;
mientras el renglón social y cultural era objeto de consideración
al margen de que en nada resultaba significativo para la nueva
lógica de acumulación de capital que dominaba los
acontecimientos.
A estas alturas, de los hechos queda al descubierto que:
…el crecimiento económico fue menor de lo
esperado mientras que la mejora de las
condiciones de vida del conjunto de la
población fue inexistente, registrándose, por el
contrario, un aumento del nivel de pobreza y
una mayor desigualdad en la distribución del
ingreso (Talavera y Armijo, 2007: 95).
En estas circunstancias, se dan las condiciones para exponer
una nueva visión que remoza el papel de las instituciones y en
especial del Estado, contrario sensu a la orientación del
Consenso de Washington que minimizó el rol del Estado y de sus
instituciones en el desarrollo, con resultados económicos y
sociales deficitarios.
Reformas de segunda generación.
Neoinstitucionalismo
Son aplicadas en América Latina a principio de los noventa del
siglo XX y estuvo encaminada principalmente a reformas de tipo
institucional. Parte de la premisa de que, las instituciones son
necesarias para el desarrollo del sector productivo en una
relación interinstitucional que propende por un propósito de
fortalecimiento de la economía, el sector social y la democracia.
En esta perspectiva, las reformas de
segunda generación han representado una
revitalización del papel del aparato público en
los asuntos de desarrollo económico,
minimizado en la primera etapa de reformas,
pero ahora rescatadas bajo la tesis de que la
creación de una serie de dispositivos
institucionales públicos les posibilita a los
agentes privados operar con un margen de
menor incertidumbre, argumento que -como
veremos más adelante- forma parte del
llamado “nuevo institucionalismo”,
orientación teórica que domina el
pensamiento económico contemporáneo
(García, 2003:106).
Por otro lado, la reforma de segunda generación se dirige a
fortalecer o recuperar instituciones que durante años estuvieron
en desuso o anuladas, entre las cuales se cuentan las
instituciones reguladoras, el parlamento, los tribunales de
justicia, las instituciones encaminadas a la lucha contra la
corrupción (Santiso, 2001). Como se observa, la recuperación de
la institucionalidad estatal revive la noción de un Estado de
derecho, donde tiene cabida la democracia, actores sociales,
comunidades, aunque sea con criterio económico, pero como una
fuerza presente en los propósitos productivos de la región.
Al insistir en la recuperación de la democracia, se sabe que los
procesos de participación mejoraron; hubo capacidad de
respuesta crítica y exigencia de transparencia a las instituciones,
lo que ha dado margen a aseverar que lo que hay que cuidar, al
menos desde la óptica neo-institucional es el tipo y calidad de
las instituciones para generar confianza ciudadana en ellas.
Desde esta perspectiva, se entiende, entonces, que: “La
democracia legitima las políticas públicas al basarse en la
deliberación y el equilibrio negociado de intereses con reglas
transparentes” (Talavera, Armijo, 2007: 106).
De tal manera que el enfoque teórico con el cual se identifica a
las reformas de segunda generación, se denomina
Neoinstitucionalismo. Conocido también como nuevo
institucionalismo, considera a las instituciones como un “sistema
de reglas y procedimientos formales o informales que pueden
registrar diversos niveles de institucionalización dentro del cual
formulan sus expectativas y estrategias” (Prast, 2001: 120). No
obstante, este enfoque tiene sus inicios en el marco de las
reformas de primera generación, donde se experimenta un
enfoque acorde con los propósitos de la reforma, en el sentido de
confrontar los fallidos logros del Estado de Bienestar en los años
setenta y parte de los ochenta, al considerar a las instituciones
del Estado responsable de la eliminación de los colectivos, bajo la
premisa netamente economicista de que, en un contexto de
múltiples opciones, los individuos eligen de manera racional
aquella que implique menos sacrificio y reporte mayores
beneficios, lo cual hace referencia al (enfoque de las expectativas
racionales) en las Ciencias Políticas y Administrativas
(Crozier,1969; Offe, 1989).
Tal es la situación que permite comprender con claridad las
políticas de shocks implementadas por las reformas de primera
generación al confrontar el principio individualista de la acción a
partir de un cálculo racional, propiciado por el enfoque de las
expectativas racionales.
Hasta aquí se ha expuesto las incidencias de las reformas del
Estado a partir de la segunda mitad del siglo XX, bajo la premisa
que las políticas públicas se deben a un sistema político, el que, a
su vez, se desenvuelve en un Estado estructurado en
concepciones teóricas universales. En lo que sigue, se espera
revisar teóricamente las políticas públicas del orden cultural
desarrolladas en Colombia, para comprenderlas en un entramado
de acontecimientos multidimensionales que estructuran
dinámicas institucionales interrelacionadas y complejas.
Marco conceptual de las políticas públicas en
Colombia
Sea lo primero destacar que elaborar un marco conceptual de
las Políticas Públicas en Colombia, no es una tarea sencilla, entre
otras razones, porque el análisis o estudio de las mismas es
relativamente reciente en el país, y como ya se ha expresado, el
papel preponderante ha sido el de un receptor de dinámicas
transformadoras de carácter exógenas. Las políticas públicas
desarrolladas en Colombia reflejan postulados teóricos de
vigencia circunstancial que fueron implementadas en la región en
un esquema de centro a la periferia con motivaciones
relacionadas con los intereses neocoloniales, patrocinados por
centros de poder a nivel internacional.
En este tenor:
Así en el caso de Colombia, casi ausente de
los debates académicos antes de 1990, el tema
del análisis de las Políticas Públicas, en
especial la evaluación de éstas, se ha vuelto
hoy en día un tema obligatorio de toda
discusión política (Roth: 2007:45)
Aspecto que obedece, insistimos, a exigencias de organismos
internacionales como el Banco Mundial (BM), el Fondo
Monetario Internacional (FMI), o el Banco Interamericano de
Desarrollo (BID), en las observaciones del cumplimiento de
requisitos para las reformas del Estado emanadas de los
postulados neoliberales en el marco totalizante del Consenso de
Washington.
En esta circunstancia, los primeros y aún vigentes ejercicios de
estudios y acopio de información relacionados con las Políticas
Públicas en Colombia, son elaboradas con orientaciones teóricas
e instrumentales de paradigmas con fuerza de época:
De hecho, en materia de análisis de
Políticas Públicas, en el país predomina una
postura intelectual por lo general implícita, de
tipo positivista o neopositivista en las Ciencias
Sociales, que se apoya en gran parte en los
postulados de la microeconomía y en
instrumentos desarrollados por la Sociometría
y la Econometría (Roth: 2007: 47).
En este orden conceptual, se espera que los trabajos realizados
en este campo sigan una orientación racionalista que se sustenta
en una realidad fáctica instrumental de las Políticas Públicas.
Ahora bien, lo que es innegable es que la realidad de las Políticas
Púbicas en Colombia, es reflejo de las transformaciones y
dinámicas que traen aparejadas las distintas reformas del Estado.
Consciente de ello, vale la pena insistir en la esencialidad del
Estado, su estructura y el sistema político que lo rige, como
resultado de las transformaciones de las Instituciones y, por
ende, del significado que asumen las mismas.
En esta perspectiva, se concibe, entonces, que el contexto
teórico-político sobre el cual se asientan las Políticas Públicas es
el concepto de (Estado en Acción) como una respuesta que la
Institucionalidad se ve abocada a mostrar en su realidad propia.
En este sentido:
El Estado en Acción, se refiere a aquella
dimensión estatal que se encarga de
seleccionar las demandas referidas a los
problemas públicos y ofrecer servicios
actuando de manera independiente de la
Sociedad, considerando que son los individuos
y los grupos los que dirigen la acción del
Estado y quienes determinan las elecciones en
materia de Políticas Públicas (Mejía: 2012:
144).
Es decir, se concibe al Estado en una estructura relacional que
comporta una serie de responsabilidades interinstitucionales,
donde los distintos actores responden de manera contractual a la
acción pública. No obstante, la respuesta del Estado se torna
insuficiente, las Instituciones entran en crisis, los resultados son
deficitarios y el modelo de Estado se agota. En este contexto las
Políticas Públicas dejan entrever su ineficacia y los estudios
centrados en el modelo de Estado reflejan una realidad
desmarcada de la realidad de vida de las personas. Tal es la
situación en que se ha desenvuelto el ejercicio de las Políticas
Públicas en el país, toda vez que éste se desenvolvió en la primera
mitad del siglo XX, con un modelo estatal de desarrollo, que
apenas se apoyaba en estructuras productivas del campo
monoexportador y una incipiente industrialización. En ese
cuadro, las Políticas Públicas se caracterizan por una orientación
descendente habida cuenta de la excesiva centralización
administrativa y presupuestal imperante.
De igual manera, la estructura territorial, daba cuenta de unos
centros de poder que captaban y muchas veces diseñaban las
Políticas Públicas en connivencia con el Estado o más
específicamente, de las elites que lo controlan. Esto, desde luego,
mostraba un país incluido y otro excluido que habría de receptar
por cuenta de unas políticas asistencialistas algunos beneficios.
Se abren espacios en la región, ya para los ochenta, unas
reformas que cuestionaron el papel del Estado (de primera
generación) y su incapacidad para responder a las exigencias de
una economía de mercado cada vez más globalizada, por lo que
las exigencias tenían puesta la atención en desposeer al aparato
estatal de las funciones financieras a través de: “La eliminación
de funciones gubernamentales, los cortes de gasto corriente y de
inversión, y la reducción de personal, las privatizaciones, las
desregulaciones y la descentralización” (Sousa y Moreira:
1999:1).
Se desprende de lo anterior que las condiciones para el
desarrollo de las Políticas blicas, deslegitimaron un propósito
social, amén de la ausencia de este aspecto desde la
fundamentación conceptual hasta la instrumentalización de las
mismas. En efecto, las Políticas Públicas, ahora en manos de
entidades privadas, establecieron dimensiones de la realidad con
criterios selectivos y racionalización de gastos ante la mirada
pasiva del Estado, que si mucho podía tener funciones
verificadoras de la implementación. Esta situación, no permitió
un desarrollo equitativo de las Políticas Públicas que solo
propiciaban resultados favorables en triángulo de hierro, es decir,
la riqueza, en función de gasto e inversión, retorna a los
inversionistas. He aquí una situación inequitativa, por razones de
sistema que lejos de contribuir a un crecimiento del bienestar en
la gran población, generó profundas brechas deficitarias y mayor
endeudamiento con entidades internacionales, al tiempo que
reproducía la inequidad y la exclusión de los sectores más
vulnerables de la sociedad.
Se logra, sí, avances en lo relacionado con el control de la
inflación, reducción del déficit fiscal y un gran impulso a la
inversión extranjera, como un margen mayor de exportaciones.
Se constata aquí que las Políticas blicas emanadas en este
contexto, contribuyeron a endosar en la gran mayoría
obligaciones con una mayor carga de impuestos, que cubren
desde los servicios públicos domiciliarios, la canasta familiar
hasta las obligaciones con entidades financieras del orden local.
Ante esta situación el paradigma impuesto desde el Consenso
de Washington que se traduce en una economía neoliberal, se
debate en las críticas a su inoperancia para superar la pobreza, el
reconocimiento de la diversidad y las potencialidades regionales,
de ahí que se vuelve la mirada a las Instituciones Estatales como
un factor necesario en las transformaciones para superar las
debilidades del sistema. Es el momento para que las Políticas
Públicas salgan con la rúbrica del Estado y en otras ocasiones de
origen consensuado con sectores independientes. Es decir, el
fortalecimiento de las Instituciones del Estado con las reformas
de segunda generación se da en un marco de apertura
constitucional en Colombia, que permite establecer la concepción
de un Estado Social de Derecho y el reconocimiento de la Nación
como un conjunto de regiones y diversidad étnica (Constitución
Política, Artículo 7: 1), esto al menos en el discurso
constitucional.
En este orden de ideas, motivado por la nueva visión de país,
nacen una serie de instituciones que traducen necesidades de una
población que por más de una centuria estuvo ausente en las
políticas del Estado. También, se retoma la regulación por parte
de éste y los organismos de control que, de alguna manera,
refuerzan el papel social de las Políticas Públicas en el país.
Por otro lado, las Políticas Públicas, ahora en buena parte
descentralizadas, se ocupan de las necesidades regionales con la
figura de entidades territoriales, reconocida constitucionalmente
y la capacidad de gestión y de respuesta por parte de la
población, tiene la oportunidad de agruparse en organizaciones
independientes o como sociedad civil organizada que dialoga con
el Estado.
Se puede aseverar que para la década de los noventa, el
paradigma neoinstitucional oxigenó la realidad social del país,
por lo menos en la formalidad escrita, porque al día de hoy la
concepción neoliberal del sistema productivo se mantiene,
matizándose con la concepción corporativa de las instituciones y
el riesgo pendular entre Estado-Mercado, que busca nuevos
caminos para llegar siempre al mismo plano: la primacía del
poder económico como determinadora de una lógica de
acumulación de capital. ¿Y las Políticas Públicas? Seguirán
formulándose, implementándose y acaso evaluándose en una
realidad fáctica que demuestra una brecha inequitativa cada vez
más creciente e injusta desde todo punto de vista.
Políticas Culturales
Con referencia a las Políticas Públicas Culturales en Colombia,
no se puede prescindir de la realidad experimentada por el
Estado, respecto de las transformaciones en sus estructuras
institucionales, el rigor instrumental con que se
operacionalizaban y los frentes de la realidad nacional que se
ocuparon. Adicionalmente, el reconocimiento por parte del
Estado en los albores del siglo XX, hasta la Constitución de 1991,
exalta la fuerza de una realidad cultural que siempre estuvo
presente y que no podía ser desconocida. En esta perspectiva, de
manera incipiente, el Estado se ocupó de algunos renglones
culturales en la primera mitad del siglo XX, como extensión de
herencias decimonónicas a nivel patrimonial y adopción de
pautas culturales “universales” de carácter euro-céntrico, que
motivaron el reconocimiento o la adopción de instituciones con
propósitos de preservación o evocación patrimonial. En estas
condiciones, se conservan bibliotecas, iglesias, museos,
universidades, monumentos, hasta la tradición oral como forma
de patrimonio intangible.
Pero, en la medida que el Estado asume estructuras
institucionales definidas, se crean organismos que se ocupan de
renglones culturales. Tal es el caso de Colcultura, organismo
creado en 1968, ello por: “…necesidad de incluir el elemento
cultural en los planes de desarrollo generales llevados a cabo por
los presidentes durante sus gobiernos, se muestran como una
constante en todos los foros, eventos, discusiones y documentos
en torno a la cultura” (Mendoza y Barragán: 2005:166). Como
organismo adscrito al Ministerio de Educación Nacional (MEN),
lo que hace es seguir la tarea de continuar visibilizando aspectos
relacionados con la cultura en el marco de la educación con todo
lo cercenado que se manejaba el concepto de cultura que, a lo
sumo, terminaba siendo un concepto que servía para definir
exclusivamente la cultura de las elites revestidas de poder
político y/o económico, vinculadas a los modos de vida del
occidente hegemónico y el del norte global.
Como ya se ha manifestado, la cultura fue objeto de un espacio
constreñido en los Planes de Desarrollo que datan de 1958,
durante el gobierno de Alberto Lleras Camargo, hasta 1982 en el
gobierno de Julio César Tutbay Ayala, lapso en que las Políticas
Culturales, manejaron una concepción restringida de cultura
prácticamente ceñida a las manifestaciones instrumentales de las
mismas y con un margen de participación mínima que dejó
entrever el tipo de estrategia institucional: dirigismo estatal
(Mendoza y Barragán, 2005).
Por otro lado, es necesario señalar la importancia del proceso
de descentralización en que entró el país a partir de la Reforma
Constitucional de 1968, que cambió la estructura política al pasar
de un Estado central a un Estado descentralizado en lo que
respecta a las funciones políticas, fiscales y administrativas,
dando la posibilidad a los gobiernos municipales y a sus
habitantes de tomar decisiones sobre la utilización de sus
recursos, apoyados en la figura del Situado Fiscal, mecanismo
creado en la misma reforma para transferir recursos a los
departamentos con destinación previa. A instancias de estos
acontecimientos, Colcultura llevó a cabo algunas Políticas
Culturales descentralizadas o, al menos desconcentradas, al crear
cinco oficinas regionales en las siguientes ciudades: Medellín,
Cali, Cartagena, Bucaramanga y Sincelejo, a cargo de un
promotor cultural que hacía las veces de recopilador o censor de
instituciones culturales de las comunidades para Colcultura.
De igual manera, en 1984, se crearon las llamadas Juntas
Regionales de Cultura y Consejo Regional de Cultura, como
también las Casas de la Cultura y Centros Culturales (Mendoza y
Barragán, 2005). Son estas nuevas condiciones favorables para
que las Políticas Culturales se proyecten con una nueva cobertura
de participación y beneficios que, al cabo de los siguientes años,
avizoraba el nacimiento de un nuevo país en términos de sus
imaginarios y representaciones vinculadas a la cultura como
fenómeno creativo.
En la última década del siglo anterior, Colombia experimenta
grandes y profundos cambios en sus derroteros como Nación al
elaborar una nueva Constitución Política, como resultado del
desgaste de las Instituciones y la percepción de la población de
las necesidades de pasar una página de desgreño administrativo,
corrupción rampante, violencia extrema y un conservadurismo
institucional que se oponía a las exigencias de un nuevo siglo:
Esta nueva Constitución y todo el proceso
de descentralización vivido en Colombia
trajeron consigo un cambio estructural en la
manera de concebir las Políticas Públicas en el
país, puesto que ya no era un asunto exclusivo
del poder central, sino que cada vez más,
diferentes entes territoriales tales como
departamentos y municipios, tuvieron la
oportunidad de tomar decisiones que se
ajustaron a sus necesidades reales (Mendoza y
Barragán, 2005:168).
Ahora, con la expedición de una nueva Carta Constitucional, la
1991, se consignó el paso de la democracia representativa a la
democracia participativa, que en el ámbito cultural representó
una nueva mirada hacia las comunidades, como quiera que la
participación hasta el momento brillaba por su ausencia. En esta
década, se dieron gestas participativas como la formulación del
documento CONPES de 1990, precedido de la consideración de
los aportes, además de la de los especialistas, la de las regiones y
de la premisa de considerar a las comunidades municipales como
fundamento inicial de cualquier Política Cultural (Mendoza y
Barragán, 2005).
