Reyber Antonio Parra Contreras
Discurso de orden en
la Academia de
Historia del Estado
Zulia, con motivo del
125 Aniversario de la
Erección Canónica de
la Diócesis del Zulia
Dr. Reyber Antonio Parra Contreras
DISCURSO DE ORDEN EN LA ACADEMIA
DE HISTORIA DEL ESTADO ZULIA, CON
MOTIVO DEL 125 ANIVERSARIO DE LA
ERECCIÓN CANÓNICA DE LA DIÓCESIS
DEL ZULIA
Academia de Historia del estado Zulia
Ediciones Clío
Fundación Difusión Científica
Discurso de orden en la Academia de Historia del Estado Zulia, con motivo del 125 Aniversario de la Erección Canónica de la
Diócesis del Zuliaa./ Reyber Antonio Parra Contreras (autor).
—1era edición digital — Maracaibo (Venezuela): Ediciones Clío. 2022
28 p.; 24 cm
ISBN: 978 -980-7984-31-7
1. Historia local. 2. Diócesis del Zulia. 3. Crónicas. 4. Historia eclesiástica
Discurso de orden en la Academia de Historia del Estado Zulia, con motivo del 125 Aniversario de la Erección
Canónica de la Diócesis del Zulia
2022, Reyber Antinio Parra Contreras
2da. Edición:julio de 2022
Hecho el depósito de ley:
ISBN: 978 -980-7984-31-7
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Maracaibo estado Zulia, Venezuela.
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tivos y nes institucionales.
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su carácter netamente académico: la convicción de que todavía es posible
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mal, y la participación de prestigiosos historiadores en el desarrollo del
proyecto a n de garantizar un marco de seriedad y rigor cientíco
Juan Carlos Morales Manzur
Director del Fondo Editorial
Agradecimiento
A los Presbíteros Eleuterio Cuevas y Miguel Ospino,
por acompañarme en el proceso de elaboración de este discurso.
7
Discurso de orden en la Academia de
Historia del Estado Zulia, con motivo
del 125 Aniversario de la Erección
Canónica de la Diócesis del Zulia
Dr. Reyber Antonio Parra Contreras
En el año vigésimo de su ponticado, el Santo Padre León XIII -me-
diante la Bula Supremum Catholicam Ecclesiam-, desmembró el estado
Zulia de la Diócesis de Mérida para constituir perpetuamente la diócesis
que denominó del Zulia, una de las 284 diócesis que erigió en los 26 años
de su permanencia en la cátedra de San Pedro.
El canon 369, al igual que el Decreto Christus Dominus del Conci-
lio Vaticano II, sostienen que la diócesis constituye una Iglesia particular,
una porción del pueblo de Dios que se confía a un obispo para que la apa-
ciente con la cooperación del presbiterio1. Su conformación responde a
un itinerario de evangelización e implantación de la fe, que se inserta en la
propia historia de las comunidades cristianas, en una extensión temporal
indeterminada, donde progresivamente van alcanzando la madurez nece-
saria para ser reconocidas como Iglesia particular por parte de la Iglesia
Universal. En efecto, no es posible entender plenamente el signicado de
la erección canónica de la Diócesis del Zulia, el 28 de julio de 1897, sin
considerar el marco histórico en el cual la región zuliana fue adquiriendo
su identidad como Iglesia particular.
En este proceso de denición de la identidad cristiana conuyen dos
vertientes que cohabitan e inuyen la una sobre la otra, tal y como ha
1 Código de Derecho Canónico, Canon 369; Decreto Conciliar Christus Dominus, Concilio Vaticano
II, 28 de octubre de 1965.
Discurso de orden en la Academia de Historia del Estado Zulia, con motivo del 125 Aniversario de la Erección Canónica...
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ocurrido desde la Roma Antigua hasta nuestros días: por un lado, la labor
propia de la Iglesia de anunciar, propagar e inculturar la fe; por otro lado,
la trama de factores sociales, políticos, económicos y culturales que mode-
lan la convivencia humana y marcan el curso de la historia.
En consecuencia, ¿cómo fue la conuencia de estas vertientes en el
proceso histórico que desembocó en la fundación de la Diócesis del Zu-
lia? ¿En qué medida el estudio y comprensión de esta historia contribuye
al aanzamiento de la memoria eclesial local y universal? Nos propone-
mos, seguidamente, aportar una modesta reexión que nos acerque a las
respuestas de ambas interrogantes.
La evangelización de Tierra Firme se inició por el Oriente de Venezue-
la, en septiembre de 1514, gracias al ímpetu misionero de los dominicos
Francisco de Córdoba y Juan de Garcés, quienes arribaron a las costas del
actual estado Sucre procedentes de Santo Domingo. Ambos murieron a
manos de los indígenas, en retaliación por el maltrato que estos habían
recibido de los conquistadores. Animados por el heroico testimonio de
ambos pioneros, los franciscanos de la provincia francesa de Picardía se
sumaron a otro grupo de dominicos, para establecer dos centros misio-
nales en diciembre de 1515: uno de franciscanos en Cumaná y otro de
dominicos en la costa del golfo de Santa Fe.
Esta primera avanzada evangelizadora dio paso a un segundo y más
vigoroso asentamiento misional al Occidente, donde los Welser se encon-
traban organizando el territorio que les había arrendado el rey Carlos V.
En la primera mitad del siglo XVI, el área de Venezuela se encontraba
organizada en dos provincias: al Oriente la provincia de Nueva Andalu-
cía; y al Occidente la provincia de Coro o de Venezuela. En esta última
se erigió la primera diócesis en suelo venezolano (con el título de Ciudad
Ponticia), el 21 de junio de 1531, durante el ponticado de Clemente
VII. Su primer obispo fue Rodrigo de Bastidas, quien tomó posesión de
su diócesis en 1536. El tercer obispo de Coro, Fray Pedro de Agreda, ce-
lebró el primer sínodo diocesano en 1574, con la intención de atender la
evangelización de los indígenas, en una época donde escaseaban los sacer-
dotes para la atención de los curatos que iban surgiendo2. El décimo obis-
2 Castillo Lara, Lucas Guillermo. Santa Ana de Coro: dos obispos y un convento. Boletín de la Aca-
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po de esta diócesis, entre 1619 y 1633, Fray Gonzalo de Angulo, impulsó
la reducción de los indígenas, lo cual se tradujo en la fundación de una
gran cantidad de pueblos de doctrina que han perdurado hasta nuestros
días. En efecto, a mediados del siglo XVII se expandieron las misiones
institucionales en todo el territorio venezolano, con miras a fundar y or-
ganizar centros poblados, gracias a la labor de los religiosos: capuchinos
(procedentes de Aragón, Cataluña, Andalucía y Valencia), franciscanos,
dominicos, agustinos y jesuitas3.