Sin embargo, el hito privatizador que se enquistó en el Estado
décadas atrás no desaparece y se capta en el (Plan Nacional de
Cultura 92-94), documento que tiene el mérito de sintetizar los
estudios realizados durante las administraciones que le
antecedieron a Colcultura (Mendoza y Barragán, 2005), la
elaboración burocrática del documento y, por el contrario,
demuestra por parte del Estado su desprendimiento, si no total,
en parte, de la financiación de la cultura al recordar la
responsabilidad que tiene la sociedad civil de ser participe en la
financiación de la cultura.
En las postrimerías del 90, se instituye el Ministerio de
Cultura que coloca a este renglón como objeto central de interés a
nivel de una institución estructural del Estado, con todo lo que
ello acarrea en los beneficios de su posicionamiento. En efecto,
en consecuencia, de la nueva visión de país construida desde la
Constitución de 1991, se elabora la Ley General de Cultura o la
Ley 397 de 1997, que recoge en buena parte las aspiraciones de
los constituyentes, representantes de las regiones, las
reivindicaciones de los valores culturales en cada uno de estos
entes territoriales, asegurando, además, la responsabilidad del
Estado, en el desarrollo, estímulo y financiación de las
aspiraciones de la población nacional (MINISTERIO DE
CULTURA: 1997).
Cabe destacar la importancia de organismos internacionales,
que contribuyeron a la creación en los organismos oficiales y que,
por cuenta de su emergencia en las nuevas exigencias del mundo
de hoy, en lo atinente al engranaje monolítico de una sociedad
globalizada (Temas relacionados con cultura, cultura universal,
derechos humanos, diálogo intercultural, sociedad civil
organizada, industria cultural, patrimonio, etc.) hacen presencia
en la estructuración de organismos estatales con:
Normatividad cultural internacional, ya
que la presencia de acuerdos, convenios,
declaraciones y recomendaciones de
organismos internacionales tales como: la
ONU, UNESCO y OEA, se hacen cada vez más
presentes y más evidentes dentro de la vida y
la legislación cultural del país (Mendoza y
Barragán, 2005:177).”
En este orden de ideas, la Ley General de Cultura, Ley 397 de
1997, mediante el Artículo 66, creó el Ministerio de Cultura:
“Como organismo rector de la cultura, encargado de formular,
coordinar, ejecutar y vigilar la política del Estado en la materia,
en concordancia con los planes y programas de desarrollo, según
los principios de participación contemplados en esta Ley”
(MINISTERIO DE CULTURA: 1997, Art. 66).
Como forma de complementar, se expone grosso modo un
barrido en la historia de los hechos más significativo que
configuraron Políticas Públicas Culturales en Colombia. Con el
reconocimiento de Colcultura como el organismo mediante el
cual el Estado asumió el renglón cultural; cabe destacar que el
mismo fue objeto de una ausencia de política continuada en los
distintos gobiernos, que condujo a la pérdida de conocimiento y
credibilidad en el país nacional y fue sólo a partir del gobierno
del Misael Pastrana Borrero, que se proyectó el (Primer Plan
Nacional de Cultura, en 1974), con los decididos aportes de la
Unesco y el PNUD desde 1972. Se reconoce de este plan, el
propiciar la participación mediante 2 niveles de organización
institucional, un nivel político que hizo alusión a organizaciones
de la población para identificar los intereses culturales de las
regiones y, por el otro, el nivel técnico, que aportó las
instituciones especializadas y la logística técnica a las vivencias
de los cultores.
Posteriormente, en el gobierno de Alfonso López Michelsen,
1976, el (Nuevo Plan de Desarrollo Cultural), elaborado con el
apoyo de Colcultura y la colaboración de la Unesco, pretendía
democratizar la cultura e integrarla a la vida cotidiana.
Documento de gran valía en el ámbito académico ya que refleja el
devenir histórico del país, pero sin la fortaleza de la participación
de las comunidades o grupos poblacionales que conforman la
diversidad cultural del país. En 1981, durante el gobierno de Julio
César Turbay, patrocinado por Colcultura, se realiza un (foro
sobre Políticas Culturales y Financiación de la Cultura),
acompañado de la Asociación Nacional de Instituciones
Financieras (ANIF), donde se evidencia el manejo prejuicioso de
la cultura, al circunscribirla a las bellas artes y bellas letras y
demarcar diferencias significativas entre la llamada cultura élite
y cultura popular.
Ya en el año 1983, en el gobierno de Belisario Betancourt, se
dio el (Plan Sectorial de Desarrollo Cultural), texto donde se
destaca la participación por aquello de la democratización de la
cultura, y como resultado del primer encuentro de entidades
culturales en Melgar, se crearon juntas regionales de cultura,
mediante acuerdo 0039. Se comprueba, además, el abandono en
que se encuentra buena parte del desarrollo cultural y la
incapacidad de Colcultura para suplir la necesidad. Fue este un
documento con muy buenas intenciones, que
desafortunadamente entró a reposar “el sueño de los justos” al
ser engavetado. Sin embargo, entre este período y el siguiente del
presidente Virgilio Barco, hubo gestiones relacionadas con la
cultura y desde el punto de vista político la elección de alcaldes,
el fortalecimiento de la autonomía municipal, la reforma
tributaria y la conformación de Comités y Consejos Culturales del
orden departamental y municipal, reafirmaron el propósito
participativo y descentralizador. Se documenta, entre otras, la
publicación del documento (Cultura para la democracia y
democracia para la cultura) (1989), con lineamientos básicos
para una política cultural. Otro acontecimiento, la declaración de
un año nacional de cultura, mediante el Decreto 1164 de 1989,
coadyuvó en la adopción del documento La Política Cultural
(1990), por el Consejo Nacional de Política Económica
y Social (CONPES), donde se define la necesidad de incluir la
dimensión cultural en los planes de desarrollo y en los procesos
de descentralización.
Sucede el gobierno de César Gaviria (1990), donde se dan
varios acontecimientos significativos cualitativamente
considerados: la promulgación de la nueva Constitución,
precedida del documento CONPES, Foro sobre Cultura y
Constituyente. También se elabora el Plan Nacional de Cultura
1992-1994, que se le ve como un documento recopilador y
sintético de estudios realizado en la materia en administraciones
anteriores, pero que paradójicamente, demuestra la
subvaloración de la participación comunitaria, al ser elaborado
con un tratamiento burocrático. Resalta en este período la
elaboración de la Ley General de Cultura y la estructuración del
respectivo Ministerio, que en materia de descentralización
administrativa crea dos niveles, uno nacional, de la cual forma
parte el Ministerio de Cultura y los Fondos Mixtos para la
promoción de la cultura y las artes, y un nivel territorial, que
comporta instituciones departamentales, distritales y
municipales de cultura y los Fondos Mixtos.
A nivel de participación, igualmente, los mismos niveles que se
reparten en el plano nacional, los Consejos Nacionales de las
Artes y la Cultura y el Consejo de Monumentos Nacionales. En el
orden territorial, los Consejos Regionales, departamentales,
distritales y municipales de cultura, la filial de monumentos y los
Consejos Territoriales de áreas turísticas. Cabe resaltar que el
auge de la descentralización en esta época permitió el proyecto
bandero del Ministerio, el (Plan Nacional de Cultura 2001-2010),
donde se plantea como lema “Por una ciudadanía democrática
cultural”.
El Plan Nacional de Desarrollo 2002-2006, “hacia un estado
comunitario”, en la administración de Álvaro Uribe Vélez, la
atención está centrada en la seguridad democrática y el
componente cultural tiene algunos resultados en medio de la
salvedad del gobierno de las dificultades de sostenimiento por
falta de recursos, para ello se proponen cuatro metas en el plan:
reconocimiento en formación y valores, Plan Nacional de Lectura
y Bibliotecas, Plan Nacional de sica para la Convivencia y
Fortalecimiento de la Institucionalidad Cultural.
Por otra parte, el plan se propone la promoción del deporte.
Infortunadamente este período carga con el señalamiento de la
crítica por perder gradualmente el Ministerio su verdadero
objeto, la cultura y convertirse en una entidad de segundo orden,
la que, además, tiene el “mérito” de haber eliminado la Orquesta
Sinfónica de Colombia y la Banda Sinfónica Nacional, bajo el
pretexto del recorte presupuestal.
Consideraciones finales
Todo indica que las Políticas Públicas en Colombia, se ejercen
con un fuerte criterio de formalidad institucional a partir de la
segunda mitad del Siglo XX, condicionadas a la priorización del
manejo presupuestal, en cuyo caso el renglón de lo cultural, por
lo general, sale debilitado. Es decir, lo cultural en Colombia al
tenor de las Políticas Públicas solo tiene presencia cuando a
aquellos renglones productivos o sujetos a productividad tienen
garantía de sustentabilidad presupuestal por parte de los
gobiernos de turno.
Desde esta perspectiva, la realidad cultural del país acusa una
presencia informal que ambienta la Nación Identitaria, mientras
las organizaciones e instituciones culturales esperan ser
asimiladas a formatos corporativos de proyección y dominio
global, las hoy llamadas industrias culturales.
Conforme a lo que se ha venido exponiendo, el Estado
Colombiano ha estado sujeto a dinámicas de transformación y
exigencias por parte de Instituciones financieras y de nuevos
enfoques económicos que pautan tendencias de globalización, o
acaso uniformización, de donde se infiere que la localidad
cultural no registra el carácter productivo que pueda incentivarse
para optar por un desarrollo sostenible y competitivo a través de
las Políticas Públicas. No obstante, en el nuevo orden económico,
el sector privado y el de naturaleza mixta con el Estado asume
frentes culturales con criterio empresarial, lo que ha evidenciado,
en muchos casos, un manejo desarraigado de las verdaderas
necesidades y esencia de los fenómenos culturales.
En efecto, se cooptan derechos o manifestaciones culturales
con el tamiz de criterios selectivos que tienen como único
propósito introducirlas en la lógica del mercado, en la ecuación
oferta-demanda. Es claro que desde este ángulo, la esencia
cultural de las regiones son en la medida de su fuerza vital, del
significado para la comunidad y muy poco por cuenta de Política
Públicas con manejo descentralizado, ya que las fuentes de
financiación controladas y legalizadas desde el poder central
provienen de organismos como el Consejo Nacional de Regalías,
Aportes Parafiscales o la Estampilla Procultura, a lo cual se
puede asociar el desgreño estatal por manifestaciones culturales
no mencionadas en el plus de reconocimientos patrimoniales,
por entidades internacionales como la Unesco, o la
disfuncionalidad burocrática de los departamentos en el
incumplimiento de proyectos a organismos nacionales
requirentes.
Finalmente, queda evidenciado que las Políticas Públicas
Culturales no ha satisfecho la totalidad de las necesidades de las
comunidades, dada la intermitencia o discontinuidad de las
mismas cuyo interés es cambiante en los distintos gobiernos. Por
otra parte, la Cultura ha intentado ser objeto de Políticas Públicas
en la historia de Colombia, en los contados Planes de Desarrollo
Cultural, cuya vigencia perentoria no se agota, ni garantiza
proyección de continuidad erga omnes.
CAPÍTULO II
PROTAGONISMO HISTÓRICO DESEMPEÑADO
POR BARRANQUILLA Y LA REGIÓN CARIBE EN
LA DINÁMICA CULTURAL DE COLOMBIA
Introducción
El protagonismo histórico desempeñado por Barranquilla y la
Región Caribe en la dinámica cultural de Colombia, es un
enunciado que permite develar la realidad histórica de una
región que no cesa de representar un referente para el desarrollo
cultural y productivo del país. En efecto, las condiciones sui
géneris que caracterizan el nacimiento de la ciudad de
Barranquilla, la proyecta como una región que se erigió para
aglutinar fuerzas productivas; ser enclave de una economía
globalizada y punto nodal de una cultura-región en un proceso
que mantuvo el argumento de una posición geográfica
privilegiada entre sus pobladores e inmigrantes.
El desarrollo de los acontecimientos que tributario a la
localización de la región de Tierradentro”, la conversión en sitio
de libres y su gradual y posterior estructuración urbana, son
indicadores de una cadena de sucesos que comportan gestiones
personales, dedicación de vida y acciones sinérgicas entre
colectivos que dieron el surgimiento de múltiples
manifestaciones culturales y un arraigo identitario que conserva
la población barranquillera al día de hoy.
La condición de entrada al continente por el Atlántico,
convirtió a Barranquilla en la “Puerta de Oro de Colombia”, en
alusión al flujo vanguardista de la región, de inusitado
crecimiento y captación de aspectos culturales a nivel local y
regional, ante un país ruralizado y decimonónico; con altos
índices de violencia, sectarismo y una fuerte tendencia centrista.
Como ciudad que entroniza la civilización de ultramar y
contribuye a consolidar procesos a nivel endógenos que, de cara
al fenómeno del modernismo pone la primera piedra para un
país y una región que se construye desde lo cultural;
Barranquilla, intenta una vez más, retomar el liderazgo que le es
históricamente legítimo, inserta en una institucionalidad de
Nación, una crisis de dirigencia local y los retos de unos tiempos
que imbrican nuevos enfoques de cultura, identidad, ciudadanía
y sistemas productivos.
Semblanza histórica de Barranquilla como
punto nodal del país Caribe
El concepto de Región Caribe hasta el presente goza de
diversas formas de abordaje, debido, en gran parte, a que es una
entidad en proceso de construcción cuya realidad representada es
multifacética y la afirmación de su materialidad comporta
muchas dimensiones: como Entidad Territorial, como realidad
histórica, como área geográfica, como mar de colonias y el Caribe
cultural (Zubiría, 1986). Para efecto del presente trabajo el
concepto más aproximado se recoge desde el punto de vista
geográfico en el enfoque funcional y sistémico, donde:
“Los procesos de integración territorial
deben estar justamente dirigidos a… construir
este caribe funcional o sistémico que se libere
de las dependencias, que se base en procesos
de endogenización y de complementariedad y
que se sustente en su propia centralidad y en
sus propios espacios geográficos. Se trataría,
entonces, de construir la Región Caribe, como
base para la consolidación de un regionalismo
caribeño y de un propio espacio geopolítico”
(Mateo, 2013:2).
Los anales históricos dan cuenta de datos que evidencian
presencia de pobladores en el área de lo que hoy es el caribe
colombiano
2
en un período formativo temprano, alrededor del
2500 AEC, con evidencias de artefactos o utensilios en una
relación directa con actividades de pesca, recolección de
moluscos y trabajo doméstico. Después, alrededor de 1000 años
AEC, durante un período formativo medio, se data vida
sedentaria en el sector de malambo con cultivos de yuca y objetos
en cerámica más evolucionados; alrededor del 200 AEC, ídolos
de tres puntas y vestigios de la cultura arawac de las Antillas. En
500 años, el maíz es un cultivo propagado y con control de dos o
tres aldeas por un cacique, mientras se siente la afluencia de los
caribes en las costas con diferentes oleadas (Cronología de la
historia de Barranquilla, 2013).
A esta altura de la historia, en 1400, en el sitio donde se
formaría Barranquilla, se ubicaron los camach, de la etnia
arawac, con fuerte influencia caribe. Estos indígenas eran uno de
los tres o cuatro pueblos que alrededor del 1500 existieron en el
hoy casco urbano de Barranquilla (Cronología de la historia de
Barranquilla, 2013).
En estas circunstancias, el acercamiento de los españoles era
inminente por el frente norte, del sur del continente, y en 1501
Rodrigo de Bastidas y Juan de la Cosa hacen descubrimiento de
la desembocadura de Bocas de Cenizas, el cual infructuosamente
tratan de remontar desde el rio de la magdalena, así llamado por
ellos. No obstante, en 1531 Jerónimo de Melo logra penetrar por
Bocas de Cenizas, encontrándose con estaciones de canoas y
numerosos pobladores, en el sector conocido hoy como Malambo
(Cronología de la historia de Barranquilla, 2013).
Irrumpe en 1533 don Pedro de Heredia, personaje que dejaría
su impronta conquistadora en la región al internarse en lo que
2
El concepto geográfico del caribe colombiano involucra en la actualidad los
departamentos de La Guajira, Cesar, Magdalena, Bolívar, Atlántico, Córdoba
y Sucre.
poco después se denominaría Tierradentro, para luego fundar a
Cartagena de indias, un mes después aproximadamente.
Al poco tiempo, “Don Nicolás de Barros estableció su estancia
o hacienda San Nicolás en las Barrancas de Camacho, o sea, a
orillas del Río Magdalena; o más exactamente de un caño anexo a
él” (Blanco, 2011:115). No obstante, la fecha exacta de la
fundación de dicha hacienda es objeto de un tratamiento
cauteloso por parte de los historiadores rigurosos, como que se
prefiere situar el establecimiento de la hacienda San Nicolás,
guardando un margen de error entre los años 1.627 y 1.637, de
acuerdo con las inferencias hechas a partir de documentos que
dan cuenta de la estancia de Don Nicolás de Barros y Guerra, sus
compromisos civiles y de encomenderos de la época y la región.
Lo verdaderamente acontecido fue la transformación de la
condición de hacienda productiva del señor Barros a Sitio de
Libres, hecho significativo para el posicionamiento del sector
como origen incipiente de Barranquilla.
A todas éstas, para 1.681, se encuentra una estancia, la
hacienda San Nicolás, habitada no solo por los concertados y los
agregados, sino por personas extranjeras que consiguen
establecerse a través de arriendos o compra de predios y la
consiguiente diversificación de oficios que daba cuenta de
talleres, carpinteros, cerrajeros e incluso actividades de préstamo
al interés. En el lugar que asumió distintos nombres como San
Nicolás de Tolentino, Barrancas de San Nicolás, o después,
Barranquilla de Camacho, operó una transformación de
sustancias que cambió la condición de tierra privada a sitio de
libres y población diversificada, debido, en gran medida, a que ya
para 1.705, la Encomienda de Galapa, una de las más grandes de
la región, recuérdese la destinataria de los indios usurpados a la
Encomienda de Camacho, había quedado con un número
reducido de tributarios, de donde se infiere las dificultades para
sostener las porqueras y la producción de maíz y;
posteriormente, en 1.718, se expiden los decretos reales de Felipe
Pinto, para acabar con la institución de la Encomienda en sus
provincias de la India, lo que, de alguna manera, legalizó un
hecho cumplido, la decadencia de las instituciones de la
Encomienda por insostenible y ahora con rumbos de una
naturaleza social diferente. Esto condujo irremediablemente a
que la última propietaria de la hacienda, doña María Gertrudis
Castillo de Altahona, vendiera las parcelas de tierras a sus
antiguos arrendatarios o terrajeros (Blanco, 2011).