A partir del 7 de marzo de 1638 la sede episcopal de Coro se trasladó a
Caracas, en cumplimiento de la Real Cédula del 20 de junio de 1637. Hasta
el momento de la erección de la Diócesis de Mérida, en 1778, el Norte de la
Provincia de Maracaibo dependía de la diócesis de Venezuela para todo lo
concerniente a su atención espiritual; mientras que el Sur, conformado por
Mérida, La Grita y Barinas, pertenecían al Arzobispado de Bogotá.
En su fase inicial, en el transcurso del siglo XVI, la evangelización de
Maracaibo y la Provincia de La Grita partió de cuatro puntos geográcos:
Coro y Santa Marta, por el Norte, para la atención de Maracaibo y po-
blaciones vecinas; La Grita y Bogotá, por el Sur, desde donde se abarcó la
Zona Andina y el Sur del Lago.
Desde Santa Marta, en la primera mitad del siglo XVI, el agustino Fray
Vicente de Requejada fue de los primeros sacerdotes que incursionaron por
la Guajira con el propósito de evangelizar aquella región. En Maracaibo,
en 1535 aproximadamente, existía una ermita y misión del Santo Cristo de
Aranza, que estuvo a cargo del padre Fernando Matos de Árraga. Según An-
tonio Gómez Espinoza4, el primer obispo que visitó el Norte de la región
maracaibera fue Fray Pedro de Agreda en 1573, quien designó al Pbro. Ber-
nardo del Vallejo como su Vicario Foráneo. Maracaibo, por su parte, recibió
por primera vez la visita pastoral de un obispo, en marzo de 1679, con el
arribo del Obispo de Caracas, Mons. Antonio González de Acuña.
demia Nacional de la Historia, 1982. En: https://biblat.unam.mx/hevila/BoletindelaAcademiaNa-
cionaldelaHistoriaCaracas/1982/vol65/no260/4.pdf
3 Ariza, Alberto. Los dominicos en Venezuela. En: Memoria del Primer Congreso Venezolano de Historia
Eclesiástica, Maracaibo, 5 al 8 de noviembre de 1969. Caracas: Italgráfica, 1970.
4 Gómez Espinoza, Antonio. Imagen del Zulia. Colección Panorama General de Venezuela, Tomo
XXI. Maracaibo: Publicaciones de la Proveeduría Escolar, 1989.
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Los franciscanos, por su parte, fundaron en Maracaibo un convento
que data de 1607. Para 1774 la comunidad poseía 15 religiosos5; algunos
de ellos se dedicaron a impartir clases de Filosofía, Gramática y Teología,
conformando de esta manera el principal foco cultural que tuvo Maracai-
bo en todo el período colonial. En 1634 los agustinos fundaron una mi-
sión en Maracaibo que perduró hasta 1790; también lograron establecerse
en Gibraltar. Entre 1694 y 1818, los capuchinos de Valencia y Navarra
atendieron la evangelización de Perijá y Sur del Lago, donde fundaron
centros poblados6; en el primer grupo de misioneros estaba Fray Gregorio
de Ibi, quien murió echado en tierras de Perijá, en 1694. Los jesuitas
también se establecieron en Maracaibo, donde fundaron un colegio de
primeras letras en 1730, que no tuvo la relevancia del Colegio San Javier
de Mérida. Sin embargo, por disposición del rey Carlos III, de fecha 27 de
marzo de 1767, la congregación fue expulsada de Hispanoamérica7.
A lo interno del Zulia se pueden identicar dos focos o centros princi-
pales de evangelización en la región: Maracaibo y San Antonio de Gibral-
tar, desde donde partían los misioneros y curas doctrineros de los siglos
XVI y XVII. También en esta época se dieron desencuentros y tensiones
entre estas dos poblaciones, relacionadas con sus aspiraciones de consti-
tuirse en el principal puerto del Coquivacoa. La ciudad de Mérida, a su
vez, se involucró en la polémica por la preeminencia política en la región.
Hasta el 31 de diciembre de 1676, Maracaibo dependió en materia
político-administrativa de la gobernación de Venezuela; a partir de en-
tonces, por Real Cédula dirigida al presidente de la Real Audiencia de
Santa Fe de Bogotá y a los gobernadores de las provincias de Venezuela y
Mérida, se determinó que Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo que-
dase separada de la provincia de Venezuela, y agregada a la de Mérida y La
Grita; sujeta a Bogotá y a su tribunal de cuentas. Esta medida no involu-
cró la jurisdicción eclesiástica, por lo que Maracaibo y sus zonas aledañas
-también Trujillo- continuaron dependiendo de la Diócesis de Caracas,
5 Gómez Canedo, Lino. La provincia franciscana de Santa Cruz de Caracas. En: Memoria del Primer
Congreso Venezolano de Historia Eclesiástica, op cit.
6 De Carrocera, Buenaventura. Memoria sobre las misiones de los Padres Capuchinos. En: Memoria
del Primer Congreso Venezolano de Historia Eclesiástica, op. cit.
7 Ocando Yamar te, Gustavo. Historia del Zulia. Primera edición. Caracas: Editorial Arte, 1986.
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a diferencia de Mérida y San Cristóbal que siempre estuvieron unidas al
arzobispado de Bogotá. Se conformó entonces la provincia de Mérida, La
Grita y ciudad de Maracaibo. El Cabildo de Maracaibo se mostró contra-
rio a depender de Mérida, y con gran habilidad política supo convencer
a las autoridades monárquicas acerca de la importancia de reforzar la se-
guridad de su puerto y habitantes (núcleo integrador de las actividades
económicas de la provincia), mediante la presencia permanente del go-
bernador; logrando en apenas dos años, en 1678, que el gobernador Jorge
Madureira Ferreira y todos sus sucesores se establecieran en Maracaibo.
A lo largo del período colonial, la provincia de Caracas o de Venezuela
fue la de mayor empuje económico con respecto al resto de provincias
que se integrarían en 1777 a la Capitanía General de Venezuela. La pro-
vincia de Maracaibo comenzó a tener relevancia económica y poblacional
a nales del siglo XVII, sólo superada por la provincia central de Caracas.
Esta última contaba con una población de 389.000 habitantes a nales
del siglo XVIII, mientras que la provincia de Maracaibo poseía 240.000
habitantes, lo que incluye la Zona Andina y Barinas8.
Este volumen poblacional de la provincia de Maracaibo y las dicul-
tades para su atención pastoral por parte del arzobispo de Bogotá y del
obispo de Caracas, debido a su gran extensión geográca y lejanía con
respecto a la residencia de estos obispos, suscitó el interés de dotarla de un
obispado propio. De esta manera, el gobernador de Maracaibo, Alfonso
del Río, emitió un escrito a la corte real, de fecha 05 de septiembre de
1765, donde le solicitaba al rey Carlos III la erección de la diócesis para
su provincia.
El derecho de patronazgo concedido a España el 28 de julio de 1508,
por parte del papa Julio II, y posteriormente reforzado por el rey Felipe
II, hizo que la Santa Sede interviniera solo al nal del proceso administra-
tivo, para validar o cuestionar las decisiones relacionadas con la erección
de jurisdicciones eclesiásticas y nombramientos de obispos. El proceso
canónico de tramitación de la diócesis para la provincia de Maracaibo se
extendió por 12 años, entre 1765 y 1777, tiempo en el cual se recabaron
8 Siso Quintero, Gerardo. La población de Venezuela: evolución, crecimiento y distribución geog-
fica. Terra, Vol. 28, Núm.43, Enero-Junio de 2012. Caracas: Universidad Central de Venezuela.
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informes de las autoridades que la Corona consideraba competentes para
opinar sobre la materia, a saber: el virrey de Santa Fe de Bogotá, el arzo-
bispo de esta ciudad, el gobernador de Maracaibo y el obispo de Caracas9.
De estas consultas, la posición del arzobispo de Bogotá fue determi-
nante. En su informe indicó que la diócesis a erigirse debía ser sufragánea
con respecto a su arzobispado, y que la sede episcopal convenía establecer-
la en Mérida, pues esta ciudad representaba el punto geográco más ade-
cuado para la movilización del obispo. El criterio pastoral del arzobispo
también apuntó, de manera implícita según el contenido de la bula pon-
ticia, al hecho de existir mayor concentración poblacional en la región
andina en relación con Maracaibo y sus pueblos aledaños. Ciertamente,
Maracaibo era la ciudad con mayor número de habitantes en la provincia,
cerca de 11.000 a nales del siglo XVIII, pero sus poblaciones vecinas
eran escasas y poco habitadas en comparación con la realidad de la zona
andina y el pie de monte, donde existían muchas comunidades rurales y al
menos tres ciudades con más de 5.000 habitantes cada una de ellas (Méri-
da, Trujillo y Barinas).
El papa Pío VII, mediante la Bula Magnitudo Divinae Bonitatis, de
fecha 17 de febrero de 1778, erigió la Diócesis de Mérida de Maracaibo,
que abarcaba los Andes venezolanos, Barinas, Coro y Maracaibo. Esta de-
cisión, en lo que respecta a la sede episcopal, sorprendió a la elite mara-
caibera y al gobernador Francisco de Arce, quienes hasta entonces daban
por hecho la asignación de la sede a Maracaibo, por asentarse en ella la
gobernación. Sin embargo, albergaron la esperanza de revertir la decisión
una vez arribara a sus costas el primer obispo, Fray Juan Ramos de Lora.
El prelado llegaría a Maracaibo, el 15 de marzo de 1784.
De inmediato, el gobernador Francisco de Arce y el cabildo maracaibe-
ro se unieron para intentar convencer al obispo de no trasladarse a Mérida
y, simultáneamente, recurrieron al Ministro Universal de Indias, José de
Gálvez, para que las autoridades monárquicas autorizaran a Fray Ramos
de Lora a residir en Maracaibo. En abril de 1784 el cabildo remitió al Mi-
nistro Gálvez una nutrida lista de argumentos con los cuales fundamen-
9 Rubio Merino, Pedro. La erección de los obispados de Mérida y Guayana. Mérida: Arquidiócesis de
Mérida, 1992.
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taba su solicitud; el primero de ellos apuntaba a rebatir la opinión del
arzobispo de Bogotá, con respecto a la favorable ubicación geográca de
Mérida, para lo cual el cabildo señalaba que Maracaibo “se encuentra em-
plazada en la margen de la gran Laguna, como centro, o cabeza de todos
los lugares que comprende”10. También se destaca el hecho de poseer Ma-
racaibo el gobierno provincial, la comandancia, los ministros del ejército,
la Real Hacienda, tropa y almacenes. Y si estos y otros argumentos no
resultaban sucientes, el cabildo apeló a los sagrados vínculos de Mara-
caibo con La Chinita, diciendo que en la iglesia viceparroquial de San
Juan de Dios, “se venera una milagrosísima imagen de Nuestra Señora de
Chiquinquirá, que a modo de la del Nuevo Reino de Granada se renovó y
es el remedio en las necesidades de este pueblo11 .
Por cerca de un año, Monseñor Fray Ramos de Lora permaneció en
Maracaibo, hasta que nalmente los vecinos de Mérida comisionaron al
Pbro. Francisco Antonio Uzcátegui para que le acompañase y resolviera
la logística del traslado a su sede episcopal. El fracaso de estas primeras
gestiones, no desanimó al cabildo maracaibero, que persistió anta la corte
española en su solicitud de asignación de la sede episcopal, hasta la emi-
sión de la Real Cédula del 12 de mayo de 1790, donde la corona ordenó
que se negara la admisión de más recursos sobre este asunto12.
Transcurrida poco más de una década, el 20 de diciembre de 1802, el
cabildo de Maracaibo resolvió acudir al rey de España con la intención de
solicitar la erección de una diócesis que abarcara el territorio del actual
estado Zulia. El gobernador Fernando Miyares, respaldó esta iniciativa y
la elevó a las autoridades peninsulares, con fecha 31 de marzo de 1803.
El rey Carlos IV pidió que se consultara el parecer del obispo de Mérida,
pero las gestiones no avanzaron con celeridad y al poco tiempo surgiría el
movimiento independentista en Hispanoamérica.