Con características propias de una región pujante que
aglomeraba habitantes de lugares circunvecinos, la Barranquilla
naciente entra al período colonial usufructuando la desaparición
de algunos frentes navieros como los de Malambo viejo, otrora
centro importante de la actividad económica en Tierradentro. De
igual forma, el dinamismo comercial de la ciudad concentró
actividades de transacciones comerciales y crediticias, al igual
que las operaciones de finca raíz, con la compra y venta de casas,
solares a nivel urbano y rural, que captaban el interés de muchos
inmigrantes a la ciudad: “Como es de esperarse, Barranquilla
colonial no fue sólo un incipiente pero definido centro económico
dentro del marco de las ordenanzas o disposiciones del rey, sino
también, un lugar de actividad contrabandística” (Blanco,
2011:281), hecho que se consolidó ya al final del siglo XIX con la
construcción del Muelle de Puerto Colombia, lo que constituiría,
además, la puerta de entrada de diversas compañías e
instituciones culturales del mundo entero.
Desde esta perspectiva, dada la ubicación privilegiada en la
geografía nacional y continental, el auge comercial de principio
del siglo XX permitió un desarrollo multicultural de la ciudad,
expresada en asentamientos o radicación de comunidades de
diferentes nacionalidades, al tiempo que la movilidad intra-
regional complejizaba el tejido social y cultural de la ciudad. Al
respecto, Sourdís (2009, s/p), sostiene que:
“…Dada sus condiciones y persistencia
como puerto fluvial y marítimo atrajo a
grupos de inmigrantes nacionales y
extranjeros (ingleses, franceses
norteamericanos y judíos Sefardíes que
portaban la nacionalidad holandesa, danesa
o alemana), quienes con las élites locales
impulsaron un crecimiento y un desarrollo
industrial sin precedentes, colocándola a
finales del siglo XIX, como la tercera ciudad
del país, después de Bogotá y Medellín.”
A partir de 1830, en pleno período republicano, Barranquilla
ostenta una serie de transformaciones como quiera que en esta
época se inicie la llamada República de Nueva Granada, donde se
hacen varias divisiones territoriales como la de la Ley 7 de junio
de 1833, donde Barranquilla adquiere la categoría de Segundo
Cantón de la provincia de Cartagena. Además, Barranquilla sigue
liderando en la región y nacionalmente el transporte fluvial a
través del río Magdalena, el surgimiento de empresas navieras y
de industrias manufactureras, como centros de acopios de
mercancías provenientes de la región caribe. En estas
condiciones, “…los últimos treinta años del siglo XIX,
constituyen para Barranquilla, como ya lo habíamos anotado, el
período de la consolidación como centro portuario y comercial…”
(Viloria y Col., 1995:66).
De igual manera, en el aspecto cultural se tiene información
que da constancia de que, en la condición de Cantón,
Barranquilla ya exhibía presentaciones teatrales, comedias,
circos y maromeros; compañías artísticas que hacen su arribo por
el Muelle de Puerto Colombia. Se contó con el teatro Ateneo:
“Que era un salón de espectáculos para bailes de carnaval que
posteriormente desapareció a causa de un incendio” (Viloria y
Col., 1995:65). Ya en el último lustro del siglo XIX, Barranquilla
contaba con 17 colegios o escuelas entre públicos y privados;
escuelas nocturnas, el salón fraternidad, el teatro Emiliano, el
circo de toros Lascano. Se había instalado el acueducto, más
tarde la energía eléctrica y el tranvía, teléfonos, matadero
público, hospitales, telégrafos, varios periódicos, centros
comerciales, dos cárceles y tres iglesias, como también un
circuito industrial y almacenes que evidenciaban el auge
industrial y comercial, además de portuario (Viloria y Col., 1995).
En las postrimerías del siglo XIX al acenso de la ciudad es
imparable y obtiene el reconocimiento de la región y el país ya
que:
“Con toda esta serie de actividades la
ciudad de Barranquilla despidió los últimos
años de este siglo XIX con el liderazgo ante
el país como primer centro portuario y
comercial, además de ser la ciudad donde
se realizaban otras actividades mercantiles
y financieras” (Viloria y col., 1995:66).
No está demás advertir, que se ha querido sostener el
desarrollo descriptivo de la construcción del liderazgo que ha
tenido la ciudad de Barranquilla en su historia como una certeza
de que la dimensión cultural de esta ciudad está
indiscutiblemente asociada al desarrollo económico y comercial
que, de manera vinculante absorbió y estimuló las
manifestaciones culturales de la naciente ciudad, ya lo expresaba
el Doctor Candela, en entrevista concedida para la presente
investigación:
“Barranquilla ha tenido por supuesto
desarrollos culturales que están ligados y
eso no se puede desconocer al desarrollo
económico. En la cultura es difícil que se
desarrolle sobre todo en las urbes si no hay
elementos de desarrollo económico sobre
todo en el mundo moderno, cuando hablo
del mundo moderno, hablo del mundo
capitalista en las ciudades. Si no existen
elementos de capacidad de consumo es
complicado el desarrollo de la cultura sobre
todo en ciertas áreas que están más
industrializadas en el caso de la sica, el
caso del cine, inclusive también de la
literatura, de los libros, etc.” (Candela,
2018:7).
Ad portas el siglo XX, la ciudad de Barranquilla continúa su
ascenso hacia el progreso y el reconocimiento de ultramar al
servir de entrada a la civilización foránea al país con todo lo que
ello significa desde el punto de vista social y cultural.
Entrando el siglo XX, Barraquilla es un hervidero de sucesos
que muestra el surgimiento de entidades y negocios, al igual que
se expande la urbanización sectorizada y las manifestaciones
culturales como iniciativas de personas destacadas de la
sociedad, con los primeros auspicios de instituciones sentadas en
la ciudad, como el “Centro Artístico, creado por iniciativa de las
destacadas damas Cruz Blanco de Rodríguez, María Pérez de
Rodríguez Diago, Matilde López de Pérez, Lucrecia
Diazgranados, Helena Isabel de Baena, Beatriz de Aycardi,
Aurelia Pantoja y Marianita Cerruti de Smith, entre otras”
(Viloria y col., 1995:69), industrias, empresas, comercio, al
respecto:
“Estas actividades productivas de la
economía Barranquillera van a motivar a
que se den en la ciudad otras
manifestaciones de tipos sociales,
comunitarias, educativas y culturales que
van a impulsar de una manera u otra el
progreso de la misma, razón a ello al
finalizar la tercera década del siglo XX,
Barranquilla cuenta con varios clubes
sociales, deportivos y entidades de carácter
comunitario, caritativo y cultural como el
Club de Tenis creado en 1921, la Sociedad
de Mejoras Públicas, fundada en 1927, que
tanto hizo por el progreso de la ciudad; el
Club Rotario creado en 1928” (Viloria y col.,
1995:74).
Por otro lado, en cuanto al renglón de las comunicaciones,
Barranquilla es pionera con la aparición del periódico La Prensa,
por los hermanos Martínez Aparicio en 1928, como con la
primera trasmisión de la emisora que salió al aire en la ciudad y
el país, el 8 de octubre de 1929, ésta fue la Voz de Barranquilla, a
cargo del pionero de la radiodifusión Don Elías Pellet Buitrago.
Posteriormente se inaugura el histórico Hotel del Prado, con su
hermosa arquitectura republicana (Viloria y col., 1995).
Cabe resaltar en este punto de la historia que el crecimiento y
desarrollo de la ciudad de Barranquilla, concentró un proceso de
consolidación urbanístico, industrial y comercial, que permitió
llamar la atención de inversionistas y familias foráneas
provenientes de lugares donde el impacto de una Primera Guerra
Mundial y los conflictos políticos y sociales, provocaron éxodos al
Continente Americano, caso que se repitió con la Segunda Guerra
Mundial. Sin embargo, en una consideración vinculante de
Barranquilla al mundo, aquella no fue ajena a los efectos
negativos de la crisis recesiva de los años treinta, las
consecuencias de una desestabilidad hemisférica por los centros
de poder en conflicto durante la Segunda Guerra Mundial y a
nivel interno, los fatídicos hechos del 9 de abril de 1948, que
mermaron parcialmente el desarrollo económico-social de la
ciudad (asesinato de Jorge Eliécer Gaitán) y como usualmente
suele suceder en medio de la crisis, se dan manifestaciones
culturales en la ciudad en las que, de alguna forma aparecen
vinculadas personas inmigrantes que osaron dejar sus países por
la situación ya mencionada.
En estas circunstancias surgen avances que le dan un aire
cosmopolita a la ciudad y una capacidad auto-productiva que
congrega a una población diversa y multicultural que, al mismo
tiempo, estructura un tejido social estratificado, reflejo de un
ordenamiento urbanístico que sitúa nominalmente a las
poblaciones en un sector arriba y otro abajo. En este estado de las
circunstancias, se mencionan algunas de las instituciones que
entre muchas otras aportaron al vanguardista desarrollo de la
ciudad, a saber: el Zoológico (1955), Universidad del Norte
(1956), inauguración del Coliseo Cubierto Humberto Perea
(1962); La Voz de la Costa y la Voz del Litoral (1962), la Concha
Acústica del Parque Almendra (1963); en 1970, se funda el Ballet
Folclórico de Gloria Peña, en 1974 se inaugura el Puente sobre el
Río Magdalena, que comunica al Departamento del Atlántico con
el del Magdalena. Al término del primer lustro de la década del
setenta, surgen la Universidad Simón Bolívar, la Universidad
Autónoma del Caribe, la Universidad Libre, la C.U.C.
(Corporación Universitaria de la Costa) y la Universidad de
Barranquilla.
Nuevamente hace su aparición la prensa, con el periódico “La
Libertad” en 1979; en 1981, se inaugura el aeropuerto
internacional Ernesto Cortissoz; en 1982, el Teatro Municipal
Amira de la Rosa, insigne obra que exhibiría ltiples eventos
culturales. Se inaugura el nuevo estado de fútbol Metropolitano,
nace el Museo Romántico y el Parque Muvdi, sitios de exposición
de la cultura local y espacio recreativo respectivamente, entre
otros.
Empero, parafraseando a Thomas Khun, el paradigma de la
prosperidad encierra nuevos acontecimientos que conformarían
una nueva situación. En efecto, si bien es cierto que otrora, la
pujanza productiva allegada a los puertos era un sello distintivo
de la ciudad, nuevos puertos abren en distintos puntos del país,
como el de Cartagena que ya tenía historia, el de Buenaventura,
el de la Guajira, la creciente concentración del manejo de la
economía en el centro del país y el desgreño administrativo de la
clase dirigente de la ciudad de Barranquilla, coadyuvaron a la
pérdida de liderazgo de ésta y el surgimiento de otras ciudades
ostentando dicha condición. Al respecto el Doctor Candela,
sostiene:
“Barranquilla tuvo como un boom parejo
por casi 50 o 60 años que fue de 1850-60
como hasta 1930-35 o 40, pero una vez se le
planta la competencia del Puerto de
Buenaventura a comienzos del 1.930,
Barranquilla comienza a sentir la
competencia sobre todo en el liderazgo
económico y eso lo vio más profundizado
sobre todo hacia la década del 40 y del 50”
(Candela, 2018:7).
Y, complementando su tesis, sentencia, además: “…llega un
momento en que los liderazgos comienzan a identificarse con
interés del centro, de algunas subregiones del centro sobre todo
los que tienen el poder en la capital” (Candela, 2018:7).
Tal vez el barranquillero imbuido en el activismo que demanda
los tiempos modernos, no se ha percatado de la colosal historia
que ha experimentado la ciudad con criterio de grandeza a partir
de sus potencialidades naturales, que la posicionan como una de
las ciudades de mayor proyección en las dinámicas productivos
del país, así lo reconocen los historiadores de la región, al
sostener que:
“…en materia de servicios públicos, la
recuperación y servicios adicionales que
prestan en el puerto de Barranquilla la
Sociedad Portuaria Regional, la ubicación
geográfica privilegiada que le permite
comunicarse con el río, internacionalmente
con el mundo a través del mar Caribe, por vías
terrestres con todo el país al unirse la costa
con el interior y su adecuado aeropuerto, es
sin duda la ciudad del futuro y del siglo XXI de
nuestro país que va a permitirle que se le
coloque en el sitio más llamativo para la
apertura económica y la internacionalización
de la economía” (Viloria y col., 1995: 93).
Pero no siempre ha sido reconocida tal fortaleza, pues así
como en un momento de la historia la naciente ciudad rivalizó en
supremacía con la ciudad amurallada, por lo que el monarca
español pensó en erigirla en capital del reino, decisión declinada
por influencia de sus consejeros al persuadirlo de su ventajosa
localización peligrosa para la región Andina y Granadina (Blanco,
2011), hoy siente el freno de las políticas centralistas o el
reconocimiento forzado de la diligencia interiorana para el libre
desarrollo de las regiones costeñas.
Barranquilla, “Ciudad de brazos abiertos para el mundo”,
como se la considera en el imaginario nacional, es un espacio
material y simbólico en el cual confluyen manifestaciones
culturales de la región Caribe nacional e internacional. Otrora,
denominada por el Presidente Marco Fidel Suárez como
“Barranquilla Pórtico Dorado de la República”, y posteriormente
en 1946, durante la inauguración de los primeros Juegos
Centroamericanos y del Caribe, el Presidente Mariano Ospina
Pérez, confirmó esta denominación llamándole “Barranquilla
Puerta de Oro de Colombia” (Blog Oficial Consejería para el
Bicentenario de Barranquilla, 2012), ostenta el mérito de ser
entrada y corredor, desde principio del siglo XX, de afluencias
culturales que, de alguna manera, hicieron tránsito al resto del
país, cuando no echaron raíces en ámbitos locales de la región
costeña.
De igual manera, Barranquilla logra además ser considerada el
primer puerto marítimo y fluvial de la costa norte y zona
industrial, comercial, bancaria y cultural, lo que impulsa un gran
flujo inmigratorio de población nacional y extranjera. En este
sentido Consuegra, sostiene: “Para ese entonces, cuando corría el
año 1901, Barranquilla contaba con una población aproximada de
39.723 habitantes entre nativos y foráneos…” (2001:102). En
consecuencia, se forma un mosaico sociocultural de ubicación
estratégica en la ciudad que da como resultado concentraciones
en zonas o barrios, como los:
“Negros palenqueros en los barrios Valle,
la Manga, Sourdís; los guajiros, en los
Nogales; los comerciantes interioranos o
cachacos, en la zona Cachacal, y de manera
general, las organizaciones o colonias de
Santandereanos, Cordobeses y de las
provincias o pueblos periféricos” (Viloria y
col., 1995:107).
En estas circunstancias, la pujanza de la joven ciudad
construye su desarrollo económico sobre un fluido comercio y
una avanzada industrial que direcciona al interior del país y al
resto del continente el musculo empresarial y financiero de la
naciente economía urbana. Debido a esto y como prueba de
reconocimiento, el 17 de agosto de 1993, mediante el Acto
Legislativo mero 01, la ciudad es declarada Distrito Especial,
Industrial y Portuario de Colombia y de contera, el puerto de
mayor movimiento comercial de la región, en este sentido, “La
creación de un puerto capaz de permitir el acceso de cargueros y
tráfico (Bocas de Ceniza) convirtió a la ciudad en la gran puerta
de Colombia y del Caribe y en la tercera s importante
económicamente del país” (Deuschesne, 1954. s/p).
Por otra parte, la dirigencia local ejerció liderazgo en el
desarrollo de la ciudad, al tiempo que se enfrentaba a los
persistentes intentos de despojos, desvíos presupuestales u obras
por parte de la dirigencia interiorana. Sin embargo, la ciudad de
Barranquilla ostenta el mérito de ser pionera en la navegabilidad
comercial del Río Magdalena; la construcción férrea y puertos de
acceso al continente; el muelle de Puerto Colombia, segundo más
largo del mundo, entonces: “En el año 1.919, se fundó en
Barranquilla, la primera empresa de aviación comercial no
solamente del país, sino de América. Fue la SCADTA, hoy
AVIANCA, cuyo prestigio universal no se puede desconocer”
(García, 2006:16).
En el aspecto del desarrollo urbano, se destaca la construcción
de una moderna urbanización al estilo de los “suburbios
residenciales de los Estados Unidos, con grandes avenidas,
parques, zonas verdes y de amplios solares, donde se levantaron
hermosas quintas, lo que constituye un hito arquitectónico, hoy
declarado de interés cultural para el país” (Sourdís, 2009, s/p).
Por todo ello, la arquitectura republicana, presente en diferentes
puntos de la ciudad, es igualmente un paso vanguardista en la
región, materializada en casas residenciales, iglesias, edificios
públicos e instituciones universitarias. Barranquilla, carga
también, con el honroso mérito de introducir para el país y gran
parte de la región latinoamericana, las primeras manifestaciones
de la radio comercial y la práctica del futbol organizado y
profesional.
Caribización del país
Como extensión del fenómeno por el cual la cultura del Caribe
Colombiano se expande a nivel nacional y ante el boom del
arraigo africano en las expresiones musicales a nivel global, más
la proyección de las industrias culturales, el carácter costero del
Caribe se observa en la postura descomplicada, lenguaje
extrovertido, tono vocal fuerte y abierto en la imagen del país,
proyectada en los medios masivos de comunicación
Es de resaltar la valiosas y sólidas manifestaciones culturales
de la región Caribe colombiana, que imbrican la consonancia de
la trietnia
3
distintiva de los pobladores de esta zona y que, en
buena medida, Barranquilla, también denominada “Curramba, la
Bella”, durante mucho tiempo recepta e incorpora a sus
manifestaciones culturales. Esto la constituye, prácticamente,
como centro cultural de la costa norte de Colombia. Ahora bien,
si hay un campo donde esta ciudad ejerce liderazgo permanente
es en la originalidad de sus expresiones culturales, cuya fuerza y
proyección del arte, las letras, el deporte y las fiestas patronales
está caribizando el estatus cultural del país y su identificación en
el contexto regional e internacional.
En estas circunstancias, juega un papel preponderante la
celebración de los carnavales, cuya proyección trasciende lo
nacional, como quiera que hoy esté declarado por la UNESCO
como “Patrimonio inmaterial e intangible de la humanidad”. Su
poder convocante arrastra con la cultura regional y afianza los
nexos ontológicos de la esencia caribe, permeada, a la vez, por
otras manifestaciones afines con predominancia afro. No
obstante, la originalidad del caribeño, le permite asimilar el
carácter simbólico que comporta esta fiesta, ya que:
“Con el disfraz, la máscara o el maquillaje
del rostro, el individuo evade la realidad,
incluso elude su propia manera de ser para
imitar a otro y en ocasiones hasta convertirse
en alguien distinto. Durante ese tiempo
efímero todo se vale, en el sentido de romper
las normas del diario vivir, jamás las reglas
transitorias e inmorales del propio carnaval
(Rodríguez, 2013:109-110).