En aquella etapa inicial del siglo XIX, el obispo de Mérida, Monseñor
Santiago Hernández Milanés, llegó a Maracaibo en 1806 para realizar una
10 Ibidem, p. 33.
11 Ibid, p. 34. Véase también: Picón Febres, Gabriel. Datos para la historia de la Diócesis de Mérida. Méri-
da: CDCHT de la Universidad de Los Andes, 1998.
12 Castillo Lara, Lucas Guillermo. El centenario de la diócesis del Zulia a través del Archivo Secreto
Vaticano. Boletín CIHEV. Año 8, Núm. 14-15. Enero-Diciembre 1996.
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visita pastoral; en esa oportunidad erigió las parroquias de Santa Bárbara,
San Juan de Dios y San Sebastián en Maracaibo; así como Nuestra Seño-
ra de Aránzazu en La Rita13. A nales del siglo XVIII e inicios del siglo
XIX, la Capitanía General de Venezuela estaba organizada pastoralmen-
te en tres grandes jurisdicciones: Norcentral (Arquidiócesis de Caracas);
Occidental y Andina (Diócesis de Mérida de Maracaibo); Oriental y Sur
(Diócesis de Guayana)14.
El 26 de marzo de 1812 un poderoso terremoto causaría estragos en
varias poblaciones de Venezuela, siendo la ciudad de Mérida la más afecta-
da. Una de las víctimas de este seísmo fue el cuarto obispo de aquella ciu-
dad, Monseñor Santiago Hernández Milanés. El gobierno eclesiástico de
la diócesis quedó a cargo del Deán del Cabildo Catedralicio, Francisco Ja-
vier de Irastorza, con el apoyo del canónigo maracaibero Mateo José Más
y Rubí; ambos eran contrarios a las ideas independentistas, por lo que la
conjunción de la catástrofe natural y la ocupación de Mérida por parte de
las fuerzas patriotas, motivó la decisión de ambos clérigos de trasladar la
silla episcopal, el seminario y el convento de religiosas Clarisas, de Mérida
a Maracaibo. Esta decisión fue respaldada por el gobernador Pedro Ruiz
Porras, según disposición de fecha 02 de mayo de 1812. Simultáneamen-
te, desde las cortes españolas, el diputado José Domino Rus, en represen-
tación de Maracaibo solicitaba insistentemente a la Regencia la residencia
permanente del obispo en esta ciudad. No obstante, la prerrogativa a favor
de Maracaibo fue aprobada con carácter transitorio, por Real Cédula de
05 de marzo de 1816.
Entre los años 1813 y 1821 Maracaibo fue sede episcopal, pero la pre-
sencia efectiva del obispo en la ciudad se inició el 19 de octubre de 1815,
momento en el cual arribó a su puerto el obispo recién electo de la dióce-
sis, Mons. Rafael Lasso de la Vega. El quinto obispo de Mérida jó resi-
dencia en Maracaibo, y de inmediato restableció allí el Cabildo, nombró
Deán a Francisco Javier Irastorza y atendió el funcionamiento del Semina-
rio, que previamente ya había sido instalado el 13 de junio de 1813. Ade-
13 Ocando Yamarte, Gustavo. Op cit.
14 Febres Cordero, Rafael María. Historia de la Iglesia en Venezuela. Caracas: Academia Internacional de
Hagiografía, 2018.
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más de iniciar la construcción de la catedral en Maracaibo, celebró en esta
ciudad dos sínodos diocesanos: uno el 30 de junio de 1817 y otro el 11 de
enero de 1819. Al conocer la historia de la imagen del Señor Crucicado
o Cristo Negro de Maracaibo, la declaró digna de culto y ordenó que se
expusiera para su veneración, según mandato del 02 de julio de 181715.
El Congreso Constituyente de Cúcuta, a pesar de la opinión contraria
de Monseñor Lasso de la Vega -quien ejercía la representación de Mara-
caibo en dicho Congreso-, por Decreto del 28 de septiembre de 1821,
dispuso el restablecimiento de la silla episcopal en la ciudad de Mérida,
medida que marca el nal de la primera sede maracaibera. En el marco
de estas deliberaciones, Monseñor Lasso de la Vega también se opuso a
la extensión del patronato regio en la Constitución de Cúcuta, pero el
28 de julio de 1824 el Congreso de Colombia aprobó la polémica Ley
de Patronato Eclesiástico, instrumento jurídico que signicó una perenne
intromisión de los gobiernos de Venezuela en los procesos canónicos de
erección de diócesis y nombramiento de obispos.
Con la independencia, la mentalidad colonial no desapareció rápida-
mente, y la ley de patronato era el mecanismo mediante el cual los diri-
gentes políticos de Venezuela pretendían sustituir a la Corona española en
su papel de órgano tutelar de la Iglesia. De esta manera, la tramitación y
aprobación de nuevas circunscripciones eclesiásticas en el país, requerían
del respaldo de los entes gubernamentales centrales de Venezuela. Este
requisito no favoreció la aspiración de Maracaibo de lograr con prontitud
una diócesis propia para su región.
En efecto, luego de la desintegración de Colombia y a lo largo del siglo
XIX, Venezuela vivió una recurrente desestabilización e ingobernabili-
dad, de la cual no escapó la región zuliana. En la defensa de su autonomía,
la dirigencia maracaibera mantuvo una tensa y conictiva relación políti-
ca con los gobiernos de Venezuela, donde fueron escasos los lapsos de tre-
gua; la última década del siglo XIX sería una de esas etapas de estabilidad
y concertación política, especícamente entre un poder central represen-
tado por los liberales amarillos del post-guzmancismo; y la elite política,
comercial e intelectual de Maracaibo. Se trató de un tiempo intermedio,
15 Picón Febres, Gabriel. Op cit.; Ocando Yamarte, Gustavo. Op cit.; Castillo Lara, Guillermo. Op cit.
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que estuvo antecedido y sucedido por proyectos de centralización guber-
namental, que golpearon fuertemente la tranquilidad de los zulianos: en
un primer momento la autocracia de Guzmán Blanco, entre 1870 y 1888;
y posteriormente la hegemonía andina, de larga duración, cuya exacerba-
ción se evidenció entre 1899 y 1908.
La etapa nisecular coincidió con el declive político de Antonio Guz-
mán Blanco, gobernante que se planteó no descansar hasta convertir a Ma-
racaibo en playa de pescadores16. Los acuerdos políticos entre sus sucesores
en el poder y la dirigencia maracaibera facilitaron el logro de importantes
conquistas en benecio de la región zuliana, entre estas: la reinstalación del
Zulia como entidad federal y la fundación de la Cámara de Comercio; lo
que coincidió con otros benecios más vinculados con la iniciativa regional,
como la inauguración de la monumental cárcel de Bella Vista y el arribo a
Maracaibo de la congregación femenina de las Hermanas de la Caridad de
Santa Ana. Sin embargo, las dos grandes reivindicaciones del Zulia en aque-
lla etapa nal del siglo XIX fueron la fundación de la Universidad del Zulia
en 1891 y la erección de la Diócesis del Zulia en 1897.
En el ámbito político regional encontramos, para aquella época, la no-
table actuación de los doctores Francisco Eugenio Bustamante, Antonio
Acosta Medina y Francisco Rincón, como representantes del Zulia en el
Congreso de la República; mientras que en la presidencia del estado so-
bresalen las gestiones de los doctores Jesús Muñoz Tébar y Alejandro An-
drade. En estos años nales del siglo XIX, la población del estado Zulia
era de aproximadamente 86.000 habitantes, de los cuales el 45% se con-
centraban en Maracaibo y su periferia17. Esta ciudad fue, después de Ca-
racas, la que experimentó mayores transformaciones y crecimiento en el
siglo XIX, a lo cual contribuyó su actividad comercial y portuaria18. Una
vez lograda la meta de la instalación de su universidad (luego de superar
diversas trabas por décadas), ahora le correspondía a la dirigencia zuliana
respaldar el anhelo de la Iglesia maracaibera de tener su propia diócesis.
16 Urdaneta, Arlene. El Zulia del siglo XIX en la construcción de la nación en Venezuela. Revista de
Ciencias Sociales, Vol. 14, Núm. 3, 2008. Maracaibo: Universidad del Zulia.
17 Cardozo Galué, Germán. Maracaibo. En: Diccionario de Historia de Venezuela. Fundación Polar.
Caracas, 1997; Pérez, Omar Alberto. Estado Zulia. En: Diccionario de Historia de Venezuela, op. cit.
18 Ortega González, Rutilio. El Zulia en el siglo XIX. Maracaibo: Gobernación del estado Zulia, 1991.
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El proceso canónico de erección de la Diócesis del Zulia abarcó poco
más de dos años, entre 1895 y 1897, en dos fases: la de las gestiones pro-
pias del gobierno civil y la tramitación ante la Santa Sede.
La creación civil de la diócesis se produjo por acuerdo legislativo del
Congreso de la República de fecha 23 de mayo de 1895, y refrendado
por el Poder Ejecutivo, el 28 de mayo del mismo año, en la gestión del
presidente Joaquín Crespo. Esta documentación ocial fue recibida ini-
cialmente por el Delegado Apostólico en Puerto Príncipe (Haití), Mons.
Julio Fonti, quien estuvo a cargo de la fase de consultas y de la presenta-
ción del expediente ante la Santa Sede. El 18 de abril de 1896 proced
a contactar al obispo de Mérida con el propósito de conocer su opinión
acerca de la desmembración de su diócesis; Mons. Antonio Ramón Silva
respaldó plenamente esta medida y manifestó que la nueva diócesis sería
de gran utilidad para los eles del estado Zulia.
El gobierno central de Venezuela envió a Roma la solicitud de erección
de la nueva diócesis, mediante comunicación de fecha 20 de octubre de
1896, con la mediación del Delegado Apostólico Mons. Julio Fonti, quien
el 21 de noviembre de 1896 remitió al Cardenal Rampolla (Secretario de
Estado del Vaticano), la documentación que fundamentaba la solicitud
de erección de la Diócesis del Zulia. Previamente, el presidente del estado
Zulia, Dr. Jesús Muñoz Tébar, habría logrado remitir al papa León XIII
una comunicación de fecha 27 de enero de 1896 donde le pedía con súpli-
ca que aprobase la erección de la Diócesis del Zulia, “como una necesidad
urgente en el orden espiritual de este importante Estado19. La audaz ges-
tión no cayó en saco roto, y según el testimonio del Cardenal Rampolla
la misiva recibida estuvo “inspirada en sentimientos de verdadero católico
y dirigida a implorar la creación canónica de una nueva diócesis, que se
quería formar de una parte de la antigua Diócesis de Mérida y tomaría el
nombre del Zulia20.
En paralelo con la gestión de aprobación de la Diócesis del Zulia, se
atendió lo concerniente a la elección de su primer obispo. A nales de
1896 existía un consenso entre el Arzobispo de Caracas, Mons. Críspulo
19 Castillo Lara, Lucas Guillermo. El centenario de la Diócesis del Zulia, op cit.
20 Ibid.
Discurso de orden en la Academia de Historia del Estado Zulia, con motivo del 125 Aniversario de la Erección Canónica...
18
Uzcátegui; y el presidente de la República, general Joaquín Crespo, acerca
de la persona idónea para tan importante designación. Ambos dignatarios
eran los más autorizados para opinar sobre este asunto: el Arzobispo por
estar a cargo de la Provincia Eclesiástica de la cual sería sufragánea la nue-
va diócesis; y el Presidente de la República por el derecho de elección que
le confería la Ley de Patronato. En atención a este respaldo, el Congreso
de la República en sesión del 17 de mayo de 1897 aprobó la designación
del Pbro. Dr. Francisco Marvez García como primer obispo del Zulia.
Este ilustre sacerdote procedía de Valencia, estado Carabobo, donde
nació el 04 de octubre de 183921. Hijo de Francisco Marvez de Córdova
y de Carmen García Matute. Su ordenación sacerdotal tuvo lugar en la
Iglesia de Santa Rosalía en Caracas, de manos de Mons. Silvestre Guevara
y Lira, el 24 de diciembre de 1863. Doctor en Teología por la Universidad
de Caracas, en 1866. Al iniciar su ministerio sacerdotal fue designado Te-
niente Cura de Catedral; posteriormente sería vicario en Puerto Cabello
y más tarde de Villa de Cura; estuvo a cargo de los curatos de Turmero,
Petare y Santa Rosalía. Al momento de su elección para obispo del Zu-
lia, se desempeñaba como Canónigo Racionero y Tesorero en la Iglesia
Metropolitana de Caracas, desde el año 1891. El arzobispo Uzcátegui lo
describió como: un sacerdote “…de más de cincuenta años de edad, de
buena familia; ha prestado servicios importantes a la Iglesia en diferentes
puestos, ha sido muy adicto a sus prelados y amante de la Santa Sede; muy
prudente; buen hijo y goza de buena reputación22.