En este contexto, en buena parte estimulada por la industria
del espectáculo, la naturaleza caribe de la cultura se ha
posicionado en la vitrina mundial con niveles competitivos pocas
veces visto antes.
3
Se refiere el mestizaje del blanco, indígena y negro.
Estamos, pues, ante un fenómeno de masificación de la cultura
que irriga todos los géneros, desde los más convencionales a los
más liberales de la expresión cultural. Así, vemos que las Artes,
la literatura, el cine y cualquier híbrido artístico, destacan o
reivindica la cultura caribe en una de las múltiples características
que la identifican. Paradójicamente, mientras se mantiene la
concentración de poder centralizado, en una muy astuta
estrategia política se le da “pantalla” a la cultura regional. En
virtud de ello, somos consumidores de realitis, telenovelas,
películas, conciertos, performance. Desde luego, todo obedece a
un fenómeno de consumo en un mundo competitivo, donde la
cultura y la cultura caribe, en especial, es un insumo del boom de
la industria del espectáculo. En esa medida, Barranquilla es una
cantera de cultura caribe que se resiste a perder su originalidad
por cuenta de la falsa sensibilidad hacia la misma, por parte de
algunos dirigentes de la clase política tradicional de la región.
Finalmente, la vigencia del carácter vanguardista de
Barranquilla en la Región del Caribe Colombiano se mantiene
“capoteando” los avatares de una política centralista que aún
considera que a nivel cultural lo digno de mostrar, está
relacionado con la cultura foránea, mientras las regiones
afianzan su esencia cultural en las manifestaciones de su pueblo.
En esta circunstancia, Barranquilla deja aflorar su dinámica
propositiva en el escenario cultural nacional, aportando
elementos simbólicos que enriquecen la industria del
espectáculo, muchas veces a fuerza de una insoportable
caricaturización que no caracterización. Bien es cierto que el auge
que se ostentó en el pasado ha perdido fuerza en estos tiempos,
pero la esencia y las características de un grande en la historia
nacional se mantienen incólumes para futuras manifestaciones
culturales.
Los acontecimientos en distintos momentos de la historia de
Barranquilla están insertos en coyunturas o circunstancias de la
dinámica planetaria que dan cuenta de gestas expansionistas por
parte de sociedades con avances tecnológicos y culturales que
posibilitan trascender sus fronteras. Se consideran aquí las
campañas conquistadoras, los procesos de coloniaje y la
configuración cultural de carácter simbiótico que impactan las
localidades intervenidas.
Barranquilla, como parte de un bloque hemisférico y cabeza
bordeante de un territorio continental, receptó la afluencia de
visitantes “aventureros” obnubilados por la Leyenda del Dorado y
lo exótico de esta parte en el imaginario del peninsular. Como
quiera que sea, ya desde los primeros tiempos de la conquista se
configuraron las condiciones que habrían de proyectar, siglo
después a esta región en la vanguardia de los nuevos
acontecimientos. Al respecto, el historiador Villalón, en
entrevista sostenida para esta investigación afirma:
“…Barranquilla es la principal ciudad de la Región Caribe,
digamos del mare nostro, del Mar Mediterráneo que se llama
Mar Caribe, es la ciudad más importante de acá de una vasta
Región” (Villalón, 2018:3).
Es decir, se infiere, a partir de lo considerado hasta ahora que
la privilegiada ubicación geográfica del sitio en que hoy se erige la
ciudad de Barranquilla, constituye una puerta de entrada y salida
al exterior por el Atlántico, que permitió un flujo inmigratorio de
diferentes culturas; el ejercicio de una intensa actividad
comercial como puerto de paso de exportación y un inevitable
desarrollo económico que la posicionaba de manera diferenciada
con otros puntos geográficos del continente. Se desprende de
aquí, además, la evidencia de un incipiente desarrollo portuario
que liderará durante mucho tiempo el despegue económico de la
Región, mientras el tejido social tomaba forma en la localidad.
En este aspecto el Doctor Villalón sostiene, además:
“…Barranquilla fue líder como un siglo
aproximadamente, entre 1.850 y 1.950, en
ese sentido Barranquilla llegó un
momento… digamos en 1.920 ya desde
antes de 1.920 o hasta 1.920 Barranquilla
era el principal puerto de exportaciones de
café en ese momento y de importaciones
que venían del exterior, de Europa y
Estados Unidos principalmente…, era en
nexo entre el mundo y la economía del
interior del país, o sea, Barranquilla tuvo un
liderazgo portuario,… era la puerta de
entrada y salida del comercio exterior, en
ese sentido fue líder…” (Villalón, 2018:1).
Ahora bien, es evidente que, a partir de las invasivas campañas
procedentes del viejo mundo, se generó una gran expectativa
relacionada con lo novedoso y prometedor de estas tierras
desconocidas para los europeos, que trajo aparejados fenómenos
de diversidad cultural, procesos transculturativos y, sobre todo,
el carácter hegemónico fundamentado en la noción de poder que
se confería la Corona.
Se exalta esta información en consideración a que para el
investigador Candela estas circunstancias dan margen a que:
“…en la base de la ciudad está la diversidad cultural como el
motor que va a servir para todo lo que se vino cien años a ciento
cincuenta años después” (Candela, 2018:2).
En efecto, esta nueva comunidad constituye el hito
diferenciador del origen de Barranquilla cuando se trata de
reseñarlo enmarcado en los patrones originarios que ostentan la
mayoría de las ciudades del país. Más claro aún, Barranquilla:
“No es el resultado de un acto formal,
expreso y único de fundación, plasmable en
una diligencia escrita y firmada por diez o
veinte funcionarios y particulares. Ella es el
producto laborioso de todo un proceso étnico,
económico y social; es el resultado de una
conjugación geográfica histórica en la cual
semejante papel jugaron el ambiente físico y la
acción humana” (Blanco, 2011:81).
Como quiera que sea, los acontecimientos van marcando la
historia en el proceso de mestizaje que ya está en estos sitios de
libres son la impronta de una generación de criollos que asumen
con dinamismo el progreso de su localidad, donde, por fuerza del
otrora adoctrinamiento están presentes instituciones de manera
indiscutible. Se establece, entonces, en la ciudad una generación
con marcada identidad institucional, con conciencia de territorio
y apertura del siglo venidero.
A comienzos de la era Republicada (1815-1820), Barranquilla
ya acusa una intensa dinámica comercial, que incluye servicios de
prestamistas y una regular compra y venta de terrenos que
satisfacen la afluencia de inmigrantes de regiones circunvecinas y
del exterior del país, al igual que se la ve como una localidad
desde donde se satisfacen las necesidades de los habitantes
propios y vecinos. Denota, además, una comunidad que por
fuerza de la oralidad se mantiene cohesionada culturalmente y
Barranquilla como un centro de acopio de las culturas de las
provincias de la Costa Caribe.
Constitución de 1991: nueva visión del
acontecer cultural
Con la Constitución de 1991, renacen las esperanzas de un
nuevo país que experimentó la crudeza de la violencia, el miedo y
el marginalismo cultural. Se plantea en la Carta Magna una
visión de país incluyente y multicultural, que en palabras del
investigador Candela, sostiene:
“La Constitución de 1991, dio un paso
importante en reconocer la diversidad y la
multiculturalidad del país y eso trajo
beneficio para la regulación de Políticas
Públicas, sobre todo en un comienzo en los
primeros diez años del ejercicio de la
Constitución en los primeros diez o quince
años, se dieron muchos elementos y
actividades políticas para reafirmar los
derechos de la diversidad cultural
especialmente de los grupos étnicos…”
(Candela, 2018:10).
Entra, entonces, en el dominio de la gestión pública el
concepto de Políticas Públicas, cuya importancia en el nuevo
proyecto de país enunciado en la Constitución, tiene sentido por
los alcances de una nueva comprensión de país cultural que
supera la concepción prejuiciosa hasta hace poco impuesta en la
sociedad colombiana y a la cual hace referencia el Doctor
Candela:
“Desde lo nacional, aquí hubo como dos o
tres etapas sobre todo en el siglo XX de las
Políticas Públicas Nacionales, hubo una
primera que tuvo que ver con la visión que
se tenía desde el centro del país que a todas
luces muy muy nefasta, polémicas o algunas
digamos demasiado complicadas para la
región; sobre todo a partir del modelo que
estableció Luis López de Meza, en los años
30 y 40 que se trasladó a los libros de
consulta y de estudios en los colegios, en la
cual se diseñó un mapa cultural en la cual
esto está dividido en cinco regiones y de las
regiones que para Luis López de Meza tenía
mayor desarrollo, era la más civilizada, era
la región central, mientras lo demás era la
Costa Pacífica que era la periferia, la Costa
Atlántica que eran mestizos y el Amazonas,
que eran indígenas, esa era la visión que
teníamos y nos enseñaron a través de las
Políticas Educativas y que se reflejó en las
Políticas Culturales” (Candela, 2018:11).
Ahora bien, sería poco objetivo redundar en los
acontecimientos culturales post-constitución y no reconocer la
implementación de planes y programas en las administraciones
de turno que precedieron a 1.991. Planes y programas que, en
algunos casos, obedecen al cumplimiento de una necesidad de
búsqueda de la homogenización cultural y legitimación del poder
centralizado, por demás, a través de: “Un esquema tradicional y
tecnocrático sustentado en la formulación e implementación de
políticas provenientes desde el Estado…” (Arroyave, 2010:97),
hasta un gradual reconocimientos de las nuevas circunstancias
en la nueva sociedad colombiana y regional que clama por s
participación en la vida nacional, a lo que se suma, la valoración
de las regiones con las necesidades de sus comunidades.
Constituye este evento la antesala de un cambio de
institucionalidad en la que: “A partir de la Constitución de 1991,
Colombia adoptó un nuevo marco institucional, el cual legitima el
desarrollo de instrumentos, que aumentan la eficiencia del
Estado e incrementan la participación ciudadana en la toma de
decisiones” (Mendoza y Barragán, 2005:168).
Se abre, entonces, una nueva perspectiva de la realidad del
país en tanto que:
“Esta nueva Constitución y todo el proceso
de descentralización vivido en Colombia
trajeron consigo un cambio estructural en la
manera de concebir y plantear las Políticas
Públicas en el país, puesto que ya no era un
asunto exclusivo del poder central, sino que
cada vez más, diferentes entes territoriales
tales como Departamentos y Municipios
tuvieron la oportunidad de tomar
decisiones que se ajustaran a sus
necesidades reales” (Mendoza y Barragán,
2005:168).
Al día de hoy, transcurrido casi tres décadas a partir de la
promulgación de la Constitución de 1991 y la operacionalización
de los postulados constitucionales han sido posible en las nuevas
exigencias por la existencia de la Ley General de Cultura, Ley 397
de 1997; Ley de Ordenamiento Territorial, de 1988; Ley General
de Participación (Ley 715 de 2001), como: “…instrumentos
políticos jurídicos para el desarrollo de las Políticas Culturales en
el orden regional y local y para el fortalecimiento de la
institucionalidad cultural” (Bravo, 2010:58). Además, la
constitución del Sistema Nacional de Cultura, considerado como:
“…conjunto de instancias de procesos de desarrollo institucional,
planificación e información articulados entre sí, que posibilitan el
desarrollo cultural y el acceso de la comunidad a los bienes y
servicios culturales según los principios de descentralización,
participación y autonomía” (Bravo, 2010:59), ello ha sido de vital
importancia, como quiera que se estructura con el Ministerio de
Cultura, los Concejos Municipales, Distritales y Departamentales
que orientan la cultura. Igualmente, los Fondos Mixtos de
Promoción de la Cultura y las Artes, al tiempo que recoge a las
entidades de carácter público privado que tengan que ver con
actividades culturales (Bravo, 2010).
Conviene resaltar, además, la importancia de los planes y
programas nacionales de desarrollo que al igual que los
existentes antes de la Constitución del 91, contribuyen a
consolidar una política continua de desarrollo cultural en el país,
dado que establecen políticas a mediano y largo plazo, acorde con
otros planes o proyectos estatales en la visión de país. En el
período post-constitución que nos ocupa se conoce el Plan
Nacional de Cultura 1992-1994: “Colombia en el camino de la
paz, el desarrollo y la cultura hacia el siglo XXI”, que contribuyó
a consolidar el Sistema Nacional de Cultura y el Desarrollo
Institucional del Sector, como a insertar las Políticas Culturales
en el ámbito internacional.
Del 2001 al 2010, el Plan Nacional de Cultura: “Hacia una
ciudadanía democrática y cultural”, resultado de masiva
participación en su etapa de ideas y discusión preparatoria, a
pesar de los momentos difíciles de conflicto y represión que vivía
el país. Tiene la virtud de reconocer la condición relacional entre
lo político y lo cultural, lo que permite proceder desde la Política
de Estado frente a la globalización y considerar procesos de
negociación de propuestas culturales insertas en las nuevas
dinámicas globales. En esta estamos en la actualidad,
reconociendo nuevos elementos al tiempo que las dinámicas
culturales se debaten entre el valor de la originalidad espontánea
y los condicionantes de un mercado cada vez más impositivo.
Devenir de las políticas culturales en
Barranquilla: las industrias culturales y la
construcción de ciudadanía
Más que ser un imperativo, es una realidad vinculante. En
efecto, en la exposición precedente parece que Barranquilla
estuviera ausente. No puede estar s lejos de la verdad, pues la
percepción es engañosa cuando se asume la digresión desde lo
nacional, ya que, de manera paradójica, mientras en la nueva
Constitución se reconoce a las regiones y se da, por lo menos en
el papel, cierto grado de autonomía, lo cierto es que las líneas
gruesas de las Políticas Culturales emanan del centralismo
estatal, su alcance sistémico engloba a nivel nacional los entes
rectores en las regiones.
Por otro lado, el mismo país se inserta en una dinámica global
que responde a una lógica del mercado con una fuerza
dicotómica: vincula o excluye. Para comprender esto, es
conveniente considerar el análisis desde los alcances de la
llamada economía naranja, hoy tan difundida en los dominios
del mundo cultural.
Lo interesante del fenómeno Economía Naranja, término
acuñado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), se
define por:
El conjunto de actividades que de modo
encadenado permiten que las ideas se
transformen en bienes y servicios
culturales, cuyo valor está determinado por
su contenido de propiedad intelectual. El
universo naranja está compuesto por: 1) la
economía cultural y las industrias creativas,
en cuya intersección se hallan las industrias
culturales convencionales; y 2) las áreas de
soportes para la creatividad (Luzardo y
Pérez, 2017:4)
Es decir, el insumo que le da razón a la Economía Naranja
parte de la dimensión intangible que tiene el ser humano y que
traduce en actos creativos asociados a la realidad en que está
inmerso, en tanto que el olfato de la economía del mercado capta
la oportunidad de asimilar al producto creativo en la condición
de mercancía. En este contexto, se parte de considerar al bagaje
creativo como economía cultural que estructurado en una lógica
del mercado pasa a constituir las industrias culturales que en
concepto del Ministerio de Cultura:
“…representan sectores que conjugan
creación, producción y comercialización de
bienes y servicios basados en contenidos
intangibles de carácter cultural,
generalmente protegidos por el derecho de
autor. También son denominadas en
algunos países: industrias creativas
(creatives industries) y conocidas en el
ámbito económico como industrias de
futuro (sunrise industies) o, en medios
tecnológicos, como industrias de contenido”
(content industries) (Ministerio de Cultura,
2010:554).
Sí, es un fenómeno avasallante que se ve insistentemente en la
realidad cultural del mundo y, por su puesto, Barranquilla no es
ajena a ello. Siendo una localidad que muestra una concentración
cultural diversa se ve abocada a sintonizarse con el lenguaje de la
economía del mercado en los términos remozados de la
Economía Naranja, máxime si es la línea de políticas que el
Estado pretende asumir en la búsqueda de la supuesta
competitividad.
Se advierte aquí que mientras ello ocurre, se corre el riesgo de
dejar por fuera muchas manifestaciones culturales que, por
razones de incumplimiento de criterios de validación para los
entes rectores, deben ser excluidos o sometidos a
transformaciones para que se asimilen al dominio de la
rentabilidad. No obstante, para los actores activos de la cultura
en Barranquilla, asimilarse a las industrias culturales es una
necesidad, al respecto el investigador Candela sostiene:
“… a la par de fomentar y estimular la
cultura y ligarla con lo de las industrias
culturales, hay que establecer también los
sistemas de infraestructuras, porque en el
sistema de infraestructuras está el elemento
de ciudadanía que te lleva a crear
ciudadanos a formar y fortalecer
ciudadanos, pero también crear
consumidores de tu propia cultura y eso lo
hace desde la educación, por eso ese doble
papel de ciudadanía, ciudadano activo, pero
que también puede valorar lo suyo, pero eso
si no se tiene una infraestructura es
complicado” (Candela, 2018:12-13).
Por otro lado, no deja de sentirse un hilillo de frescura al
escuchar en los eventos donde se discute el tema argumentar la
necesidad de orientar las Políticas Culturales vinculadas a las
industrias culturales, respetando la esencia cultural de las
comunidades, preservando y no mercantilizando el patrimonio
cultural que es el que le otorga identidad a las comunidades y a
las futuras generaciones. Cosa difícil. Ya se verá.
Personajes significativos en el liderazgo
cultural de Barranquilla
A la luz de la teoría de las Representaciones Sociales, se puede
comprender la emergencia de algunos actores que asumieron
acciones de liderazgo en la historia cultural de Barranquilla. Se
percibe en cada uno de los momentos históricos del empuje
cultural de la ciudad, que las personas reseñadas en el
abanderamiento de las actividades o proyectos culturales
procedían de familias acomodadas económicamente, con rasgos
de alcurnia o familias prestantes. Se comprende fácilmente esto,
porque en la naciente ciudad de “Tierradentro” al momento de
quedar en la condición de sitio de libres, la afluencia de
individuos incluyó personajes emparentados o asociados con la
realeza hispana, como también los inmigrantes de Norteamérica
o países europeos hicieron asiento en esta tierra.
Sea como fuere, la asimilación de la cultura local y los procesos
simbióticos históricamente establecidos pusieron a prueba la
capacidad de gestión de prestantes personajes que terminaron
liderando las aspiraciones culturales de las comunidades. El
fenómeno que se da en las relaciones interpersonales de estos
individuos con la comunidad estructura un patrón cultural
compartido:
“… es decir la esquematización de las
propiedades comunes de los modelos
individuales de los integrantes de una
comunidad y el establecimiento de sus
relaciones, orientadas por la organización
socio-cultural y la lógica conceptual de una
comunidad, configuraron un Modelo
Cultural” (Pardo, 2002:4).