Luego de completarse la consignación en Roma de la documentación
para la erección de la nueva diócesis y el nombramiento de su primer
obispo, la Santa Sede emitió un informe favorable, que condujo a la pro-
mulgación del documento de constitución canónica de la diócesis, la Bula
Ponticia Supremum Catholicam Ecclesiam, del 28 de julio de 1897. En
este documento, el papa León XIII designa a Maracaibo ciudad episcopal,
erige en Catedral la Iglesia Matriz de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo,
21 Besson, Juan. Historia del estado Zulia. Tomo III. Maracaibo: Ediciones del Banco Hipotecario de
Zulia, 1973; Parra, Iván Darío. Prelados del episcopado zuliano (1897-2007). Maracaibo: Paedica
Editores, 2007.
22 Carta del Arzobispo de Caracas al Delegado Apostólico Julio Fonti. En: Castillo Lara, Lucas Gui-
llermo. El centenario de la Diócesis del Zulia, op cit, p. 145.
Reyber Antonio Parra Contreras
19
declara a la nueva diócesis sufragánea del Arzobispado de Caracas, y pide
que se organice el Capítulo Catedral y el seminario diocesano.
La Diócesis del Zulia nace conformada por 16 parroquias eclesiásti-
cas23, distribuidas de la siguiente manera:
-4 parroquias en Maracaibo: El Sagrario, Santa Bárbara, San Juan de
Dios y Santa Lucía, más 2 iglesias liales.
-10 parroquias rurales en las poblaciones ribereñas del Lago, entre es-
tas: La Cañada, La Rita, San Francisco, San Rafael del Moján y Altagracia.
-2 parroquias rurales situadas al Occidente del estado Zulia, especíca-
mente en Perijá y San Carlos del Zulia.
El 25 de octubre de 1897, el papa León XIII promulgó el Breve Pon-
ticio donde nombraba al Pbro. Francisco Marvez como obispo de la re-
cién erigida Diócesis del Zulia. Su consagración episcopal se efectuó el 16
de enero de 1898, en la catedral de Caracas, de manos de Mons. Críspulo
Uzcátegui. Al día siguiente dirigió a la grey zuliana su primera Carta Pas-
toral, donde identicó las principales prioridades de su ministerio epis-
copal: la formación del clero, para que “se muestre en santidad y ciencia”;
la conservación y desarrollo de los institutos religiosos, las cofradías, las
asociaciones religiosas y las Sociedades de Socorro Mutuo; la expansión
de la caridad en sus múltiples manifestaciones, bien en centros de salud o
en instituciones educativas; y la enseñanza del catecismo, “una de las más
grandes y fructuosas obligaciones de un pastor24. Este programa básico
lo encomendó al auxilio de la Virgen Santísima, a quien dedicó el lema
de su escudo episcopal, que expresa: Bajo tu amparo nos acogemos Santa
Madre de Dios.
El 10 de febrero de 1898, Mons. Marvez arribó a Maracaibo, siendo re-
cibido con gran júbilo por el gobernador Dr. Alejandro Andrade, el clero
y el entusiasta pueblo de la ciudad. Después de las debidas consultas y una
vez logrado el aval del gobierno nacional, el 16 de julio de 1898 decretó la
conformación del Capítulo de la Santa Iglesia Catedral, cuya posesión se
23 Véase: Carta del obispo de Mérida, Mons. Antonio Ramón Silva al Delegado Apostólico Mons.
Fonti. En: Castillo Lara, Lucas Guillermo. El centenario de la Diócesis del Zulia, op cit.
24 Primera Pastoral del Ilustrísimo Doctor Francisco Marvez, primer obispo de la Diócesis del Zulia
a sus diocesanos. En: Castillo Lara, Lucas Guillermo. El centenario de la Diócesis del Zulia, op cit.
Discurso de orden en la Academia de Historia del Estado Zulia, con motivo del 125 Aniversario de la Erección Canónica...
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efectuó el 04 de septiembre de ese mismo año, con las siguientes dignida-
des: Deán de la Catedral, el Pbro. Dr. Cástor, Silva; Canonjía de Merced,
Pbro. Dr. Rafael Antonio Molina; Canonjías de Ración, los presbíteros
Miguel Antonio Castro y Ramón Felipe de Vicente.
En el corazón del buen pastor anidaba la ilusión de organizar un se-
minario diocesano para la formación de los futuros sacerdotes. Guiado
por este propósito logra el respaldo de los Padres Agustinos Recoletos,
quienes llegan a Maracaibo el 15 de mayo de 1899, con la misión de re-
gentar el seminario. A pesar de su empeño, un cúmulo de dicultades le
impidieron la edicación y organización de esta institución, entre ellas:
las restricciones legales que no facilitaban la aprobación gubernamental
de estos centros de estudio, así como la estrechez económica de una dió-
cesis signada por la pobreza.
A las precariedades de la diócesis se juntaron la ingobernabilidad y la
crisis económica de Venezuela, males que se acentuaron en la región zu-
liana. A partir de 1899, Cipriano Castro asumía las riendas del gobierno
central, con una intensa oposición en Maracaibo. La ciudad quedó in-
mersa en la violencia a raíz del choque de diversas fuerzas políticas: de
un lado quienes respaldaban al gobierno de Castro; y en contraposición
los seguidores del general José Manuel Hernández, encabezados por el
Dr. Helímenas Finol. Previamente, el gobernador Dr. Alejandro Andrade
marchó al exilio, el 28 de octubre de 1899, inmediatamente después del
derrocamiento en Caracas de su hermano Ignacio Andrade25.
Las adversidades del momento no frenaron la labor de Monseñor Mar-
vez y en medio de aquellas circunstancias dirigió otra carta pastoral a sus
diocesanos, con el propósito de alertar sobre los males que lastimaban a la
sociedad por la merma del espíritu cristiano o proceso de secularización26.