El individuo líder hace lectura de los modelos mentales de los
individuos que en comunidad pueden consensuarse en torno a un
objeto social, algo que cubre el interés colectivo, y es
precisamente de estas circunstancias donde: “…las
representaciones sociales proceden de la existencia de un grupo y
del amalgamiento conceptual en torno a un objeto social que
fluye en el grupo en virtud de los procesos comunicativos y los
factores socio-cognitivos que lo determinan…” (Pardo, 2002.2).
A lo largo de la historia cultural de la ciudad de Barranquilla,
surgieron individuos, grupos, entidades que de una forma u otra
contribuyeron a orientar las manifestaciones culturales desde sus
propias bases hasta convertirse en un objeto compartido
socialmente.
Consideraciones finales
En definitiva, la historia de Barranquilla comprendió un
proceso histórico que la proyectó con las características que hoy
sostiene su población: un habitante abierto, espontáneo,
desprevenido y muy creativo esto al decir de ellos mismos, que
no endosó su desarrollo cultural a criterios eurocéntricos o al
manejo prejuicioso de la cultura nacional que la dirigencia del
interior del país pretendiera homogenizar o replicar. El
protagonismo desempeñado por Barranquilla y la Región Caribe
en la realidad cultural del país, obedeció a una dinámica
propioceptiva que fluyó naturalmente en la relación espacio-
población hacia la construcción de una identidad cultural y social
distintiva.
Es innegable que la ubicación privilegiada del espacio
geográfico donde se erigió la ciudad fue determinante para
ejercer liderazgo en la región y nacionalmente, habida cuenta de
su apertura al mundo y la condición de punto referente para las
afluencias inmigratorias debido a su pujanza comercial y zona de
embarcaderos. Aún en su incipiente realidad, el futuro se marcó
por su potencialidad y particular estructura socioeconómica, lo
que, a su vez, prohijó la conformación de comunidades culturales
y un entorno vinculante para las manifestaciones culturales de
las zonas aledañas, como también para ser paso inmigratorio
hacia el resto del país.
En este orden de los acontecimientos, la ciudad no solo
receptó inmigrantes de diferentes nacionalidades, sino que se
constituyó en lugar de asiento o residencia final de los mismos.
Así, por esta ciudad llegaron italianos, españoles, árabes,
alemanes, norteamericanos, ingleses que se adhirieron a la
sociedad en formación y contribuyeron a forjar un comercio,
desarrollo industrial y portuario que activó la economía
productiva del país en su conjunto. En este sentido, se
mencionan a personajes como Pedro Biava, músico insigne de
origen italiano, quien alentó la cultura musical con la creación
del Conservatorio de Música, la Orquesta Filarmónica y la
formación de generaciones de músicos que han mantenido en
alto las producciones musicales en la región. En el ámbito del
urbanismo se destaca el norteamericano Karl Parrish, quien
modeló una ciudad vanguardista en su momento, con la
construcción al estilo republicano, edificaciones que hoy son
declaradas patrimonio arquitectónico de la Nación. Samuel
Hollopeter, de origen norteamericano, decidido empresario que
gerenció las conocidas Empresas Públicas Municipales, entidad
que dotó a la ciudad de acueductos, redes de alcantarillado y
servicios de aseo, dándole un aspecto de orden citadino a la
localidad.
En el aspecto de las letras, la presencia de intelectuales, ya por
nacimiento, ya por adopción, forjaron unas instituciones que
elevaron el desarrollo cultural y educativo de la ciudad, entre
estos se mencionan, Julio Enrique Blanco, escritor, pedagogo y
humanista, quien fundó la Universidad del Atlántico y autor de
textos académicos; Amira de la Rosa, insigne poetisa que
enalteció las letras del país y autora de la letra del Himno de
Barranquilla, Alberto Asa, incansable gestor de la cultura, de
origen alemán que fundó la Facultad de Idiomas de la
Universidad del Atlántico, al Instituto de Lenguas Modernas y a
la Institución Educativa Experimental. Fue, además, el fundador
del “Concierto del Mes”, sala permanente de conciertos que
permitió escuchar a lo más granado de los instrumentistas
nacionales y extranjeros. También, Barranquilla fue el terruño de
la poetisa Meira del Mar, de reconocidas letras en el ambiente
nacional e internacional y como corolarios de estas menciones,
no sin antes advertir el riesgo de dejar por fuera a muchos
personajes de igual importancia, Barranquilla fue el asiento
experimental y creativo del Nobel de Literatura Gabriel García
Márquez, quien en compañía de destacados intelectuales
proyectó liderazgo cultural en la región a nivel nacional e
internacionalmente.
Es evidente igualmente que la trayectoria política que se
encauzó en el país a partir de su naturaleza republicana
estableció una organización administrativa y política que alternó
entre un Estado central a un Estado descentralizado, con sus
consecuentes particularidades en las funciones políticas, fiscales
y administrativas. Así se sucedió de una Constitución Política de
carácter federalista, en 1863 a otra de carácter centralista, la de
1886, para a más de cien años después proclamar la Constitución
de 1991, de actual vigencia, que liberó al país, al menos en el
plano constitucional, del anacronismo en que la había sumido la
Constitución de Rafael Núñez, Presidente Gestor de la
Constitución de 1886, ya que: “…omitía e ignoraba aspectos
culturales, sociales y económicos de la vida nacional, con el
pretexto de unir al país tan fuertemente fragmentado por las
guerras y confundido por los múltiples modelos, políticas
administrativas adoptadas por las diversas constituciones”
(Mendoza y Barragán, 2005:167).
Se resalta lo expresado para advertir que el significado que
asume la naturaleza del Estado incide en dos grandes conquistas
del Estado moderno, como son la condición de un Estado Social
de Derecho y su determinación en la noción de Derechos
Humanos, Derechos Culturales, Ciudadanía Cultural y todos los
conexos que de manera afín reivindica la condición cultural del
ser humano; mientras el otro aspecto es la concepción de región y
diversidad cultural, claramente manifiesta en la Constitución de
1991 que sucedió a la conservadora de 1886.
En este contexto, es decir en el de la vigencia de la
Constitución de 1886, hasta la promulgación de la Constitución
1991, se pasa del manejo de la realidad cultural centrado en el
liderazgo particular, la convergencia de intereses culturales
compartidos o mecenazgos privados a un direccionamiento
institucional de la cultura. Así se evidencia que: “…la cultura era
responsabilidad de las dependencias secundarias del Ministerio
de Educación Nacional, de la Secretaría de Extensión Cultural, y
de la Secretarías de Educación en los Departamentos en donde
aún no existían los Institutos Departamentales de Cultura”
(Mendoza y Barragán, 2005:166).
Constituye esta situación antecedente valioso para que se
formalizara institucionalmente el organismo que se encargaría
específicamente de la Política Cultural en el país, COLCULTURA
(Instituto Colombiano de Cultura), en 1968, pero como una
dependencia del Ministerio de Educación Nacional. No obstante,
desde este organismo se implementaron planes, programas y
proyectos, modalidades que caracterizaron hacia adelante las
Políticas Culturales en los Planes de Desarrollo de las distintas
administraciones, pues años después se proclamó la Constitución
de 1991 vía asamblea constituyente, que dio paso de la
Democracia Representativa a una Democracia Participativa, por
lo menos así se promulgaba en su texto.
Este espíritu libertario y reivindicador de la Carta magna se
hizo sentir en el reconocimiento de una Nación pluricultural y de
regiones; el realce de los Derechos Humanos y la participación
ciudadana. Se consolidaron los Planes de Desarrollo Cultural y la
descentralización del manejo de las Políticas Culturales a través
de entes a nivel departamental, distrital y municipal, como a
nivel nacional se instauró el Sistema Nacional de Cultura que
coadyuvó al surgimiento del Ministerio Nacional de Cultura
actualmente vigente.
La realidad cultural del país acusa una fuerte presencia de la
cultura regional del Caribe colombiano, en una suerte de
tropicalización de la sociedad nacional, donde el personaje de la
Costa ya caracterizado o ya caricaturizado está presente en todas
las producciones de los medios y se rescatan o visibilizan
acuarelas costumbristas de la región. Tal pareciera que la
consideración Caribe del país no tomara sólo a la Costa Norte,
sino a la condición bordeante del país en la cabecera norte del sur
del Continente Americano.
CAPÍTULO III
FORMAS DE INTERVENCIÓN DE LOS “PORTADORES DE
TRADICIÓN” Y COMUNIDADES CULTURALES EN LOS
PROCESOS DEMOCRÁTICOS DE ELABORACIÓN DE
POLÍTICAS CULTURALES EN COLOMBIA DESARROLLADOS
EN EL SIGLO XXI
Introducción
Con la irrupción de la Constitución de 1991, se establece no
solo la visión de un nuevo país, sino la sintonización de la
sociedad colombiana con la restitución emergente de Derechos
del Ser Humano, de las comunidades en un Estado Social de
Derecho, los cuales frecuentemente son conculcados por cuenta
de un sistema que prioriza una noción de desarrollo humano con
enfoque economicista y de racionalidad instrumental o, por la
interpretación acomodada de la noción de democracia, cuyo
margen de apertura tiene como límite la estabilidad del poder.
En estas circunstancias, es difícil pensar que la sola
promulgación de una nueva Constitución constituye ipso facto la
obtención de una nueva sociedad, tal es el caso de Colombia
donde reposa en el texto constitucional ese nuevo horizonte con
unos alcances sujetos a intereses partidistas, dentro de los cuales
brilla por su ausencia renglones esenciales en la realización
humana, como lo es la cultura.
La razón en la que se apoya el citado argumento, es la realidad
en que se desenvuelven las comunidades con sus manifestaciones
culturales dentro del Sistema Estatal que lo prevé todo
legalmente, pero acusa debilidades de implementación o, en el
peor de los casos, ausencia de una verdadera representación de
los intereses culturales de la población colombiana. Atendiendo a
lo expuesto, el objetivo a desglosar en el presente capítulo hace
referencia a Describir las formas de intervención de los
“portadores de tradición” y comunidades culturales en los
procesos democráticos de elaboración de políticas culturales en
Colombia, desarrollados en el siglo XXI. Dados los alcances
indagativos del anterior enunciado, a título de una necesaria
estrategia metodológica que proporcione información confiable,
se propuso realizar un tratamiento fenomenológico con los
actores portadores de tradición para descubrir su percepción
respecto de la dinámica cultural de la ciudad. Igualmente, se
aborda un proceso de triangulación que confronte información
de distintas fuentes involucradas estructuralmente en la
situación investigada, a fin de consultar realidades que
configuran el estado actual de la participación de las
comunidades culturales y los portadores de tradición en
Barranquilla y la Región Caribe. De esta manera, se distinguen
tres actores que permiten un proceso de triangulación en el
presente trabajo: La realidad actual de las Políticas Culturales en
Barranquilla; el sentir y la percepción de las comunidades y
portadores de tradición de la realidad cultural que experimentan
y, por otro lado, la opinión y/o teorización del investigador
interviniente en el trabajo investigativo.
La realidad actual de las Políticas Culturales en
Barranquilla
Como ya se ha documentado, la realidad de las Políticas
Culturales en el país experimenta una diferencia sustancial entre
una existencia empatronada en criterios reflejos de una sociedad
emuladora de modelos culturales exógenos, cuya característica de
pasividad contemplativa no dio margen a una iniciativa de
proyecto de país, por fuera de los condicionamientos de un
incipiente fenómeno de universalización de patrones sistémicos
entronizados en el mundo.
Por otro lado, la promulgación de la Constitución de 1991 que
rompe con el anacronismo de un establecimiento disfuncional,
fundamentado en la Constitución 1886, trae una nueva visión de
país que propicia las formas de participación democrática, de ahí
que, en lo relativo a la participación de la población, el artículo
segundo, reza:
“Son fines esenciales del Estado: servir a la
comunidad, promover la prosperidad general
y garantizar la efectividad de los principios,
derechos y deberes consagrados en la
Constitución; facilitar la participación de
todos en las decisiones que los afectan y en la
vida económica, política, administrativa y
cultural de la Nación; defender la
independencia nacional, mantener la
integridad territorial y asegurar la convivencia
pacífica y la vigencia de un orden justo.
Las autoridades de la República están
instituidas para proteger a todas las personas
residentes en Colombia, en su vida, honra,
bienes, creencias, y demás derechos y
libertades, y para asegurar el cumplimiento de
los deberes sociales del Estado y de los
particulares” (Constitución política de 1991,
2016:14) (resaltado nuestro).
En esta novedosa concepción, las Políticas Culturales se han
llevado a cabo enmarcadas en estructuras institucionales
jerarquizadas a nivel nacional, que en una relación sinérgica
enlazan con las particulares dinámicas regionales de las Políticas
Culturales. En efecto, con fundamento en los postulados
constitucionales, desarrollados en los Artículos 70, 71 y 72, se
crea la LEY GENERAL DE CULTURA, en 1997, mediante el
Proyecto de Ley 397, la cual, a su vez, dio origen al MINISTERIO
DE CULTURA, fundamentado en el Artículo 66, cuyo texto
señala:
“Créase un Ministerio de Cultura como
organismo rector de la cultura, encargado de
formular, coordinar, ejecutar y vigilar la
Política de Estado en la materia en
concordancia con los Planes y Programas de
desarrollo, según los principios de
participación contemplados en esta Ley” (Ley
general de cultura, 1997:14).
Igualmente, el Ministerio inspira el llamado sistema nacional
de cultura, ente que tiene un carácter vinculante y contingente,
toda vez que recoge el conjunto de instancias y procesos de
desarrollo institucional, como la planificación e información
articulados entre encaminados a posibilitar el desarrollo
cultural y el acceso de la comunidad a los bienes y servicios
culturales, observando los principios de descentralización,
participación, planeación y autonomía territorial. En este orden,
el Sistema Nacional de Cultura está conformado, además del
Ministerio, por los Concejos Municipales, Distritales y
Departamentales de Cultura; los Fondos Mixtos de Promoción de
la Cultura y las Artes, como también por las entidades públicas y
privadas que desarrollan, financian, fomentan y ejecutan
actividades culturales (Sanabria, 2000).
Para facilitar la comprensión de la Política Cultural en las
regiones y, en particular, en el Distrito Portuario de Barranquilla,
enmarcada en una estructura sistémica del orden nacional, es
menester detenerse en la figura del sistema nacional de cultura e
identificar efectos vinculantes con las regiones. De esta manera,
se constata que el Sistema Nacional de Cultura también
comprende a los Concejos Nacionales de Cultura, Órgano Asesor
del Ministerio en lo concerniente a Política Cultural e integrado
por representantes de las diferentes instituciones con sentido
cultural del orden nacional; los grupos étnicos, discapacitados y
organismos culturales, para un total de 22 miembros, presididos
por el Ministro de Cultura. También lo integran los Concejos
Departamentales, Distritales y Municipales de Cultura,
presididos por la máxima autoridad de las entidades territoriales.
Hacen parte, igualmente, del Sistema Nacional de Cultura, los
Fondos Mixtos de Promoción de la Cultura y las Artes, que sin
ánimo de lucro y de carácter público y privado, se encargan del
control fiscal de los dineros blicos. Otra institución integrante
es el Sistema Nacional de Formación Artística y Cultural, que se
encarga de estimular la creación, la investigación, el desarrollo, la
formación y la trasmisión del conocimiento artístico y cultural
(Bravo, 2010).
Cabe mencionar en este apartado, la importancia de los Planes
de Desarrollo implementados en el país a partir de la
Constitución de 1991, que han contribuido a proyectar un
desarrollo cultural de la Nación fundamentado en los principios
de regionalización, autonomía territorial. A saber El Plan
Nacional de Cultura 1992-1994, que dio impulso al Sistema
Nacional de Cultura; el Plan Nacional de Cultura 2001-2010,
donde se reconoce el vínculo entre lo político y lo cultural; Plan
Nacional de Desarrollo 2010-2014, mediante Ley 14501 de 2011,
que permitió entre otros logros, consolidar la articulación del
Sistema Nacional de Cultura; y, por último, el documento Visión
Colombia 2019, en el que se sustantiva la participación, acceso y
reconocimiento de los ciudadanos en las Políticas Culturales
(Ministerio de cultura, 2013).
Por otra parte, al lado de la estructura relacional del Sistema
Nacional de Cultura, se encuentra otro avance de la Constitución
de 1991, el que hace referencia a la organización territorial, donde
se establece la noción de Entidades Territoriales, refiriéndose a
los Departamentos, los Distritos, los Municipios y los Territorios
Indígenas, condición que hace posible la descentralización de
algunos aspectos relacionados con la cultura, como quiera que les
da: “…autonomía para la gestión de sus intereses y dentro de los
límites de la Constitución y la Ley…” (Constitución política de
1991, 2016:108).
Ahora bien, las entidades territoriales en estas circunstancias
mantienen nexos con las disposiciones nacionales, para lo cual la
Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial establece la
distribución de las competencias entre lo nacional y las entidades
territoriales, observando los principios de coordinación,
concurrencia y subsidiaridad, conforme establece la Ley
(Constitución política de 1991, 2016). En este orden de ideas, la
arquitectura de la realidad de las Políticas Culturales en la
Nación comprende otros pilares esenciales como el organismo
CONPES (Consejo Nacional de Política Económica y Social) ente
que asesora al Gobierno Colombiano en materias relacionadas
con el desarrollo económico y social del país y cuyos documentos
se convierten en lineamientos y rutas orientadoras para las
Políticas Públicas del Estado Colombiano (Ministerio de cultura,
2013).
De esta manera, el organismo ha elaborado desde el 2004 al
2013, siete documentos relacionados con el sector cultura,
ocupándose de distintos frentes de la Cultura Nacional. Otro
componente de la estructura nacional tiene que ver con las
fuentes de financiación cultural, las cuales mediante
ordenamiento legal se constituyen en fuentes directas para
financiación de la cultura en los entes territoriales, de esta
naturaleza se conoce el Sistema General de Participaciones que
tiene como función transferir los recursos de la Nación, mediante
mandato de los Artículos 356 y 357 de la Constitución Política, a
las entidades territoriales para la financiación de los servicios y
mediante competencias que le son asignadas por la Ley 715 del
2001 (Herramientas para la gestión pública, 2013).
De igual manera, con referencia a los Artículos 38 de la Ley
397 de 1997 (Ley General de Cultura) se faculta a las Asambleas
Departamentales y a los Concejos Municipales para generar un
tributo conocido como “Estampilla Procultura”, cuyo fin es
recaudar los recursos para la financiación de la cultura. Para ello,
en el 2001, mediante Ley 666 se fijaron los parámetros generales
para su creación y ejecución de los recursos. Además, desde el
2002, la Ley 788 aumentó el Impuesto del Valor Agregado IVA a
la telefonía móvil con destinación específica a los sectores de la
cultura y el deporte, el cual posteriormente fue regulado en la
distribución, asignación y ejecución de los recursos en la
Reforma Tributaria.
Por otra parte, desde el Ministerio de Cultura, se trazan unos
planes y programas de cobertura nacional, que de una u otra
forma, evidencian actividades culturales en las regiones, tal es el
caso del Plan Nacional para la Danza; Plan Nacional para las
Artes; Programa de Infraestructura Cultural; Programa de
Emprendimiento; Fortalecimiento y Proyección de la
Cinematografía. En este orden de ideas, está el Programa
Nacional de Concertación Cultural, que impulsa, estimula y
apoya las actividades culturales de interés común, con la entrega
de recursos económicos. También existe el Programa Nacional de
Estímulos a la Creación y la Investigación, para fortalecer,
promover y reconocer los procesos de creación, investigación,
formación, circulación y gestión artística y cultural del país, a
través del otorgamiento de becas, pasantías, premios o
residencias artísticas de los creadores e investigadores.
Cabe mencionar en este punto a los Planes Nacionales en los
cuales el Ministerio de Cultura establece planes sectoriales que
fijan líneas estrategias para la acción y financiación cultural.
Entre estos planes están: el Plan Nacional de Música para la
Convivencia (PNMC), Plan Nacional de la Lectura y Bibliotecas
(PNLB); Plan Nacional de Danza; Estrategias de Promotores
Regionales (EPR), que busca fortalecer los Sistemas Municipales
de Cultura; la Ley de Cine (Ley 814 del 2013); Ley 1553 del 2012,
para el fomento del territorio nacional como escenario para el
rodaje de obras cinematográficas; Ley Nacional del Libro (Ley 98
de 1993).
Es menester, referenciar, también, como fuente de
financiación de la Nación a la cultura de las entidades
territoriales a los Fondos Mixtos para la Promoción de la Cultura
y las Artes, ente que data de períodos anteriores a la Constitución
de 1991, y que, a partir de la Ley General de Cultura, en su
Artículo 63, faculta al Ministerio de Cultura para participar en la
creación de los Fondos Mixtos Departamentales, Distritales,
Municipales y de territorios indígenas. Este organismo tiene,
entre otras funciones:
“Financiar programas y proyectos acorde
con los Planes de Desarrollo Cultural, que
cumpla con los parámetros establecidos en el
reglamento operativo de la financiación de los
Fondos Mixtos de Cultura y con los
lineamientos que dentro de este marco
definan los Consejos de Cultura”
(Herramientas para la Gestión Pública, 2013:
105).
A nivel Distrital, las Políticas Culturales han ido de la mano de
las Nacionales y en una tímida consolidación de sus políticas
propias. Barranquilla, catalogada como Distrito Especial,
Industrial y Portuario, en su estructura administrativa y legal
orienta las Políticas Culturales a través de la Secretaría Distrital
de Cultura, patrimonio y turismo, cuya cabeza visible y legal es el
Secretario Distrital de Cultura. Esta dependencia acusa una
estructura conformada por el Despacho del Secretario Distrital
de Cultura, que recibe apoyo del Área Administrativa, el Área
Jurídica y el Área de Comunicaciones. A su vez, se desprende de
la cabeza rectora, los Departamentos de Cultura, Patrimonio y
Oficina de Turismo.
Cada uno de estos Departamentos están encargados de velar
por un sector cultural de la ciudad; así el Departamento de
Cultura se encarga del desarrollo artístico y cultural (fomento),
como también de la formación artística y cultura, donde están
involucradas las Casas de la Cultura, las Escuelas Distritales de
Arte (EDA) y las Bibliotecas. Mientras el Departamento de
Patrimonio, se ocupa de velar por el patrimonio cultural,
material, el patrimonio cultural inmaterial y la infraestructura
cultural. El tercer departamento, Oficina de Turismo, pretende
proyectar la Política en materia de turismo en la ciudad (Ver
cuadro de organigrama).
Fuente: Organigrama suministrado por el Doctor Iván Movilla Díaz (2018).
Ahora bien, en una perspectiva general las Políticas Culturales
del Distrito se inscriben en un Sistema Distrital de Cultura, que
muestra unos indicadores en el aspecto de formación cultural e
informes de diagnósticos desde el 2015 en donde el Sistema
argumenta su creación en la consideración que:
“La formación cultural es una acción
estratégica y determinante para impulsar la
participación y el acceso de la comunidad a los
bienes y servicios culturales. Conscientes de
esto, desde el Distrito se viene consolidando
un sistema orientado a la participación,
concertación, articulación, formulación y
puesta en marcha de Políticas y acciones para
el desarrollo de la formación artística y
cultural de los habitantes de Barranquilla,
mediante la oferta de centros dinamizadores
de vida cultural y social en los barrios, los
cuales se han convertido en espacios de
convivencia y diálogos de las diferencias y
diversidades” (Plan de Desarrollo 2016-2019,
2016:65).
A renglón seguido, el informe detalla los resultados de un
proceso durante el cuatrienio 2012-2015, mostrando los
siguientes logros: funcionamiento de 75 casas de la Cultura, 6
coordinadores, 109 profesores y 13.875 beneficiarios. También se
informa de las políticas proyectadas para el siguiente cuatrienio
actual, donde se propone 6 nuevas instalaciones de Casas
Distritales de la Cultura para una cobertura de 9.700 nuevos
cupos y una cobertura total de 23.550 personas atendidas.
Igualmente, la planta de profesores en la actual administración
muestra un aumento del 28.5 respecto del año anterior y
proyecta contar al término con 220 docentes para las distintas
modalidades artísticas. (ver gráfico 1).
Gráfico 1. Casa de Cultura en Operación 2004-2014
Fuente: Secretaría Distrital de Cultura, Patrimonio y Turismo (2018).
La EDA, Escuela Distrital de Artes y Tradiciones Populares, se
constituye en un programa de formación artística donde:
“(…) las personas acceden a una formación
técnico-laboral en programas de música, artes
escénicas (coreografía y actuación),
audiovisuales y adquisición de nuevos
conocimientos académicos en dibujo artístico,
escultura, pintura artística, carrozas y faroles
de Carnaval, vestuario y tocado y elaboración
de elementos del Carnaval” (Plan de
Desarrollo 2016-2019, 2016:66).
Es de considerar que buena parte de la población estudiantil
que ingresa al Programa Profesional de sica en la Facultad de
Bellas Artes en la Universidad del Atlántico, proviene de las
Escuelas Distritales de Arte, lo mismo sucede con las otras
disciplinas artísticas que se ofrecen en la Facultad. A medida que
los indicadores demuestran un mejor resultado, cursa el Proyecto
“Fábrica de Cultura”, que pretende crear un Centro de Formación
de gran envergadura, la EDA y Tradiciones Populares, en un
predio de 8200 M2 de construcción, con una capacidad para
3.000 estudiantes diarios en 3 jornadas y un auditorio con un
aforo de 500 personas (Plan de Desarrollo 2016-2019, 2016).
Otro renglón asumido por la Secretaría Distrital de Cultura,
Patrimonio y Turismo es la relacionada con el patrimonio, para lo
cual la Secretaría ha asumido procesos de protección,
preservación, intervención y divulgación del patrimonio cultural
de la ciudad de Barranquilla, de naturaleza inmaterial, mueble e
inmueble. Desde esta Política Cultural a la fecha se ha adoptado
el PLAN ESPECIAL DE SALVAGUARDIA DEL CARNAVAL DE
BARRANQUILLA, mediante Resolución 2128 del 2015, y está en
curso la aprobación del PLAN ESPECIAL DE MANEJO Y
PROTECCIÓN DEL BARRIO EL PRADO, BELLA VISTA Y
PARTE DE ALTOS DEL PRADO, al igual que el CENTRO
HISTÓRICO, zonas que son consideradas como patrimonio
inmaterial, como que fueron declaradas bienes de interés cultural
en el ámbito nacional (ver gráfica 2 y 3).
Gráfica 2. Cantidad de Inmuebles Patrimoniales Centro
Histórico
Fuente: Secretaría Distrital de Cultura, Patrimonio y Turismo. Secretaría
Distrital de Planeación (2018).
Gráfica 3. Cantidad de inmuebles patrimoniales en el sector
declarado de prado, Alto Prado, Bellavista y la Concepción.
Fuente: Secretaría Distrital de Cultura, Patrimonio y Turismo. Secretaría
Distrital de Planeación (2018).
Ahora bien, las Políticas Culturales emanadas del Distrito de
Barranquilla, no son ajenas a las transformaciones resultado del
enfoque administrativo de las administraciones distritales de
turno que, en función de necesidades de racionalización de
gastos, de políticas prioritarias o de inserción en nuevos
postulados de una economía global, adoptan un tipo de
desarrollo cultural. No obstante, el Distrito ha ampliado sus
políticas a sectores o renglones de la Sociedad en un margen de
cobertura partiendo del concepto más amplio de Cultura, donde
distintas manifestaciones culturales de la ciudad tienen
representación en organismos como el Consejo Distrital de
Cultura, el Consejo Distrital de Patrimonios; 7 Consejos de Áreas
Artísticas: Artes Plásticas, Danza, Cinematografía, Literatura,
Música, Teatro, Medios Audiovisuales y Alternativos, lo que
permite una interacción social dinámica y organizada entre los
agentes culturales y las distintas oficinas de los campos culturales
institucionalmente representadas, que no están exentas de
tensiones y contradicciones.
Por otro lado, se establecen mecanismos de participación e
información a través de dos Asambleas Sectoriales, una que tiene
que ver con organizaciones Afrocolombianas, Negras,
Palenqueras y Raízales y la otra con organizaciones operadoras
de eventos del Carnaval (Plan de Desarrollo 2016-2019, 2016).
El Carnaval de Barranquilla: Epicentro de la
Cultura Regional
Otro aspecto que bien vale la pena destacar en el presente, es
el que tiene que ver con los Carnavales de Barranquilla, evento
que congrega anualmente, en las fechas oficiales una pléyade de
actores culturales asociados a grupos folclóricos, danzas,
orquestas, comparsas, artesanos, comerciantes y toda una
infraestructura turística que hace partícipe a gremios de hoteles,
comercio informal, diseñadores y, por su puesto, una comunidad
espontánea que vive las fiestas del dios Momo.
No es el propósito de este trabajo ocuparse de la dimensión
histórica, ni de la naturaleza onto-semiótica, que ya, en buena
parte se han trabajado en campos de la Antropología y la
Sociología, pero interesa resaltar en esta ocasión el carácter
vinculante del certamen del Carnaval que cada doce meses se
posesiona de la ciudad de Barranquilla. El efecto convocante de
los Carnavales de Barranquilla, es el resultado de un cúmulo de
factores que atañen al contexto histórico y socio-cultural de la
Región Caribe Colombiana. En efecto: “…la aparición del
Carnaval de Barranquilla se correlaciona con su gran auge como
puerto marítimo y fluvial en el último cuarto del siglo XIX”
(Escalante, citado por: Reales, 2008: 130).
Siendo un fenómeno cultural que no es potestativo de
Barranquilla, “a partir del 20 de enero, en ciertos territorios
colombianos (Santa Marta, Ciénaga, Barranquilla y pueblos
circunvecinos) quedan abiertas a las carnestolendas donde se da
vía libre a la rumba y al goce…” (Reales, 2008:132). Catalogada
como patrimonio oral e inmaterial de la humanidad, desde el 20
de enero el Carnaval de Barranquilla se asienta en la ciudad
después de una existencia espontánea y popular en sitios
ribereños y concentraciones urbanas como Cartagena, siendo
prohibidas o censuradas en muchos de estos lugares por cuenta
de políticas inspiradas en criterios religiosos o confesionales,
como lo expresa Reales, al concluir que: …el Carnaval llega a
Barranquilla por el Río Magdalena traído por la cultura de esas
poblaciones rianas que se resistían a verlo morir con la
prohibición hecha en Cartagena” (Reales, 2008:130).
Se considera factor propicio para el establecimiento del evento
en Barranquilla, las características que ostentó la ciudad desde su
formación, relacionadas con su carácter de apertura social,
pujanza comercial y centro de emprendimiento para el naciente
desarrollo productivo e industrial de la región. De tal manera
que, la capacidad de convocatoria que desarrolla la ciudad,
genera un espacio intersubjetivo de encuentros: “…allí se dan cita
las manifestaciones culturales de la región desde los poblados
circundantes de las riberas del río Magdalena hasta los
adyacentes a Barranquilla” (Reales, 2008:134).
En virtud del argumento expuesto, se afirma hoy la condición
de Evento Cultural vinculante en la Región y en lo Nacional del
Carnaval de Barranquilla y con una fuerte tendencia a concentrar
las Política Culturales del Distrito en un proyecto multicultural
que inscribe el certamen en la lógica del mercado, enmarcada en
la llamada economía naranja, fuertemente impulsada en el actual
Gobierno Nacional.
Percepción y sentir de los Portadores de
Tradición (Intervención Fenomenológica)
La relación de la cultura con aquellos individuos u
organizaciones que la promueven, sobre todo en el plano de la
vivencia o la experiencia, establece una noción de apropiación e
identidad que para el investigador constituye un fenómeno social
en un tratamiento investigativo de la cultura, en cuanto que
permite evidenciar la imbricación emocional en los portadores de
tradición con su expresión cultural. Sensorialidad, por demás
motivada, cuando se trata de percibir los efectos de una Política
Cultural, como fue el caso de la presente investigación.
En este orden de ideas, es apropiado aplicar la perspectiva
fenomenológica a las entrevistas llevadas a cabo a algunos
portadores de tradición activos para descubrir el sentir del cultor
sobre sus propias experiencias y mundos de vida. Se aborda la
acción desde la concepción Fenomenológica-Hermenéutica,
impulsada por el filósofo Heidegger, quien, a diferencia de
Husserl, su maestro, con la postura de Fenomenología Eidética o
descriptiva, no aplica la Reducción en virtud de que: “Articula la
posición de que las presuposiciones no se deben eliminar o
suspender, sino que son lo que constituye la posibilidad de la
inteligibilidad o el significado…” (Ray, 1994:143).
En efecto, la escogencia de esta metodología trasciende el
reconocimiento de validez científica que se le otorga y vincula al
suscrito investigador como quiera que comporta una historicidad
de la misma naturaleza vivencial que poseen los portadores de
tradición, lo que es preferible resaltar por la claridad del
beneficio que aporta para hacer posible: “…una comprensión de
un nuevo horizonte de significado...” (Ray, 1994:148).
A partir de la información obtenida en las entrevistas para la
presente investigación se realiza un análisis fenomenológico, que
permite acercarnos a la realidad vivencial desde un punto de
vista comprensivo e integrador. Se entrevistaron en profundidad
un total de 9 personas, divididas en dos grupos, uno integrado
por funcionarios o ex funcionarios del sector administrativo de la
cultura a nivel Distrital, entre los cuales están en orden
cronológico: Miguel Iriarte (1994), Harold Ballesteros (1997),
Gilberto Marenco (2005-2007), Iván Movilla (Asesor de
Despacho, 2013), Luis Henao y otro conformado por cultores
activos referenciados de la siguiente manera: Fernando Reina,
músico y académico universitario; Darío Moreu, actor, director y
académico universitario; Augusto Ojito, músico y académico
universitario; Roberto Camargo, percusionista y académico
universitario.
Cada uno desde su rol expresa su criterio, opinión o
conocimientos asistidos de una confiabilidad desde su vivencia,
lo que generó una gama de percepciones y estados expresivos que
estructuran un estatuto fenomenológico de su SER Ontológico. A
continuación, se exponen los hallazgos a que dio lugar el proceso
investigativo con la Metodología Fenomenológica-Hermenéutica.
En primera instancia se hace un reconocimiento de la
propuesta de análisis fenomenológico de los datos obtenidos en
las entrevistas, de los autores Ricard Marí, Rosa M. Bo y Cristina
I. Climent, en la Revista de Ciencias de la Educación, donde
proponen unos pasos para realizar un análisis fenomenológico de
la información obtenidas en las entrevistas. A continuación, se
expone la secuencia aplicada a la investigación que se lleva a cabo
para clarificar el proceso metodológico.
Primer Paso
Se procede a transcribir la información obtenida de las
entrevistas realizadas a cada a actor escogido, observando
rigurosidad en la fidelidad de la transcripción. Cabe resaltar que,
en esta acción, al igual que en la aplicación de las entrevistas, el
investigador asume la actividad despojado de cualquier
reducción que implique aislamiento circunstancial de sus
preconcepciones (Ver transcripciones en anexo).
Segundo Paso
Se seleccionaron las unidades de significado general.
Demanda este paso del investigador una mirada insistente del
material transcrito, cuyo propósito es el de: “…recoger las
diversas intervenciones agrupándolas en porciones que formen
una unidad de significado” (Mari y otros, 2010: 119). La unidad
de significado constituye una entidad conceptual que obedece a
una observancia de la coherencia en un propósito evolutivo que
lleva a cabo el investigador de una información recolectada y
para lo cual se ubica en un análisis comprensivo del contenido.
Como característica de este segundo paso, la selección de la
información respeta las cargas expresivas, opiniones, lenguaje y
creencias presentes en las mismas, lo cual puede evidenciar su
carácter de generalidad y puede incluir información directamente
relacionada con el tema de investigación, como aquella que no lo
está.
Unidades de Significado General
Pregunta 1: Portadores de Tradición. ¿Apoyan las Políticas
Culturales del Distrito las manifestaciones culturales existentes
en la ciudad?
Bueno en este momento yo creo que el descontento
es general porque todo lo que tiene que ver con cultura está
sumamente descuidado, la mejor prueba es el Teatro Amira
de la Rosa, Bellas Artes que está caído hace cantidad de años
y no vemos soluciones prontas y el Museo del Caribe, uno
que está en construcción y hay otro que está abandonado, no
sé, lo abandonaron totalmente, entonces la cultura en
Barranquilla, la estamos cambiando toda por cemento
(Reina, Fernando, 2018).