En marzo de 1901, atendiendo las orientaciones recibidas en la Bula de
erección de la diócesis, dispuso la fundación del Archivo Eclesiástico y de
una biblioteca para la debida formación del clero. A tales efectos, nom-
25 Parra Contreras, Reyber. Los intelectuales de Maracaibo y la centralización gubernamental en Venezuela
(1890-1926). Maracaibo: Universidad Católica Cecilio Acosta, 2004.
26 Marvez, Francisco. Carta pastoral del Ilustrísimo Sr. Francisco Marvez, dignísimo obispo del Zulia, a sus
diocesanos. Maracaibo: Imprenta de Benito H. Rubio, 1899. 24 p.
Reyber Antonio Parra Contreras
21
bró director de la biblioteca al Pbro. Felipe Jiménez; y al Pbro. Ernesto
Serrano, director del Archivo. En noviembre de 1904 la salud de Mons.
Marvez se resintió, lo que le llevó a trasladarse a Caracas con la intención
de procurar los cuidados del caso. El 17 de diciembre de aquel año mur
en la ciudad capital, a los 65 años de edad; fue sepultado en la Catedral de
Maracaibo, el 28 de diciembre de 1904.
La muerte del obispo coincidió con una borrasca que se abalanzaría
sobre la diócesis del Zulia, sin que su pastor estuviera presente para de-
fenderla. El gobierno de Cipriano Castro, guiado por un resentimiento
enfermizo hacia el estado Zulia, se propuso arrebatarle sus dos grandes
tesoros culturales, de reciente fundación: la Universidad y la Diócesis. En
1904 avanzó en su propósito, suprimiendo la Universidad del Zulia; en
1905 le correspondía el turno a la Diócesis del Zulia.
Con anterioridad, el 17 de mayo de 1904, el gobierno nacional orde
la expulsión de los frailes capuchinos de Maracaibo, medida que también
incluyó el cierre del Colegio San Agustín que regentaban los Agustinos
Recoletos en la referida ciudad. Tras la muerte de Monseñor Marvez, el
gobierno se negó a la posibilidad de postular un candidato para ocupar
la silla episcopal vacante. El 29 de agosto de 1905 el Congreso de la Re-
pública aprobó una ley para el reordenamiento territorial de las diócesis
de Venezuela; en este instrumento legal se suprimió la Diócesis del Zulia,
incorporando nuevamente la región zuliana a la Diócesis de Mérida.
En forma consecuente y valiente, el obispo de Mérida, Mons. Antonio
Ramón Silva, salió en defensa de la integridad de la Diócesis del Zulia, ex-
presando al gobierno nacional que “Maracaibo es digna de ser residencia
episcopal, por su importancia y por la patriótica perseverancia con que
ha solicitado tal gracia27. También el Vicario Capitular del Zulia, Pbro.
Dr. Felipe Jiménez, manifestó su oposición a tan arbitraria e injusticada
medida, que el gobierno pretendía imponer a la Iglesia. Consciente del
imprescindible respaldo que requería de la Santa Sede para lograr su pro-
pósito, Cipriano Castro comisionó a uno de sus diplomáticos para que
27 Comunicación que dirigió Mons. Antonio Ramón Silva al gobierno de Cipriano Castro, con mo-
tivo de la supresión de la Diócesis del Zulia. En: Castillo Lara, Lucas Guillermo. El centenario de la
Diócesis del Zulia, op cit., p. 127.
Discurso de orden en la Academia de Historia del Estado Zulia, con motivo del 125 Aniversario de la Erección Canónica...
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se estableciera en Roma y obtuviese el beneplácito de la Curia Romana
a su polémica ley. Con paciencia frente aquel absurdo, la diplomacia va-
ticana atendió la solicitud del gobierno venezolano, sin ceder en ningún
momento a su pretensión. Finalmente, fue imposible lograr un acuerdo
satisfactorio para las partes. La diócesis, aunque seguía viva para la Iglesia,
para Castro no existía y por tanto la privó de su obispo el tiempo que pudo
mantenerse en el poder.
La sede vacante se prolongó desde el 17 de diciembre de 1904 hasta el
16 de octubre de 1910. Los años de orfandad de la diócesis serían com-
pensados con la designación de un obispo con fama de santidad. Mons.
Arturo Celestino Álvarez asumía como segundo obispo del Zulia, orien-
tando su ministerio pastoral mediante la oración y la caridad, hasta su
traslado a Calabozo el 18 de diciembre de 1919.
El 08 de marzo de 1920, el papa Benedicto XV designó tercer obispo del
Zulia a Mons. Marcos Sergio Godoy, el obispo que impulsó la fundación
del seminario diocesano, el diario La Columna, la emisora radial La Voz de
la Fe; incorporó a la vida de la iglesia maracaibera a los Hermanos Maristas
y los padres jesuitas. Promovió la construcción de las iglesias Sagrado Cora-
zón de Jesús, San José y Nuestra Señora de Fátima. Resulta imposible redu-
cir a un par de renglones el prolongado y fructífero ministerio episcopal de
Monseñor Godoy, que ejerció en Maracaibo hasta el 21 de octubre de 1957.
En los tres primeros períodos episcopales de la Diócesis del Zulia se
echaron las bases para su consolidación como Iglesia particular. A partir
del tercer período se observan signos de madurez en términos de orga-
nización pastoral para la atención de las necesidades espirituales de una
población de bautizados que crecía a un ritmo acelerado.
El 26 de mayo de 1943 el papa Pío XII erigió el Vicariato Apostólico
de Machiques, desmembrando de la Diócesis del Zulia los territorios de
La Guajira, Perijá y parte del Sur del Lago, con el propósito de impulsar la
labor misionera en las comunidades rurales de aquellas regiones. A raíz de
esta primera modicación de los límites de la Diócesis del Zulia, el 02 de
enero de 1953 la Santa Sede determinó que la diócesis pasara a denomi-
narse Diócesis de Maracaibo. Previamente, el 09 de diciembre de 1950, el
Reyber Antonio Parra Contreras
23
papa Pío XII le concedió a la diócesis su primer obispo auxiliar, designan-
do a tales efectos a Mons. José Rincón Bonilla.