…ha mejorado en los últimos años, pero en realidad no es el
esperado, ni el suficiente, es decir, la Costa ha entrado más o
menos en los últimos quince (15) años en una debacle
precisamente en el apoyo a esas expresiones artísticas. Entre
otras cosas, le comentaba que la música en ese nivel está un poco
mejor, pero con las otras expresiones artísticas hay muchos
inconvenientes. El Distrito, por ejemplo, a nivel distrital ellos han
lanzado un programa de estímulo que en los últimos años se ha
fortalecido y demás, pero a nivel departamental se ha perdido el
apoyo completo, por ejemplo, a los grandes procesos que es a los
semilleros que se producían a través de las escuelas de música.
Las escuelas de música del departamento eran los procesos que
prácticamente generaban el insumo para los programas
profesionales y además de eso eran el insumo para las grandes
agrupaciones (Ojito, Augusto, 2018).
…lo primero que hay que anotar es la parte estatal,
a nivel de la cultura, es relativamente nueva, puesto que la
vida cultural de Barranquilla es mucho más larga y estas
oficinas de Secretaría Distrital y Red de Cultura existen
apenas hace 24 años, entonces de entrada ya podemos decir
que existe una gran deuda con el sector cultural, su gente ha
sido pues el que ha hecho la vida cultural de la ciudad, del
departamento, igual en el país. Hoy, hay un poquito de más
estímulo y de más presupuesto; sin embargo, te cuento que
no es suficiente con relación al desarrollo y la actividad que
existe en la ciudad y lo otro que me parece que no
corresponde totalmente a los intereses de los usuarios del
sector artístico, porque muchas veces los usuarios toman sus
decisiones por su lado y lo que ellos creen, incluso a veces
también de manera tendenciosa porque si no hay un estudio
real de desarrollo, cuál es el mapa cultural que hay y cuáles
son los elementos fuertes que primero hay que proteger y
luego saquen cosas nuevas que desarrollar, pues se está
haciendo una cosa como caprichosa a la medida de las
administraciones, entonces obviamente hay un mayor
beneficio hoy porque existe un fondo, una bolsa de Carnaval
que beneficia a hacedores y hay unas becas, unos estímulos,
pero como te digo esos estímulos son insuficientes (Moreu,
Darío, 2018).
Primero habría que revisar lo que se está dando en
el mundo, en el mundo lo que está ocurriendo precisamente
es que las personas están aprendiendo con música tradicional
y sica popular en sus países, ya empiezan a rezagar un
poco la cultura europea y pienso que aquí debería ser de la
misma manera puesto que los músicos y artistas se sienten
identificados con su cultura, pues eso le va a dar de alguna
manera a un sentido de pertenencia y van a tener mayor
cercanía a las expresiones culturales (Camargo, Roberto,
2018).
Pregunta 2: Portadores de Tradición. ¿Tienen los grupos y
cultores de tradición representación en las Políticas Culturales
que emanan del Distrito?
Bueno, lo que se ha visto últimamente es un monopolio,
eso de la cultura como todo se ha venido manejando desde la
política, de pronto los que están en la rosca están metidos en
el cuento, pero los que no, olvido total (Reina, Fernando,
2018).
No, ahí creo que la cosa está todavía más grave, yo
creo que lastimosamente nuestra idiosincrasia gira en torno
al Carnaval y entonces cuando ya se acercan los Carnavales es
cuando realmente se empieza a valorar al dansista, al artista
clásico, al artista dramático, etc., pero en el año, ¿cuántas
propuestas de capacitación vemos nosotros de este tipo de
personas? Entonces solamente giran en torno al Carnaval, en
esa época es donde se empieza a valorar todo eso, pero
realmente un apoyo como tal que nosotros debiéramos ser
unos abanderados en ese aspecto porque si tenemos un
evento tan importante que representa no solo la Costa, sino
al país, deberíamos generar durante el o Políticas que
realmente apunten a la capacitación de este tipo de sectores...
(Ojito, Augusto, 2018).
Pues yo creo que muy poco, como te digo es que el
cuento es que hay una gran desproporción, lo mismo pasa
con cultura, el presupuesto que hay para cultura es muy
pequeño en relación a todas las demás facultades a todas las
expresiones que tiene el país, nosotros estamos en un país
que es multicultural, pero quienes lo hacen; lo hacen por
amor al arte, porque se sienten comprometidos con los
valores culturales (Moreu, 2018).
Yo pienso que ahora mismo se está dando un
proceso importante en la era, inclusive en Bellas Artes, que se
está aceptando ya un poco la música tradicional y popular,
pero digamos que está apenas en proceso de inicio, apenas se
está dando, apenas se está reconociendo, pero realmente
algunas personas de pronto por su formación, en algunos
otros países se sienten más identificados por otras culturas
(Camargo, Roberto, 2018).
Tercer Paso
Unidades de Significado Relevantes
Pregunta 1. Portadores de Tradición. ¿Apoyan las Políticas
Culturales del Distrito las manifestaciones culturales existentes
en la ciudad?
Fragmentos Seleccionados
Bueno en este momento yo creo que el descontento
es general porque todo lo que tiene que ver con cultura está
sumamente descuidado, la mejor prueba es el Teatro Amira
de la Rosa, Bellas Artes, que está caído hace cantidad de años
y no vemos soluciones prontas y; el Museo del Caribe, uno
que está en construcción y hay otro que está abandonado, no
sé, lo abandonaron totalmente, entonces la cultura en
Barranquilla, la estamos cambiando toda por cemento
(Reina, Fernando, 2018).
…ha mejorado en los últimos años, pero en realidad
no es el esperado, ni el suficiente, es decir, la Costa ha
entrado más o menos en los últimos quince (15) años en una
debacle precisamente en el apoyo a esas expresiones
artísticas (Ojito, Augusto, 2018).
… existen apenas hace 24 años, entonces de entrada
ya podemos decir que existe una gran deuda con el sector
cultural, su gente ha sido pues el que ha hecho la vida
cultural de la ciudad, del departamento, igual en el país. Hoy
hay un poquito de más estímulo y de más presupuesto; sin
embargo, te cuento que no es suficiente con relación al
desarrollo y la actividad que existe en la ciudad y, lo otro, que
me parece que no corresponde totalmente a los intereses de
los usuarios del sector artístico, porque muchas veces los
usuarios toman sus decisiones por su lado y lo que ellos
creen, incluso a veces también de manera tendenciosa
porque si no hay un estudio real de desarrollo, cuál es el
mapa cultural que hay y cuáles son los elementos fuertes que
primero hay que proteger y luego saquen cosas nuevas que
desarrollar, pues se está haciendo una cosa como caprichosa
a la medida de las administraciones, entonces obviamente
hay un mayor beneficio hoy porque existe un fondo, una
bolsa de Carnaval que beneficia a hacedores y hay unas
becas, unos estímulos, pero como te digo esos estímulos son
insuficientes (Moreu, Darío, 2018).
…las personas están aprendiendo con música
tradicional y música popular en sus países, ya empiezan a
rezagar un poco la cultura europea y pienso que aquí debería
ser de la misma manera puesto que los músicos y artistas se
sienten identificados con su cultura, pues eso le va a dar de
alguna manera un sentido de pertenencia y van a tener
mayor cercanía a las expresiones culturales (Camargo,
Roberto, 2018).
Preguntas 1,2,3,6,7,8,10 Funcionario Activo y
Exfuncionarios (Ver Anexos)
Bueno, yo lo que te podría decir es que los
Portadores de la Cultura y de la tradición, digamos, no han
tenido ninguna participación en la elaboración de Políticas
Públicas (Ballesteros, Harold, 2018).
A raíz del famoso reconocimiento de la Unesco al
Carnaval, que ya sabemos, sin duda se empezaron a abrir
espacios de participación en comisiones y mesas de trabajo y
diversos mecanismos en los que han tenido asiento distintas
instancias de los hacedores y portadores de tradición con
miras a poder influir, más que en políticas sistemáticas, en
repartición de migajas de auxilios y dádivas (Iriarte, Miguel,
2018).
Los mecanismos de participación de los portadores
de la tradición siempre han sido luchados porque los
organismos del distrito, por razones que desconozco no
hacen procesos democráticos de inclusión (Marenco,
Gilberto, 2018).
Las políticas culturales en nuestro país están de
algún modo centralizadas, no obedecen, ni responden a los
intereses de las comunidades de las regiones es por eso que
hay una descompensación entre los proyectos que se dan en
el sector central y los que se dan en las regiones o la periferia
(Henao, Luis, 2018).
A través de la Ley 397 o Ley General de Cultura se
establecieron mecanismos para la participación de la
ciudadanía en el sector cultura y a nivel Distrital, el Decreto
139 del 19 de septiembre de 2003 configuró el Sistema
Distrital de Cultura que se integra por el Consejo Distrital de
Cultura, el Instituto Distrital de Cultura y Turismo, los
Consejos de Áreas Artísticas del Distrito, los Sistemas Locales
de Cultura del Distrito y las entidades u organizaciones
públicas y privadas que desarrollen, financien, fomenten,
ejecuten y controlen actividades culturales y artísticas cuyo
domicilio se encuentre en el Distrito (Movilla, Iván, 2018).
Pregunta 2 Portadores de Tradición
¿Tienen los grupos y cultores de tradición representación en
las Políticas Culturales que emanan del Distrito?
Bueno, lo que se ha visto últimamente es un
monopolio, eso de la cultura como todo se ha venido
manejando desde la política, de pronto los que están en la
rosca están metidos en el cuento, pero los que no, olvido total
(Reina, Fernando, 2018).
No, ahí creo que la cosa está todavía más grave, yo
creo que lastimosamente nuestra idiosincrasia gira en torno
al Carnaval y entonces cuando ya se acercan los Carnavales es
cuando realmente se empieza a valorar al dansista, al artista
clásico, al artista dramático, etc... (Ojito, Augusto, 2018).
Pues yo creo que muy poco, como te digo es que el
cuento es que hay una gran desproporción, lo mismo pasa
con cultura, el presupuesto que hay para cultura es muy
pequeño en relación a todas las demás facultades a todas las
expresiones que tiene el país, nosotros estamos en un país
que es multicultural, pero quienes lo hacen; lo hacen por
amor al arte, porque se sienten comprometidos con los
valores culturales (Moreu, Darío, 2018).
…se está aceptando ya un poco la música tradicional
y popular, pero digamos que está apenas en proceso de inicio,
apenas se está dando, apenas se está reconociendo, pero
realmente algunas personas de pronto por su formación, en
algunos otros países se sienten más identificados por otras
culturas (Camargo, Roberto, 2018).
Preguntas 2, 3, 4, 8 Funcionario Activo y
Exfuncionarios
Los líderes de los grupos musicales dancísticos para
teatrales, etc., están vinculados a la politiquería de la ciudad
y de sus municipios y entonces ellos se han convertido en
gregarios de votaciones para los políticos, entonces los
políticos les dan en forma de migajas unas ayudas cada vez
que tengan que de pronto viajar a otra ciudad a representar
al Departamento o al Municipio, entonces ellos sacan de una
bolsa y les contribuyen a ellos, pero ese político que llama al
Gobernador o al Alcalde les dice ¡Mira colabórame al grupo
tal que tiene un viaje para tal parte y la cosa! Y entonces allí
le dan esa migaja, pero es una ligazón realmente perversa
entre politiquería que no es política y manifestaciones y
expresiones culturales (Ballesteros, Harold, 2018).
El Sistema Nacional de Cultura conformado por los
Consejos Distritales, Municipales y Departamentales de
Cultura no funciona bien porque estos consejos están
viciados de politiquería y corrupción: no son convocados, no
se reúnen, no están conformados y si están conformados, no
son representativos de sus sectores (Iriarte, Miguel, 2018).
Los mecanismos de participación de los portadores
de la tradición siempre han sido luchados porque los
organismos del distrito, por razones que desconozco no
hacen procesos democráticos de inclusión (Marenco,
Gilberto, 2018).
…no hay una incidencia clara y definitiva en dichas
políticas por parte de ellos... (Henao, Luis, 2018).
…la instancia al interior de la cual se concreta la
interacción social, dinámica y organizada entre los agentes
culturales, entidades y organizaciones que ejercen
competencias en materia de identificación, reconocimiento,
salvaguardia, protección y manejo del Patrimonio Cultural
del Distrito”. (Movilla, Iván, 2018).
Cuarto Paso
Verificación de Unidades de Significados
Relevantes
En lo que podría señalarse como un proceso de depuración y
selección de información, las unidades de significado relevantes
son las partes que se consideran las más representativas en
unidades de significados con relación a la temática investigada.
De aquí en adelante se considera la fuerza de una entidad
conceptual que funge como categoría y que aglutina los apartes
seleccionados de los entrevistados.
CATEGORIAS
FRAGMENTOS
SELECCIONADOS
Participación en
las Políticas
Culturales
Pregunta 1 (ver anexo)
Bueno en este momento yo creo
que el descontento es general porque
todo lo que tiene que ver con cultura
está sumamente descuidado, la mejor
prueba es el Teatro Amira de la Rosa,
Bellas Artes que está caído hace
cantidad de años y no vemos
soluciones prontas y el Museo del
Caribe, uno que está en construcción y
hay otro que está abandonado, no sé,
lo abandonaron totalmente, entonces
la cultura en Barranquilla, la estamos
cambiando toda por cemento (Reina,
Fernando, 2018).
…ha mejorado en los últimos años,
pero en realidad no es el esperado, ni
el suficiente, es decir, la Costa ha
entrado más o menos en los últimos
quince (15) años en una debacle
precisamente en el apoyo a esas
expresiones artísticas (Ojito, Augusto,
2018).
…existen apenas hace 24 os,
entonces de entrada ya podemos decir
que existe una gran deuda con el
sector cultural, su gente ha sido pues
Participación en
las Políticas
Culturales
Participación en
las Políticas
Culturales
Subcategoría
Criterios de
Participación
el que ha hecho la vida cultural de la
ciudad, del departamento, igual en el
país. Hoy hay un poquito de más
estímulo y de más presupuesto; sin
embargo, te cuento que no es
suficiente con relación al desarrollo y
la actividad que existe en la ciudad y
lo otro que me parece que no
corresponde totalmente a los
intereses de los usuarios del sector
artístico, porque muchas veces los
usuarios toman sus decisiones por su
lado y lo que ellos creen, incluso a
veces también de manera tendenciosa
porque si no hay un estudio real de
desarrollo, cuál es el mapa cultural
que hay y cuáles son los elementos
fuertes que primero hay que proteger
y luego saquen cosas nuevas que
desarrollar, pues se está haciendo una
cosa como caprichosa a la medida de
las administraciones, entonces
obviamente hay un mayor beneficio
hoy porque existe un fondo, una bolsa
de Carnaval que beneficia a hacedores
y hay unas becas, unos estímulos,
pero como te digo esos estímulos son
insuficientes (Moreu, Darío, 2018).
…las personas están aprendiendo
con música tradicional y música
popular en sus países, ya empiezan a
rezagar un poco la cultura europea y
pienso que aquí debería ser de la
misma manera puesto que los
músicos y artistas se sienten
Subcategoría
Criterios de
Participación
Representación de
la Cultural Local en
las Políticas
Culturales del
Distrito
identificados con su cultura, pues eso
le va a dar de alguna manera un
sentido de pertenencia y van a tener
mayor cercanía a las expresiones
culturales (Camargo, Roberto, 2018).
Pregunta 1, 2, 3, 6, 7, 8, 10 (ver
anexo)
Bueno, yo lo que te podría decir es
que los Portadores de la Cultura y de
la tradición, digamos, no han tenido
ninguna participación en la
elaboración de Políticas Públicas
(Ballesteros, Harold, 2018).
A raíz del famoso reconocimiento
de la UNESCO al Carnaval, que ya
sabemos, sin duda se empezaron a
abrir espacios de participación en
comisiones y mesas de trabajo y
diversos mecanismos en los que han
tenido asiento distintas instancias de
los hacedores y portadores de
tradición con miras a poder influir,
más que en políticas sistemáticas, en
repartición de migajas de auxilios y
dádivas (Iriarte, Miguel, 2018).
Los mecanismos de participación
de los portadores de la tradición
siempre han sido luchados porque los
organismos del distrito, por razones
que desconozco no hacen procesos
democráticos de inclusión (Marenco,
Gilberto, 2018)
Representación de
la Cultural Local en
las Políticas
Culturales del
Distrito
Representación de
la Cultural Local en
las Políticas
Las políticas culturales en nuestro
país están de algún modo
centralizadas no obedecen, ni
responden a los intereses de las
comunidades de las regiones es por
eso que hay una descompensación
entre los proyectos que se dan en el
sector central y los que se dan en las
regiones o la periferia (Henao, Luis,
2018).
A través de la Ley 397 o Ley
General de Cultura se establecieron
mecanismos para la participación de
la ciudadanía en el sector cultura y a
nivel Distrital, el Decreto 139 del 19 de
septiembre de 2003 configuró el
Sistema Distrital de Cultura que se
integra por el Consejo Distrital de
Cultura, el Instituto Distrital de
Cultura y Turismo, los Consejos de
Áreas Artísticas del Distrito, los
Sistemas Locales de Cultura del
Distrito y las entidades u
organizaciones blicas y privadas
que desarrollen, financien, fomenten,
ejecuten y controlen actividades
culturales y artísticas cuyo domicilio
se encuentre en el Distrito (Movilla,
Iván, 2018).
Pregunta 2. (ver anexo)
Bueno, lo que se ha visto
últimamente es un monopolio, eso de
la cultura como todo se ha venido
manejando desde la política, de
pronto los que están en la rosca están
metidos en el cuento, pero los que no,
Culturales del
Distrito
Subcategoría
Empoderamiento
Cultual de las
Comunidades en
Barranquilla
Subcategoría
Empoderamiento
Cultual de las
Comunidades en
Barranquilla
olvido total. (Reina, Fernando, 2018).
No, ahí creo que la cosa está
todavía más grave, yo creo que
lastimosamente nuestra idiosincrasia
gira en torno al Carnaval y entonces
cuando ya se acercan los Carnavales
es cuando realmente se empieza a
valorar al dancista, al artista clásico,
al artista dramático, etc., (Ojito,
Augusto, 2018)
Pues yo creo que muy poco, como
te digo es que el cuento es que hay
una gran desproporción, lo mismo
pasa con cultura, el presupuesto que
hay para cultura es muy pequeño en
relación a todas las demás facultades
a todas las expresiones que tiene el
país, nosotros estamos en un país que
es multiculturalmente, pero quienes
lo hace; lo hacen por amor al arte,
porque se sienten comprometidos con
los valores culturales. (Moreu, Darío,
2018).
…se está aceptando ya un poco la
música tradicional y popular, pero
digamos que está apenas en proceso
de inicio, apenas se está dando,
apenas se está reconociendo, pero
realmente algunas personas de pronto
por su formación, en algunos otros
países se sienten más identificados
por otras culturas (Camargo, Roberto,
2018).