Una segunda desmembración de la diócesis tuvo lugar el 23 de julio
de 1965, para dar paso a la Diócesis de Cabimas, que vendría a abarcar la
Costa Oriental del Lago. Al poco tiempo, el 30 de abril de 1966, el papa
Pablo VI erige la Provincia Eclesiástica de Maracaibo, asignándole como
sufragáneas las Diócesis de Coro y Cabimas. De esta manera, Maracaibo
quedó constituida como Iglesia Metropolitana, siendo su primer Arzobis-
po Monseñor Domingo Roa Pérez.
Más recientemente, el 07 de julio de 1994, el papa San Juan Pablo II
erigió la Diócesis de El Vigía-San Carlos, con territorios que pertenecie-
ron a las jurisdicciones de las Arquidiócesis de Maracaibo y Mérida, y de
la Diócesis de Cabimas. A su vez, el 09 de abril de 2011, el papa Benedicto
XVI transformó el Vicariato Apostólico de Machiques en Diócesis. De
esta manera, la Provincia Eclesiástica de Maracaibo la conforman actual-
mente la Arquidiócesis homónima, junto con las diócesis sufragáneas de:
Cabimas, Machiques y El Vigía-San Carlos del Zulia.
El camino recorrido por la Iglesia zuliana durante 125 años, nos in-
troduce en el deber de valorar el esfuerzo de los trabajadores de esta viña,
de aquellos hombres y mujeres que en determinadas épocas y ejerciendo
responsabilidades diversas, vivieron y compartieron la “radical novedad
de vida” de la fe cristiana28. La gratitud según el papa Francisco “es una
insignia del cristiano. Es un simple pero genuino signo del reino de Dios,
que es el reino del amor gratuito y generoso29.
La gratitud brota de la memoria, y sin ésta se desvanecería. También
la memoria es una dimensión de la fe de la Iglesia30; por ello la conciencia
eclesial, el sabernos partícipes de una tradición viva, compartida y trans-
mitida por siglos, se asocia con la historicidad de la Iglesia.
El paso de la Iglesia por la historia hace que ella aprenda a conocerse a
sí misma y reexione sobre su misión en el mundo31. El tiempo es el mar
28 Carta Encíclica Redemptoris Missio del Sumo Pontífice San Juan Pablo II, 07 de diciembre de 1990.
29 Papa Francisco. Ángelus del 28 de junio de 2020.
30 Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium del Sumo Pontífice Francisco, 24 de noviembre de 2013.
31 Carta Encíclica Ecclesiam Suam del Sumo Pontífice Pablo VI, 06 de agosto de 1964.
Discurso de orden en la Academia de Historia del Estado Zulia, con motivo del 125 Aniversario de la Erección Canónica...
24
que la barca de la Iglesia surca: unas veces con las velas extendidas, cuando
el viento es favorable; y otras veces con las velas recogidas, cuando arre-
cia la tormenta. Nos corresponde estar alertas, para reconocer los signos
de los tiempos. La historia, su estudio y comprensión, nos ayuda en esta
tarea. Por tanto, conviene que cada diócesis conserve con celo su acervo
documental porque esa es la forma de asegurar la pervivencia de su me-
moria en el tiempo.
Si bien hemos insistido en el reconocimiento del recorrido histórico
de la Iglesia particular, esta sólo existe por encontrarse dentro de la Iglesia
Universal, que es guiada y gobernada por el Romano Pontíce. Por con-
siguiente, hay una única y compartida memoria eclesial, cuyo origen está
en la historia de la Iglesia, ese “lugar de encuentro y de confrontación en el
que se desarrolla el diálogo entre Dios y la humanidad”32.
Que el regalo de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá a la Igle-
sia de Maracaibo, por este 125 aniversario, sea su renovación para que
pueda ir “en salida hasta los últimos connes33.
Muchas gracias.
Maracaibo, 29 de julio de 2022.
32 Mensaje del Santo Padre Francisco al Pontificio Comité de Ciencias Históricas, el 28 de mayo de 2022.
33 Mensaje del Santo Padre Francisco para la Jornada Mundial de las Misiones 2019, el 09 de junio de 2019.
FONDO EDITORIAL DE LA ACADEMIA DE
HISTORIA DEL ESTADO ZULIA
Juan Carlos Morales Manzur
Presidente
Jorge Vidovic López
Coordinador
Reyber Parra Contreras
Édixon Ochoa Barrientos
Lucrecia Morales García
Miembros
Publicación digital del Fondo Editorial de la
Academia de Historia del estado Zulia, Centro
de Estudios Históricos de la Universidad del
Zulia, Ediciones Clío y Fundación Difusión
Cientíca.
Julio de 2022
Maracaibo, estado Zulia, Venezuela.
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Estado Zulia, con motivo del
125 Aniversario de la
Erección Canónica de la
Diócesis del Zulia
Reyber Antonio Parra Contreras
La etapa finisecular coincidió con el declive político de Antonio Guzmán Blanco,
gobernante que se planteó no descansar hasta convertir a Maracaibo en playa de
pescadores. Los acuerdos políticos entre sus sucesores en el poder y la dirigencia
maracaibera facilitaron el logro de importantes conquistas en beneficio de la región
zuliana, entre estas: la reinstalación del Zulia como entidad federal y la fundación
de la Cámara de Comercio; lo que coincidió con otros beneficios más vinculados
con la iniciativa regional, como la inauguración de la monumental cárcel de Bella
Vista y el arribo a Maracaibo de la congregación femenina de las Hermanas de la
Caridad de Santa Ana. Sin embargo, las dos grandes reivindicaciones de la región
zuliana en aquella etapa final del siglo XIX fueron la fundación de la Universidad
del Zulia en 1891 y la erección de la Diócesis del Zulia en 1897.
Reyber Antonio Parra Contreras (Casigua El Cubo, Venezuela, 25/05/1977).
Profesor de Historia de Venezuela en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas
de la Universidad del Zulia. Individuo de Número de la Academia de Historia del
Estado Zulia, Sillón XIV. Autor de los siguientes libros: Ideas socialistas y
antisocialismo en el siglo XIX venezolano; Los intelectuales de Maracaibo y la
centralización gubernamental en Venezuela (1890-1926); Manual de Introducción a la
Historia; Rafael María Baralt, Antología de escritos políticos; Obras selectas del Dr.
Francisco Ochoa, primer rector de LUZ; A los 60 años de la reapertura de la Universidad
del Zulia; Ideario del Dr. Francisco Ochoa, primer rector de la Universidad del Zulia.
E-mail: reyberparra@gmail.com