Preguntas 2,3,4,8. (ver anexo)
Los líderes de los grupos musicales
dancísticos para teatrales, etc., están
vinculados a la politiquería de la
ciudad y de sus municipios y entonces
ellos se han convertido en gregarios
de votaciones para los políticos,
entonces los políticos les dan en
forma de migajas unas ayudas cada
vez que tengan que de pronto viajar a
otra ciudad a representar al
Departamento o al Municipio,
entonces ellos sacan de una bolsa y les
contribuyen a ellos, pero ese político
que llama al Gobernador o al Alcalde
les dice ¡Mira colabórame al grupo tal
que tiene un viaje para tal parte y la
cosa! Y entonces allí le dan esa
migaja, pero es una ligazón realmente
perversa entre politiquería que no es
política y manifestaciones y
expresiones culturales (Ballesteros,
Harold, 2018).
El Sistema Nacional de Cultura
conformado por los Consejos
Distritales, Municipales y
Departamentales de Cultura no
funciona bien porque estos consejos
están viciados de politiquería y
corrupción: no son convocados, no se
reúnen, no están conformados, y si
están conformados, no son
representativos de sus sectores
(Iriarte, Miguel, 2018).
Los mecanismos de participación
de los portadores de la tradición
siempre han sido luchados porque los
organismos del distrito, por razones
que desconozco no hacen procesos
democráticos de inclusión (Marenco,
Gilberto, 2018).
…no hay una incidencia clara y
definitiva en dichas políticas por parte
de ellos… (Henao, Luis, 2018).
“…la instancia al interior de la cual
se concreta la interacción social,
dinámica y organizada entre los
agentes culturales, entidades y
organizaciones que ejercen
competencias en materia de
identificación, reconocimiento,
salvaguardia, protección y manejo del
Patrimonio Cultural del Distrito”
(Movilla, Iván, 2018).
La sola existencia de tantos grupos
dancísticos musicales, de máscaras,
de comparsas, etc., en el Caribe
Colombiano, te dicen que las
comunidades han sobrevivido porque
han tenido un empoderamiento sobre
su quehacer cultural, digamos que
han adoptado su tradición; lo que
pasa es que eso se ha conservado y se
ha desarrollado porque se han
producido unos mecanismos de
apropiación muy particulares desde la
familia por ejemplo (Ballesteros,
Harold, 2018).
Las comunidades ante el auge de
las Redes Sociales y las formas
alternativas de comunicación han ido
empoderándose, aun a pesar que no
existe, por ejemplo, un
direccionamiento político organizado
(Marenco, Gilberto, 2018).
Definitivamente todos los procesos
que se dan desde la Secretaría
Distrital de Cultura inciden en el
empoderamiento de la ciudadanía en
la cultura, tales son los casos de las
convocatorias de estímulos, que
permiten a los creadores y gestores
acceder a recursos para desarrollar
sus iniciativas y al público contar con
una oferta importante para la
formación de públicos y el consumo
de bienes y servicios culturales locales
(Movilla, Iván, 2018).
Triangulación de la información
El apego metodológico a los lineamientos tradicionales de la
concepción positivista en la validez científica de un determinado
conocimiento, ha llevado, por un lado, a ciertos investigadores de
las Ciencias Sociales a asumir los procesos investigativos de
manera sumisa frente a las exigencias experimentales del
paradigma y, por el otro, a desconocer la construcción de un
estatus científico de la investigación alternativa desde su propia
naturaleza epistemológica. Desde esta óptica la posible debilidad
que pudiera señalársele a los procesos de triangulación de una
información, para darle validez científica, se subsanan al ser
implementada con fundamento en la concepción de la
racionalidad hermenéutica que: “…significa una forma de
abordar, estudiar, entender, analizar y construir conocimiento a
partir de procesos de interpretación, donde la validez y
confiabilidad del conocimiento descansa en última instancia en el
rigor del investigador” (Cistena, 205:62). A continuación, se
realiza el proceso de triangulación.
Sector Secretaría Distrital de Cultura,
Patrimonio y Turismo
En virtud de la información recolectada en las entrevistas
realizadas y en un desarrollo coherente con un tratamiento
fenomenológico-hermenéutico, se constata en la percepción de
los entrevistados que, en lo relativo a Políticas Públicas en el
sector cultural, la Secretaría Distrital de Cultura, Patrimonio y
Turismo, presenta una organización administrativa que cubre
renglones de la realidad, como son la cultura, lo patrimonial, lo
turístico y desde el primer renglón se desprenden unas líneas que
tienen que ver con lo formativo-cultural y, por otro, con el
fomento de la cultura. Al respecto, el Distrito:
“(…) viene consolidando un sistema orientado a la
participación, concertación, articulación, formulación y puesta en
marcha de políticas y acciones para el desarrollo de la formación
artística y cultural de los habitantes de Barranquilla, mediante la
oferta de Centros Dinamizadores de vida cultural y social en los
barrios, los cuales se han convertido en espacios de convivencia y
diálogo de las diferencias y diversidades” (Plan de Desarrollo
2016-2019, 2016).
Oferta que se ofrece a través de las ya mencionadas Casas
Distritales de Cultura y la Escuela Distrital de Arte (EDA). Se
verifica, además, en lo relativo a la riqueza patrimonial de la
ciudad, que se ha abierto un espacio formal en la estructura
jurídico-administrativa del Distrito que cubre la existencia,
preservación y proyección del patrimonio cultural material y del
patrimonio cultural inmaterial, de tal manera que desde el 2013,
la Secretaría se ocupa del sector patrimonial de la ciudad así,
entre lo material se cuentan los inmuebles patrimoniales del
Centro Histórico y los del sector declarado del Prado, Alto Prado,
Bellavista y la Concepción; mientras en lo inmaterial, recoge la
declaración de que fue objeto el Carnaval de Barranquilla, al
señalársele por la UNESCO (Organización de las Naciones
Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) el 7 de
noviembre de 2003, como: “Obra maestra del patrimonio oral e
inmaterial de la humanidad” (UNESCO, 2003:22), lo que llevó a
adoptar un Plan Especial de Salvaguardia del Carnaval de
Barranquilla, mediante Resolución número 2128 del 2015.
Sector Portadores de Tradición - funcionario y
Exfuncionarios Distritales
Pese a que lo formalmente establecido en el Distrito sugiere un
intenso y completo desarrollo de la cultura en la ciudad, otra
percepción tiene los portadores de tradición, quienes a viva
presencia en el acontecer cultural de la ciudad y la región, se
mantienen presentes en la realidad de a pie. En efecto, ante el
interrogante ¿Apoyan las Políticas Culturales del Distrito las
manifestaciones culturales existentes en la ciudad?, los cultores
artísticos sostienen que en estos momentos el descontento es
general, porque lo que tiene que ver con la cultura, está
sumamente descuidado. De igual manera, aunque alguno
reconoce que por parte del Estado ha mejorado la situación, no es
suficiente por cuanto son muchas las expresiones culturales que
tienen demasiados inconvenientes por falta de apoyo y; al decir
de otro cultor, las manifestaciones culturales visibles son pocas y
en general el resto de actividades se mantienen por propio
esfuerzo y amor al arte. Resalta la apreciación de que las
Políticas desarrolladas no corresponden totalmente a los
intereses de los usuarios, mientras alguno es de la opinión de que
hace falta más apoyo y estímulo a la música tradicional y
folclórica sobre todo como una Política continua y no
circunstancial para la época del Carnaval.
Ahora bien, el sentir de los ex funcionarios de la Secretaría
Distrital de Cultura demuestra descontento con las Políticas
Culturales de Distrito al considerar que: “No hay Política
sistémicas, hay remedos de Políticas y por eso no tienen
comunión con los verdaderos intereses de nuestras comunidades.
Son efectos tangenciales, asistemáticos, esporádicos, anómalos”
(Iriarte, 2018:2). Al tiempo que para el exfuncionario Luis
Henao, las Políticas Culturales locales pretenden copiar las
Políticas Nacionales, lo que demuestra falta de conocimiento y
reconocimiento de los actores culturales de la región (Henao,
2018); en tanto que para el Doctor Harold Ballesteros: “…en
síntesis no ha habido una Política Pública para los cultores
tradicionales” (Ballesteros, 2018:2), lo cual coincide con la
opinión de Gilberto Marenco, en el sentido de que: “No hay
Políticas Culturales aprobadas, ni en el Distrito, ni en el
Departamento. Este aspecto se ajusta al Programa de Gobierno
de quienes resultaron elegidos como Gobernador y Alcalde”
(Marenco, 2018:2). No obstante, para el Doctor Iván Movilla,
funcionario activo de la Secretaría de Cultura, todas las políticas
de apoyo, estímulo, financiación y proyección de las
manifestaciones culturales en la ciudad, están sustentadas
normativamente y coordinadas con la legalidad nacional
(Movilla, 2018).
Respecto del interrogante ¿Tienen los grupos y actores
culturales representación en las Políticas Culturales que emanan
del Distrito?, para los portadores de tradición la percepción es de
muy poca representación; otros son más contundentes y
sostienen que es grave la situación y se ha convertido en un
monopolio, una rosca. El sentir de los exfuncionarios es que no
hay una verdadera representación, no es totalmente vinculante
de los sectores y actores culturales, ya que de alguna manera, son
excluyentes de la participación de los sectores culturales
mayoritarios y no hacen procesos democráticos de inclusión,
contrariamente se convierten en parte de maquinarias políticas
que vinculan solo a aquellos que les sirven a los intereses
políticos a los gobernantes de turno; mientras para el funcionario
activo, en los organismos participativos como los Consejos de
Cultura, los grupos y modalidades culturales tienen su espacio.
Sector Ángulo Perceptivo del Investigador
La percepción del investigador respecto del estado de la
cultura en la ciudad de Barranquilla, no dista mucho de las
apreciaciones obtenidas de los actores involucrados en este
trabajo; sin embargo, desde la posición académica, se percibe,
por un lado, una dinámica cultural que acusa una fuerte
raigambre popular que permite su existencia casi que de manera
autónoma y, por otro lado, una formalidad legal que asienta su
arquitectura normativa en un sistema estatal inspirados en
principios constitucionales. Lo anterior constituye una
dicotomía paradójica en cuanto que propone complementariedad
e integralidad de realidades culturales diversas en torno a un
Proyecto de Nación, termina en una causa bien intencionada,
pero carente de realidad fáctica. En efecto, la situación de las
Políticas Culturales del Distrito es un acierto consecuente con la
fuerza cultural de la ciudad, pretende copar la realidad
acogiéndose a mecanismos de normatividad previstos en la
estructura sistémica de la Gestión Pública del Estado.
Lastimosamente, la percepción de buena parte del estado cultural
de la ciudad no se siente involucrada sobre la base de su valor
cultural, sino sobre la capacidad de mimetizarse en la vitrina del
espectáculo comercializado como se está llevando hoy.
Consideraciones Finales
Una ojeada por la historia, remite a pensar que la cultura es un
fenómeno consustancial al ser humano que le permite afirmarse
en su capacidad expresiva, estética, emocional y socialmente en
el seno de una comunidad. Es decir, tiene sentido para sí mismo
y para el grupo que comparte, reflexión que trasciende más para
el presente trabajo, cuando se trata de recoger el fenómeno en
Políticas orientadas por organismos o entes gubernamentales.
En las postrimerías del siglo XX, la sociedad colombiana entró
en una reflexión profunda de su realidad y plasmó en la
Constitución de 1991, una visión de reconocimiento del estatus
cultural de la Nación que muestra un país pluricultural de
regiones, y de reconocimiento de valores que humanizan a la
sociedad. En este contexto, es necesario construir y ejecutar
políticas sobre los preceptos constitucionales para descubrir,
preservar y garantizar la visibilización del estatus cultural de los
sectores o comunidades de la ciudad y la región. Para ello, no
debe faltar el renglón de la cultura en el Plan de Desarrollo del
Distrito, con una designación presupuestal que permita
sostenibilidad y desarrollo de las manifestaciones culturales de
las comunidades y portadores de tradición.
De manera consecuente, las Políticas Culturales no deben
olvidar el carácter integral de sus manifestaciones en la sociedad
de hoy. En efecto, lo cultural se manifiesta en una sociedad
permeada por el consumo y muchas veces por misma de
manera integrada a diversos renglones o actividades de la
comunidad, como la artesanía, el vestuario, los alimentos, los
materiales o en última como una muestra resultante de un
proceso transculturativo que arroja una nueva expresión. De
aquí la importancia de tener de manera constante un monitoreo
del desarrollo evolutivo de las manifestaciones culturales.
Las Políticas Públicas Culturales de manera estructural, deben
vincular el renglón de la cultura al sector educativo, con un
criterio formativo para garantizar su salvaguarda y la memoria
cultural de las nuevas generaciones.
CONCLUSIONES
Con una mirada retrospectiva del acumulado de
conocimientos en la presente investigación, se concluye desde
distintos ángulos un nivel interpretativo de la realidad de las
Políticas Públicas en el renglón cultural de la ciudad de
Barranquilla. Es evidente que el país a partir de la Constitución
de 1991, entró en una fase racional de las Instituciones, a partir
de una fuerte expectativa social que reclamó un nuevo país en el
ocaso del siglo XX. A través de un mecanismo representacional,
como lo es una Constituyente, la cultura, entre otras dimensiones
de la realidad nacional, quedó fundamentada y reglamentada en
principios constitucionales, desde el plano de los derechos
humanos, la diversidad, reconocimiento de la pluriculturalidad
nacional y la condición de regiones. En este contexto, se instaura
un sistema nacional de cultura que garantiza desde el poder
central una supuesta integración a los sistemas regionales de
cultura, partiendo del supuesto de una independencia
administrativa y manejo de recursos bajo la figura de entidades
territoriales y en sus figuras visibles, los Departamentos,
Municipios y Distritos Especiales.
Barranquilla se mueve en esta estructura y mantiene
coordinación con algunas Políticas Culturales Nacionales, pero
en especial se encarga de las Políticas en lo local para su
específica realidad cultural. En una primera observación, se
advierte un engranaje jurídico que da cuenta de un sistema
representativo de la realidad cultural de la ciudad, en
cumplimiento de diseños organizacionales, gestión multifrentes y
una participación de los actores culturales de la ciudad. No
obstante, la arquitectura organizacional, muchos actores,
organismos y frentes culturales se sienten excluidos de las
Políticas Culturales emanadas del Distrito. El fenómeno se hace
más latente teniendo en cuenta que la tendencia a medir el valor
de las manifestaciones culturales se subordina a un manejo
empresarial concentrado en eventos nodriza, que no abre
espacios a muchas expresiones culturales.
En estas condiciones, la tendencia histórica a concentrar el
poder de elaboración, planeación y ejecución de las Políticas
Culturales en y desde una condición Estado-Céntrica, es
evidente, lo que se advierte en las regiones por parte de grupos
aislados reivindicatorios que invocan preceptos constitucionales
y que, desafortunadamente, son desoídas en los centros de poder.
Esto ha llevado, por una parte, a una frustración de las demandas
de las entidades territoriales y, por la otra, a la perseverancia de
las manifestaciones culturales en las localidades, en una suerte
de autoafirmación identitaria que marca más las diferencias
culturales del centro y la periferia.
Para nadie es un secreto que el renglón de la cultura se
visibiliza en el marco de la ecuación oferta-demanda con criterios
neoliberales, esto es, la cultura hecha mercancía, donde, desde
luego, la normatividad queda corta o en el peor de los casos,
incoherente con los principios de la Constitución Política
Colombiana. La realidad es otra, la cultura en el país no es un
orden prioritario y, por ende, las entidades territoriales reciben
ese efecto y como orden de la administración nacional se avecina
la consideración de la llamada economía naranja, fenómeno que
amerita por parte de las entidades culturales, actores, gestores y
sector académico una concienzuda reflexión crítica para
interpretar sus alcances en el status cultural de la ciudad.
Desde esta perspectiva, se observa una ciudadanía cultural
pasiva que no asume responsabilidad ante un proyecto
identitario de región y sucumbe a las dádivas vitrineras de los
espectáculos circunstanciales. Es usual hoy la
instrumentalización de la cultura sin ninguna fundamentación
investigativa y reflexión de sentido identitario en las academias
especializadas y las universidades formadoras de artistas, que no
encaran las consecuencias de una cultura mediática que
discrimina y desconoce a muchos sectores y actores culturales
que merecen respeto y consideración. En efecto, como diría el
extinto político Jorge Eliécer Gaitán en su momento, el país
político se ocupa de legitimar el sistema imperante y el país
nacional debe ejercer una soberanía activa frente a las políticas
que tocan el renglón de la cultura.
Barranquilla es una ciudad dinámica que vive su cultura en
torno a un evento central, los Carnavales. Esta condición
monocéntrica de la cultura en Barranquilla, prescinde de la
posibilidad de reconceptualizar una potencialidad cultural de la
región, enfocándola al evento carnestoléndico; cabe pensar qué
tanto deja de existir el sentimiento caribe cuando desaparece el
período del Carnaval. La cultura caribe es más que las
carnestolendas, es una forma de vida, un sentir que no siempre
se viste de juerga carnavalera pero que, sin embargo, está
siempre presente en la cotidianidad de los mundos de vida. Es la
posibilidad de reclamar y construir una Epistemología Caribe que
fundamente la visión del mundo de esta parte del país. No se
trata de sustraerse de la realidad económica del país, es integral
los valores culturales al sistema productivo desde una clara
valoración de la diversidad que es la verdadera riqueza de esta
Nación y legítima condición ontológica.
RECOMENDACIONES
Asistido de la confiabilidad que proporciona la convicción de
haber aprovechado al máximo la experiencia investigativa, es
lícito proponer algunas recomendaciones con la esperanza de que
llegue al conocimiento de los protagonistas cotidianos de la
cultura en Barranquilla y la región. En primer lugar, se conmina
a los Portadores de Tradición, verdaderos dinamizadores de la
cultura a ejercer una ciudadanía cultural activa en la ciudad y la
región, que empodere los proyectos identitarios y/o culturales del
sector. A los agentes administrativos, diseñadores de Políticas
Oficiales, entrar en la consideración y reflexión de nuevos
enfoques alternativos de Políticas Públicas para desmarcarse del
pragmatismo racional con el que se ha venido diseñando las
Políticas blicas en el país. No menos importante es el papel de
la academia, la universidad y la educación en general, por el
compromiso formativo que les asiste y la condición de espacio de
debate y confrontación dialéctica del conocimiento para situar los
intereses culturales de la sociedad en un renglón prioritario en
los procesos de autodeterminación identitaria de las
comunidades culturales.
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